Etapa 43
(285) 15 de julio de 2011, viernes. Cumpleaños de mi madre.
Punta
Galera-Cala Salada-Cala Saladeta-Santa Agnès de Corona-Sant Mateu
d’Aubarca -Sant Miquel de Balansat-Port de Sant Miquel de
Balansat-Cala des Multons-Torre de Mular-Platja Pas de s’Illa-Cala
des Multons-Platja Pas de s’Illa.
Amanecer
en Punta Galera
Me
apetece sacar foto con luna llena, pero está aún demasiado oscuro a
Poniente. Busco la cámara y lo hago. No sé ni qué hora es. Consigo
sacarla por encima de Sa Conillera y del otro saliente Sur de Punta
Galera. La luna hace un reflejo en el agua, que me hace recordar los
reflejos lunares en el mar del pintor noruego Edvard Munch.
No consigo que salga, lanzando su haz lumínico, el faro de Sa Conillera. Da cuatro golpes de luz, en cuatro tiempos pero, sin un cronómetro, soy incapaz de acertar. También hago cuatro fotos con resultado incierto y comprobaré mi desacierto cuando meta las fotos en el ordenador a mi regreso a Irun. ¡A ver si consigo salvar una!
Me despierto y levanto a las seis y cuarto. No bajo de la roca a bañarme, me visto, recojo y me voy. Después de dos seguidas, ésta noche no me ha visitado ningún animalito. Antes de marcharme de Punta galera, saco foto de lo que he sacado de noche, ya sin luna, con un saliente de la zona donde estoy en Punta Galera, el saliente Sur de la misma que ayer fotografié desde su lado Sur y Sa Conillera al completo, al fondo, como flotando sobre el horizonte.
También saco otra de la zona de rocas donde he dormido que, aunque lo parece, no es probable que se desmorone en años. Cargo las mochilas y me voy de Punta Galera hacia el aparcamiento.
Por allí me acerco de nuevo al acantilado y saco foto de la parte más alta y más Norte del lugar donde he dormido. En la tarde de ayer, en la plataforma de abajo, asomé por allí el pitilín para orinar.
En el borde del acantilado un coche ha aparcado y se ha adueñado de una magnífica terraza. Por medio de un mecanismo adaptado consiguen espacio extra para cama. Tienen mesa y sillas fuera y los ocupantes todavía pernoctan. Les saco una foto y voy a ver si busco playa de arena para darme un baño.
No consigo que salga, lanzando su haz lumínico, el faro de Sa Conillera. Da cuatro golpes de luz, en cuatro tiempos pero, sin un cronómetro, soy incapaz de acertar. También hago cuatro fotos con resultado incierto y comprobaré mi desacierto cuando meta las fotos en el ordenador a mi regreso a Irun. ¡A ver si consigo salvar una!
Me despierto y levanto a las seis y cuarto. No bajo de la roca a bañarme, me visto, recojo y me voy. Después de dos seguidas, ésta noche no me ha visitado ningún animalito. Antes de marcharme de Punta galera, saco foto de lo que he sacado de noche, ya sin luna, con un saliente de la zona donde estoy en Punta Galera, el saliente Sur de la misma que ayer fotografié desde su lado Sur y Sa Conillera al completo, al fondo, como flotando sobre el horizonte.
También saco otra de la zona de rocas donde he dormido que, aunque lo parece, no es probable que se desmorone en años. Cargo las mochilas y me voy de Punta Galera hacia el aparcamiento.
Por allí me acerco de nuevo al acantilado y saco foto de la parte más alta y más Norte del lugar donde he dormido. En la tarde de ayer, en la plataforma de abajo, asomé por allí el pitilín para orinar.
En el borde del acantilado un coche ha aparcado y se ha adueñado de una magnífica terraza. Por medio de un mecanismo adaptado consiguen espacio extra para cama. Tienen mesa y sillas fuera y los ocupantes todavía pernoctan. Les saco una foto y voy a ver si busco playa de arena para darme un baño.
Cala
Salada
Voy
bajando del acantilado, salgo a la carretera que viene de Sant
Antoni, y enseguida estoy en Cala Salada.
Cuando llego, un chico de Pamplona se está vistiendo. Está con una chica de Bilbao, sentados en unas hamacas de la playa. Por mucho que les insisto no consigo que se den un baño conmigo. Un hombre con sus perros observa la escena desde la puerta de su casa. Me desnudo y me doy un baño riquísimo. Los vascos se van, el de los perros desaparece y yo, cuando me seco, también abandono el lugar.
