Etapa 49
(291) 21 de julio de 2011, jueves.
Es
Caló-El Pilar de la Mola-Far de la Mola-El Pilar de la Mola- (Port
de la Savina.Bus)-Es Cavall d’en Borràs-Port de la
Savina-(Denia.Barco)-Denia Port-Denia Las Rotes-Platja Punta del
Raset.
Última
jornada en Baleares. La mole de La Mola no me permite disfrutar del
amanecer.
Me
despierto a las 6:15 h y hago una foto de lo que me permite ver del
amanecer La Mola y la plataforma con arbustos sobre la que he
dormido. El amanecer no es más que una línea rojiza por el
horizonte.
Me levanto, saco una foto hacia el mar y compruebo que el velero continúa en la bahía. Continúo la ascensión y llego a un lugar que me permite obtener una panorámica de casi toda la isla. Veo desde es Trucadors, pero es una lástima que unas ramas de pino no me permitan alcanzar hasta el Cap de Barbaria. Veo la playa en que me bañé ayer y la que me he bañado hoy. La bruma tampoco permite ver con nitidez Ibiza. En mi afán de búsqueda de camino, asciendo un poco más, pero debo retroceder y bajar por un camino similar al que ayer subí y salgo por otro camino a la carretera.
Como es temprano y hay poca circulación, prefiero ir a lo seguro y no complicarme la existencia con caminos alternativos. El recorrido nº 10 podría haber sido un buen camino, pero no me arriesgo y, aunque no sea por él, también llego por carretera a Es Mirador. Antes, el recorrido nº 11 orienta hacia Cala Es Copinar y des Mort, que enlazan con Migjorn y que no tengo intención de revisitar. Ya las disfrutó Jose ayer. Se acaba el camí de bicicletas y me vuelvo a quedar sin arcén.
Con los que más me cruzo son ciclistas mañaneros. Unos van y otros vuelven del far de la Mola. Éste será mi objetivo final del viaje y tirarme a la Bartola en alguna playa, quizás en la primera en que dormí. Ni me asomo al mirador y, llegando a El Pilar de la Mola, veo al autobús que sube muy justo para poder cumplir el horario establecido. Tiene la salida del Pilar a las 7:30 h. Pero cuando lo veo pasar puntual, me sorprende que haya podido hacer tan rápido el recorrido Pilar-far-Pilar. Luego me enteraré que ese tramo no lo recorre el autobús. Antes de llegar a la iglesia, saco foto de un viñedo cuyas parras están sujetas para que los zarcillos y los racimos no rocen la tierra, queden colgando y los viñadores no se tengan que agachar tanto.
La carretera ofrece a los lados bonitos ejemplares de pinos que tienen el inconveniente de que, el poco arcén que hay, lo tapan con sus púas desprendidas. Dicen que son de hoja perenne, pero no se mantienen en el árbol a perpetuidad. El sol al final de la carretera me indica que camino hacia Levante. ¡No, si levantado ya estoy casi desde las seis!
Me levanto, saco una foto hacia el mar y compruebo que el velero continúa en la bahía. Continúo la ascensión y llego a un lugar que me permite obtener una panorámica de casi toda la isla. Veo desde es Trucadors, pero es una lástima que unas ramas de pino no me permitan alcanzar hasta el Cap de Barbaria. Veo la playa en que me bañé ayer y la que me he bañado hoy. La bruma tampoco permite ver con nitidez Ibiza. En mi afán de búsqueda de camino, asciendo un poco más, pero debo retroceder y bajar por un camino similar al que ayer subí y salgo por otro camino a la carretera.
Como es temprano y hay poca circulación, prefiero ir a lo seguro y no complicarme la existencia con caminos alternativos. El recorrido nº 10 podría haber sido un buen camino, pero no me arriesgo y, aunque no sea por él, también llego por carretera a Es Mirador. Antes, el recorrido nº 11 orienta hacia Cala Es Copinar y des Mort, que enlazan con Migjorn y que no tengo intención de revisitar. Ya las disfrutó Jose ayer. Se acaba el camí de bicicletas y me vuelvo a quedar sin arcén.
