lunes, 5 de mayo de 2014

Etapa 35 (277) Cúber-Port de Pollença

Etapa 35 (277) 07 de julio de 2011, jueves. San Fermín. Cumpleaños de mi prima Isa.
Cúber-Gorg Blau-Escorca-Santuari de Lluc-Pollença-(Port de Pollença).


De Pollença al Port de Pollença iré en autobús, como ya explicaré.








Amanecer en  el Refugi de Cúber
Sin bajarme de la mesa, he orinado una vez desde la altura. Me despierto y corderos y ovejas a los que había dejado de escuchar, ya están conmigo, haciéndome compañía de nuevo. Sin bajarme de la mesa-cama, saco dos fotos, una hacia el embalse y otra hacia el refugi.


Recojo, me visto, y saco otra foto de la mesa y el banco donde he dormido y con la casa-refuji y la veleta que mandaba destellos lumínicos durante la noche. 
 



Ya estoy en marcha para las 6:25 h. Me da la impresión de que el embalse está poco lleno de agua. 

 

  
Antes de abandonar del todo el lugar donde he pasado una buena noche, saco otra foto que ofrece la verdadera dimensión del refugi y que nos proporciona información sobre la organización del sistema de reciclaje propuesto a los refugiados. Yo no tengo nada que depositar en los contenedores selectivos. ¡Qué diferencia hacer el mismo camino de noche que de día!

En la finca del embalse de Cúber
Deshago el mismo camino de ayer con más optimismo. Bordeando el embalse me voy acercando a la presa que, en este caso, hace de puente de paso al otro lado para mí. En la primera foto caminando, como ya se ha visto en la anterior que he sacado al amanecer, arriba, en la montaña, se aprecia el observatorio americano. 

 
Parece menos importante que el de Atacama, en Chile, pero si lo han instalado allí, será por algún interés especial que tendrá el lugar y si, además, trabajó allí el marido de María, del que tanto hablamos ayer, tiene especial significado para mí hoy.  



Pasando por la presa de contención del agua, observo las cuatro construcciones que, supongo, cumplirán alguna función técnica para controlar el embalse, pero ayer me pareció que todas y cada una de ellas podrían ser parte del deseado refugio que tanto buscaba. Tenía necesidad de buscar consuelo con algo. ¡Consolatrix aflictorum! ¡Ora pro nobis! 
 
Una vez pasada la presa, el itinerario orienta hacia abajo, hacia el Torrent d’Almadri, pero yo ya sé que ese camino no me conviene, pues me lleva hacia el coll de Sa Rateta (1.113 m), o al de Na Franquesa (1.067 m), o al de L’Ofre (1.091 m) y, ninguna de esas montañas se dirige hacia Escorca, que es donde tengo intención de llegar, si puedo, a desayunar. 

Ya estoy de nuevo en el lado de la presa que me va a llevar a la puerta de acceso a la finca, por la que entré ayer noche y donde vi los carteles ayudado por la luz de mi móvil. Hoy no necesito luz, pues el día ha nacido luminoso y las montañas empiezan a adquirir esas tonalidades sonrosadas que les manda el astro rey. 


Hoy tiene pinta de que va a calentar y, si bien estoy lejos del mar para poderme refrescar con baño en la playa, al menos, la altura en la que estoy, junto a estas montañas con picos a más de mil metros de altura, propician un airecillo muy agradable que compensa la falta de baño. Me sitúo en la recta final que tiene más visos de carretera estrecha que de camino y veo las montañas que ayer fui dejando atrás. Probablemente alguna de ellas sea el Puig Major.  


Por fin llego a la puerta de entrada al recinto. Hasta ahora, y son las siete, no he hecho más que desandar el tramo que hice ayer noche. Media hora repitiendo camino pero, si nunca se repite el mismo camino, pues siempre las condiciones climáticas son distintas, el estado de ánimo del que camina es cambiante, también sus intereses, pues un día se fija en esto, otro día en aquello, hoy debemos añadir la diferencia de la hora y de la luz. 

Ayer no vi prácticamente nada, aunque algo vi, preocupado por llegar a buen puerto, y hoy disfruto de todo lo que veo como si fuera totalmente nuevo. El observatorio astronómico, por ejemplo, ayer no lo vi y, sin embargo, al verlo hoy, me ha traído el recuerdo de María y de su marido. Llego a los indicadores para los que ayer necesité luz de móvil. Leo en el primero: Biniaraix y Refugi de Cúber y lo que ayer me interesó y me abrió el cielo, que fue esta segunda indicación, que me orientaba hacia el refugio que buscaba, ahora lo que me lleva a la siguiente reflexión y me conecta con el guarda forestal es el nombre de Biniaraix. Si este camino lleva a Biniaraix, ayer hubiera podido llegar por él de maravilla si al pasar por Fornalutx hubiera cogido esa dirección y me habría evitado gran parte de la vuelta que di por la carretera, sin arcén, el túnel y la noche. Como intuí, tenía razón el guarda forestal pero, estando donde yo estaba y desconociendo el itinerario de ese camino, no tenía otra alternativa que seguir por carretera. 

Las indicaciones de los otros carteles, tampoco las tomo en consideración, pues una lleva a la Font de Noguer, que está próxima y otra a un refugi, que ahora ya no me interesa y, aunque está por la zona de Escorca, a donde pretendo llegar, ya me llevará la carretera que, de día, me da menos respeto. El refugi anunciado es el de Tossals Verds. Por otro lado, aunque las señales están dentro del recinto del embalse, tampoco tengo claro si van por dentro o por la carretera por la que pretendo continuar ahora hacia el siguiente embalse, el de Gorg Blau, que también ofrece refugi, y por el que luego pasaré si sigo la carretera. 

