miércoles, 28 de mayo de 2014

(291.4) Regreso a casa sin prisas y IV

(291.4) 24 de julio de 2011, domingo.
Castelló-Platgetes de Bellver-Ribera de Cabanes-Castelló.

Amanecer en casa de Arturo
Me despierto a las siete, tomo la pastilla, pero no me levanto hasta las 9:30 h. Oigo a Arturo en la cocina fregando lo de ayer noche y preparando los desayunos. Como dos rajas de melón que Arturo terminará por la noche. Le comento lo de oro-plata-mata. Luego leche con descafeinado y ensaimadas. Escribo el diario y postales. En Bellver seguiré con ellas. Las tengo que echar todas antes de que me vaya mañana. Las terminaré en la playa de Riberas de Cabanes. He recogido y plegado mi ropa seca y la he guardado ya en mi mochila, dejando sobre la silla la ropa que me pondré mañana. Hoy seguiré disfrazado de Arturo, con su ropa de prestado, aunque ayer eché dos manchas en el niki que, a pesar de restregar con jabón, no conseguí quitar.

Platgetes de Bellver
Aunque salimos tarde, conseguimos llegar a la playa para las doce del mediodía. Estaremos hora y media en las platgetes de Bellver. Tiempo más que suficiente. Allí está Toni, al que conocí el primer año que fui al balneario de Verche, el año en que me rompí el peroné. Me pide que le enseñe los dibujos y, mirándolos, pasamos un rato. Llega otro amigo que tiene psoriasis y dice que hoy en día hay medicamentos que la consiguen quitar, pero él prefiere la acción terapéutica del sol y otra terapia menos agresiva y que no dañe el hígado. Si la psoriasis no te produce picores, no interesa joderse el hígado por estética. Tiene un perro feísimo, pero se lo lleva otro hombre que va a pescar cangrejos. Los cangrejos más pequeños son los que más le gustan al perro. Cuando son grandes, anima al hombre a que los coja él. Poco a poco, todo el mundo se va yendo y nos despedimos de Toni quien, dentro de unos días, se va a ir a un bungalow con su mujer a la playa del Torn, al Camping del Templo del Sol, de tan buenos recuerdos para mí. Ya he estado varias veces y no creo que sean las últimas. Mañana la veré al pasar en tren y le digo que yo ya he dormido varias veces en aquella playa, comiendo y cenado en el Templo del Sol.

Comida en el Tere
Aunque es domingo, hay menos gente que la prevista. Llegamos a las 14:15 h y hay sitio de sobra. A última hora, casi está al completo. Sorprende no ver las colas de las otras veces que comí allí. Como sopa de pescado. No es como las que se hacen en el País Vasco, con mucha verdura y pan triturados, pero está muy rica. De segundo ossobuco con salsa, poco elaborada, que lleva guisantes, maíces, zanahoria y patatita panadera. No lo puedo terminar. Panacota flojita de postre y no tomamos café. Para no variar Arturo no me deja pagar.

Platja de Ribera de Cabanes
Bajamos directamente del Tere a la playa. Nos vamos a la zona Sur más Sur, un poco antes de que comiencen las piedras. Arturo dice, “Alfonso suele ponerse por aquí”. Probablemente ayer quedaron en que nos veríamos aquí, pero Alfonso no aparecerá en toda la tarde. 

 El día no ha quedado limpio y tendremos ratos de sol y ratos de nubes y sólo me doy un baño, aunque la entrada al agua es de arena, sin obstáculos y mejor que la de Bellver. Es más abierta también, pero tiene el inconveniente de que, por mucho que te adentres, no acaba de cubrir. ¡No presenta riesgo alguno! 

Arturo hace varios paseos y yo también me doy un paseo largo en las dos direcciones. Se ve cierto trasiego por la zona de piedras y por el fondo. El matrimonio que se ha puesto al lado, también estará dividido durante bastante tiempo, pues él continuamente se está yendo, paseando, por la orilla. Una pareja homosexual se toquetea y hace carantoñas. Amigos de Arturo le saludan al pasar. Son las ocho cuando nos volvemos a Castelló.

Últimas horas en Castelló
Arturo me deja su portátil y entro en mi correo. Aprovecho para leer y borrar mucho correo atrasado. La quedada del 23 en Sakoneta (Zumaia), a la que no he podido ir y prometen informar de las conclusiones del programa Izeba-Baketik-Diputación. También leo dos artículos del Foro Ciudadano Irunés y de la reunión del martes con los de Bildu local, con los que gobiernan en Diputación. El tema es la Residencia para Mayores de Arbes que el anterior gobierno del PNV prometió construir pero, al producirse el cambio de dirección política, por las últimas elecciones, aquél compromiso tomado por otros y la escasez de dinero por la crisis, quedó pospuesto. También iban a hablar de su modelo de Participación Ciudadana que, parece, es más próximo a lo que nosotros pretendemos y muy diferente al que se propone desde el gobierno local del PSE. También recibo del Berritzegune el acta de la última reunión. Hoy no lo leo, pero lo leeré. Borro los que leo y tienen poco interés y alguno que no tengo manera de poderlo leer. Suele depender del formato con que me los mandan. Entre ellos, alguno que me ha mandado Arturo. Me ha hecho mucha ilusión el correo que me ha mandado mi amiga Norbe, donde me relata la enfermedad de Jorge, felizmente restablecido. También me agrada recibir correo de los amigos hechos en este mismo viaje, la parejita de amigos que viven en Barrañán y que conocí en Cala en Porter (Menorca) y la de Amanda, la camarera del Capitán Cook de Maioris (Mallorca). Así termina mi diario, en lo que a contar se refiere, pues todavía mañana anotaré los últimos gastos de viaje, para completar la parte de contable que todavía pervive en mí. Billete Castelló-Tarragona (8,45 €), bocadillo y cerveza en L’Aldea-Amposta (4,50 €) y billete de autobús de Tarragona al Camp de Tarragona (1,50), para coger el tren que mañana me transportará a Irun. Teniendo en cuenta que algún gasto olvidé anotar y ya será irrecuperable, el total de gastos del viaje serán 2.806,45 € (1.610,19 con Visa y 1.196,26 en efectivo). Teniendo en cuenta la gran cantidad de noches que he dormido en la playa, el viaje no es nada barato.  

 
 













 

 Presentadas las cuentas, para que nadie sospeche que evadí capitales, os enseño las sandalias ya inservibles que tiré al llegar a casa. Ya las había sustituido en Sant Antoni de Portmany.

Cuando subo a la azotea de casa, encuentro mi planta como os la presento. Da pena verla, pero voy a conseguir que resucite.

El siguiente viaje os lo contaré en francés. ¡Qué más quisiera!

martes, 27 de mayo de 2014

(291.3) Regreso a casa sin prisa III

(291.3) 23 de julio de 2011, sábado
Castelló-Villafamés-Atzeneta-Platgetes de Bellver-Castelló.

Amanecer en casa de Arturo
Nos levantamos a las nueve. Tras la ducha, salimos a desayunar, aunque no hemos elegido el mejor sitio para hacerlo. Pasamos por Consum y Arturo hace la compra. 


Tenemos que comprar leche, para desayunar mañana y pasado, huevos, para la tortilla de patatas que haremos esta noche, descafeinado, yogures, croissanes de plástico. No hace falta comprar pan puesto que tiene en el congelador. Volvemos a casa, lo dejamos todo y cogemos toallas por si por la tarde mejora el tiempo. Nos dirigimos a un pueblo que Arturo considera que es bonito y que le gustaría que yo lo conociera.










Villafamés
Realmente es un pueblo bonito. Vamos en el coche de Arturo. No recuerdo nada del viaje, ni por dónde vamos, ni en qué dirección está. Sólo sé que es un pueblo de interior. 
 
Saco muchas fotos. Trataré de encajarlas en el discurso y de hacer una selección. El coche lo dejamos lo suficientemente abajo como para poder hacer un ascenso lento, tranquilo, hasta el castillo y, al volver, pasamos por la iglesia y, de nuevo, por el ajuntament. 

 







Está cerrada y unos vejetes que se solazan en la puerta nos dicen que la tienen cerrada porque hay ladrones. Les digo: “sólo roban a los ricos” y uno me responde: “a mi me robaron en la casa del pueblo”. Por lo visto tiene otra casa en otro pueblo, también de Castelló. Le digo: “si tienes dos casas, ya eres bastante rico” y él no lo niega. Tampoco lo confirma. El compañero se ríe. 
  