Con los que más me cruzo son ciclistas mañaneros. Unos van y otros vuelven del far de la Mola. Éste será mi objetivo final del viaje y tirarme a la Bartola en alguna playa, quizás en la primera en que dormí. Ni me asomo al mirador y, llegando a El Pilar de la Mola, veo al autobús que sube muy justo para poder cumplir el horario establecido. Tiene la salida del Pilar a las 7:30 h. Pero cuando lo veo pasar puntual, me sorprende que haya podido hacer tan rápido el recorrido Pilar-far-Pilar. Luego me enteraré que ese tramo no lo recorre el autobús. Antes de llegar a la iglesia, saco foto de un viñedo cuyas parras están sujetas para que los zarcillos y los racimos no rocen la tierra, queden colgando y los viñadores no se tengan que agachar tanto.
La carretera ofrece a los lados bonitos ejemplares de pinos que tienen el inconveniente de que, el poco arcén que hay, lo tapan con sus púas desprendidas. Dicen que son de hoja perenne, pero no se mantienen en el árbol a perpetuidad. El sol al final de la carretera me indica que camino hacia Levante. ¡No, si levantado ya estoy casi desde las seis!
El
Pilar de la Mola y el faro
Llego
al Pilar y pregunto a una chica que está haciendo limpieza de una
terraza de bar, quien me dice que quedan unos 2,5 kilómetros para
llegar al faro. Me dice también que algunos autobuses llegan hasta
el faro y otros no, que mire allí los horarios cuando llegue. Paso
por la iglesia y la fotografío desde fuera. Más que una iglesia
parece una capilla o una ermita. Quizás para la poca gente que
habita por aquí, sea más que suficiente.
En esta zona también está el itinerario de un recorrido, el nº 12, pero yo me voy a limitar a hacer el más recto, el que me lleva por la carretera. Sigue sin haber circulación.
Nada más salir del pueblo y enfilar carretera hacia el Este, ya veo al fondo el Far de la Mola esperando mi llegada. No se moverá ni un ápice. Voy haciendo fotos de acercamiento. Cuando llego, lo primero que hago es estudiar el horario de autobuses. Los de 7:30, 8:30 y 9:30 llevan asterisco y no se cogen en el faro. Hay que cogerlos en El Pilar de la Mola.
Saco una foto lo más próximo que puedo llegar al faro, puesto que el acercamiento sólo está autorizado al personal de la autoridad portuaria. Y una última con el faro en su verticalidad.
Y corro para tratar de coger el autobús de las ocho y media. No lo quiero perder. Son las 8:05 h, faltan 25 minutos para la hora de salida, y son 2,5 kilómetros. Ando a 6 km/h así que para llegar a los 10 km/h tengo que correr. Cuando llego, aún me sobran cinco minutos. Voy a usar transporte público “Naturalment”, como se ve en la foto. Subo al autobús de la línea L-2 y la chofer rubia me cobra 2,10 €, contrasta su rubia cabellera con la tez y el pelo negro de una negrita que también monta en el autobús y que bajará en Es Ca Marí, no lejos de la torre des Pi des Català, donde estuve ayer. No monta mucha gente. Me coloco en asiento próximo a la conductora. Sube también una mujer con niño, a la que le habría gustado ocupar mi asiento, pero se sienta detrás de mí. Tiene intención de bajar enseguida. El autobús va haciendo el recorrido conocido por mí y me deja en la estación marítima.
En esta zona también está el itinerario de un recorrido, el nº 12, pero yo me voy a limitar a hacer el más recto, el que me lleva por la carretera. Sigue sin haber circulación.
Nada más salir del pueblo y enfilar carretera hacia el Este, ya veo al fondo el Far de la Mola esperando mi llegada. No se moverá ni un ápice. Voy haciendo fotos de acercamiento. Cuando llego, lo primero que hago es estudiar el horario de autobuses. Los de 7:30, 8:30 y 9:30 llevan asterisco y no se cogen en el faro. Hay que cogerlos en El Pilar de la Mola.
Saco una foto lo más próximo que puedo llegar al faro, puesto que el acercamiento sólo está autorizado al personal de la autoridad portuaria. Y una última con el faro en su verticalidad.
