martes, 27 de mayo de 2014

(291.3) Regreso a casa sin prisa III

(291.3) 23 de julio de 2011, sábado
Castelló-Villafamés-Atzeneta-Platgetes de Bellver-Castelló.

Amanecer en casa de Arturo
Nos levantamos a las nueve. Tras la ducha, salimos a desayunar, aunque no hemos elegido el mejor sitio para hacerlo. Pasamos por Consum y Arturo hace la compra. 


Tenemos que comprar leche, para desayunar mañana y pasado, huevos, para la tortilla de patatas que haremos esta noche, descafeinado, yogures, croissanes de plástico. No hace falta comprar pan puesto que tiene en el congelador. Volvemos a casa, lo dejamos todo y cogemos toallas por si por la tarde mejora el tiempo. Nos dirigimos a un pueblo que Arturo considera que es bonito y que le gustaría que yo lo conociera.










Villafamés
Realmente es un pueblo bonito. Vamos en el coche de Arturo. No recuerdo nada del viaje, ni por dónde vamos, ni en qué dirección está. Sólo sé que es un pueblo de interior. 
 
Saco muchas fotos. Trataré de encajarlas en el discurso y de hacer una selección. El coche lo dejamos lo suficientemente abajo como para poder hacer un ascenso lento, tranquilo, hasta el castillo y, al volver, pasamos por la iglesia y, de nuevo, por el ajuntament. 

 







Está cerrada y unos vejetes que se solazan en la puerta nos dicen que la tienen cerrada porque hay ladrones. Les digo: “sólo roban a los ricos” y uno me responde: “a mi me robaron en la casa del pueblo”. Por lo visto tiene otra casa en otro pueblo, también de Castelló. Le digo: “si tienes dos casas, ya eres bastante rico” y él no lo niega. Tampoco lo confirma. El compañero se ríe. 
  
Arturo ha llamado por el móvil a un excompañero de trabajo que tiene casa en Villafamés, pero la llamada le pilla en Córdoba. Va a ser imposible que podamos coincidir hoy aquí. 

 






Arturo me cuenta que Donostia-San Sebastián ganó ayer la capitalidad de la cultura para 2016, en detrimento de Córdoba y Zaragoza, ciudades que protestan porque dicen que la elección ha sido más por razones políticas que culturales.  


La noticia me hace ilusión, aunque mi participación fue mínima en Olatuak, Olas de energía ciudadana. La participación de los ciudadanos fue bien valorada por quienes tomaron la decisión. 

 











Fue un fin de semana de mayo y, los de la Asociación Artística de Gipuzkoa, colaboramos en organizar algunas actividades en torno a la pintura y al dibujo. 
 
Fui con mis dos nietos mayores y, mientras ellos dibujaban en una gran mesa delante de la Diputación Provincial, yo les dibujaba a ellos de espalda y a otros niños, en el contexto de la manifestación cultural. 
 
 











En mi participación de 2012, también en mayo, a punto de salir andando por la costa atlántica francesa, me robaron la mochilita que he traído a este viaje que os estoy acabando de contar, con la máquina de fotos y el cuaderno de dibujos que realicé en Baleares. 
 
Por esa razón, los dibujos no los he podido incorporar a mi narración del viaje que estoy finalizando. No eran muchos los dibujos, pues en los 49 días que ha durado el paseo, pocos han sido los momentos en que me ha apetecido y, en alguno de los propicios, el paisaje no me motivó lo suficiente. 

 






Después de subir al castillo, retornamos por la iglesia, como ya he contado y llegamos a la plaza. Tomamos un vermut en el Tíboli y nos vamos a comer hacia un pueblo al que llevó a Arturo su hermano mayor en alguna ocasión pero que, como él no era el conductor, no conseguimos encontrarlo. 


Atzeneta
Damos varias vueltas pero no encontramos la dirección a seguir. Otra vez será. Llegamos a un pueblo y no es el que buscamos y luego a otro y tampoco. 