Arturo ha llamado por el móvil a un excompañero de trabajo que tiene casa en Villafamés, pero la llamada le pilla en Córdoba. Va a ser imposible que podamos coincidir hoy aquí. 

 






Arturo me cuenta que Donostia-San Sebastián ganó ayer la capitalidad de la cultura para 2016, en detrimento de Córdoba y Zaragoza, ciudades que protestan porque dicen que la elección ha sido más por razones políticas que culturales.  


La noticia me hace ilusión, aunque mi participación fue mínima en Olatuak, Olas de energía ciudadana. La participación de los ciudadanos fue bien valorada por quienes tomaron la decisión. 

 











Fue un fin de semana de mayo y, los de la Asociación Artística de Gipuzkoa, colaboramos en organizar algunas actividades en torno a la pintura y al dibujo. 
 
Fui con mis dos nietos mayores y, mientras ellos dibujaban en una gran mesa delante de la Diputación Provincial, yo les dibujaba a ellos de espalda y a otros niños, en el contexto de la manifestación cultural. 
 
 











En mi participación de 2012, también en mayo, a punto de salir andando por la costa atlántica francesa, me robaron la mochilita que he traído a este viaje que os estoy acabando de contar, con la máquina de fotos y el cuaderno de dibujos que realicé en Baleares. 
 
Por esa razón, los dibujos no los he podido incorporar a mi narración del viaje que estoy finalizando. No eran muchos los dibujos, pues en los 49 días que ha durado el paseo, pocos han sido los momentos en que me ha apetecido y, en alguno de los propicios, el paisaje no me motivó lo suficiente. 

 






Después de subir al castillo, retornamos por la iglesia, como ya he contado y llegamos a la plaza. Tomamos un vermut en el Tíboli y nos vamos a comer hacia un pueblo al que llevó a Arturo su hermano mayor en alguna ocasión pero que, como él no era el conductor, no conseguimos encontrarlo. 


Atzeneta
Damos varias vueltas pero no encontramos la dirección a seguir. Otra vez será. Llegamos a un pueblo y no es el que buscamos y luego a otro y tampoco. 

Así que decidimos comer en Atzeneta, donde Arturo fue amamantado por una mujer, pues su madre sufrió una enfermedad posparto y no se la pudo dar. Parece cierta la fuerza de la leche, pues quiso mucho a esta mujer que le alimentó en los momentos en que más receptivo está el ser al calor humano, cuando se están fraguando las primeras percepciones del exterior y los sentidos que nos lo permiten. 

 





Alimentarnos de adultos en el lugar donde Arturo recibió su primer alimento no es baladí. Arturo tuvo mucha relación con aquella familia y a los otros hijos de aquella mujer los tiene en la consideración de hermanos de leche. 

 






Vemos las dos iglesias, creo que es la de la Sangre en la que han aparcado una furgoneta que no me deja fotografiarla en su conjunto. 

 

No puedo sacar una parte de su portada. Vemos la casa en que amamantaron a Arturo y le saco una foto ante la fachada. Un bonito recuerdo, ¡un recuerdo de la leche! Comemos en un restaurante y el camarero que nos atiende conoce bien a la familia de Arturo, quien se explaya con él en el tema familiar. Siempre es grato tener noticias de quien se quiere. 

 







Comemos ensalada, dos pinchos en brick de morcilla con salsa de piquillos y alguna cosa más para picar y, de segundo, pedimos los dos chuletillas de cordero. De postre comemos un pudding, o flan, de manzana que también está muy rico y lo regamos todo de vino con gaseosa. Tampoco me deja pagar Arturo esta comida.

Platgetes de Bellver
Por la tarde nos vamos a las plagetes de Bellver, para recordar tiempos que nos hermanaron. Allí hablamos con Alfonso y Dani, dos amigos de Arturo. En esta playa se ha perdido mucha arena. Es una pena, ya no es la playa que conocí hace dos años, incluso se está cayendo parte de la tierra rojiza del acantilado bajo. Nos hemos colocado más hacia la zona de Benicasim y, cuando llegan los amigos, se acercan a conversar con nosotros. Arturo tiene más tema de conversación con ellos que conmigo. Les cuento algunas anécdotas de mi viaje y les enseño los dibujos que he hecho en mis días por Baleares. Cuando se va Dani, se quedan un rato hablando Alfonso y Arturo de temas que a mí no me incumben. Yo estoy y no estoy, me paseo y hablo con uno que vino una vez de vacaciones a Bellver, le gustaron las plagetes y ahora es un asiduo del lugar y repite todos los años. No dispone de muchas habilidades sociales para entablar conversación con los lugareños. Tiene tantos prejuicios que le restan posibilidades de entrar en relación. Le preocupa lo que puedan pensar si se pone a hablar con ellos. Hay un momento en que se levanta aire y enfría el ambiente, pero será cosa de poco tiempo, pues luego empieza de nuevo a calentar. Arturo invita a Alfonso a cenar con nosotros, pero ya tiene otro compromiso adquirido anteriormente al que no puede fallar. Nos damos un beso de despedida y cada cual para su casa, bueno yo para la de Arturo.

Cena en casa de Arturo
Arturo no me deja ayudarle en la cocina y yo aprovecho para escribir mi diario, que ya no es de viaje, aunque mientras no llegue a casa, forma parte de él. En la playa he escrito alguna postal con idea de echarlas después de cenar, pero ya estamos cansados del trajín del día y no salimos. Tampoco me preocupa mucho, puesto que se van a quedar en el buzón de Correos hasta el lunes. Cenamos una tortilla de patatas con ensalada, vino tinto, yogur griego de fresa y, como novedad para mí, vemos algo de la tele. Ni la Lomana, ni María Antonia, me gustan en sus papeles de defensoras de derecha y de izquierda. Me voy a la cama y Arturo se queda viendo solo la televisión. Estará poco tiempo, puesto que, cuando va a su cama, todavía no me he dormido. Recoge las ropas tendidas ya secas, para que no les coja el relente de la noche. Así termina un día con Villafamés, como plato fuerte, pero en el que también he disfrutado en Atzeneta y en las Plagetes de Bellver.


 

(291.2) Regreso a casa sin prisa II

(291.2) 22 de julio de 2011, viernes.
Platja Punta del Raset-Denia Centro-Autobuses-Hotel Fontanella-Autobuses-Gandía-Valencia-Torres de Serrano-Valencia Renfe-Nord-Ave-Nord-Castelló.
Amanecer en la platja Punta del Raset
Me despierto a las seis y media. Dos chicas están haciendo limpieza manual de la playa, van recogiendo los desperdicios más sobresalientes de la arena, generalmente plásticos y envases. Orino, me visto, recojo y me voy. El cielo está lleno de nubes que amenazan lluvia. Salgo al paseo marítimo y me acerco al hostal donde dormí dos noches el verano de 2009, cuando hice en tren el recorrido Denia-Alicante-Denia. 
 
Allí, la chica que tenía un parecido a Claudia Schifer y Brigitte Bardot (en sus buenos tiempos), ya me adelantó la dificultad que ofrecía el transporte de pasajeros a Baleares, ya que las compañías navieras tenían el negocio repartido y me ofreció ir a Formentera desde Denia. Entonces no tenía un proyecto claro y no le presté mucha atención. De haber sabido lo caro que resultaba este tramo, me lo habría estudiado mejor y es probable que hubiera cambiado el recorrido que he hecho por el de Ibiza-Formentera-Ibiza-Valencia, aunque este último tramo tampoco sé lo que me habría costado. Saco una foto de la portería bajo cuyos palos he dormido.