Y corro para tratar de coger el autobús de las ocho y media. No lo quiero perder. Son las 8:05 h, faltan 25 minutos para la hora de salida, y son 2,5 kilómetros. Ando a 6 km/h así que para llegar a los 10 km/h tengo que correr. Cuando llego, aún me sobran cinco minutos. Voy a usar transporte público “Naturalment”, como se ve en la foto. Subo al autobús de la línea L-2 y la chofer rubia me cobra 2,10 €, contrasta su rubia cabellera con la tez y el pelo negro de una negrita que también monta en el autobús y que bajará en Es Ca Marí, no lejos de la torre des Pi des Català, donde estuve ayer. No monta mucha gente. Me coloco en asiento próximo a la conductora. Sube también una mujer con niño, a la que le habría gustado ocupar mi asiento, pero se sienta detrás de mí. Tiene intención de bajar enseguida. El autobús va haciendo el recorrido conocido por mí y me deja en la estación marítima.
Voy a
desayunar al Hostal Bahía donde, cene o desayune, siempre lo hago
con Nesquik. Hoy añado ensaimada, que las baleares se acaban, y me
pongo a escribir el diario. Digo, “el viaje se acabó en el momento
en que cojo el bus en El Pilar de la Mola”, pero no es cierto,
porque todavía haré un recorrido a pie a la platja de Es Cavall
d’en Borràs de ida y vuelta. Tras escribir el diario, escribo once
postales y las echo al buzón de plástico amarillo de Correos de la
librería. Pago 5,70 €, cargo las mochilas y me voy a la playa.
Saliendo de la zona portuaria, saco una foto de un edificio semi derruido que no se qué función pudo cumplir en el pasado. Por sus arcos se me antoja que pudo ser iglesia de pescadores pero también, por su situación y tamaño, lonja de pescado o de depuración de la sal de las salinas. Como nadie me lo dice, y a nadie puedo preguntar, queda como una incógnita más a resolver entre tantas dudas de mi viaje.
Saliendo de la zona portuaria, saco una foto de un edificio semi derruido que no se qué función pudo cumplir en el pasado. Por sus arcos se me antoja que pudo ser iglesia de pescadores pero también, por su situación y tamaño, lonja de pescado o de depuración de la sal de las salinas. Como nadie me lo dice, y a nadie puedo preguntar, queda como una incógnita más a resolver entre tantas dudas de mi viaje.
Es
Cavall d’en Borràs.
Depende de nacionalidad
Depende de nacionalidad
Una
vez más vuelvo a mi playa que, por ser la primera nudista, será mi
favorita. No necesito llegar hasta la de Llevant, donde seguramente
hubiera estado igual de bien. Al inicio de la playa hay una pareja
desnuda. Avanzo hasta los cajones donde dormí anteayer, antes de la
zona de hamacas y me desnudo y doy el primer baño de la mañana. Voy
un poco hacia el Norte pues esa zona está más libre de posidonia.
Salgo del agua y me voy secando paseando por la orilla. No hay nadie desnudo.
Lo comento con el hombre de la pareja y me dice: “ahora no toca
nudismo. Son italianos”.
Se ve que van cambiando la nacionalidad de los veraneantes y los italianos se desnudan menos, quizás porque pesa sobre ellos la espada de Damocles por la proximidad del Vaticano. Sería razón de más para hacerlo, aprovechando que ahora están más lejos. Ni mirando con un potente telescopio a través del estrecho de Bonifacio podrían hacer coincidir la Ciudad del Vaticano con esta isla de Formentera. “Cuando los veraneantes fueron alemanes, ellos sí se desnudaban”, me añade, “tienen más tradición de práctica nudista”. “No los idealices”, le respondo. Según va pasando la mañana y a cuenta gotas, se va viendo llegar a algún nudista más.
Se ve que van cambiando la nacionalidad de los veraneantes y los italianos se desnudan menos, quizás porque pesa sobre ellos la espada de Damocles por la proximidad del Vaticano. Sería razón de más para hacerlo, aprovechando que ahora están más lejos. Ni mirando con un potente telescopio a través del estrecho de Bonifacio podrían hacer coincidir la Ciudad del Vaticano con esta isla de Formentera. “Cuando los veraneantes fueron alemanes, ellos sí se desnudaban”, me añade, “tienen más tradición de práctica nudista”. “No los idealices”, le respondo. Según va pasando la mañana y a cuenta gotas, se va viendo llegar a algún nudista más.