Vuelve a quedar la cala Salada vacía para la siguiente tanda. Saco una foto de recuerdo. La cala no tiene nada de particular, pero está situada en buen lugar. Hay varios veleros, y algunos barquitos a motor, varados y en el lado Norte, ya se aprecia la otra cala, Cala Saladeta. Hacia allí me dirijo.
Cuando llego, un chico de Pamplona se está vistiendo. Está con una chica de Bilbao, sentados en unas hamacas de la playa. Por mucho que les insisto no consigo que se den un baño conmigo. Un hombre con sus perros observa la escena desde la puerta de su casa. Me desnudo y me doy un baño riquísimo. Los vascos se van, el de los perros desaparece y yo, cuando me seco, también abandono el lugar.
Vuelve a quedar la cala Salada vacía para la siguiente tanda. Saco una foto de recuerdo. La cala no tiene nada de particular, pero está situada en buen lugar. Hay varios veleros, y algunos barquitos a motor, varados y en el lado Norte, ya se aprecia la otra cala, Cala Saladeta. Hacia allí me dirijo.
Por
acantilado bajo, paso sin dificultad a esta segunda playa. Salada y
Saladeta están en la misma rada. Es probable que en bañador, o sin él, se
pueda caminar de una a otra por el agua. Dependerá de la
profundidad. Yo con las mochilas no me siento con ánimos como para
intentarlo. Las dificultades vendrán después de Cala Saladeta y se
irá complicando de tal forma que no me va a quedar más remedio que
salirme de la costa y meterme hacia interior.
Pero no adelantemos acontecimientos. Desde arriba del suave acantilado, saco foto de la playa y bajo a ella. Cala Saladeta tiene arena más fina que Cala Salada y también mejor entrada al agua pero, como me acabo de bañar en la otra, ahora no me apetece baño en ésta. Desde la arena saco una foto frontal a Cala Salada.
Pero no adelantemos acontecimientos. Desde arriba del suave acantilado, saco foto de la playa y bajo a ella. Cala Saladeta tiene arena más fina que Cala Salada y también mejor entrada al agua pero, como me acabo de bañar en la otra, ahora no me apetece baño en ésta. Desde la arena saco una foto frontal a Cala Salada.
Na
Foradada
Intento
continuar por la costa y me asomo fuera de la rada de las calas
saladas, donde puedo ver un islote y la punta de Na Foradada, luego
comprobaremos la razón de ese nombre. Si en Mallorca ya pasé por Sa
Foradada camino de Dejà, donde vi el agujero que le daba ese nombre
a aquella roca, aquí ocurre algo parecido.
Lo que ya no tengo argumentos para saber por qué allí Sa y aquí Na. Como por la costa no puedo continuar, sigo por la cima y me encuentro con una casa escondida en la bajada al mar hacia la rada que forma esta parte trasera de Cala Saladeta con Na Foradada. Tengo muchas dificultades para continuar. Saco foto con la terraza de esta casa y en el siguiente saliente hacia el mar se puede comprobar el boquete que da nombre al cabo de Na Foradada. Por detrás asoma la alta mole del Cap Nunó (257 metros).
Evitando un terraplén acabo entrando a la casa y saliendo como puedo de ella. Salto la tapia y bajo al acceso a la vivienda. Saco una foto, estando aún próximo, con Sa Conillera al fondo, donde, hacia la punta, se puede ver el faro, el que no he conseguido fotografiar iluminado de madrugada. Ya en el exterior de la casa, llegan unos operarios que me dicen: “sigue hasta el cruce”.
Cuando estoy un poco más arriba, vuelvo a sacar una foto para que se vea su magnífica ubicación. Es de tres plantas. Una roca estratificada separa la zona de vivienda de la de ocio con piscinas. El coche de los operarios ya está en el interior. Es terrible que este espacio que debiera haber sido preservado de la agresión privada, ahora no me permita continuar por la costa.
Al fondo se ve la zona donde he dormido esta noche y el otro brazo de tierra que completa Punta Galera. Enseguida voy a dejar de ver la costa durante unas horas.
Lo que ya no tengo argumentos para saber por qué allí Sa y aquí Na. Como por la costa no puedo continuar, sigo por la cima y me encuentro con una casa escondida en la bajada al mar hacia la rada que forma esta parte trasera de Cala Saladeta con Na Foradada. Tengo muchas dificultades para continuar. Saco foto con la terraza de esta casa y en el siguiente saliente hacia el mar se puede comprobar el boquete que da nombre al cabo de Na Foradada. Por detrás asoma la alta mole del Cap Nunó (257 metros).