Desayuno y visita diurna a Denia
El paseo costero ya lo hice ayer por la noche. Pregunto a un extranjero y me dice los bares que están abiertos a estas horas. Saco una foto del paseo marítimo en la zona de la playa del Raset. En la tasca Eulalia desayuno por 2,85 € un gran vaso de leche con sobre descafeinado y un caracol. Pensaba escribir postales y el diario, pero prefiero hacer programa más necesario. Sacar dinero, ver horario de autobuses, visitar a las chicas del Fontanella… y, si me queda hueco, escribir las postales que me quedan, contando el final de mi vuelta a Baleares. Saco dinero, 200 €, y me cobran una comisión de 40 céntimos. Tengo bus a las 9:25 y a las 10:25 para llegar a Valencia. Como en el primero hay ya problemas de billetes, elijo el segundo, que así me permite más tranquilidad en Denia. Me acerco al H. Fontanella. Cuando llego está cerrado, pero dentro hay algún cliente desayunando. En la barra hay cuatro rubias, todas son clientes. La que me abre es morena pero no es la morena que conocí en 2009. Me dice que lleva allí dos años. Entraría después o podría estar ya allí pero en otro turno. Como no voy a pedir habitación, me da la impresión que me quiere echar de allí. La visita ha sido algo frustrante, pues yo esperaba ver a alguien conocido y que me reconociese. Me voy quitándole importancia a lo ocurrido. Empieza a lloviznar, y casi apetece que llueva un poco. Ya no estoy en la playa, ya no me importa. Cuando llego a la estación de autobuses cojo billete a Valencia, con descuento para jubilados. Pago 6,70 €. Y resulta que también había a las diez, que no era la hora prevista. Pero a las 10:15 h. todavía no ha aparecido. En la espera, me dejo mojar por la lluvia sin protección de balcones ni de marquesinas. Pronto amaina, ¡una pena!

Autobús a Valencia. Con Teresa en Gandía
Entre los que esperamos, hay un matrimonio con tres hijas, también Teresa, en la que me fijo. Vive por Les Rotes, la playa del Sur y, una vez montados, será mi compañera de viaje, y le cuento mi paseo nocturno de ayer, cuando llegué casi a su domicilio. Hablamos del viaje que acabo de concluir, de su próxima jubilación, de que la pensión que le va a quedar va a ser necesariamente baja, de su hija y cuatro hijos más y del pequeño, de 25 años, al que hoy va a visitar a Valencia. Quiere conocer el sitio en que trabaja y dónde vive. Está trabajando en la Universidad, profundizado en un tema relacionado con lo que ha estudiado. En la estación de autobuses no le espera él, sino su novia. Cuando llegamos a Gandía, tenemos una parada de 25 minutos, así que bajamos y casi nos perdemos. Nos vemos obligados a preguntar para regresar a tiempo. Ella llevaba lo suyo con ella, pero yo había dejado en el autobús todo menos las gafas. En la parada que hemos hecho, no veo nada reconocible de Gandía. Quizás, si hubiéramos tirado hacia el lado contrario… El bus vuelve a salir y llegamos con mucho retraso a Valencia. Me despido de Teresa y le deseo éxito en su jubilación. Yo ya le he dado pistas para que sea una jubilación placentera. Hemos hablado del Imserso, de los balnearios, aunque a ella le quede pequeña paga ya que sólo cotizó los últimos años. Si cotizó 15, no creo que le quedará tan mal, pero ella no se muestra muy optimista. El marido tenía otra mujer y ella se enteró dos meses antes de dar a luz al 5º hijo, al que hoy visita. Se separó y se tuvo que poner a trabajar a tiempo parcial, para poder mantener a su prole. Al pequeño se lo recogían en la guardería en que trabajaba. Es maestra de primaria. La plaza la tiene ahora en propiedad y está dudando si alargar algo su vida laboral para que le quede una pensión más digna. Hemos hablado de la ocupación del tiempo y de oportunidad de poner en práctica aficiones. Yo le cuento las mías. Nos damos un beso de despedida y hasta que el mundo nos propicie otro encuentro. Teresa cree que es poco comunicativa y yo le digo que comunica bien, al menos conmigo así ha sido. Adiós.

Un rato por Valencia. Billetes
Salgo hacia las torres de Serrano. Paso por la iglesia de la patrona, Ayuntamiento, Plaza de Toros y Estación del Norte. He decidido ir a Castelló y me informan de los trenes que tengo para volver el lunes a Irun. De Castelló iré a Tarragona, a Camp de Tarragona andando y de allí en tren a Irun. En principio, estoy decidido a ir en el de las 9:12 h pero veo que tendría que levantarme demasiado temprano y decido con acierto coger el lunes el de las 14:12 h. Llegará a Irun a las 21:30 h. Voy a la taquilla y me mandan a la nueva estación del AVE ¡Más complicación! Me cuesta más de 10 minutos andando. Me equivoco y rectifican. Voy a la nueva estación y en información me toca el nº 288 y van en el 262 ¡No me queda nada! Hay carteles que reivindican más personal para hacer una más correcta atención al público. A las 14:15 h consigo la última plaza para el de las 16:12 h. Pago 33,15 € con Visa.

Comida en Pans & Company
Regreso a la otra estación y como en Pans & Company, un bocadillo que lo ofertan como menú de verano. Consiste en bocata de queso griego y pasas y una ensalada aliñada con poca sal, aceite y poco vinagre y ½ litro de cerveza. Como añado un helado de nata de 1 €, que también es oferta de verano, la comida me cuesta 7,45 €, que pago en efectivo. A las 15:15 h me pongo a escribir el diario y, una vez lo tengo al día, a las 15:40 h escribo las postales. Echo postales al buzón.

Rodalías a Castelló
Cojo billete de rodalías para el tren de las 17:20 que tiene prevista la llegada a Castelló a las 18:40 h. El billete reducido Valencia-Castelló, me cuesta 2,80 €. Ya con los billetes a Castelló, llamo a Arturo tres veces pero no me responde. Hablo con Vera y le digo que ya estoy en la península y me dice que Sara y familia regresan el domingo de Berdún (0,95 €). Responda o no Arturo, el lunes deberé está en Camp de Tarragona para coger el tren cuyo billete tengo hasta Irun. Con este programa, queda anulado el otro que había previsto de comer en el Parador Nacional de la Albufera. De nuevo en la estación de Valencia, en el panel ya está situado el tren de las 17:20 h pero aún no han señalado en qué vía. Espero paseando sin separar las mochilas de mi cuerpo, ¡ya son las últimas bocanadas!, ¡hay que apurarlas! Diez minutos antes de la hora de salida lo sitúan en vía 2. Cancelo el billete. ¿Por qué llamarán cancelación a esta operación de picar automático? Hace una función similar a la del interventor que, en tiempos, llamábamos pica. “¡Que viene el pica!” decíamos. Cancelar el billete no es lo mismo que cancelar el viaje. En este caso sería una confirmación de que me monto en el tren para el que había cogido el billete y la canceladora lo confirma automáticamente. Me monto en el segundo vagón, a pesar de que veo a todo el mundo avanzar hacia delante. Me coloco estratégicamente en ventana a la derecha que es el lado en que, un joven deportista, me asegura que voy a ver el mar. En la posición que estoy en la estación el sentido de mi orientación se tambalea. Además, teniendo en cuenta que el tren ha entrado en la estación de Valencia y vuelve a salir, mis referentes están totalmente perdidos. Aunque sé a dónde va, no sé de dónde viene. Tampoco sé cómo será la del AVE y la conexión que tendrá con la actual en el futuro. Tampoco entiendo que hayan hecho una estación tan gris e impersonal, tan fea como la nueva, plateada, me había dicho un chico, teniendo ésta tan bonita, con su decoración de cerámica y mosaicos preciosos, verticales y cenitales. Al poco, pasa un revisor anunciando que, los que vamos a Castelló pasemos adelante, a la zona anunciada como B, ya que todo el tren no sale. Solo las unidades delanteras. Cuando llego al nuevo vagón ya no encuentro sitio donde me hubiera gustado y me siento a la derecha pero de espalda a la dirección del tren.

Tren Valencia-Castelló
Al llegar a Sagunto una mujer me deja su asiento con la ventana y ella se pasa al del pasillo, pues lo que quiere es sólo mirar hacia delante. Todo mi afán de ventana es en vano, pues en ningún momento el tren va a pasar cerca de la costa. No veré nada de lo recorrido en 2009 a pie. No ocurrirá lo mismo el lunes cuando haga el recorrido Castelló-Tarragona, sobre todo desde l’Ametlla de Mar. ¡Qué recuerdos! Una chica se ha sentado enfrente y lee un libro. Yo sólo consigo escribir dos postales. Cuando estoy en la estación, llamo a Arturo desde el móvil, y tampoco da respuesta. En el momento en que el revisor está interviniéndome el billete, me llama Arturo al móvil y pregunto al interventor la hora de llegada. “Las 19:45 horas”, me dice. Y se lo comunico a Arturo pero, al colgar, me dice el revisor que se ha equivocado y que el tren llegará a las 18:30 (acabará llegando a las 18:40 h). Con el nuevo dato vuelvo a llamar a Arturo y me dice que me esperará en la estación. Recibo mensaje de MoviStar diciendo que me queda un saldo de 11,33 €, así que queda claro el poco uso que le he dado al móvil desde que lo compré en Ciutadella, una vez acabado mi recorrido por la isla de Menorca. Me vuelve a llamar Arturo para decirme que si no llega a tiempo, que le espere. En ese momento el tren está entrando en Xilxes y la chica que estaba enfrente está preparada para bajar en la puerta de salida. Le pregunto si conoce a Edgar y me responde que no. Así que nada.