Sigo estando en el GR-221 y hacia el lado contrario a Escorca, la flecha orienta hacia el Barranc de Biniaraix, que me vuelve a crear dudas pues, si a Biniaraix se va siguiendo por el refugi de Cúber, de donde vengo, ¿por qué al barranco se va por donde vine ayer? Todas estas dudas, estas zozobras que paso, confirman que no soy un buen montañero, que ya lo sé, y que si trato de hacer caminos de costa es porque no me gusta ir muy pertrechado de información, prefiero llevarme la sorpresa, y el mar, que me da la confianza, me permite considerarlo mi mejor guía. No es de extrañar que, aunque la carretera no me gusta, cuando no voy muy bien informado, la prefiera a caminos mejores pero que me pueden crear más dudas. Además, creo que por carretera voy a tener más oportunidades de encontrar ahora un buen sitio para desayunar. Eso se verá. Tras todas estas reflexiones, salgo por la puerta por donde ayer noche entré y saco una foto donde se aprecia todo lo que ayer dije. Los dos grandes carteles tienen dos funciones bien diferenciadas. Uno invita a caminar por Mallorca, ofrece datos y un mapa explicativo de la zona, que no difiere mucho de mi FI-19 y el otro informa más de este embassament de Cúber y del siguiente de Gorg-Blau y de sus características técnicas. Abandono camino conocido y me dispongo a continuar la carretera que me trajo ayer hasta aquí y que retomo en el Km 34.


Gorg Blau
Como ya he dicho, Gorg Blau, al igual que el de Cúber, es otro embalse y otro refugio. En menos de un cuarto de hora avistaré el embalse. Ya estoy de nuevo en carretera. Continúa igual que ayer, sin arcén y, por suerte, con muy poca circulación. 



Llego a un cruce que no me crea ningún problema, puesto que yo tengo que seguir la carretera principal por la que llevo ya tres días, la Ma-10. Avanzo por ella y saco una foto, creo que va a ser la más cercana, del observatorio astronómico americano en un extremo y, en el otro, creo, que del Puig Major. Si alguien lo sabe, que me lo confirme. Hoy también me voy a encontrar documentación desperdigada, aunque sin cartera. Encuentro un carnet de Ted Baker que se presenta como un amante o profesional de la Hentomología, con coleópteros y otros bichejos, pero hoy no me siento con ganas de recoger todo lo que las cunetas me ofrecen. Pronto avisto el embalse desde lejos, sin salirme de la carretera. 
 
Un espacio muy protegido no me deja acercarme, tendré que esperar para verlo con mayor proximidad a que algún camino me acerque a él, o que la propia carretera me conduzca. 




Así como el de Cúber se presentaba en un amplio espacio, muy abierto, éste de Gorg Blau se encuentra más incrustado entre montañas rocosas. La carretera me va apartando del embalse y tendré que seguir esperando.


Tal como lo veo en el mapa, llegará el momento en que me permita verlo más de cerca. De momento me fijo en las bellas montañas por las que voy pasando y, ¡cómo no!, vuelvo a toparme con el observatorio. Se ve que hoy no voy perderlo de vista tan fácilmente. Es así como en el Km 31,700 aparece el otro refugi, pero esta vez está más integrado con el embalse y forma parte de un área recreativa, que amplía la zona de expansión del albergue propiamente dicho. 

Si en la lista de Refugis (Ibanat) figura en el Km 32, aquí no vamos a poner ninguna pega. Este refugi me parece mejor que el de Cúber, pero tiene el inconveniente de que está muy cerca de la carretera. Aquí me habría tenido que alejar de él si hubiese querido dormir más tranquilo. Aquí hay fogón para hacer barbacoa, sombra de pinos y otras especies, y vistas a un embalse algo más lleno que el de Cúber, donde todavía el arbolado es incipiente. Una vez visto el refugi y su entorno, continúo por la carretera.

Monumento fálico-eclesial
El embalse me va acompañando un rato. En algunas zonas parece que está muy bajo de volumen o caudal de agua almacenada, pero en otras, parece más repleto. Es puro espejismo, puesto que la altura del agua es común en toda la cuenca embalsada, lo único que varían son las condiciones de profundidad del terreno que lo acoge. 
 

Incluso, en la siguiente foto, hasta aparece un pequeño islote, correspondiente a una roca que allí estuviera y que ha quedado incorporado al embalse, al paisaje, o puede ser una roca que se desprendió de la montaña y cayó a él después de haber finalizado su construcción. 



 
Sin que el agua embalsada finalice, me encuentro con un monumento. La primera impresión es la de un monumento fálico y, después leo: “Columna de Santuario? Siglos VI-V A.D. J.C. Trasladada a este lugar para preservarla de las aguas del embalse. 1969” Después de visto y leído, sigo pensando que es un monumento fálico camuflado por la Iglesia. 

 


En aquellos siglos todavía se contemplaba el sexo con menos pudores, con menos hipocresía, que en los tiempos actuales. En 1969 todavía le teníamos a Franco y, hoy, aún domina nuestra Iglesia la mentalidad Rouco Varela.



Presa del Gorg Blau
Andando y andando, llego a la presa donde el embalse se desborda cuando el agua recibida es excesiva o se deja salir por sus compuertas. Para eso está, la presa y los empleados, para controlar el caudal de agua almacenado. Un mirador bien construido de piedra y cemento, nos permite disfrutar de la visión del embalse y un cartel nos advierte de que no nos podemos/debemos bañar: “Prohibit banyar-se”, se lee. 
 

Tampoco pensaba hacerlo, aunque el fácil acceso al agua se ofrece invitador. En la siguiente foto se puede observar cómo las paredes laterales de contención del agua tienen una inclinación muy suave y da la impresión de que no son difíciles de escalar para salir del agua, en el caso de que algún imprudente incumpliera el mandato. Pero no seré yo quien me arriesgue a intentarlo y me tenga que quedar allí a remojo hasta que venga un ángel salvador. Gabriel, el segurata, se quedó en Coves del Drac. 