Evitando un terraplén acabo entrando a la casa y saliendo como puedo de ella. Salto la tapia y bajo al acceso a la vivienda. Saco una foto, estando aún próximo, con Sa Conillera al fondo, donde, hacia la punta, se puede ver el faro, el que no he conseguido fotografiar iluminado de madrugada. Ya en el exterior de la casa, llegan unos operarios que me dicen: “sigue hasta el cruce”.
Cuando estoy un poco más arriba, vuelvo a sacar una foto para que se vea su magnífica ubicación. Es de tres plantas. Una roca estratificada separa la zona de vivienda de la de ocio con piscinas. El coche de los operarios ya está en el interior. Es terrible que este espacio que debiera haber sido preservado de la agresión privada, ahora no me permita continuar por la costa.
Al fondo se ve la zona donde he dormido esta noche y el otro brazo de tierra que completa Punta Galera. Enseguida voy a dejar de ver la costa durante unas horas.
Rodeo de
ida y vuelta a Cap Nunó
Por
este magnífico camino que da acceso a estas casas, llego a otra en
la que un asiático está regando. Me dice que el camino continúa y
que lo siga. Sigo y ya estoy viendo Na Foradada, aunque desde esta
posición es imposible ver el agujero horadado. Empiezo a rodear Cap
Nunó por la zona interior. Estoy contento porque me va llevando en
buena dirección pero, cuando creo que el camino me va a sacar hacia
la costa, empieza a escorarse hacia el interior.
Llego a un edificio en ruinas y luego tendré que retroceder por él. Como el camino no cambia de dirección, decido abandonarlo por otro, que me acaba sacando a carretera. Llego a un punto en que no sé hacia dónde tirar y, providencialmente, aparece un coche con una conductora de Tolosa, que vive aquí con su pareja. En enero o febrero piensa volver a Tolosa para ver a la familia. Me orienta por una carretera que me va a llevar a Santa Agnès de Corona. Agradezco a la tolosarra y cada cual sigue su dirección.
Llego a un edificio en ruinas y luego tendré que retroceder por él. Como el camino no cambia de dirección, decido abandonarlo por otro, que me acaba sacando a carretera. Llego a un punto en que no sé hacia dónde tirar y, providencialmente, aparece un coche con una conductora de Tolosa, que vive aquí con su pareja. En enero o febrero piensa volver a Tolosa para ver a la familia. Me orienta por una carretera que me va a llevar a Santa Agnès de Corona. Agradezco a la tolosarra y cada cual sigue su dirección.
Desayuno
en Cas Ferré
Llego
a este lugar, que es algo más que un bar, pido un gran vaso de leche
con descafeinado, dos piezas de bollería, no del día, sino de las
que vienen envueltas en plástico, un higo con frívola y acabo por
probar un licor de frívola con hielo. Mientras escribo bebo una
tónica, que es lo que mejor me entra todas las mañanas. Pago por
todo 7,95 €. Cas Ferré pertenece a Santa Agnès de Corona. Entro
en la tienda, y tienen escasez de fruta, pero me dicen que la tienen
en el frigorífico para que aguante mejor el calor. La chica me
enseña unos albaricoques y me dice que son de casa. Compro medio
kilo, los pruebo y están riquísimos. Me los iré comiendo por el
camino. Pago 1,60 €. Me dice que el agua es buena, y lleno mi
botellín. A ver si, llegando al Norte, ya no tengo que comprar más
agua mineral embotellada. En realidad, Santa Agnès ya está en la
zona Norte. Guardo cuatro albaricoques para la noche.
Me
despido de la chica que tan bien me ha atendido y voy por carretera
hacia el pueblo. Comiendo los albaricoques y tirando los huesos al
borde del camino, puesto que son naturaleza viva no contaminante.
Paso un cruce que indica a mano derecha Sant Mateu d’Aubarca.
Volveré luego para coger esta carretera. Sigo caminando hacia el
Norte.
Avisto de lejos ya la iglesia de Santa Agnès de Corona. Una pareja pasa en moto y se apea al llegar al pueblo. Yo también llego al pueblo y me acerco a la iglesia. Es un edificio blanqueado que combina con una parte de edificio de piedra vista de cantería, al igual que los muretes bajos. Tiene un pequeño campanario con una sola campana en lo alto. Entro en el edificio y descubro a Santa Inés, con su palma y su cordero. Es agnes, cordero de Dios. La foto de la santa no es muy buena, pero sirve como ilustración.