Castelló de nuevo
Subo dos tramos de escalera mecánica y salgo al exterior. Arturo no está ni donde me despidió la última vez, en el pasillo elevado, ni en la salida, así que me dispongo a esperarlo, pero resulta que me estaba esperando en otra salida y, al ver que no salía por allí, viene a ésta. Nos abrazamos y nos vamos hacia su casa. Ducha, lavadora y me deja una camiseta y un pantalón corto suyos que llevaré hoy, mañana y pasado, el finde que voy a pasar con él.

Cena en un chino
Es un restaurante chino al que suele ir él con su hijo. Compartimos arroz tres delicias, verduras, ternera con bambú y setas chinas. No me ofrecen de postre la manzana pero sí el plátano frito flameado con Cointreau que, aunque no está muy dulce, me empalaga. Tras un chupito de licor de flores, nos paseamos por El Grau, donde aparecía en el panel de la plaza del Teatro Principal, que había una actuación de un grupo de música local. Pero no lo encontramos por ninguna parte y, tras el paseo, nos volvemos a casa. Arturo tiende la ropa en el tendedero de su balcón. Después de haber dormido sólo cinco horas en la playa de Denia, cojo las sábanas con mucho gusto y duermo plácidamente. Hoy no tengo nada que vigilar, nada que temer, Arturo hace de mi ángel vigilante hospitalario. Hoy le toca hacer de hospitalero de un solo caminante.


(291.1) Regreso a casa sin prisa I

(291.1) Regreso a casa sin prisa

Anochecer en Balearia
Para las 20:30 h la chica de la taquilla me dice que siga al fondo de las cadenas y que me ponga a la cola. La sala de espera está más animada que cuando vine en el Maverick de Ibiza. “¿Todos habremos pagado tanto?”, me pregunto. A pesar de que me parecía que había mucha gente, la zona de butacas, una vez subidos al barco, va bastante vacía. La gente se ha dispersado por todo el barco. Yo estoy sin ganas de escribir postales. Aunque el movimiento del Balearia sea leve, no deja de ser un barco. Creo que la ensalada no me ha sentado nada bien. Me está produciendo desgana o, a lo mejor, es la acumulación de los 49 días de viaje, más los previos. La azafata saluda por megafonía, el capitán también. Son sus prerrogativas. Ni yo, ni nosotros, podemos saludar ni al capitán, ni a la azafata. Cuando sale el barco, enfila hacia el sol, así que va a ser difícil que podamos ver la puesta. La playa donde he dejado a Jose ya va quedando muy lejos y ya no puedo distinguir el lugar y mucho menos la pulguita del amigo que allí se ha quedado. Quizás si, al salir del puerto hubiera subido a cubierta, le podría haber visto y también la puesta de sol, pero la desgana me puede y hace que me quede sin moverme en el asiento. La película de la factoría Disney que nos ponen es penosa, y el que la maneja más penoso todavía. Hasta emite anuncios que nada tienen que ver con la compañía Balearia. Hay gente que coge manta para ir más arropado y que luego la tendrá que devolver a la voz de mando: ¡Ar! Hora prevista de llegada a Denia, las 23:30 h. pero, para cuando salgo del barco, el penúltimo, casi son las 00:00 h.

Denia
El que viene el último, detrás de mí, me dice: “la playa la tienes a la izquierda, hacia el Sur”. Recuerdo las rocas nudistas del Sur, pero quedan demasiado lejos y no hay arena como para dormir a gusto. Voy caminando por el paseo marítimo. Grupos de jóvenes charlan y beben, o beben y charlan, a lo largo del pretil del paseo. Unos sentados, otros de pie, otros preparando los potingues, las mezclas. ¡A ver si conseguimos que el colocón sea ipso facto en el acto! No sé qué es lo que les iluminará más si la bebida o las potentes farolas. Un hombre me dice que si quiero dormir en la playa, que mejor me vaya hacia el final. Pero el final de la playa aún recibe un haz de luz de las farolas que creo me va a molestar durante la noche. Tampoco veo claro si la playa ya ha sido limpiada, ni si hay posidonia. Cuando llego a zona en que no llega la luz de las farolas, la playa ha dejado de ser de arena y a pasado a ser de piedras y rocas. Llego a zona de casas y un hombre que sale de la suya me dice que es mejor que duerma en la playa del Norte, que es más ancha, con más zona de arena seca y que me permitirá alejarme de la orilla y del paseo sin correr ningún peligro. Le hago caso y deshago lo andado. Hay algún grupo de jóvenes que ya estaba antes, otros se han ido, otros nuevos. Voy pasando por delante de ellos y algunos ya pensarán “¿qué hará este vejete dando tantas vueltas con sus mochilas?” Será la una y media cuando me acuesto en una portería de futbito playero, protegido de cualquier máquina de limpieza que le dé por ponerse en marcha de madrugada. Duermo bien unas cinco horas. Pasan dos grupos de noctámbulos con conversaciones coherentes. No me levanto ni una vez a orinar.

Etapa 49 (291) Es Caló-Port de la Savina

Etapa 49 (291) 21 de julio de 2011, jueves.
Es Caló-El Pilar de la Mola-Far de la Mola-El Pilar de la Mola- (Port de la Savina.Bus)-Es Cavall d’en Borràs-Port de la Savina-(Denia.Barco)-Denia Port-Denia Las Rotes-Platja Punta del Raset.


Última jornada en Baleares. La mole de La Mola no me permite disfrutar del amanecer.












Amanecer en la Mola
Me despierto a las 6:15 h y hago una foto de lo que me permite ver del amanecer La Mola y la plataforma con arbustos sobre la que he dormido. El amanecer no es más que una línea rojiza por el horizonte. 

 Me levanto, saco una foto hacia el mar y compruebo que el velero continúa en la bahía. Continúo la ascensión y llego a un lugar que me permite obtener una panorámica de casi toda la isla. Veo desde es Trucadors, pero es una lástima que unas ramas de pino no me permitan alcanzar hasta el Cap de Barbaria. Veo la playa en que me bañé ayer y la que me he bañado hoy. La bruma tampoco permite ver con nitidez Ibiza. En mi afán de búsqueda de camino, asciendo un poco más, pero debo retroceder y bajar por un camino similar al que ayer subí y salgo por otro camino a la carretera. 
 
Como es temprano y hay poca circulación, prefiero ir a lo seguro y no complicarme la existencia con caminos alternativos. El recorrido nº 10 podría haber sido un buen camino, pero no me arriesgo y, aunque no sea por él, también llego por carretera a Es Mirador. Antes, el recorrido nº 11 orienta hacia Cala Es Copinar y des Mort, que enlazan con Migjorn y que no tengo intención de revisitar. Ya las disfrutó Jose ayer. Se acaba el camí de bicicletas y me vuelvo a quedar sin arcén. 
 

Con los que más me cruzo son ciclistas mañaneros. Unos van y otros vuelven del far de la Mola. Éste será mi objetivo final del viaje y tirarme a la Bartola en alguna playa, quizás en la primera en que dormí. Ni me asomo al mirador y, llegando a El Pilar de la Mola, veo al autobús que sube muy justo para poder cumplir el horario establecido. Tiene la salida del Pilar a las 7:30 h. Pero cuando lo veo pasar puntual, me sorprende que haya podido hacer tan rápido el recorrido Pilar-far-Pilar. Luego me enteraré que ese tramo no lo recorre el autobús. Antes de llegar a la iglesia, saco foto de un viñedo cuyas parras están sujetas para que los zarcillos y los racimos no rocen la tierra, queden colgando y los viñadores no se tengan que agachar tanto. 

