lunes, 19 de mayo de 2014

Etapa 44 (286) Platja Pas de s'Illa-Cala d'En Serra

Etapa 44 (286) 16 de julio de 2011, sábado.
Platja Pas de s’Illa-Port Sant Miquel de Balansat-Cova de Can Marçà-Benirràs-Xarraca-Torre de Mares-Portinatx-Far del Moscarter-Cala d’En Serra.

Amanecer en Pas de s’illa
No sé la hora en que me despierto, pero voy desnudo al agua y me dedico a sacar medusas de la orilla. 
 




Cuento 106 y aún quedan más hacia la zona de las rocas de la derecha. Al menos, la zona en que me baño, ha quedado expedita. He cagado en la zona de las rocas, por la que nadie se asoma, ni de noche ni de día, y lo he tapado con una piedra.  

También se levantan los pescadores. Cargan una caja con hielo y se van al barco. Al poco rato vuelven pues, el que recibió el susto, tiene una herida con apósito en una mano y se le han olvidado los guantes protectores. Vuelven a marchar hacia el barco. “Buena pesca”, “buen viaje”, nos intercambiamos. 
 
Saco varias fotos: del chiringuito y su ondeante bandera que no ha parado en toda la noche. En la orilla, la zona donde me he bañado, tras trabajo arduo, extrayendo medusas de la mar. Luego de la zona de mi deposición con S’illa Murada iluminada al fondo. Y, finalmente, del lugar donde he dormido apoyado en la caseta de pescadores, con vista hacia la playa del Port de Sant Miquel de Balansat. Una vez seco, me visto y para las 7:20 h ya estoy en marcha.


Hacia el otro lado de la bocana
En el camino me cruzo con un caminante extranjero. Cuando avisto la Cala des Multons, me acuerdo de la sardinada que se celebró ayer noche. 
 
Hoy está todo limpio, como si no hubiera pasado nada. Cuando llego a la playa del Port de Sant Miquel, un hombre hace flexiones, se acerca al agua, pone gesto de disgusto y vuelve a hacer ejercicios físicos. 
 
 

Otro se asoma y da vuelta y media por la orilla. Camino hacia el interior y cojo carretera que va bordeando por la trasera de hoteles. 

 

En recepción de uno de ellos me indican cómo ir hacia Benirràs continuando por la cueva. Sigo por carretera y cojo camino hacia la cueva. Un coche pasa: HFL (no se me ocurre ninguna palabra). 


 
Voy sacando fotos del otro lado de la cala, por donde tanto pateé ayer tarde. Saco varias visiones del lugar donde he dormido, con el chiringuito y la mansión. La segunda con S’illa Murada detrás. También de la playa de la sardinada.

 


 
                                                 
Cova de Can Marçà
Como es lógico, a estas horas de la mañana (las 8:15 h) la cueva está cerrada. Me doy un paseo por el entorno y desciendo las mil escaleras hasta llegar a la puerta de entrada. Compruebo que está bien cerrada. 



Tras caminar un rato por este lado de la bocana de la cala, asciendo unas escaleras que me irán retornando al aparcamiento superior y a la carretera. 
 

 
 


Desde arriba saco una última vista de Pas de s’illa y de S’illa Murada y de la Punta de Sa Creu. Aunque no he visto la cueva, he podido hacer el mismo recorrido exterior que cualquier turista. Ahora se trata de seguir hacia Benirràs y pronto recibiré el impacto de la tierra calcinada. Los incendios forestales del año pasado (agosto de 2010) hicieron estragos en esta zona de la isla ibicenca.

Port de Benirràs
Hacia Benirràs, por el acantilado, lo más bonito va a ser la isleta característica del lugar. Aquí la veo fuera de contexto, pero en el conjunto de la playa y la cala-puerto, es como una escultura natural que ofrece el mar para solaz de los veraneantes. Saco foto, pues va a ser éste el lugar donde la voy a ver más de cerca. Con un poco de imaginación, pareciera una madona con niño. En este lado, el acantilado baja en pendiente hacia el mar con profusión de arbolado. 
 
Estos árboles se pudieron salvar del incendio forestal. No ocurre lo mismo con la zona a que voy a llegar a continuación. Avisto la playa de Benirràs desde la cima pero, aunque parece que la tengo cerca aún tendré que dar un buen rodeo hacia el interior para poder acceder a ella. Ya se ven algunos calveros de tierra calcinada, por un fuego que fue aquí bien controlado, puesto que peligraban algunas viviendas. Son estos espacios privados los que no me permiten bajar más directamente a la playa. 
 
En la tercera foto se ve claramente un ejemplo de lo que digo. Una casa, con estética muy peculiar, que me hace recordar a unos cubos de Moneo, se salvó a duras penas por la parte delantera, hacia el mar, pero no ocurrió lo mismo por detrás, puesto que toda la subida a la montaña quedó calcinada. Cuando llego, los troncos quemados y troceados aguardan con cierto orden a que sean retirados. ¿Serán de algún provecho, de alguna utilidad? Continúo por la zona alta, hasta que llego al acceso a la playa.