Abandono el embalse de Gorg Blau para meterme en un nuevo túnel, tan largo o más que el de ayer noche. Aunque es una recta, donde se ve muy bien la salida, la entrada es en curva. La diferencia con el de Montnàber, estriba en que éste tiene iluminación y las luces están encendidas. Además, siendo de día, se ve mejor aunque no tuviera las luces.


Cruce de Sa Calobra
Pasado el túnel, pronto llego a un lugar construido como si fuera un área de descanso. Una especie de acueducto romano y mucho arbolado configuran un lugar en el que es preciso armarse de valor para que los conductores se animen a bajar, y luego subir, el intrincado laberinto de curvas que es el peligroso puerto de montaña de Sa Calobra. 
 
Ahora ya sé que un ramal enlaza también con Cala Tuent. Un indicador en la especie de rotonda de abajo, señala muy bien esa dirección: Sa Calobra. Ese lugar al que ayer llegué en barco y que, entre la tarde de ayer y la mañana de hoy, ya estoy a punto de culminar a pie por tierra. Todavía me quedará un buen rato hasta llegar a Escorca donde, si lanzáramos una línea imaginaria Sa Calobra-Torrent de Pareis, enlazaría ésta con este pueblo. Yo, sin embargo, continúo en dirección contraria: Estorca-Lluc.


Bajadas y subidas hacia Escorca
Bajadas y subidas por la carretera me van llevando hacia Escorca. Desde que he pasado el cruce que lleva a Sa Calobra y a Cala Tuent, no hago más que mirar hacia el mar con el fin de vislumbrar cuál pudiera ser el arranque del Torrent de Pareis. 

 

Tal como se presenta lo veo muy complicado, pues no veo ningún indicador que lo mencione. Aunque intuyo dos lugares de arranque que me parecen posibles, recibo a la vez la impresión de que me estoy equivocando. 

 





Si entre el cruce y Escorca no hay ninguna señal, eso quiere decir que el arranque estará después, pienso. A la vez, y después de haber sacado las conclusiones del recorrido ideal que os he hablado, el mejor arranque que me parece indiscutible es iniciarlo por donde ayer lo inicié yo. Allí no hay vuelta de hoja. 




No hay más que un inicio, aunque no sé cómo estará señalizado o si la torrentera es tan palpable que no necesitará señalización alguna. Hechas estas reflexiones, sigo sacando fotos hacia los acantilados de la costa a mi derecha, a los que voy llegando, pasando y dejando atrás. 

 






Aunque la costa desde aquí continúa siendo impresionante, lo era más vista desde al mar. No volvería a hacer lo que hice ayer, pero disfruté mucho del paseo de ayer en barco y con la compañía y la charla de María. 
Si hubiera hecho lo que antes he acabado de diseñar para otra improbable ocasión, llegar a Sa Calobra y subir Pareis por tierra, me habría perdido ese disfrute. Así que, como todo no puede ser y no tengo el don de la ubicuidad, doy por bien hecho lo pasado. ¡A ver si no le doy más vueltas! Torrentes, barrancos, acantilados, se van sucediendo en mi paso por esta carretera que, como decía antes, baja y sube con cierta facilidad. De ocho a ocho y media no veo otra cosa que montañas rocosas y el mar al fondo, de vez en cuando.

Aguas de Font Major
Creo que subiendo, oigo cómo alguien está trabajando. Me asomo y veo a un conductor de camión que carga cajas de botellas de agua para su distribución en establecimienos de hostelería. Estoy en el depósito de Aguas de Font Major. Le veo de lejos y el lugar está muy inaccesible para mí. Si hubiera estado más cerca le habría pedido una botella. No hará falta, como se verá. Aunque la última de Acuarius está a punto de acabarse. Escorca ni aparece. Sí empiezan a asomarse los primeros coches que van hacia Sa Calobra.

Los jóvenes del side-car
Veo un mirador y a una chica que se asoma. Ella ha ido a ver y contempla el paisaje desde allí. Saludo, pero ella se muestra poco expresiva y ni se molesta en devolver mi saludo.

 

Su pareja, más práctico y menos contemplativo, al que la oferta de belleza gratuita no le distrae de su deber, se queda poniendo a punto su side-car para arrancar en cuanto su chica vuelva. Lo hace (ella vuelve), monta (ella), arranca (él) y se van (los dos). Es entonces cuando él mira algo hacia la montaña rocosa y el mar. Yo admiro el paisaje desde el mirador y también saco foto, pero no me olvido de sacarles a ellos marchando con su side-car. Se dirigen hacia el cruce de Sa Calobra, lo que ya no sé es si bajarán el peligroso puerto o no.


Aguas de Font mejor y más baratas
Aunque el mirador ya estaba en un sitio bastante alto, la carretera sigue hacia arriba, lo que indica que Escorca está más alto aún. Diez minutos más tarde, estando en recta larga y ascendente, aunque voy por el lado contrario, por el de la visión del acantilado, oigo ruidillo de correr de agua. Ya no estoy tan atontado como lo estaba el segundo día de Menorca, donde un charco embarrado no me dio pista para pensar que cerca podría haber agua. ¡Y la necesitaba! Ahora ya estoy maduro de camino, más receptivo a la naturaleza, al paisaje, y ese ruidillo que oigo, algo me está diciendo, algo me comunica. Paso al otro lado de la calzada y veo una tapa metálica, la levanto y veo cómo corre un reguero de agua fresquita. Es un manantial tapado. Termino mi culín de Acuarius. Lleno mi botellín de agua y echo un trago. Lo vuelvo a llenar y continúo adelante. Cuando llego al final de la recta en cuesta leo un gran cartel: Restaurante a 300 m.