La carretera ofrece a los lados bonitos ejemplares de pinos que tienen el inconveniente de que, el poco arcén que hay, lo tapan con sus púas desprendidas. Dicen que son de hoja perenne, pero no se mantienen en el árbol a perpetuidad. El sol al final de la carretera me indica que camino hacia Levante. ¡No, si levantado ya estoy casi desde las seis!


El Pilar de la Mola y el faro
Llego al Pilar y pregunto a una chica que está haciendo limpieza de una terraza de bar, quien me dice que quedan unos 2,5 kilómetros para llegar al faro. Me dice también que algunos autobuses llegan hasta el faro y otros no, que mire allí los horarios cuando llegue. Paso por la iglesia y la fotografío desde fuera. Más que una iglesia parece una capilla o una ermita. Quizás para la poca gente que habita por aquí, sea más que suficiente. 

En esta zona también está el itinerario de un recorrido, el nº 12, pero yo me voy a limitar a hacer el más recto, el que me lleva por la carretera. Sigue sin haber circulación. 

 
Nada más salir del pueblo y enfilar carretera hacia el Este, ya veo al fondo el Far de la Mola esperando mi llegada. No se moverá ni un ápice. Voy haciendo fotos de acercamiento. Cuando llego, lo primero que hago es estudiar el horario de autobuses. Los de 7:30, 8:30 y 9:30 llevan asterisco y no se cogen en el faro. Hay que cogerlos en El Pilar de la Mola. 
 
Saco una foto lo más próximo que puedo llegar al faro, puesto que el acercamiento sólo está autorizado al personal de la autoridad portuaria. Y una última con el faro en su verticalidad. 

 






Y corro para tratar de coger el autobús de las ocho y media. No lo quiero perder. Son las 8:05 h, faltan 25 minutos para la hora de salida, y son 2,5 kilómetros. Ando a 6 km/h así que para llegar a los 10 km/h tengo que correr. Cuando llego, aún me sobran cinco minutos. Voy a usar transporte público “Naturalment”, como se ve en la foto. Subo al autobús de la línea L-2 y la chofer rubia me cobra 2,10 €, contrasta su rubia cabellera con la tez y el pelo negro de una negrita que también monta en el autobús y que bajará en Es Ca Marí, no lejos de la torre des Pi des Català, donde estuve ayer. No monta mucha gente. Me coloco en asiento próximo a la conductora. Sube también una mujer con niño, a la que le habría gustado ocupar mi asiento, pero se sienta detrás de mí. Tiene intención de bajar enseguida. El autobús va haciendo el recorrido conocido por mí y me deja en la estación marítima.


Port de la Savina. Hostal Bahía
Voy a desayunar al Hostal Bahía donde, cene o desayune, siempre lo hago con Nesquik. Hoy añado ensaimada, que las baleares se acaban, y me pongo a escribir el diario. Digo, “el viaje se acabó en el momento en que cojo el bus en El Pilar de la Mola”, pero no es cierto, porque todavía haré un recorrido a pie a la platja de Es Cavall d’en Borràs de ida y vuelta. Tras escribir el diario, escribo once postales y las echo al buzón de plástico amarillo de Correos de la librería. Pago 5,70 €, cargo las mochilas y me voy a la playa. 
 

Saliendo de la zona portuaria, saco una foto de un edificio semi derruido que no se qué función pudo cumplir en el pasado. Por sus arcos se me antoja que pudo ser iglesia de pescadores pero también, por su situación y tamaño, lonja de pescado o de depuración de la sal de las salinas. Como nadie me lo dice, y a nadie puedo preguntar, queda como una incógnita más a resolver entre tantas dudas de mi viaje.

Es Cavall d’en Borràs. 
Depende de nacionalidad
Una vez más vuelvo a mi playa que, por ser la primera nudista, será mi favorita. No necesito llegar hasta la de Llevant, donde seguramente hubiera estado igual de bien. Al inicio de la playa hay una pareja desnuda. Avanzo hasta los cajones donde dormí anteayer, antes de la zona de hamacas y me desnudo y doy el primer baño de la mañana. Voy un poco hacia el Norte pues esa zona está más libre de posidonia. Salgo del agua y me voy secando paseando por la orilla. No hay nadie desnudo. Lo comento con el hombre de la pareja y me dice: “ahora no toca nudismo. Son italianos”. 

Se ve que van cambiando la nacionalidad de los veraneantes y los italianos se desnudan menos, quizás porque pesa sobre ellos la espada de Damocles por la proximidad del Vaticano. Sería razón de más para hacerlo, aprovechando que ahora están más lejos. Ni mirando con un potente telescopio a través del estrecho de Bonifacio podrían hacer coincidir la Ciudad del Vaticano con esta isla de Formentera. “Cuando los veraneantes fueron alemanes, ellos sí se desnudaban”, me añade, “tienen más tradición de práctica nudista”. “No los idealices”, le respondo. Según va pasando la mañana y a cuenta gotas, se va viendo llegar a algún nudista más.

Cinco amigas catalanas
Llegan cinco amigas catalanas que se van desnudando del todo en pequeñas dosis. Finalmente, sólo una se quedará en tanga. Retengo algunos nombres: dos Tere, una Montse y olvido el de las otras dos. Dicen que entrarán en mi blog y que me harán algún comentario, ¡pero hasta hoy! No ha ocurrido. Nos bañamos varias veces. Ellas aguantan más tiempo que yo en el agua. Yo sigo con mi política de entrar, refrescarme y salir. Una de las Tere me dice que tenga cuidado con las fotos que publique, que ellos, en la sanidad pública, cuando quieren publicar algún artículo sobre alguna enfermedad, les hacen firmar la autorización a los pacientes para no tener problema con las fotos que publican. Yo me quejo precisamente de que, encuentros interesantes con nudistas se quedan sin foto por respeto a la intimidad y, sin embargo, con vestidos no ocurre lo mismo. Aunque es cierto que encuentros interesantes con vestidos tampoco acaban con foto. Si presento alguna foto de playa nudista sacada a lo lejos, al no estar en un primer plano, también se diluye su identidad. No creo que por eso me puedan demandar. Hablo con las catalanas de la magnífica impresión que me causaron las Illas Vedras en el Sudoeste de Ibiza. Hacia las dos y media voy a comer al hostal.

Hostal Bahía. Comida
Pido gambas y alitas de pollo con salsa agridulce. Las gambas se parecen a las mallorquinas de Port d’Andratx, quizá sean gambones, intermedias entre la gamba fina que comemos nosotros y el langostino. Estas son entre pequeñas y medianas. Me sacan una botella de crianza Cvne pero, aunque me bebo más de media botella, sólo me cobra como dos copas. Parece que ya me consideran cliente habitual. Con todo, la comida me sale carísima 48,70 € pero como lo paga Visa… Hay que tener en cuenta que es mi última comida de mi viaje por las costas de Baleares. También las alitas, que aparecían muy fritas por fuera, estaban ricas y jugosas por dentro. Escribo las otras once postales, las echo al mismo buzón que a la mañana y voy de nuevo a la playa.

Tarde con Jose en es Cavall d’en Borràs
Por la mañana, donde estaba la primera pareja y que se había ido, ha llegado después un chico que ha comido un bocata, no se baña y dormita. Que siga durmiendo. Ahora hay también una chica desnuda y en el espacio que ocupaba el chico ahora hay otro, o quizás sea el mismo. También he visto más nudistas por la zona de rocas, cuando venía hacia aquí. Me coloco entre los cajones y la zona de hamacas, al igual que por la mañana. Me desnudo, dejo todo en el sitio y me doy un baño y, al ponerme a pasear por la orilla para secarme al aire, me doy cuenta de que el chico que dormitaba es Jose, el cántabro vecino de habitación en el hostal Centro de Sant Francesc Xavier. Así que cojo mis pertenencias y las traslado a su lado. Nos ponemos a charlar y completamos datos de nuestro perfil. Ha venido a esta playa por ver la puesta de sol. Me dice: “esta playa ha cambiado mucho desde que vine por primera vez con mi exmujer”. “Había un chiringuito y mucho ambiente”. A las 19:30 h me doy el último baño, me despido de Illas Vedras, en la distancia, y de Jose. “Que el sol te ofrezca un bonito ocaso”. Finalmente hemos compartido algo los tres días, aunque el encuentro de ayer fue efímero.