Tío Toni, el hombre sabio de Benirràs
Me encuentro con el tío Toni, quien me dice que las piñas estallan y saltan entre 50 y 100 metros, lo que hace inútiles los cortafuegos en caso de incendio. De esta forma se propagan fácilmente. Así, un solo incendio, puede diversificarse y aparentar más de uno, por afectar a varias zonas, incluso distantes. También me indica que coja una pendiente al marchar que me acercará a un camino que es el que me llevará por todo el borde de la costa hasta Portinatx. Solo me preocupa que, al regreso de la playa y del desayuno no pueda dar con el camino recomendado. El monte por el que debo iniciar el ascenso está totalmente calcinado y acabaré tiznado. Además, el tío Toni me informa de que el 2000 ya está abierto. Cuando regrese del baño, será allí donde desayunaré. Desde que he visto el islote cuando venía caminando por el acantilado, hasta que lo vuelvo a ver desde la playa frente a mí, casi ha pasado media hora. La visión desde aquí es más monolítica, menos virginal, más fálica. Aguas azules y muchos veleros fondean en este Port de Benirràs. Me acerco a la orilla, me desnudo y me doy un rico baño. Una vez seco me empiezo a vestir, en el momento en que llega un chico nudista que piensa hacer nudismo por aquella zona más alejada. “No sé si nos veremos luego”, le digo.

Desayuno en el 2000
Lo que no supone rejuvenecer once años, ni volver a una época donde todavía no era abuelo y donde, a estas horas, estaría trabajando. Prefiero el 2011, con salud, jubilado y abuelo de cuatro nietos, y desayunar bien en el Bar 2000. Toni es tío del dueño del bar. Un gran vaso de leche, sobrecito de descafeinado y me ofrece dos croissant de ayer a precio especial. Todo por 3 €. Como me gusta untar el croissant en la leche, no me importa que no estén tan crujientes. Así se remojan y ablandan. Yo me alimento y el barman saca un provecho de algo que, de otra manera, tendría que tirar a la basura. Supongo que, al igual que los restos de pan, un croissant también servirá para compostaje. Al dueño del bar le hablo de mi viaje y se solidariza tanto conmigo que me ofrece un bocadillo gratis. A lo mejor ha influido lo que le he contado del RIU de Cala Domingos Petite. Agradezco y rechazo con razones de peso. Aparece por allí el tío Toni y él me sirve una tónica que bebo mientras escribo el diario. Pago 2 €. A las 11:15, acabo de escribir. Le digo al dueño que he quedado con el socorrista y me dice que Iñigo se pone a las doce, como ya sabía pues me lo dijo ayer, y que todas sus pertenencias laborales las tiene guardadas él en su establecimiento.

Platja de Benirràs
Ya he cagado y cogido agua y me voy hacia la playa. Voy por la orilla hacia el extremo más a Poniente, pues a estas horas no voy a bañarme desnudo en medio de la playa. Me acerco a un embarcadero, donde padre e hijo se tiran al agua. Cuando se van, me desnudo y accedo al agua por rocas cómodas. Un rico baño y me seco sentado en el malecón de piedra y cemento. Observo el otro lado pero, aunque hay lugares más o menos ocultos, escondidos, nadie de los que están allí hace nudismo. No veo al nudista de la mañana. Me doy un segundo baño, esta vez tirándome de cabeza al agua, aunque será más bien de tripada, y dejo que pasen las doce para vestirme, y salir a ver a Iñigo. 
 
Voy por el embarcadero y por detrás de la playa. Allí están dos valencianos. Uno de ellos se protege del sol en la sombra. “Lo sabía, lo sabía”, repite el que me pregunta, cuando le digo que estoy dando la vuelta a la costa balear. Me desea suerte. Además se llama Javier y, el otro, Vicente, no en vano es valenciano. Es ahora cuando saco foto de la isla y las embarcaciones deportivas. Saludo a Iñigo, pero no vamos a poder charlar tranquilos, porque ha llegado el responsable de vigilancia y seguridad de playas y tiene que estar todo el rato con él. ¡Una lástima! Me dice “Agur”, pero a mí me sale “Adeu”.







Por tierra quemada, arrasada, calcinada
Será un paseo por los restos del incendio de verano del 2010. Miro la posibilidad de subir por carretera lo más que pueda, para llegar a la cima que me ha recomendado el tío Toni, pero desisto, puesto que las casas y sus entornos me pueden traer más problemas que ventajas, más obstáculos que la tierra calcinada. Calculo más o menos el lugar señalado por tío Toni y comienzo la ascensión campo a través. 
 
Una vez ascendido el primer tramo, saco foto de la badia y Port de Benirràs, con su islote que, desde aquí, en la distancia, parece un regalo del océano. Se pueden apreciar restos de matorrales que son los que me van a acabar dejando tiznado. En la bocana del lado de Poniente, un farallón pétreo a ras de mar ofrece un abrigo natural al puerto. Ni la mejor obra de ingeniería lo podría igualar. Pero me doy cuenta de que se trata de la isla Murada. También veo la Torre de Mular y la isla más cara del mundo en cuya playa de Pas de s’illa estuve “indebidamente” desnudo la tarde de ayer y repetí por la noche. 