Cinco
amigas catalanas
Llegan
cinco amigas catalanas que se van desnudando del todo en pequeñas
dosis. Finalmente, sólo una se quedará en tanga. Retengo algunos
nombres: dos Tere, una Montse y olvido el de las otras dos. Dicen que
entrarán en mi blog y que me harán algún comentario, ¡pero hasta
hoy! No ha ocurrido. Nos bañamos varias veces. Ellas aguantan más
tiempo que yo en el agua. Yo sigo con mi política de entrar,
refrescarme y salir. Una de las Tere me dice que tenga cuidado con
las fotos que publique, que ellos, en la sanidad pública, cuando
quieren publicar algún artículo sobre alguna enfermedad, les hacen
firmar la autorización a los pacientes para no tener problema con
las fotos que publican. Yo me quejo precisamente de que, encuentros
interesantes con nudistas se quedan sin foto por respeto a la
intimidad y, sin embargo, con vestidos no ocurre lo mismo. Aunque es
cierto que encuentros interesantes con vestidos tampoco acaban con
foto. Si presento alguna foto de playa nudista sacada a lo lejos, al
no estar en un primer plano, también se diluye su identidad. No creo
que por eso me puedan demandar. Hablo con las catalanas de la
magnífica impresión que me causaron las Illas Vedras en el Sudoeste
de Ibiza. Hacia las dos y media voy a comer al hostal.
Hostal
Bahía. Comida
Pido
gambas y alitas de pollo con salsa agridulce. Las gambas se parecen a
las mallorquinas de Port d’Andratx, quizá sean gambones,
intermedias entre la gamba fina que comemos nosotros y el langostino.
Estas son entre pequeñas y medianas. Me sacan una botella de crianza
Cvne pero, aunque me bebo más de media botella, sólo me cobra como
dos copas. Parece que ya me consideran cliente habitual. Con todo, la
comida me sale carísima 48,70 € pero como lo paga Visa… Hay que
tener en cuenta que es mi última comida de mi viaje por las costas
de Baleares. También las alitas, que aparecían muy fritas por fuera,
estaban ricas y jugosas por dentro. Escribo las otras once postales,
las echo al mismo buzón que a la mañana y voy de nuevo a la playa.
Tarde
con Jose en es Cavall d’en Borràs
Por la
mañana, donde estaba la primera pareja y que se había ido, ha
llegado después un chico que ha comido un bocata, no se baña y
dormita. Que siga durmiendo. Ahora hay también una chica desnuda y
en el espacio que ocupaba el chico ahora hay otro, o quizás sea el
mismo. También he visto más nudistas por la zona de rocas, cuando
venía hacia aquí. Me coloco entre los cajones y la zona de hamacas,
al igual que por la mañana. Me desnudo, dejo todo en el sitio y me
doy un baño y, al ponerme a pasear por la orilla para secarme al
aire, me doy cuenta de que el chico que dormitaba es Jose, el
cántabro vecino de habitación en el hostal Centro de Sant Francesc
Xavier. Así que cojo mis pertenencias y las traslado a su lado. Nos
ponemos a charlar y completamos datos de nuestro perfil. Ha venido a
esta playa por ver la puesta de sol. Me dice: “esta playa ha
cambiado mucho desde que vine por primera vez con mi exmujer”.
“Había un chiringuito y mucho ambiente”. A las 19:30 h me doy el
último baño, me despido de Illas Vedras, en la distancia, y de
Jose. “Que el sol te ofrezca un bonito ocaso”. Finalmente hemos
compartido algo los tres días, aunque el encuentro de ayer fue
efímero.
Cena en
el Hostal Bahía
La
cena será menos exquisita, algo más frugal, física y
económicamente hablando. Pido una ensalada payesa, que me ha
recomendado Jose, pues es la que ayer cenó en el Centro mientras
hablábamos y se hacía la hora para visitar a Amaia, la donostiarra
que le esperaba en Es Pujols.
Esta ensalada payesa no me gusta nada. A la verdura le añaden costrones de pan frito y unos trozos de pescado seco que, de tan secos que están, parecen espinas. El camarero me recomienda que les eche aceite pero, ni por esas, se vuelven más blandos. Los costrones además son enormes e incómodos para masticarlos dentro de la boca. Tomo una caña, pago 12,40 € con Visa, como a mediodía y me voy hacia el barco.
Esta ensalada payesa no me gusta nada. A la verdura le añaden costrones de pan frito y unos trozos de pescado seco que, de tan secos que están, parecen espinas. El camarero me recomienda que les eche aceite pero, ni por esas, se vuelven más blandos. Los costrones además son enormes e incómodos para masticarlos dentro de la boca. Tomo una caña, pago 12,40 € con Visa, como a mediodía y me voy hacia el barco.
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