Cena en el Hostal Bahía
La cena será menos exquisita, algo más frugal, física y económicamente hablando. Pido una ensalada payesa, que me ha recomendado Jose, pues es la que ayer cenó en el Centro mientras hablábamos y se hacía la hora para visitar a Amaia, la donostiarra que le esperaba en Es Pujols. 
 

Esta ensalada payesa no me gusta nada. A la verdura le añaden costrones de pan frito y unos trozos de pescado seco que, de tan secos que están, parecen espinas. El camarero me recomienda que les eche aceite pero, ni por esas, se vuelven más blandos. Los costrones además son enormes e incómodos para masticarlos dentro de la boca. Tomo una caña, pago 12,40 € con Visa, como a mediodía y me voy hacia el barco.

Etapa 48 (290) Sant Francesc Xavier-Es Caló

Etapa 48 (290) 20 de julio de 2011, miércoles
Sant Francesc Xavier-Restes prehistòriques-Far de Barbaria-Torre des Garroveret-Es torrent Fondo-Can Parra-Torrent de s’Alga-Es Mal Pas (Platja de Migjorn)-Torre des Pi des Català-Sant Francesc Xavier-Sant Ferran de ses Roques-Es Caló.


Despertar en el Centro
En el centro del universo que soy yo en relación a mí mismo, enmimismado. No han dado todavía las siete campanadas en la iglesia, cuando me despierto. Organizo la mochila para dejarla totalmente cerrada y lista para mi regreso. Como no sé a qué hora desayunaré, como una naranja y un plátano, y transvaso el zumo de manzana a mi botellín. Compré en Eroski 3 plátanos, 3 naranjas, 2 nectarinas, 1 l de zumo de manzana y 1 y ½ litros de agua mineral. Durante la noche, a no sé que horas de la madrugada, ha regresado Jose y ha estado mucho tiempo con la luz encendida. ¿Cómo le habrá ido con la donostiarra?, será algo que nunca sabré. Tengo la intuición de que no le ha ido muy bien, aunque fuera ella la que le llamara. Para las 7:30 h he dejado la mochila en la silla y la llave encima. No sé lo que pasará a la vuelta, si tendré la cama de la dudosa o si tendré que emigrar.

Una larguísima recta hacia el Far de Barbaria
Aunque haré una entrada previa en busca de los restos prehistóricos, y me saldré de esta carretera tan recta. Para coger bien la dirección, pregunto a un empleado municipal. Me orienta muy bien y acierto a la primera con la salida correcta. Sigo carretera adelante, sin arcén, pero con poca circulación a esta hora temprana del día. Si en algún cruce de coches el espacio me lo permite, lo convierto en arcén y me protejo en él. Caminando, llego hasta el cruce que va a mano derecha, hacia Cala Saona, donde ya estuve ayer y que me sirve para situarme en espacio y en tiempo. En este tramo he tardado menos de media hora, lo que me hace pensar que en una hora más habré llegado al faro. En este cruce también, pero hacia el otro lado, finaliza el itinerario nº 6. Luego cogeré un tramo, al regreso del faro, cuando el acantilado no me deje continuar y me obligue a volver a la carretera. Por ese tramo del itinerario podré llegar al torrent de s’Alga.

Raíces para las cabras
Me encuentro con un hombre mayor, con apariencia de poco espíritu vital, pero que todavía mantiene arrestos como para cortar con el hacha unas raíces de unas plantas con las que va a dar de comer a sus cabras. 
 
Cuando me voy, me arrepiento de no haberle sacado una foto, y tampoco lo hago cuando llego donde esperan, expectantes, las cabras que las van a comer. ¡Una lástima! Habría sido un bonito documento humano de la isla, mejor que tanto paisaje y monumentos.

Restes prehistòriques
Encuentro un cartel indicando que, a 2,300 kilómetros hay un lugar interesante para fotografiar. 
 

Interpreto que se refiere al faro de Barbaria pero, después de andar un trecho, una flecha me indica la dirección por donde me tengo que desviar de la carretera si es que quiero encontrar los Establecimientos Megalíticos. Me meto por donde indica que hay que meterse, pero rápidamente pierdo la señal y ando por los alrededores infructuosamente. Es una lástima, porque así pierdo más de un cuarto de hora. Pienso: “Nos mandan a buscarlos, se olvidan de nosotros y dejan de indicarlos para ver si los encontramos y estarán agradecidos si les decimos dónde están los dichosos yacimientos megalíticos”. 
 
Acabo perdiéndome y el sendero me lleva en sentido contrario y, cuando retomo el sentido correcto, que de nuevo me orienta hacia el faro, me encuentro un cartel que indica: “Prohibido el paso por repoblación forestal”. Estando orientado de nuevo, hago caso omiso del cartel y de repoblación forestal no veo absolutamente nada. 
 

“¡Una milonga!”, pienso. Pero no será un engaño, puesto que, luego veré la zona repoblada. Cuando estoy llegando de nuevo a la carretera, topo con una valla que protege un conjunto de piedras semienterradas y que, porque lo dice el cartel, me tengo que creer que son los yacimientos anunciados: Circo megalítico del II milenio A.C. El recinto es pequeño, nada que ver con los alineamientos megalíticos que veré en Carnac el próximo verano. 
 
Por el cartel, además, me entero de que el Consell Insular abarca las islas de Eivissa y Formentera. Saco tres fotos. Las dos primeras son una visión parcial de las piedras que ofrece el yacimiento y del cartel ilustrador y otra que pretende ser de conjunto, con todo el recinto vallado.

Far de Barbaria
Tras esta revuelta innecesaria para ver algo que está tan próximo a la carretera y que, si no me hubiera confundido la flecha, me lo habría encontrado sin más, continúo por carretera, que ya va menos recta, hacia el faro. En una de las curvas, ya veo al faro en lontananza. Como veis, en este tramo de la carretera, ya no importa que las plantas crezcan al lado de la calzada, ni que la carretera no tenga arcén, puesto que el terreno es llano y, si pasa algún vehículo, no hay ningún problema para caminar por los bordes de tierra y piedra. 
 

Una pareja de italianos en moto, me adelanta hacia el faro. Llegarán antes que yo. Me entretengo con unas plantas que crecen junto a la calzada. Tienen la apariencia de pelo de animal, como de conejo, garduña o algún otro de los que se cobijan en madrigueras. Fotografío un conjunto de estas plantas, que ofrecen al tacto la suavidad del pelo, y que luego volveré a encontrar en un espacio más extenso.  

Según me voy acercando al faro, voy sacando fotos en la última recta y finalizo a pie de faro. 

 



En la última, aparece la pareja de italianos y su moto. Tras el reportaje fotográfico, me olvido de la carretera y empiezo a caminar por encima del acantilado hacia la torre.

Torre des Garroveret
Como está en el Cap de Barbaria, esta torre, al igual que el faro, recibe también el mismo nombre. Desde el faro, se ve muy bien la torre y, aunque no siga un camino o sendero que me lleve hasta ella, no hay necesidad puesto que la superficie me va permitiendo el acercamiento sin mayores ayudas. 
 


Sin llegar, ya la fotografío de lejos, algo oscura por estar orientada hacia la fachada Sudoeste. Lo más interesante de la foto es que, además de ofrecernos la torre, al fondo ya se presenta el lugar donde acabaré durmiendo esta noche, al inicio del Pilar de la Mola, la península que está orientada al Este. 
 

Con esta información ya os estoy adelantando que, cuando vuelva al Hostal Centro, no voy a tener habitación para dormir. Cuando llego a la Torre des Garroveret, saco una foto cercana, donde se aprecia la inclinación del terreno, que exigió una planta ovalada en vez de circular, una conservación perfecta de la fachada, que da muestra de no haber sido restaurada o de que la restauración se efectuó hace muchísimo tiempo. Aprovecho la ocasión para que el faro también aparezca a lo lejos. De las que llevo vistas, quizás ésta sea la torre que más me ha gustado. Quizás otras anteriores mejoren cuando adquieran la pátina del tiempo. 

Bastante las he ido criticando, a lo largo de este precioso viaje que ya está finalizando, por su excesiva restauración o reconstrucción. Desde la torre, saco nueva foto hacia el Pilar de la Mola, pero el objetivo es que se aprecie la calidad del acantilado por el que van a ir transcurriendo mis próximos pasos. Por su estructura, desde la carretera van bajando algunos torrentes secos hacia el mar, lo que va produciendo hondonadas que tendré que ir bajando y subiendo. Unos van a ser sencillos de cruzar, pero alguno será algo peligroso.