A la postre, Balansat y Benirràs son dos pequeños entrantes de mar que comparten una misma bahía. También veo bien desde aquí la primera zona calcinada por la que he pasado a primera hora de la mañana, cuando venía de Can Marçà y del Port de Sant Miquel de Balansat, y la casa que se salvó milagrosamente de las llamas. Todavía tengo que ascender más, lo que me va a permitir sacar un foto más bonita, más completa, más de conjunto, donde apreciamos esta bahía-puerto-playa de Benirràs en todo su esplendor.

Si el lugar así ya es precioso, cuando la vegetación se regenere, ganará en belleza. Aquí los pinos quemados permanecen en pie pero ya jamás darán nuevas piñas. Todavía conservan algunas en sus ramas muertas. Así como, al otro lado de la vaguada, ya se están poniendo medios para regenerar la zona, probablemente porque se trata de un espacio más apetecible por intereses urbanísticos, esta ladera, más vertical y que tardará más tiempo en ser urbanizada, permanece intocada. “¿Cuánto tiempo tardarán en iniciar su regeneración?”, me pregunto. Pero, cuando llego a la cima, aquí ya veo que vuelven a aparecer los troncos quemados cortados y ordenados. Enseguida descubro el sendero que me va a llevar, como me ha dicho Toni, por toda la costa, a Portinatx.


Caminando hacia la fita de Xarraca
He subido vadeando, trepando y procurando no tiznarme demasiado con las ramas de los árboles y del matorral incendiado. A pesar de mis cuidados, será inevitable librarme de todos y, sin llegar a parecer un carbonero, tendré que hacer limpieza adicional. Acierto con el sendero que me lleva a camino, ¡no ha hecho falta ser muy sagaz!, ya estoy del lado más a Levante y, el segundo objetivo de la mañana, el lugar donde me gustaría llegar a comer, será Xarraca. El paisaje que se me presenta es más de lo mismo, restos del incendio forestal, pero tiene el aliciente de que me ofrece un buen camino, zigzagueante, muy nítido y que me irá llevando hacia el mar. Una foto inicial me va indicando la primera revuelta del camino que desciende y, una segunda, todas las vueltas y revueltas que me esperan hasta llegar al mar. “Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, quiero amigo que me digas, ¿son de alguna utilidad?” De alguna manera, los dichos, las fábulas, las poesías, ayudan al caminante a comprobar que este camino en zigzag es de gran utilidad para llegar al borde del mar, base fundamental de un camino por la costa. Aunque no me voy a librar durante mucho tiempo de caminar próximo a zona quemada, el hecho de pasear cerca de la orilla, va a ser suficiente aliciente durante el resto de la mañana, aunque la costa que se me ofrece no me anime a darme un baño. No voy a encontrar ninguna playa adecuada hasta llegar a Xarraca.

Illa d’En Calders
Por el camino marítimo, enseguida llego a la isla de En Calders. En realidad es un pedazo de tierra caído al mar y creo que no llega a estar totalmente separado del continente, si es que Eivissa puede ser considerado un continente. Lo es en relación a este islote. 

Como no me acerco hasta el lugar de unión, no lo puedo asegurar. El hecho de no ver playa me desanima para baño, aunque el agua tan transparente es invitadora. El camino es ancho, “incluso para camiones”, como me ha dicho el tío Toni. Miro más hacia el mar y la costa que me agrada, que hacia la devastación que me ofrece el lado de tierra aunque, sin anteojeras que me la oculten, su visión me va a ser inevitable.
 
El camino me lleva hasta un lugar en que se ve mejor la zona de confluencia o de istmo de En Calders y hasta parece que puede haber algo de playa de arena, pero la accesibilidad parece dudosa y, además, el propio camino me va a bajar a otra playa que diviso como apetecible. Tiene dos sencillos edificios con embarcadero (cuando me acerque veré que hay cinco o seis) y es hacia allí donde me dirijo. El camino que iba casi a ras del acantilado, ahora asciende un poco y así puedo ver mejor los recintos para guardar las embarcaciones y las rampas de embarque y desembarque de las mismas. Pero ya desde aquí arriba, veo cómo el acceso al mar es todo de piedras y lo que parecía arena es el propio camino. Estar desnudo en el camino, tampoco es cosa que me apetezca, y como ya me he bañado cuatro veces esta mañana, tampoco tengo absoluta necesidad de hacerlo. La illa d’En Calders, vista desde esta posición, resulta irreconocible y menos atractiva que en mi primera visión. Un caprichoso barquito con velas al viento, se incrusta como parte del istmo.

Caló des Escandells
Durante gran parte de este trecho, se oye el motor de una máquina trabajando. De vez en cuando, algo cruje, troncos o ramas. Es como si fuera una tronzadora o una desbrozadota que cortara los árboles muertos en pie. En un incendio, “Los árboles mueren de pie”, título de una obra de teatro, creo recordar, de Alejandro Casona, que representaron amigos míos del colegio. Aquí, lo que oigo, es como un golpe y un crujido. Me resulta más misterioso porque, aunque la oigo durante mucho rato, no lograré ver la máquina. 
 
He bajado a ras de mar y subido de nuevo al acantilado. Allí encuentro a una pareja de sudamericanos que no acabo de tener claro si quieren bajar a la playa d’En Calders o a la de Escandells. No me lo saben decir, ni tampoco si es una playa que merezca la pena, de las de arenita que a mí me gustan, pero sí somos capaces de apreciar la belleza del lugar. 
 