Esteban, el boliviano y la Guardia Civil
Ha pasado, lentamente y hacia abajo. un coche con un chico y, al poco veo que regresa volviendo a subir la cuesta. También ha pasado la Guardia Civil. El chico aparca su coche en un pequeño espacio, cerca de la cuneta, y sube hablando conmigo. Le digo dónde he cogido agua. Esteban es boliviano. Me dice que el bar está abierto, que el dueño acaba de llegar hace un rato. Cuando vuelven los guardias civiles, él regresa a su coche, pero le dicen que allí está bien aparcado. “Es coche viejo, no hay peligro de que te lo roben”, dice uno de los guardias. Eso es lo que Esteban me cuenta cuando me lo encuentre luego en el bar.

Restaurante Escorca
Cuando llego, veo al dueño trajinando, creo que está arreglando la hierba con su corta-cesped. En ese momento están llegando las empleadas. Me preparan un pa amb oli con serrano, zumo natural de naranja y un gran vaso de leche con descafeinado. Luego pagaré con Visa, añadiendo dos tónicas que beberé mientras escribo el diario. Las tónicas en metálico 4 € y el resto con Visa 11,23 €. Pero sin contar este gasto, que ya inicia la lista de gastos de la tercera libreta diario, que se me acaba sin terminar de narrar el día de ayer, hago las sumas para iniciar la nueva. Ya llevo gastadas más de mil setecientos euros. Estos son los datos. Pagado con Visa: 991,84 En efectivo: 738,94 que hacen un total 1.730,78 y eso que empecé a caminar el 3 de junio, poco más de un mes. Son algo más, ya que hubo una partida que se me olvidó anotar. Más gasto que lo que recibo de pensión en un mes.Hechas las cuentas, me centro en el diario. El día de ayer fue muy intenso y no quiero olvidar nada de lo que aconteció. Espero que lo que se me olvide me ayude a contar el orden de las fotos. El mapa y elementos auxiliares, me ayudarán también a ordenar los acontecimientos. El chico, Esteban, ha entrado a tomar café y, lo mismo que persiguen los guardias civiles, las chicas le han recomendado que no baje el Torrent de Pareis él solo, que lo haga con alguien más. Esperará a que llegue alguien, y si es experto, mejor. Los guardias civiles también muestran interés con mi viaje. No conocen la fuente de agua fresca que les digo y el dueño les dice que baja un hilillo. “Algo más que un hilillo”, digo a la chica que me sirve la primera tónica. Repaso la guía de itinerarios de la sierra, pero ninguno plantea caminos con continuidad, que se puedan conectar unos con otros. No los puedo adaptar a mi proyecto. Y el que podía haber sido adecuado, me lo he dejado escapar. Habría acabado aquí, donde estoy y, a lo mejor, de haberlo hecho, me hubiera cruzado con el boliviano en el Torrent de Pareis, yo subiendo y él bajando. Habría sido un bonito encuentro. Los dos de Cúber son complementarios entre sí y nada más y el único interés lo hubieran tenido de haber hecho lo que proponía el guarda forestal. Lástima no haberlo encontrado en Sóller, antes de iniciar el ascenso a la Serra. ¡No quiero lamentos y me sigo lamentando! Vayamos a lo más positivo. Ayer todo el día sin cagar ¡Menos mal! Y son las 11:35 h y voy a ver si cago. Ayer caminando por la noche, se me caían calzoncillo y pantalón. No creo que haya adelgazado tanto. Hoy ambos van bien sujetos, en su sitio. Misterios del camino. Cuando salgo del bar, el policía local, que me ha saludado cuando estaba escribiendo, está hablando con los guardias civiles, que son jóvenes y ambos van con la cabeza rapada. Les ha dejado tirados el coche por un problema de batería. Les digo: “¿qué, confraternizando los dos cuerpos?”. Afirman, me saludan y me desean buen camino. Me he despedido de las chicas de la barra.

De Escorca hacia Lluc
Cuando salgo del bar, ya no veo a Esteban, el boliviano. ¿Habrá encontrado compañero o compañera de descenso? Yo pensaba que el inconveniente lo ponían para bajar en caso de amenaza de lluvia, pues con lluvias torrenciales, el torrente se puede llenar de agua y arrastrar a los eventuales caminantes. Ése es el mayor peligro, lo que las autoridades deben proteger y evitar que ocurra. Supongo que los montañeros que hacen lo mismo subida que descenso, por propio interés, también lo deben de saber. ¡Lo tienen que saber! No debiera ser necesario que nadie vigilase incumplimientos de normas que afectan a la seguridad individual. Pero, si alguien desea suicidarse, es libre de elegir el método, pienso yo. Si no, no morirían tantos haciendo deportes de aventura con riesgo. No consigo ver el arranque del camino que atraviesa de arriba abajo el torrent de Pareis. Por la carretera saco dos fotos hacia el acantilado, hacia las montañas que, a ratos, me dejan ver el mar. Mi intención es llegar al Lluc a buena hora, para comer allí en algún restaurante. Los acontecimientos harán que mi plan se cumpla mejor de lo previsto. 
 

Para entretenerme voy jugando a adivino y llego a la conclusión de que Lluc equivale a Yugo. Digo Lluc para abreviar, pero por la carretera y en mi mapa, lo que pone es Santuari de Lluc. Luego me dirá Pere que Lluc es Lucas, el evangelista, aunque tiene además otros significados más esotéricos. Yo soy más fan de Mateo, quizás por Pier Paolo Pasolini. Juan o Joan o Jon es nombre que ya pertenece a muchos, más amigos que enemigos, entre ellos mi cuñado inglés, el único cuñado que tengo. Y Marcos, recuerdo a un profesor que tuve en la Universidad, que nos daba la asignatura de Fundamentos Biológicos de la Personalidad, ¡qué asignatura tan interesante! Y lo digo sin coña. Y, más reciente el Marc, informático renegado, de Trebalúger, con cuyos amigos Claudio y Víctor tanto disfruté en aquella playa de Menorca. Y, tras este repaso tan evangélico, dejémonos de evangelio según San… San… Por el camino, me pasa en su moto el policía local y, al adelantarme, dice: “¡Hostia, sí que anda!”, sorprendido de que en tan poco tiempo haya avanzado tanto. En catalán, esta exclamación tan poco edificante, hubiera sonado algo así como: “Deunidó”, que es otra forma de expresión para demostrar asombro. Después de unos cuantos kilómetros, empiezo a descender. Me sorprende porque esperaba encontrar al Lluc en lo alto.