Es torrent Fondo, Racó de s’Alga 
y Punta de l’Anguila
Este tramo va a ser un cúmulo de peripecias que me van a acabar llevando de nuevo a la carretera. De momento, sigo por el acantilado. El primer torrente que paso, me obliga a alejarme de la costa, pero lo paso sin ningún problema. Como se ve en la foto, las rocas y los arbustos son amables, ni tienen aristas, ni pinchos que me dificulten el acceso al otro lado. 
 
Ya en la cima del otro lado, sobre una roca, me sorprende una pequeña construcción de piedra que no es ni fita, ni límite geodésico o, al menos, no guarda la estructura de los que con ese nombre he venido viendo hasta ahora. 

 


Soslayado el primer torrente, ahora voy por encima del acantilado, suavemente, hasta que llego a otro torrente más pronunciado. Creo que se trata de Es Torrent Fondo. Mi duda es que llamen Fondo a todo este conjunto de torrentes. 
 


Saco foto del torrente antes de abordarlo desde arriba, luego cuando estoy dentro de él, orientado hacia Oeste y cuando ya he salido. 

 






Cuando llego arriba, ya veo algunos vestigios de la repoblación forestal que no había conseguido ver cuando lo anunciaban cerca de los restos prehistóricos. Los esquejes de árboles son del tipo de pino mediterráneo y están protegidos hasta que agarren con fuerza en terreno tan rocoso. Algunos ya veo muertos al poco de ser plantados. 
 

Por las características del terreno, me veo obligado a escorarme hacia el mar y, la siguiente torrentera, me la pasaré trepando por el acantilado. Será el rato más peligroso de la mañana. Antes de abordar este tramo, saco foto de la parte de acantilado que voy a atravesar. Rocas y bonitos arbustos adornan el paisaje. Aunque al fondo esté la Mola, no mola. 


Tras haber pasado las peripecias, saco una foto desde la cima del otro lado. Estoy contento de haber ascendido por el acantilado y, sobre todo, de haber llegado sano y salvo. 


 







Como me temo que no voy a poder continuar por lo alto del acantilado, saco una foto hacia el Nordeste, hacia lo que creo que será la punta de l’Anguila. Toda esta parte de la costa, que es tan bonita, no voy a tener más remedio que perdérmela. Tras pasar el mal trago, los caminos se empiezan a complicar. Un nuevo torrente, que supongo culminará en el Racó de s’Alga, me obligará a alejarme hacia el interior y a llegar a la carretera. Paso muy cerca de la casa del hombre que recolectaba comida para sus cabras. Sólo veo a la mujer, que al pasar también estaba, y que ahora grita a sus perros para que dejen de ladrarme. Sigo carretera hasta el cruce con el itinerario 6 que, del 12 al 18 me irá llevando hacia el siguiente torrente.

Torrent de s’Alga
Llego a una carretera asfaltada. “Nunca la abandones”, me dice una pareja que va en bicicleta. Obedezco y continúo. Una mujer que va en bici en la misma dirección que yo, aminora la marcha y vamos conversando. “Hace tiempo que no he visto el torrent”, me dice, refiriéndose al que voy, el de s’Alga. Ella va a continuar por asfalto, pero me recomienda que, cuando llegue a la rotonda con algarrobo, que coja un camino de tierra que me llevará recto hasta la orilla del mar. Le hago caso. 


Desde que he abandonado la costa, hasta que vuelva a recuperarla en s’Alga, ha trascurrido más de una hora. Antes de llegar a s’Alga, encuentro otra zona en que crece la planta que he visto llegando al faro de Barbaria, la que me recuerda al pelo del conejo. Aquí la extensión que cubre es mayor y saco foto de conjunto. Finalmente llego a la parte más próxima al mar del torrente de s’Alga y, como muy bien indica su nombre, está a tope de algas. Pero, si sólo fueran algas, sería hasta bello. 
 
Está lleno de restos plásticos que dan colorido variopinto al paisaje. A ambos lados del torrente, en la costa, hay embarcaderos pero serán de los más feos que he visto, parecen chabolas hechas para cobijar a indigentes. La primera, con toldos negros, ofrece un aspecto deplorable. En el centro de lo que podríamos llamar la bocana de salida al mar del torrente, hay una roca con un distintivo rojo, para aviso de mareantes. No veo claro la utilidad del invento, puesto que del torrente no puede bajar navegando nadie. Cuando las algas secas me lo permiten, paso al otro lado y fotografío el tinglado del embarcadero del Norte. Después de haber visto este embarcadero, me acuerdo del más bonito que vi en Ibiza, cerca del pueblo fenicio y de la playa nudista de Sa Caleta. Son las 11:30 h y aún no he podido desayunar. Menos mal que he comido la fruta al salir del hostal.

Es Mal Pas
Es Mal Pas es la parte más occidental de la platja de Migjorn. Al igual que en la desembocadura del torrent d s’Alga, la posidonia se enseñorea de la costa, dándole a la toponimia del lugar la clave de lo que allí podemos encontrar, avanzando hacia Llevant, el alga vuelve a apropiarse de la costa. Saco una foto con el bonito contraste entre el gris de la posidonia seca y pisable y el marrón rojizo de la tierra que la soporta. Las rocas también están totalmente cubiertas por el alga.  


Finalizado este tramo extenso de algas, aparecen las primeras playas de arena que continúan a Levante hacia el cabo de la Mola. Pasadas las algas, llego a Es Mal Pas. En la playa sólo hay desnudos una niña y dos niños, se está desnudando la madre y todavía no lo ha hecho el padre. Otra pareja con bañador está en el agua y sólo hay otra pareja desnuda. No tengo  necesidad de ver más gente desnuda para desnudarme sin prevención. Me doy el baño en zona libre de algas, aunque no con agua tan nítida como hubiera deseado. Me doy baños, paseos, descubro la torre, más baños, más paseos y voy al bar.

Desayuno en chiringuito Platja Migjorn
Me asomo al chiringuito, pero tengo que volver a mi sitio para ponerme el pantalón. Vaso de leche caliente con sobre descafeinado y un trozo de tarta de manzana demasiado canelada (4,50 €). Vuelvo a la playa, pero antes de marcharme volveré al chiringuito, tomaré una tónica, echaré un hielo a mi botella de agua y me iré hacia Sant Francesc pero, de momento, sigo en la playa. Cuando estoy tumbado de nuevo en la toalla, llega un chico que se pone cerca de mí, pero no se quita el slip. Algo tendrá que ocultar. El extranjero de la pareja textil se ha acercado al bar mientras yo desayunaba, ha comprado un polo de frambuesa. Lo más interesante ha sido la ceremonia de devolverle los cambios, las vueltas del billete, ¡qué lío se ha montado el sudamericano! Antes de contratarlos, “¿les harán una prueba de si saben contar o no?”, me pregunto. Volviendo a la playa. Ha ido llegando más gente y, hacia la una, decido ir a por la tónica, me visto, la bebo, la pago (2,10 €). Le doy el precio justo para no demorarme demasiado tiempo, no sea que este otro sudamericano sea tan torpe con los cambios como el primero, y me voy hacia la torre.

Torre des Pi des Català
Traducido sería los pinos de los catalanes, no la torre de los catalanes despi (stados). Son las 13:15 h. El segundo sudamericano me dice que siga siempre por la izquierda pero, al ir primero a la torre, el itinerario cambia y acabaré tardando casi una hora en llegar a Sant Francesc. Saco foto de la torre que, aunque está conservada casi tan bien como la de Garroveret, tiene la particularidad de los nombres de la entrada. Así damos repaso a nombres de la actualidad árabe: Gadafi, Bin Laden y Alkaida. 

Lo raro es que el nombre de la torre sea de los Catalanes y no del Moro. Antes de dar las dos, y sin llegar aún a Sant Francesc, me encuentro con esta copa de higuera que, en realidad, es un conjunto de pequeñas higueras cuyas hojas se juntan. Desconozco las ventajas de esta forma de construcción arbórea. Llegando a Sant Francesc, una chica extranjera viene del Port de la Savina y me pregunta “¿cuánto falta para es Mal Pas?” y le digo: “media hora”. Piensa que estoy dando un paseo como ella, pero está equivocada.