Lo que no sé es por qué, en francés, en catalán es santa Agnès, nombre tan próximo a cordero en latín, y en castellano la convertimos en Santa Inés. Salgo de la iglesia y rodeo el edificio. Fotografío el pórtico de entrada que mantiene la línea del edificio encalado.
Se mantiene su blancura pero aquí, se producen bonitas variaciones hacia el gris claro y el gris más oscuro, dependiendo de la profundidad. Salgo hacia el cementerio y fotografío una bonita buganvilla que se encarama sobre un recio arbusto que le sirve de soporte. Ya se aprecian los cipreses detrás.
Paso la pequeña puerta y salgo a un patio donde se ve el portalón de entrada al cementerio y algunos de los nichos que hay en sus muros. Ya que estoy cerca del cementerio de Santa Agnès, recuerdo un buen epitafio, que no estaría mal en mi tumba, que copio de R.L.Stevenson y dice así: “Aquí yace un hombre que tuvo buenas intenciones, probó un poco y falló mucho”. (Fábulas y Pensamientos pág. 131).
Pero yo ahora no tengo muchas ganas de pensar en mi muerte, pues tiempo habrá para que llegue sin que la llame, y prefiero fijarme en otro pensamiento más vital del mismo autor (pág. 130): “…mejor es ser un tonto que estar muerto.” El pueblo es pequeño, por tanto, el cementerio es pequeño. Veo al volver a los de la moto, que se dirigen hacia el bar. Si hubiese seguido por la costa, ahora estaría pasando el Cap Negret, así que de aquí va a ser del sitio que más próximo voy a estar a él. Ahora tengo una opción de seguir por carretera inferior hacia Sant Mateu d’Aubarca, pero prefiero retroceder un kilómetro y coger la carretera que he dejado antes a la derecha. Ahora deshago camino andando hacia el Sur.
Avisto de lejos ya la iglesia de Santa Agnès de Corona. Una pareja pasa en moto y se apea al llegar al pueblo. Yo también llego al pueblo y me acerco a la iglesia. Es un edificio blanqueado que combina con una parte de edificio de piedra vista de cantería, al igual que los muretes bajos. Tiene un pequeño campanario con una sola campana en lo alto. Entro en el edificio y descubro a Santa Inés, con su palma y su cordero. Es agnes, cordero de Dios. La foto de la santa no es muy buena, pero sirve como ilustración.
Lo que no sé es por qué, en francés, en catalán es santa Agnès, nombre tan próximo a cordero en latín, y en castellano la convertimos en Santa Inés. Salgo de la iglesia y rodeo el edificio. Fotografío el pórtico de entrada que mantiene la línea del edificio encalado.
Se mantiene su blancura pero aquí, se producen bonitas variaciones hacia el gris claro y el gris más oscuro, dependiendo de la profundidad. Salgo hacia el cementerio y fotografío una bonita buganvilla que se encarama sobre un recio arbusto que le sirve de soporte. Ya se aprecian los cipreses detrás.
Paso la pequeña puerta y salgo a un patio donde se ve el portalón de entrada al cementerio y algunos de los nichos que hay en sus muros. Ya que estoy cerca del cementerio de Santa Agnès, recuerdo un buen epitafio, que no estaría mal en mi tumba, que copio de R.L.Stevenson y dice así: “Aquí yace un hombre que tuvo buenas intenciones, probó un poco y falló mucho”. (Fábulas y Pensamientos pág. 131).
Pero yo ahora no tengo muchas ganas de pensar en mi muerte, pues tiempo habrá para que llegue sin que la llame, y prefiero fijarme en otro pensamiento más vital del mismo autor (pág. 130): “…mejor es ser un tonto que estar muerto.” El pueblo es pequeño, por tanto, el cementerio es pequeño. Veo al volver a los de la moto, que se dirigen hacia el bar. Si hubiese seguido por la costa, ahora estaría pasando el Cap Negret, así que de aquí va a ser del sitio que más próximo voy a estar a él. Ahora tengo una opción de seguir por carretera inferior hacia Sant Mateu d’Aubarca, pero prefiero retroceder un kilómetro y coger la carretera que he dejado antes a la derecha. Ahora deshago camino andando hacia el Sur.
Hacia
Sant Mateu d’Aubarca
Cuando
llego al cruce, inicio camino hacia el Este. Son cinco los kilómetros
que tengo que recorrer para llegar a Sant Mateu. Como hace calor y no
estoy acostumbrado a viajar por interior, se me empieza a hacer el
camino largo y pesado. Llegando a mitad de camino, veo una casa de
payés y, cuando me acerco, un cartel me dice que estoy en Es Pujol,
y que se trata de un museo que se visita.