Santuari de Lluc
En una de las curvas, me asomo entre árboles y lo veo abajo, más bajo que lo esperado, al pie de altas montañas rocosas. Es un magno edificio que, sin ser ni parecido, me recuerda por su emplazamiento al Santuario de Arantzazu, aunque el del guipuzcoano me gusta más y no creo que sea pasión de alguien que vive en Gipuzkoa. En cuanto a su estructura, quizás me recuerde más a Montserrat. El barcelonés me agrada menos que éste, aunque aquel tiene la ventaja de su entorno, de sus rocas redondeadas y femeninas. Este santuario pertenece al municipio de Escorca. Lo mejor de este santuario es el ambiente familiar que allí se crea, con sus viviendas alquiladas a familias que tendré oportunidad de conocer. En un momento dado, debo dejar de lado la carretera que continúa hacia Pollença y caminar como un kilómetro ya con la mira puesta casi en exclusiva hacia el santuari. Al llegar, veo establecimientos hosteleros, restaurantes y no me preocupo. Puesto que aún no es la una, decido visitar el santuari y, luego regresar para comer en alguno de los que he visto. Entro al Lluc por una de sus alas. “Es donde abrevaban las acémilas”, me dirán Neus y Pere. Desde hace muchísimos años, están habilitadas como viviendas que se suelen alquilar a familias. Cada vez hay más vacías y ya no se crea el ambiente familiar, con muchos niños, de antaño. Pero algunas familias hacen pervivir la costumbre, como luego os contaré. Estas vivienda-abrevaderos tienen un corredor y balconada, ambos cubiertos, y conforman un grato y rústico paseo que desemboca en el edificio principal al que, según me ha dicho la señorita de Información, se accede subiendo unas escaleras. Allí me dan un plano del edificio. Sólo hay que pagar si se quiere ver el museo. No podré ofreceros más fotos del Lluc que el conjunto del Monasteri que he sacado desde arriba, al llegar, y las dos del corredor que os he contado, que para mí es lo que más me ha interesado de este monasterio.

Charla con Aperitivo en el Lluc
Cuando paso por él, encuentro a los Roca sentados en sillas de playa, junto a una mesa. Algunos de sus nietos, andan por los alrededores, entrando y saliendo de la vivienda de alquiler. Pregunto, y me responden que pasan allí sus vacaciones, de forma tranquila y sencilla, desde tiempo inmemorial, desde que sus hijos eran pequeños. Ahora están con tres nietos que, a lo largo de la charla, irán apareciendo: Miquel, Neus y Pau. Cuando les enseño mis dibujos, ellos me enseñan los suyos. Neus, la abuela, me enseña las marionetas que hacen. Sólo veo una cabeza hecha con periódicos y terminada con papel maché y el molde que sirve de base para todas ellas. Las podéis ver en la página web www.titellespereineus No se las pagan al precio que cuesta la hora, pero el coste es relativo por el ingrediente que tiene de lo que disfrutan haciéndolas, pues forman parte de un tiempo libre en el que están entretenidos y desarrollan su creatividad. Neus fue profesora de Expresión Corporal en la Universidad pero, razones de salud, la obligaron a dejarlo no hace tanto tiempo. Pere es profesor de Primaria, aunque, como yo, hizo Pedagogía y podría dar clases en la ESO, prefirió seguir con los pequeños de 12 años. 


Ha llegado la hora del aperitivo, y me agasajan con unas aceitunas rellenas y un vasito de zumo de manzana, que elijo de la variedad que me ofrecen: Coca-Cola, Kas, cerveza sin. Ellos cocinan su propia comida con productos que traen de Inca, que es donde viven el resto del año. Inca está en la carretera principal que va de Alcúdia a Palma y, por una carretera amarilla que la une con Lluc, no hay gran distancia, unos 15 kilómetros, unas tres o cuatro horas a pie. Bastante menos que lo que yo voy a completar hoy andando. Uno de sus cinco hijos, es corregidor en Pollença. Más tarde conoceré a Martín y su hijo más pequeño del mismo nombre y hermano de Neus. Martín, el chiquitín estaba con su hermana y sus primos, pero se lo tuvieron que llevar a casa porque “quiero con mis papás”. Eso me suena. Hoy lo traerá su padre para ver si se quiere quedar. Martín también se dedica a la enseñanza pero en las últimas elecciones le dio por meterse a político. Tuvo los votos suficientes y ahí está, salvando el mundo. Llegará cuando ya esté a punto de marcharme. También está en la enseñanza la peque, de 25 años. Como estamos tan a gusto charlando y se va acercando la hora de comer, me ofrecen la posibilidad de comer con ellos, repartiendo lo que hay. Me parece entrañable la invitación y no dudo en aceptar pues, entre comer en restaurante yo sólo, o hacerlo en tan inmejorable compañía, no hay mucho que dudar. “Me apetece un montón”, les digo y pasamos a la cocina, donde dejo mis mochilas. Primero comen los niños y, mientras Neus les atiende, Pere me acompaña para dar un vistazo rápido por el Santuari. 
 
Los establos, la basílica, que me parece muy recargada, el cimborrio es lo único que la hace respirable, no en vano es un respiradero. La imagen de la Virgen al encontrársela el pastor Lucas. Todas mis lucubraciones sobre los evangelistas se vienen abajo. Otro pastor más al que se le aparece la Virgen. ¿Había tantos pastores que comían alucinógenos mientras estaban en la montaña? Pero dejemos a Pere que me cuente la leyenda. La imagen encontrada por el pastor, la llevaron a Pollença y, al día siguiente, la imagen volvió a aparecer donde la habían encontrado. Este era el presagio. Allí donde la Virgen quería estar, allí tenían que levantar el santuario. Esta misma historia, con algunas variantes, se repite en Fátima, Arantzazu, Lourdes. Aprovecha Pere para enseñarme por dónde arranca el camí vell, el camino viejo que unía el Lluc con Pollença y que luego me conviene coger para ahorrarme algún kilómetro. Es por el campo de fútbol y luego me acompañará un pequeño tramo.