Así que decidimos comer en Atzeneta, donde Arturo fue amamantado por una mujer, pues su madre sufrió una enfermedad posparto y no se la pudo dar. Parece cierta la fuerza de la leche, pues quiso mucho a esta mujer que le alimentó en los momentos en que más receptivo está el ser al calor humano, cuando se están fraguando las primeras percepciones del exterior y los sentidos que nos lo permiten. 

 





Alimentarnos de adultos en el lugar donde Arturo recibió su primer alimento no es baladí. Arturo tuvo mucha relación con aquella familia y a los otros hijos de aquella mujer los tiene en la consideración de hermanos de leche. 

 






Vemos las dos iglesias, creo que es la de la Sangre en la que han aparcado una furgoneta que no me deja fotografiarla en su conjunto. 

 

No puedo sacar una parte de su portada. Vemos la casa en que amamantaron a Arturo y le saco una foto ante la fachada. Un bonito recuerdo, ¡un recuerdo de la leche! Comemos en un restaurante y el camarero que nos atiende conoce bien a la familia de Arturo, quien se explaya con él en el tema familiar. Siempre es grato tener noticias de quien se quiere. 

 







Comemos ensalada, dos pinchos en brick de morcilla con salsa de piquillos y alguna cosa más para picar y, de segundo, pedimos los dos chuletillas de cordero. De postre comemos un pudding, o flan, de manzana que también está muy rico y lo regamos todo de vino con gaseosa. Tampoco me deja pagar Arturo esta comida.

Platgetes de Bellver
Por la tarde nos vamos a las plagetes de Bellver, para recordar tiempos que nos hermanaron. Allí hablamos con Alfonso y Dani, dos amigos de Arturo. En esta playa se ha perdido mucha arena. Es una pena, ya no es la playa que conocí hace dos años, incluso se está cayendo parte de la tierra rojiza del acantilado bajo. Nos hemos colocado más hacia la zona de Benicasim y, cuando llegan los amigos, se acercan a conversar con nosotros. Arturo tiene más tema de conversación con ellos que conmigo. Les cuento algunas anécdotas de mi viaje y les enseño los dibujos que he hecho en mis días por Baleares. Cuando se va Dani, se quedan un rato hablando Alfonso y Arturo de temas que a mí no me incumben. Yo estoy y no estoy, me paseo y hablo con uno que vino una vez de vacaciones a Bellver, le gustaron las plagetes y ahora es un asiduo del lugar y repite todos los años. No dispone de muchas habilidades sociales para entablar conversación con los lugareños. Tiene tantos prejuicios que le restan posibilidades de entrar en relación. Le preocupa lo que puedan pensar si se pone a hablar con ellos. Hay un momento en que se levanta aire y enfría el ambiente, pero será cosa de poco tiempo, pues luego empieza de nuevo a calentar. Arturo invita a Alfonso a cenar con nosotros, pero ya tiene otro compromiso adquirido anteriormente al que no puede fallar. Nos damos un beso de despedida y cada cual para su casa, bueno yo para la de Arturo.

Cena en casa de Arturo
Arturo no me deja ayudarle en la cocina y yo aprovecho para escribir mi diario, que ya no es de viaje, aunque mientras no llegue a casa, forma parte de él. En la playa he escrito alguna postal con idea de echarlas después de cenar, pero ya estamos cansados del trajín del día y no salimos. Tampoco me preocupa mucho, puesto que se van a quedar en el buzón de Correos hasta el lunes. Cenamos una tortilla de patatas con ensalada, vino tinto, yogur griego de fresa y, como novedad para mí, vemos algo de la tele. Ni la Lomana, ni María Antonia, me gustan en sus papeles de defensoras de derecha y de izquierda. Me voy a la cama y Arturo se queda viendo solo la televisión. Estará poco tiempo, puesto que, cuando va a su cama, todavía no me he dormido. Recoge las ropas tendidas ya secas, para que no les coja el relente de la noche. Así termina un día con Villafamés, como plato fuerte, pero en el que también he disfrutado en Atzeneta y en las Plagetes de Bellver.


 

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