Desde arriba saco foto hacia el Caló des Escandells, con un yate fondeado y, al fondo, el Cap Blanc. Los fondos marinos continúan siendo envidiables y el agua sigue invitando al baño. Abandono a los sudamericanos y saco foto hacia el sonido. Aunque no vea a la desbrozadota, al menos saco una muestra del trabajo que están haciendo ella y quien la conduzca. Cuando llego a la altura donde está fondeado el yate, saco nueva foto del Caló des Escandells pero, en lugar de hacia el Cap Blanc, lo hago hacia la illa d’En Calders, con el fin de tener una visión de ella desde tres lados distintos. Desde aquí se aprecia mejor que lo que podría ser el istmo que me pareció playa desde lejos, es una plataforma con no fácil acceso al mar. Quizás estando allí, y visto desde cerca, habría accesos factibles. El resto del caló no ofrece ningún atisbo de playa de arena. Lo cual no es razón suficiente para asegurar que no la haya, puesto que no logro verlo al completo. En poco más de un cuarto de hora he hecho este tramo desde que he bajado de lo alto de la montaña en camino en zigzag hasta que saco esta última vista del Caló des Escandells.

Punta y fita de Xarraca van a quedar de lado
El camino ancho, para camiones, me va acercando a Cap Blanc, pero el cabo se quedará de lado y justo me asomaré a ver la cala del lado Oeste de Xarraca, que podría considerarse una península de ancho istmo. Allí fondean varias embarcaciones y dos veleros de alto mástil. Todo el conjunto es bonito y quizás lo sea más visto desde el mar. 
 
Basta con recordar mi bonito paseo entre el Port de Sollér y Sa Calobra, que ofrece una visión más bella, más contemplativa, pero menos participativa. El cuerpo permanece pasivo y sólo la vista es la que trabaja. Es mayor el placer cuando todos los sentidos trabajan a la vez, el oído en una grata conversación, los aromas gratos que se filtran por la nariz, el aire que se regodea en mi cuerpo cuando estoy desnudo… El camino continúa por interior y, cuando me ofrece la posibilidad de acercarme a la península, hacia la Punta de Xarraca, hacia la Fita del mismo nombre, la desestimo por la hora, pues la hora de comer se aproxima.

Cala Xarraca
Pasada la península, pronto llego a una playa con restaurante del mismo nombre. Me escoro hacia la izquierda intentando buscar un lugar para bañarme desnudo ya que, en el resto de la playa, al ser muy familiar, me va a resultar muy difícil hacerlo. Cuando ya estoy decidido a pasar a la zona de rocas para ver qué panorama se divisa, veo a dos hombres extranjeros desnudos, con pequeño iglú protector Quechua. Uno de ellos se está dando protector solar, pues se ve que no es nudista habitual. Le pregunto si puedo bañarme sin problemas, pero no me entiende y no me sabe contestar. Ha sido una pregunta protocolaria. Me desnudo, me baño y me seco al aire y al sol. Otra pareja textil se baña a mi lado. Otra pareja va hacia las rocas, se cruzan con una chica que regresa, hablan con ella y, al poco rato, vuelven hacia mi sitio. Como me voy a comer, no sé si se desnudarán o no.

Restaurante Cala Xarraca
Como ensalada mixta y salmonetes con patatas fritas. La ensalada está bien, pero los salmonetes están riquísimos. No están demasiado fritos y es una ración suficiente. Me estaba temiendo que me los trajeran demasiado hechos, a juzgar por lo que me han tardado en servir. Ha sido un servicio lento pero la comida placentera. ¡Qué bien! No recuerdo lo que he bebido. No tomo postre y pago con Visa 29,10 €.

Regreso a la cala
Al volver a la playa, ya no están desnudos los que estaban antes, el que se estaba dando crema protectora ahora está en bañador o en calzoncillos, y decido probar fortuna en el otro lado de las rocas. En la playa no veo socorristas, al menos no en lugar visible, alto, para facilitar la vigilancia. Paso las rocas y llego a playa de base de arena, pero con posidonia. El acceso al agua sí es de arena y los fondos marinos también. 
 
El agua está buenísima, transparente y con ramalazos de más fresquita, como si hubiera filtraciones de aguas dulces subterráneas. Los pececillos picotean mis piernas, como si estuvieran haciendo un trabajo de ictioterapia. Les ofrezco mi dedo meñique del pie izquierdo, a ver si se atreven a quitarme el papiloma, pero ¡no caerá esa breva! Notaré más a los peces picones cuando esté en el agua de charla con la pareja nudista de Cantabria.
    
Les cuento mis lucubraciones con el pez rojo de Xarco, al Sur de la isla, y hago la derivación rojo, rotxa, roca, crabarroca, hasta llegar a su cabracho. Del cabracho pasamos a Covachos, la magnífica playa cántabra que en mi recuerdo se unía a isla en marea baja. ¡Que a gustito estamos fresquitos en el agua y con conversación amena! Y picoteados por pececillos amables. Arriba, mientras me seco, bajo toldo que el viento se lleva una vez, no son grandes ingenieros los que lo han tensado, veo a dos parejas de nudistas. Están con otro con bañador que se queja de que el pantalón le ha encogido y se le ha cedido por la cinturilla. Le digo: “¿no será que has adelgazado? A mí también se me cae el pantalón”. 
 