Comida con los Roca en el Monasteri
Echa la visita y aleccionado por dónde va el camí vell, Pere y yo volvemos a comer. Comemos unas patatas con verdura rociadas con un aceite muy sabroso, un poco de pescado y a mí me añade Neus un filete de pechuga de pollo. De postre un melocotón riquísimo, el primero de la temporada, una ciruela y un albaricoque. Ha sido una comida sencilla pero genial. Cuando estoy tomando el descafeinado con leche, llega Martín padre y Martín hijo, de tres años. Llega medio adormilado, lo acuestan en el sofá con la cabeza apoyada en la almohada, pero tardará poco en espabilar. Le empieza a hacer tonterías a su hermana Neus que dibuja muy bien sus muñecas, les diseña vestidos muy vistosos. Miquel y Pau también me han mostrado que tienen buena mano para el dibujo. De alguien les viene la afición. Como voy a Pollença y allí hay un refugi, que llaman Pont Romá, Puente Romano y que me servirá para jugar con Norma Duval como modelo de Punt.Roma. Bueno, pues Martín, haciendo valer su condición de regidor del ayuntamiento (me hace gracia el empleo de esta palabra que aquí no usamos, nosotros decimos concejal), hace una gestión telefónica. A donde llama, le dan el número de teléfono, pero allí nadie responde. La idea es reservarme un sitio, no vaya a ser que se complete a lo largo de la tarde o saber si está completo ya y me abstengo de buscarlo. Como nadie responde al teléfono que le han dado, le digo que no se preocupe. Que no me gusta reservar albergue, pues nunca tengo certeza de que voy a llegar a un sitio. Cualquier circunstancia de última hora me puede hacer cambiar el programa y no poder llegar. Entonces, “¿para qué la reserva?”, le digo. Me despido de todos muy agradecido. Han conseguido que nunca se me olvide el Lluc. Será un buen recuerdo de por vida. Beso a los niños y me voy. El pequeño Martín recibe una sensación extraña de mi barba y lo expresa. Neus me ha llenado mi botellín de agua rica de manantial.

Camí Vell Lluc-Pollença
Si hubiese salido por la carretera que traía, habría paso cerca del refuji que no encontré en Escorca al pasar, puesto que Son Amer, que figura en mi lista y en el 9º itinerario, relativamente cerca del Monasteri y, probablemente ya lo he pasado al venir esta mañana. Como ahora voy convencido de que me quedaré a dormir en Pont Romà de Pollença, y nadie me habla de éste, será otro albergue que va a quedar ya descartado. El refugi de Son Amer, en la foto, presenta una gran finca con un aspecto inmejorable. Curiosamente hay otros refugis como para grupos menores en los Km 18,4 Binifaldó (30), 17,4 Coma de Binifaldó (2) y 11 Lavanor (10). Pere me acompaña hacia el campo de fútbol y, cuando nos despedimos, me he dado cuenta de que no les he ofrecido mi casa en Irun. Lo corregiré cuando escriba al corregidor. Los dos primeros kilómetros los hago por el camí vell, el camino viejo, a Pollença. Es un camino magnífico, muy ancho y que combina tierra con piedra. Me llama la atención una roca vacía en su interior, como si fuera un tronco carcomido, me gusta y la fotografío. Ha quedado como escultura, como monumento del paisaje. Un arbolado frondoso y pinos con piñas crecen a los lados del camino, pero a algún arbolito no se le ocurre otra cosa que ponerse a crecer en el medio. Lo fotografío también. Parece que quiere ser protagonista, como si tuviera vocación de caminante y me quisiera acompañar en mi camino. Es tan pequeño que no sabe que, si uno echa raíces que le aferren demasiado a su tierra, tendrá dificultades para abandonarla, ¿cómo podrá caminar así? El único caso que conozco de un árbol caminante es el que cuentan en el Coto de Doñana. Allí, sobre la duna, crece algo que, sin ser pino, llaman pino testigo. Este árbol tiene la peculiaridad de que, según va avanzando la duna, él también sigue avanzando. Mientras que los pinos, bien enraizados, se cubren con la arena de la duna y mueren al no poder respirar, éste no, el mal llamado pino testigo continúa avanzando. Al final te enteras de que el “pino testigo” es un enebro, que debe tener raíces poco profundas. (Raíces profundas tenía a Alan Ladd, pequeño pero matón). En mi pueblo, mi tío Miguel, al enebro lo llamaba ginebro. No andaba descaminado pues, ¿de dónde sale la ginebra sino del alcohol y de las bayas del enebro? Pero olvidemos al arbolito y centrémonos en el camino, no vaya a ser que me despiste, si es que no me he despistado ya. 
 
Llego a un punto, hacia el kilómetro 17, en que el camino me obliga a salir a la Ma-10 de nuevo. No sé si he adelantado mucho viniendo por aquí o si no me he dado cuenta y el camí vell continuaba por algún sitio que yo no he visto.

Carretera asfaltada a Pollença
Estos 17 kilómetros a Pollença se me van a hacer eternos. Menos mal que tiempo tengo, puesto que son poco más de las tres y media. Además la carretera va en descenso y suelen decir que “cuesta abajo, hasta la mierda corre”. Fotografío una mole pétrea como homenaje al llegar al kilómetro 14. No sé si esta foto da muestra de mi cansancio, de mi desesperación, de mi deseo por llegar y descansar. Al final, se me va acumulando lo de ayer con lo de hoy. 
 