De nuevo en Sant Francesc Xavier. Sa Cantonada y Pa i vi
Después de casi siete horas de paseo y playa, regreso a la capital. Ya ha cerrado la chica de información y no le puedo contar cómo me ha ido la mañana, pero ella todavía está en la ciudad. Le agradezco y le cuento lo que hice ayer por la tarde y hoy por la mañana. Cuando llego al bar Centro me dicen que no tengo cama para esta noche que, finalmente, la que dudaba ha decidido quedarse. No se si apenarme o alegrarme. A lo largo de la tarde comprenderá que ha sido mejor así, me da otra libertad y otras posibilidades. Le digo que voy a ver que potaje me ofrecen donde comí ayer las lentejas y que luego regresaré para recoger mi mochila. Donde ayer ofrecían lentejas, hoy ofrecen pollo y no me apetece. En Pa i vi: entremeses y pinchito de tortilla, que tampoco, así que me acerco a Sa Cantonada y me acojo a menú de 10 €: arroz tres delicias, panga con patatas y ensalada, natillas y con un té verde serán 11,30 €. Me voy a escribir el diario donde ayer y hablo con el padre de la camarera y con otro que, en plan socarrón, sabe cómo tratarme y al que cuento vivencias y vicisitudes de mi viaje. Van a dar las siete y aún no he escrito ninguna postal, pero me tengo que ir. He añadido una tónica al gin tónic (4,50 + 1,80= 6,30 €). Por lo menos tengo el diario al día y, las postales, ya se verá cuándo las puedo escribir. Vuelvo al Hostal Centro. No está el jefe y nadie sabe dónde está mi mochila. La primera reacción es coger el móvil y llamarle, pero le digo que me dejen primero mirar a mí. Como en el salón de al lado no está, subo las escaleras al primer piso y la veo al fondo del pasillo. Toco en la puerta de la habitación de Jose y no me responde. Supongo que no está. Bajo con la mochila, agradezco la estancia y que me la hayan guardado y me voy hacia el Pilar de la Mola o hasta donde llegue en esa dirección.

Sant Ferran de ses Roques
A esta hora, todo el mundo está regresando de las playas y la carretera está hasta los topes de vehículos en circulación. A ratos, es una circulación lentísima que desespera a los conductores. Los motoristas son los que mejor pueden ir avanzando entre coches, pero para mí es un peligro porque algunos conductores son novatos, no dominan la moto, pues sólo la han alquilado para desplazarse en las vacaciones y, en muchas ocasiones, con esa inseguridad, se meten por el carril de bicicletas que es por donde va el peatón. Debo ir muy atento a estas maniobras. 


Además de sortear las bicis, debo eludir las motos. Por esa razón, el camino me resulta bastante penoso, por el exceso de atención a que me obliga. Tampoco veo matrículas nuevas como para ir completando palabras. Antes de llegar a Sant Ferran paso por un molino que esta en el itinerario nº 8 que cuando regresaba esta mañana de es Mal Pas no lo he visto. Paso San Ferran de ses Roques sin sacar ninguna foto. Quería ver la iglesia y no la he visto. Compro postales 40 x 0.35 = 14 €. Al inicio me pedían 40 céntimos por postal y consigo rebajarlas a 35. El chaval de la tienda me ha dicho al principio que no es el dueño y que no puede negociar pero como le parece razonable mi propuesta, accede a la rebaja. Pensaba rebajarme unos céntimos y finalmente la rebaja ha sido de 2 €. Creo que a la postre ambos hemos salido ganando algo. Le hago la cuenta mentalmente, pero él necesita contarlas y hacer la cuenta con la calculadora. Se lo digo y me responde: “hemos perdido el hábito de hacer pequeñas cuentas mentalmente”. Paso por otra higuera de característica similar a la que he visto esta mañana cuando regresaba del paseo y la playa, pero más a lo bestia. Muchísimas higueras forman un falso techo con un pivote central. Es lo más novedoso que he visto en Formentera.

Es Caló
Salgo de Sant Ferran de ses Roques de nuevo a la carretera. El tráfico sigue como el de antes. Cuando estoy pasando por carretera, a la altura de la platja de Tramuntana, pasa alguien en moto y me saluda. Sin poderlo asegurar, quiero pensar que ha podido ser Jose. A los pocos segundos, regresa a donde estoy yo y se despide. Me dice lo bien que ha estado en la platja de Migjorn tumbado en hamacas hippies. Le digo que yo he estado esta mañana en la misma playa pero más a Poniente, con demasiada posidonia y agua no demasiado translúcida, pero para él eso no ha sido lo importante. Me dice que ayer volvió sobre las tres de la madrugada y que se quedó leyendo un rato, tras estar con Amaia, que así se llama la donostiarra. ¿La conoceré? No hay muchas probabilidades de que tal cosa ocurra, pero pudiera ser. 
 

Una carretera expulsa vehículos a la general, vienen de las playas de Migjorn y del caló des Mort. A partir de ahí la circulación disminuye. Me meto hacia la costa. La gente ya se está posicionando para poder ver desde allí lo que la isla permite de la puesta de sol. Tanto la zona portuaria como todo el saliente de es Trucadors impiden una visión de la entrada del sol por el horizonte marino. Llego a Es Caló y me meto en zona de Ses Plagetes. 

La carretera llega hasta las mismas playas y, a partir de allí comienza a ascender por Sa Pujada hacia Es Mirador y el Pilar de la Mola. Es Caló es el lugar que me ha dicho para dormir la camarera de Pa i vi, pero allí no hay arena, ni nada que se le parezca. Paso un chiringuito atestado de clientes y de visualizadores solares y cuando ya estoy avanzando por roca lisa, me vuelvo para sacar foto del sol en el ocaso. Parece que el sol rompe y quema la isla por La Savina. La punta de Es Trucadors y la playa de Llevant donde me bañé ayer, lanzan su pincho hacia Eivissa, que se divisa tenue hacia el fondo. He pasado por una zona como de embarcaderos considerados de interés histórico con pescadores y me vuelvo para sacar la última foto del día, la última de ocaso. Son las nueve y cuarto.

Durmiendo sobre Es Caló
En la última bahía, pues ya empieza la Mola, hay un velero fondeado y asciendo por las rocas hacia Es Mirador. Un chico espera arriba sentado sobre roca arenisca y le pregunto: “¿Te vas a quedar a dormir aquí?”, como me responde “no comprendo español”, le digo adiós y sigo hacia arriba buscando sitio apropiado. El acantilado va volviéndose abrupto, está oscureciendo y no quiero tardar en buscar el sitio adecuado para dormir. Llego a una explanada que me parece está suficientemente protegida del viento por arbustos amables. Veo una cagada de otro que tapo y mañana renovaré con otra mía. Descargo las mochilas, me desnudo y, cuando estoy metiéndome en el saco, aparece un gato, al que grito y expulso con mi voz. El gato se va. Me da la confianza de que, al menos, no habrá ratas por allí cerca. La noche se presenta bien. Después de haber dormido una noche en cama, el sitio elegido a la intemperie no es malo. La noche se ofrece estrellada, con la Osa Mayor a la vista. Mientras no salga la luna, va a ser el cielo más estrellado de todo Baleares. Todo lo favorece el alejamiento de contaminación lumínica y que la media luna menguante tardará en salir.

Balance del segundo día en Formentera
El día me ha permitido recorrer casi todo el Sur de la isla, desde el Cap de Barbaria hasta el inicio de La Mola. Mañana, a primera hora, recorreré el trozo que me falta para completarla de Ponent a Llevant, lo cual no quiere decir nada, puesto que se me han quedado muchos trozos de costa sin recorrer. Hoy he estado mucho tiempo solo. El rato más ocioso ha sido el que he disfrutado en Es Mal Pas, con ricos baños de mar y sol. Las torres de hoy son las más naturales que he visto, las que me han dado la sensación de ser más auténticas, mejor o menos rehabilitadas. He comido bien, pero me quedo sin cenar. Por un día no va a pasar nada. Salvo con Jose, cuando ha pasado con la moto, hoy no me veo con nadie del hostal, ni con la que estaba mal, ni con la que estaba bien. El no tener cama en el Hostal, me ha permitido dormir al aire libre, en una zona que, de la otra manera, me habría quedado vedada. Ayer la chica de Información me informó bien y hoy he tenido oportunidad de agradecérselo.