Una de las chicas nudistas ha regalado algo para fumar a dos chicas que están a mi otro lado. Hablan del País Vasco, de cómo son los vascos, etcétera y me reprimo para no intervenir. Me despido de los cántabros, a los que ya he sacado foto cuando ellos estaban en el agua después de mi baño con ellos. Una foto bien discreta puesto que el agua todo lo oculta. En ella se puede apreciar la calidad del agua y de los fondos de arena. Son las cuatro y media, bonita hora para reiniciar la marcha. Saco otra foto hacia el restaurante donde tan a gusto he comido. Me equivoco y, en vez de pasar al otro lado, al de la playa, asciendo demasiado y salgo al camino por el que he llegado a Xarraca. Desde arriba del acantilado saco foto de la parte derecha, hacia la Punta de Xarraca, donde también hay personas practicando nudismo y hay una mansión privada donde ondea la bandera española. Ya me da igual que ondee la rojigualda que la rojigualdinegra. Estos han construído a pocos pasos sobre el mar y se han apoderado de un pedazo de costa para uso exclusivo. Me da lo mismo que los que se apoderan del espacio público hablen alemán o castellano.

Hacia Portinatx
Del acantilado, voy bajando de nuevo a la playa de Cala Xarraca y cojo el camino por el otro lado. Antes de abandonar del todo la cala, saco foto de un saliente de mar que, de alguna manera, es una roca, un estrato inclinado que hace de defensa protectora natural para que el mar, cuando esté bravío, no se lleve la arena de la playa. Además sirve de puerto de defensa, y en el recodo han podido construir albergues para sus pequeños barcos de pesca, con su correspondiente embarcadero. 

El camino me continúa llevando por la costa, donde voy viendo zonas de roca sin arena, donde se baña gente. Pequeños islotes, espacios más o menos accesibles. Después de lo a gusto que he estado, ninguno me atrae lo suficiente como para bajar a darme otro baño. En una foto de costa rocosa con bañistas, se ven al fondo unas construcciones. Se trata de Ciudad Mar, urbanización próxima a Portinatx.

Son las cinco y, sobre las cinco y cuarto, avisto en lo alto de la montaña una construcción extraña. De primeras, me da la sensación de que es un castillo medieval, pero luego me doy cuenta de que tiene que ser otra cosa, pero no voy a subir para enterarme de lo que es. El lugar es estratégico como punto de vigilancia. Me limito a fotografiarlo en la distancia. Si alguien lo sabe, y la información es de interés, que lo anote al final de esta página.

 






Ahora voy por carretera, pero me meto por el acantilado y luego tengo dificultad para retornar a la carretera. Veo indicador con dirección Portinatx, pero no pone kilómetros que faltan para llegar. Indicadores de distintas salidas a calas me llevan al puerto pesquero que pertenece a Sant Joan de Labritja, a donde, sin quererlo, acabaré llegando mañana. Desde el acantilado bajo de Portinatx saco foto de rocas con pececillos nadando con bellos fondos marinos.

Portinatx al llegar
Recuerdo que en mi viaje, tras la boda, estuvimos aquí de visita, pero así como de Ibiza capital me acuerdo, no recuerdo nada de este sitio. Llego a una playa urbana, es de arena y con rocas a ambos lados. 

 
Por las rocas, llego a un lugar que no considero adecuado para baño, así que vuelvo por la playa y pregunto por camino para llegar a la Torre de Punta Mares en el bar de una residencia. Me orientan hacia escalera, paseo y camino. Paso por una playa pequeña, con buen aspecto pero desde arriba del acantilado no veo a nadie desnudo. Estas pequeñas son las menos apropiadas pues no te dan opción al alejamiento y basta con que haya alguien que no soporte ver a alguien disfrutar estando desnudo para que se arme el cipostio. Con los datos que me han dado en el bar, consigo llegar a la torre.


Torre de Punta Mares
La torre está rodeada de arbolado y no tiene posibilidad de acceso a la terraza. Saco foto e intento bajar al mar por senderos imposibles que, tras dar varias vueltas inútiles, me vuelven a sacar a la misma torre. Me cercioro de que la puerta está cerrada (tancat) así que me pierdo la visión estratégica. No había ninguna razón para volver, pero tampoco esa había sido mi intención. 

La visión panorámica me la ofrece una chica, cuya pareja está acondicionando una moto para salir. Cuando estoy bajando la cuesta, ella se baja el pantalón y me ofrece su culo en panavisión. Al darse cuenta de que yo he seguido toda la operación, se ríe, me río y todos felices. No sé lo que opinará su chico cuando se lo cuente, ni sé si se lo contará. Él es extranjero, pero habla bien castellano y le cuento el recorrido que estoy haciendo por las islas. Luego se lo contará a su chica. Deshago el camino, paso la playa, vuelvo al bar donde me han informado los camareros de cómo llegar a la torre y tomo una cerveza: 1,90 que serán 2 €. Es San Miguel, aunque estemos en Sant Joan. Les agradezco sus indicaciones. Tienen dos grifos, pero la que les gusta a los ingleses cuesta 2,50 €. El barman me ofrece para probar, pero no tiene sentido, puesto que no voy a tomar otra.