Después de hora y media de carretera, avisto por fin el mar. “¡La Mare de Deu!”, exclamo y es cierto. Antes del mar hay una montañita muy coqueta, donde en el caserón que se ve en la cima está la ermita de la Mare de Déu del Puig. Cuando me digan que no tengo albergue y que suba hasta allí arriba para pernoctar, diré que nanainas, pero mañana allí dormiré. Hoy no me encuentro con fuerzas para subir tan alto y acabaré durmiendo en el París ¿Otra vez París?, en el Port de Pollença. Pero esta visión de la Mare de Déu, y no soy Lucas, está haciendo que me pase tres pueblos. Al fondo se ve ya el Cap de Formentor, quizás el puerto de Pollença y, también, algo de Alcúdia.

Sombra y ¡Agua!
Hago dos paradas en sombra. En una casa pido agua a unos ingleses y me la dan del grifo en que se engancha la manguera para regar el césped y las flores del jardín. El agua aparece turbia, no me da ninguna garantía de salubridad y después de que haberme vaciado en Deià no me quiero arriesgar. He visto contenedores en los que pone: “agua no potable”, a lo mejor es el agua no tratada que usan para regar. No pensaba beber, pero la necesidad y el calor que hace, me hace cometer la imprudencia de beber dos o tres traguitos. 
 
Desde el Lluc hasta Pollença, en estos 17 kilómetros, no hay ni un bar por el borde de la carretera. Me lo confirma un ciclista local al pasar en su bici. Esta pregunta se la había hecho a unos ciclistas extranjeros, pero no logro que me entiendan la pregunta. Como una forma de despedirme de la Serra de Tramuntana, saco foto de recuerdo de estas postrimeras estribaciones. Las dos últimas fotos del día. 
 

Ya no tendré humor para sacar ninguna más. Sobre todo, tras llegar al Port de Pollença en autobús. Faltando 3 km para Pollença, vuelve a aparecer el camí vell, que se muestra invitador. Me anima la invitación: 20 minutos, y me parece que ahorro algo importante. Pero después de andar un kilómetro me vuelve a sacar a carretera donde faltan 2. No he adelantado absolutamente nada.


Refugi Pont Romà
Por fin, llego a la indicación: Refugi Pont Romà y suspiro por Norma Duval, que estará menos pasadita que el puente romano. Pero cuando llego a la puerta está tancat, cerrado, “desde hace más de cuatro meses”, me dirán en un supermercado, donde compro una San Miguel grande de 58 cl. Y por la que pago 58 céntimos. Lo que más me sorprende es que el regidor no lo supiera y que a quien llamó para pedirle el teléfono tampoco lo supiera o no se lo dijera. ¡En fin! Por si acaso, antes de leer “tancat por obres” he tomado nota del teléfono 971173700 para llamar de cabina. Pero una vez leído el mensaje, este teléfono pierde toda utilidad para mí. La del super me informa que en Pollença no encontraré más que hostales caros y que o subo a la Mare de Déu o será mejor que me vaya hacia el Port. Sabiendo dónde esta el Puig, descarto subir hasta allá arriba. No me siento con fuerzas.

La Policía local me manda a París
Entro en la policía local y pregunto a una policía si a ella le ha llamado para preguntar el teléfono del refugi el regidor Martín Roca y me dice que no, que si le hubiese llamado a ella, le habría dicho que hace meses que está cerrado. Como no sé a quién ha llamado, no es cuestión de hacer averiguaciones, sabiendo que Martín ha puesto todo el interés y toda su buena voluntad. No matemos al mensajero. La policía local me atiende muy bien. Ella pide colaboración a su jefe y, entre los dos, me buscan la solución. Ella llama al puerto, al Hostal París y dice que queda una cama libre por 25 €. Doy mi acuerdo, me la reserva y le dice que llegaré allí en el siguiente autobús, que será el de las ocho y me da un papel con la dirección: HOSTAL PARIS c/Magallanes nº 18 Port de Pollença. Tel 971864017 Pienso que esta gestión es atípica y derivada de que un servicio municipal que debiera estar cumpliendo su función, al no funcionar, el municipio se interesa por resolver los problemas de los eventuales usuarios y como he contado a los municipales que estoy terminando de dar la vuelta a su isla, han puesto especial interés. Los policías municipales me orientan hacia la parada de bus y me despido muy agradecido por su gestión y ayuda.

(Bus al Port de Pollença)
Lo pongo entre paréntesis porque es un tramo que no voy a hacer andando. Razones: el cansancio y la necesidad de confirmar la plaza reservada por la policía. En la parada del autobús está Emma, una chavalita muy agradable que me sonríe. Me ayudará también para decirme cuál es la parada en que más me conviene bajar, la más próxima al hostal. También colabora el chófer. Pago 1,10 €. Hablo de mi viaje con franceses de París y les digo que voy al París. Entre las opciones Romà o París, de momento, va ganando la capital francesa. Esta repetición, Hostal París en Ciutadella, Hostal París en Pollença, me hacen reflexionar sobre mi continuación del camino en 2012 y ya se empieza a configurar en mi magín la costa atlántica francesa. Rozo a una mujer en un brazo con mi mochila, se molesta y me disculpo. Bajo en la parada recomendada.

Hostal París
Ya estoy en la zona portuaria, pero sin ver ni barcos ni el mar. Un hombre con un niño me orienta con total exactitud. Llego al hostal. Si el de Ciutadella lo regentaba Inés, éste lo regenta un inglés. Hay otra inglesa, que habla castellano, los 25 € estipulados los pagaré mañana, pero no los podré pagar con Visa. Me asignan la habitación 204, que dispone de tres camas individuales. Descargo las mochilas, me ducho y continúo sin cagar. ¡Bien! La ducha va a ser de agua fría, por propia voluntad, pero no tiene apenas presión. Es suficiente para refrescarme. Ya estoy como nuevo. Lavo la camiseta y la pongo a secar sobre sillón de mimbre en el balcón. Me voy a cenar hacia el puerto.