Port de Portinatx
En el supermercado compro fruta y agua (2,25 €). Será el último gasto de la jornada. Siguiendo paseo y acantilado me voy acercando al puerto de Portinatx. En la siguiente foto se puede ver este puerto natural flanqueado por otra Punta Galera. 


Si la anterior estaba a Poniente, ésta está casi en la parte más Norte de la isla. No lo está la que más, puesto que el punto más Norte lo ofrece la Punta des Moscarter, donde visitaré el faro, que ya se ve desde aquí, pero a donde me costará mucho llegar. Sigo por el acantilado y llego a un rinconcito, donde ha llegado una chica, se está desnudando, se quita la braga y se echa al agua sin ninguna precaución. Se ve que conoce bien el lugar y que lo hace a menudo. Se da un bañito rápido, sale del agua y se sienta en la roca, a la vez que voy llegando yo por el acantilado al lugar. Ahora más complicado que en otras ocasiones pues el acantilado bajo me pega en la mochila y me tengo que agachar para no pegar en el techo. No saco foto del lugar, y menos de la chica. Hablo con ella y le digo que me gustaría dormir en una playa tranquila. Me recomienda Cala d’En Serra y comprobaré que es una buena sugerencia. Tengo que subir una gran cuesta, llanear y bajar a las profundidades del acantilado. Me dice que es buzo, submarinista, y así comprendo la naturalidad con la que le he visto tirarse al agua. Se lo digo y ella me responde: “es mi medio, mi profesión”. Se ve que está en el mar como pez en el agua. Agradezco la información del lugar para dormir, que ya localizo en mi mapa, y me voy hacia el puerto. Aún continuaré un rato por el acantilado y sacaré una foto de la zona, a agua pasada.

Apología de católicismo
Salgo por unas casas donde se prepara un acto de apología de la religión católica. En otras palabras: se va a celebrar un rito, una misa al aire libre, con altar improvisado y presidido por la Virgen del Carmen, para regocijo de católicos, protestantes, ortodoxos y ateos. Un ensalzamiento de la irracionalidad. Cuando todo el mundo debiera ocultar y avergonzarse de ese tipo de creencias, que yo llamo credulidades, cuando todos debieran ocultar beber alcohol, fumar cualquier producto fumable, hablar por el móvil estando en compañía, cualquiera de estos actos en público, creo que la liturgia debiera estar confinada a las iglesias y a los espacios íntimos, privados. El que necesite creer en Dios, que crea, pero que no haga apología de sus creencias, el que quiera beber alcohol, el que quiera fumar tabaco, hachis o lo que sea, que lo haga, pero en privado. Los adultos somos un malísimo ejemplo para los niños. 
 

Utilizar el móvil para una emergencia, para una necesidad puntual, es correcto, pero usarlo como se usa habitualmente es de una incongruencia pasmosa. Muchos dicen: “es que tengo las llamadas gratis”, y yo les pregunto: “¿cuánto pagas para tenerlas gratis?” A quien pregunto, la media de lo que paga al mes por hacer uso de Internet, me suele responder entre 40-60 € mensuales. Unos más y otros menos, con un abanico variable de contraprestaciones. Un día me molesté en sacar una media de mis consumos mensuales de agua, electricidad y gas y no llegaba a 20 €. Pagar a MoviStar, Vodafone, Euskaltel más que lo que me cuesta la electricidad, el gas y el agua, me parece una aberración, que se está considerando como algo de lo más normal. Para muchos debiera formar parte de las necesidades básicas. Y mi viaje algunos lo consideran impropio de mi edad. Pero estoy desbarrando a partir de la misa y la procesión que se va a celebrar en honor de la Virgen del Carmen. Hoy leo esta noticia periodística del día 14.
 

Están preparando, adornando, el altar en que se va a celebrar el rito de la misa y la virgen ya está en la calle, como podéis ver en la foto. Cuando estos actos se ofrecen a los niños ellos, que son como esponjas, absorben, se contagian y aprenden. Los adultos somos sus referentes. Mejor si les enseñáramos a ser críticos con la sociedad sin futuro que les estamos preparando. Algunas mujeres con traje de faralaes y hombres con camisa blanca y pantalón oscuro completan y adornan el aspecto folclórico de la liturgia. Probablemente en estos momentos también en Cubells estarán paseando a una réplica de la misma virgen haciendo su recorrido marítimo. El 20 de julio de 2008 también la pude ver salir de la Catedral de Málaga y pasearse por las costas de Vélez Málaga. En la playa de Almayate, la virgen, desde su barca, me vio desnudo y no le pareció mal. Al menos,  no dijo nada.

 

Baño rápido en la playa del puerto de Portinatx
Dejo el disfrute del espectáculo para otros y me encamino hacia el puerto con intención de darme un baño. Saco una foto de barcas bien protegidas en el puerto natural. Punta Galera les defiende del embate de las olas cuando el mar está bravío. El acceso a la playa lo hago por el lado derecho que me obliga a ir escorado a la izquierda ya que la inclinación obedece a que voy por las rampas del embarcadero.


Hay muchos nichos vacíos, aunque no creo que esté ninguno desocupado, a juzgar por la cantidad de barcas de pescadores que hay por la zona. Siguiendo el embarcadero, consigo llegar a la playa. No hay mucha gente, pero la suficiente como para no estar solo, y me apetece un baño así que, arriesgándome bastante, me desnudo y casi reptando me meto en el agua. Como apenas cubre, no estoy demasiado cómodo, por lo que salgo y, sin secarme, me visto y me voy a continuar el camino. Si he llegado a las siete y cuarto, para la media ya estoy marchando. Ha sido como llegar, besar el santo, y partir. Hoy el santo ha sido un baño en bolas, un baño de desagravio, el peor de los baños dados en las islas Baleares. Eso de andar como escondiéndome, como mostrando que estoy haciendo algo malo, me resulta poco grato. No debiera haber venido a bañarme aquí.


El faro de la Punta des Moscarter
Cuando salgo del puerto, pregunto a un chico, subo la cuesta que me llevará a la carretera de la cala que busco. Pero he cometido una equivocación, pues aunque la cala es el referente de destino, lo que primero quiero ver es el faro y es por ese camino por el que debiera haber preguntado, máxime cuando el faro hace tiempo que lo estoy viendo. 
 

De esta forma, avanzando hacia la Cala d’En Serra, lo único que hago es alejarme del faro des Moscarter. Siguiendo por la carretera, y casi olvidándome del faro, veo señales de distancia entre d’En Serra, Portinatx y Sant Joan de Labritja. Avanzando me encuentro a mano izquierda un camino ancho que va hacia el faro y una señal que indica que falta kilómetro y medio para la Cala d’En Serra. Como veo que ya no falta mucho, me animo para retroceder al faro pero, ese camino que ha empezado ancho, se empieza a diversificar y empiezo a dudar cual de sus ramificaciones coger. Finalmente acaba desapareciendo. Veo el faro, puesto que es muy alto, pero no veo forma de salir hacia su explanada. 

¡El camino me ha dejado en la miseria!, “¡en medio de la nada!”, como diría Julen, mi nieto mayor. Eso es lo que me dijo durante la proyección de la película La vida de Pi cuando, después del naufragio, el protagonista está en una balsa en calma chicha. “Aitona, me quiero salir”, “¿por qué?” le pregunto, y, angustiado, me responde: “¡está en medio de la nada!”. No se salió y la película le gustó. Por fin, entre arbustos y matorrales, consigo llegar al faro. Tengo certeza absoluta de que ya seré incapaz de deshacer el camino y llegar a la señal en que ponía 1,5 km para Cala d’En Serra. Saco fotos del faro que está rodeado de arbustos. Es imposible sacar foto desde la base sin que se interponga alguno por delante. 

Me asomo al acantilado, a la Punta des Moscarter y veo una señal a Levante que indica el camino a la Cala d’En Serra a 2,5 kilómetros. ¡Se me ha abierto el cielo! Este camino va a ser mucho más bonito que el que he traído y me va a llevar todo el rato por el acantilado y por torrentera. La siguiente foto que saco caminando por el acantilado, ofrece la vista de la próxima Punta del Gost y, ya en costa más alejada que pensaba que la iba a ver mañana, la última parte de la costa Norte, entre Punta Verda y S’Escullet. No veré esa parte de costa porque el camino me irá llevando mañana hacia el interior, hacia Sant Joan de Labritja.

Hacia Cala d’En Serra
Este camino final es bonito, pero yo ya estoy muy cansado de caminar todo el día. Sólo he descansado escribiendo en Benirràs y en la playa de Cala Xarraca, con los cántabros. Me doy cuenta de mi cansancio porque me tropiezo varias veces. No es cuestión de forzar. En el último tramo, a mi cansancio se unen nuevas dificultades: árboles caídos y ramas que dificultan el seguimiento de la senda. Después de pasar una torrentera seca, al subir de nuevo a la cima del acantilado, entrando en el ámbito de la rada que se forma entre las puntas del Gost y la d’En Serra, el viento de Levante azota y tengo que parar a ratos y aferrarme al suelo para que no me tire. 
 