Brisa Marina
Sin ver ni pasearme por el puerto, me siento en la terraza del Brisa Marina. Como seis mejillones rellenos, que son peores que los que hago yo y, además, tienen exceso de ajo que quita sabor al mejillón, y tres trozos de rodaballo que, con la patata hervida y las verduras asadas (pimiento verde y rojo con rodajas de calabacín), queda bastante rico. Bebo ½ de blanco, fresquito, que entra muy bien, y finalizo la cena con manzana asada, con helado y cáscara y zumo de naranja, que me resulta algo empalagosa. Pago con Visa 28,25 €. Por la calle pasean y caminan hombres elegantes y extranjeras vestidas de largo, bastante impropio del día caluroso que hace hoy, y también muy horteras. Van en dirección Sur. “¿Habrá espectáculo en algún hotel?”, me pregunto, pero nadie responde. Hay menos ambiente que en la bahía de Alcúdia, en aquel atardecer en que pasé por Can Picafort. El primer camarero me ha atendido bien, pero el segundo es excesivo, me resulta empalagoso, como el postre. Se pasa con los extranjeros, utilizando latiguillos del lenguaje.

Port de Pollença
Paseo por el puerto. Cuatro madrileñas, sentadas en un pretil, hacen planes para mañana. Me paro en farola, mostrando ostensiblemente que les estoy escuchando. Ellas, expectantes, no reciben mal mi intromisión. Les ayudo en lo que sé para que mañana sea un día especial para ellas. Me parece que lo que piensan hacer es un programa excesivo y que no van a disfrutar. No contemplan Calobra-Pareis. Quieren visitar Palma, Valdemossa y Sóller. En Palma, les recomiendo primero subir a Bellver y observar la ciudad desde sus almenas. Como una de las amigas se va el sábado, Sa Calobra quedará para el resto de amigas. Les digo que, en ese caso, como ya van a ver Sóller el día de Sa Calobra, que se acerquen a Dejà y Sa Foradada. No sé el caso que me harán. Lo más curioso, y algo atípico en mí, ha sido la forma en que las he abordado (a lo mejor ayudado por la botella de cerveza de la tarde y la ½ de blanco de la cena). Pero más me ha sorprendido lo bien que han aceptado mi intromisión. Si les he ayudado, mejor. No veo más del puerto. En realidad, no he visto prácticamente nada. Como si llegar al Port de Pollença en autobús, fuera igual que no haber venido. Sorpresivamente, regreso al hotel sin ninguna vacilación.

Durmiendo en el París. Un visitante
Cuando llego, ya está cerrado el bar. Cojo la camiseta y la cuelgo dentro. Me desnudo. Aún a riesgo de que los ruidos de la calle interfieran mi sueño, abro la ventana y descorro la cortina para que la habitación se refresque con el relente de la noche que preveo. Bebo agua. Dos días ya sin ninguna deposición. Está claro que hice una limpieza total de mi aparato digestivo. Me asomo al balcón. Nadie me puede ver. Del puerto llega mucha contaminación lumínica. Aunque el cielo está azul, ahora ya muy oscuro, no se aprecian las estrellas. La luna ya está algo más crecida. Me meto en la cama con solo la sabanita por encima. Estando adormilado, hacia medianoche, entra en mi habitación un hombre desnudo. Entre que oigo, miro, le veo entrar por la puerta, cerrarla, y cómo se dirige hacia las camas, hacia el balcón, mi pensamiento hace un raudo recorrido. No he pagado la habitación, sólo la cama, el precio es con habitación compartida, todavía puede venir un tercero. Todo, en mi duermevela, hasta me parece normal, pero cuando veo que pasa la primera cama, la segunda y que se va a meter a oscuras en mi cama, busco a tientas el interruptor, se me resiste y, por fin, la luz se enciende, el hombre dice: “¡Sorry!”, se vuelve y se va desnudo, igual que ha aparecido. Me quedo un rato pensando: “¿de dónde vendría desnudo por el pasillo?”. “¿Habrá salido al baño y al regresar se ha confundido de habitación?”. Otro misterio más de mi asombroso viaje. El resto de la noche dormiré bien, sin sobresaltos. Mañana se lo comentaré al dueño, quien hará cábalas, y se supondrá quién de sus otros clientes ha podido ser el de la incursión nocturna.

Balance del día ya en el Norte de la isla
Mañana llegaré al punto más extremo del Norte, el Cap de Formentor. El día de hoy, que he amanecido en Cúber, ha sido probablemente el de la etapa más larga de todo el recorrido por la isla de Mallorca, aunque si hacemos caso a los pilones kilométricos de la carretera, sólo he recorrido 34 km, más algún extra en los embalses y para ir al Santuari de Lluc. El manantial de agua encontrada, el boliviano que quería bajar el torrent, la guardia civil vigilante y el municipal, sorprendido por mi rápido caminar, la sorpresa de encontrar tancat el refugi, un albergue que todo el mundo preveía que estuviera en funcionamiento y que no ha ocurrido así. La casualidad de otra vez París como alternativa, un hostal en el Port, y la visita desnuda inesperada nocturna a mi habitación, ha sido el colofón a un día en que he llegado más cansado que lo que cabría suponer. La ayuda para encontrar habitación de la policía local de Pollença ha sido también algo que habla a favor de ellos. Todavía tendré dos ocasiones más para saludar a la mujer policía. Pero lo más bonito de la jornada ha sido mi encuentro con una parte de la familia Roca en el Santuari de Lluc, la generosidad con que me han recibido, la familiaridad con que me han tratado, es lo mejor que queda como recuerdo del día en el caminante. Si la gestión del regidor Martín no ha dado el resultado esperado, no es su culpa, puesto que él se ha comportado como un buen facilitador. Siempre quedará en mi recuerdo esta familia entrañable.

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