Ya tengo a la vista la bocana de la cala en que pienso dormir. Sobre ella, los árboles del acantilado permanecen verdes y vivos, pero los que se ven hacia el interior, parece que estamos en otoño, pues se ven marrones. No es un espejismo, un cambio brusco de estación sino que, como mañana comprobaré, será otra zona donde los árboles se quemaron, aunque no ardieron todos, ni tanto como las zonas que he visto esta mañana. A duras penas, contra el viento, sigo avanzando hacia la cala. Desde el acantilado no se ve la cala, lo que me parece una buena señal y me hace intuir que estará protegida de este viento que, en este momento, me agrede. Finalmente se acaba el camino y enlazo con la carretera que traía cuando la he abandonado faltando kilómetro y medio. En este tramo, la carretera ya está sin asfaltar. Descendiendo hacia la cala, aparecen unas construcciones que se dejaron paradas sin terminar y que le dan un aspecto algo fantasmal. Sólo podrán ser útiles para un caminante como yo en caso de que se presente la lluvia, pero hoy no parece que eso vaya a ocurrir ni  tampoco mañana.
Atardecer en Cala d’En Serra. 
Beach Bar
Sin bajar del todo, ya veo que hay alguien en la playa. Saco una foto desde un balconcillo hecho con murete curvo de piedra y aunque no se ve la playa en que voy a dormir, por lo menos da idea de cómo se configura el lugar. Abajo se ve una construcción, que será el chiringuito Beach Bar y, más hacia el Este otra con otra playita menor a la que no llegaré. Me marcharé sin verla. Cuando llego hay dos parejas, pero están ya haciendo tareas de recogida y limpieza; también algo de mantenimiento. Un chico que, aunque extranjero, habla bien castellano, está haciendo un hoyo para que la base de cemento que soporta el tubo donde encaja una sombrilla, engarce perfectamente. Lo ha conseguido y, ahora, trata de ponerlo recto y alineado con las otras sombrillas. Termina la tarea con la ayuda de dos cubos de agua de mar. Las piedras que le sobran, también las retorna al fondo del mar. Es como un toma y daca: te quito agua, te devuelvo piedra. Otra chica española, probablemente ibicenca, peina el suelo con un rastrillo y, con un cedazo improvisado, criba piedrecillas y posidonia. Ella criba posidonia muerta y le hablo del peligro de quitar la viva, la que aferra la arena de las playas. Un perro, que se va a quedar a pasar la noche encerrado en el chiringuito Beach Bar, husmea y me araña las piernas. Ladra por la novedad del desconocido que acaba de arribar a su dominio. Los otros dos que están son holandeses y apenas hablan castellano, pero muestran buena disposición, colaboran y ayudan. Tienen el coche arriba, donde el letrero que recomendaba no bajar en coche pero, cuando pretenden marcharse, les perseguirá el perro y les costará retenerlo para que les deje partir. El rubio, mientras, quita las sombrillas y ata las hamacas. Ella me ofrece pan. Son unas ocho barras las que les han sobrado. Antes se las daban a una mujer para alimento de sus gallinas, pero hace tiempo que no viene a recoger el pan sobrante. Les cuento lo que hacían con el pan los jóvenes pescadores de pacotilla en las rocas de S’Arenal. Se quejan de que ellos pagan impuestos por recogida de basuras, pero tienen que ser ellos los que limpian la playa y llevarse la basura. Me dicen que este año tengo suerte, que hay algo de arenita en la playa y que otros anteriores ha estado monda de arena y con sólo cantos rodados. Me alegro de la suerte. Tienen la concesión de la playa desde hace 20 años y es muy improbable que se la quiten, pues la concesión está a nombre de un amigo del alcalde. “También los alcaldes cambian”, les digo, sin ánimo de crear dudas ni malestar. Le cuento el caso del chiringuito El Último Paraíso, donde cené aquel lenguado riquísimo, en Ses Covetes. Lo habían montado cerca de la playa pero en zona más hacia el interior y lo habían puesto en marcha porque el chiringuito de la playa hacía ya dos años que no se lo concedían, después de haberlo regentado durante varios años. No les quiero asustar, pero si demostrarles que deben estar atentos si no quieren perder la concesión. Me recomiendan que no continúe por la costa y que vaya por la carretera a Sant Joan. Cierran al perro y se van en su cascajo con rueda delantera algo baja de presión. Ya lo saben y les deseo suerte para lo que queda del verano y en los años venideros. He estado muy cómo charlando con ellos y no me pena no haber intentado pasar a la siguiente playa. Me acuesto en una zona que me parece la más protegida del aire. Me doy Aloe-Vera del nuevo envase y repelente contra los mosquitos. Como una barrita energética, bebo agua y, de postre, una nectarina. El melocotón me lo había comido en Portinatx.

Balance del último día en el Norte de Ibiza
La jornada ha sido variada y suficientemente intensa como para dormir esta noche como un lirón (aunque no sé si los lirones duermen bien o mal). Despedirme con trabajo medusil, y posterior baño, de la playa Pas de s’illa; pasar por Cala des Mutons como si ayer no hubiera habido sardinada; la poco fructuosa visita a la cova de Can Marça, que es la propaganda principal del mapa que me acompaña por toda la isla; la pena de no haber podido charlar a gusto con el socorrista Hondarribitarra Iñigo, compensado con la sabiduría del tío Toni, que tan bien me ha orientado para salir de Benirràs hacia Portinatx. El desayuno del 2000, con croissant que podría muy bien haber sido de aquel año (un poco a remojo y adentro). Aunque poco grato, interesante el paso por la tierra calcinada por el incendio de agosto de 2010. Un ancho camino hasta Xarraca, ricos salmonetes en restaurante del mismo nombre y rico baño y charla con la pareja cántabra. Difícil llegar a Torre Mares y aún más al faro de Punta des Moscarter. Tropezón con la Virgen del Carmen y baño que debía haber evitado en la cala puerto de Portinatx. En el último tramo se ha hecho patente mi cansancio y he sido azotado por el viento de Levante. Bajada a la cala pensando que mañana la tendré que subir. Bien recibido en la cala d’En Serra, charlando con los que regentan el chiringuito Beach Bar, que limpian la playa y se encargan de las basuras y que me dejan al perro encerrado para que no me pueda defender del maligno. Una noche placentera.

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