Como no sé si me va a dar tiempo a llegar a comer al Bar Rei, que me han recomendado por su buena relación calidad-precio, no paro a visitar la casa museo. La del bar Cas Ferré me ha dicho que iba a pasar por acueducto y ruinas romanas, y por una cueva, pero no he visto dónde pudieran estar. Cuando llego a un indicador que orienta a lugar de interés paisajístico, como la cueva no me interesa, me olvido también de si por allí se va o no a lo que haya de romano. Quizás me habría desviado si el interés hubiera sido de carácter monumental. Continúo adelante, y aún tardaré un rato en llegar a Sant Mateu d’Aubarca, donde lo único que voy a hacer va a ser sacar una foto a la iglesia, que sigue la misma tónica de edificio encalado en blanco. Se ve que éste es un pueblo más importante que el de Santa Agnès, la iglesia es más grande y tiene dos campanas en el campanario.
Como no sé si me va a dar tiempo a llegar a comer al Bar Rei, que me han recomendado por su buena relación calidad-precio, no paro a visitar la casa museo. La del bar Cas Ferré me ha dicho que iba a pasar por acueducto y ruinas romanas, y por una cueva, pero no he visto dónde pudieran estar. Cuando llego a un indicador que orienta a lugar de interés paisajístico, como la cueva no me interesa, me olvido también de si por allí se va o no a lo que haya de romano. Quizás me habría desviado si el interés hubiera sido de carácter monumental. Continúo adelante, y aún tardaré un rato en llegar a Sant Mateu d’Aubarca, donde lo único que voy a hacer va a ser sacar una foto a la iglesia, que sigue la misma tónica de edificio encalado en blanco. Se ve que éste es un pueblo más importante que el de Santa Agnès, la iglesia es más grande y tiene dos campanas en el campanario.
Paso por un
terreno con higueras y otros árboles. Lo están labrando y sale a la
superficie la tierra rojiza. Parece que, al dar vuelta a la tierra,
van a sembrar algo, pero no encuentro a nadie, a estas horas del
mediodía, para poder preguntar.
Quedan cuatro kilómetros para llegar a Sant Miquel de Balansat y los haré más rápido que los anteriores pues me olvido del calor y acelero para llegar a tiempo a comer. Por fin avisto a Sant Miquel de lejos. Un grupo de casas blanquecinas y una especie de campanario, ya me indican hacia dónde me debo dirigir. Ya sólo queda preguntar por el Bar Rei. Cuando llego ya han pasado de las 14:30 h.
Quedan cuatro kilómetros para llegar a Sant Miquel de Balansat y los haré más rápido que los anteriores pues me olvido del calor y acelero para llegar a tiempo a comer. Por fin avisto a Sant Miquel de lejos. Un grupo de casas blanquecinas y una especie de campanario, ya me indican hacia dónde me debo dirigir. Ya sólo queda preguntar por el Bar Rei. Cuando llego ya han pasado de las 14:30 h.
Comida en
Bar Rei por 10 €
El Bar
Rei está lleno, y tengo que esperar a que se libre una mesa. Algo
debe tener para atraer a tanta clientela. Como gazpacho, paella,
Mouse de café, vino, gaseosa y té verde, por 10 €. Tenía ganas
de comer bien y barato.
Subo
al Puig de la iglesia y la visito a la vez que un chico de Clermont
Ferrand. Según voy subiendo saco una foto de ella entre árboles y,
una vez arriba, me fijo en la distancia que hay entre el lugar de
interior en que se encuentra el núcleo poblacional más importante
del municipio, y la costa, donde se completa con mayor atractivo
turístico.
Saco una foto de esos cuatro kilómetros que me quedan para llegar a la costa Norte. De esta forma tan drástica he abandonado por el interior el Oeste de la isla. Todo el día de mañana iré caminando por el Norte y al día siguiente, ya será por la costa levantina.
Apenas tendré unas pocas palabras con el francés y cada uno visitaremos la iglesia y su entorno a nuestro aire. La torre de la iglesia no está encalada y produce un bonito contraste con los muros blancos que la delimitan. Es de piedra vista y más parece fortaleza que torre de iglesia. Dos boquetes circulares, son el detalle más peculiar.
También encontraré luego una puerta que fue tapiada en época posterior. El interior del recinto también acoge cementerio con nichos.
Una hermosa entrada de doble arco blanqueada, da paso a un bonito patio previo al pórtico de la iglesia propiamente dicho.
En este patio hay unos árboles que le dan sombra. En el pórtico de entrada, está el francés de Clermont Ferrand, cuando saco foto del patio arbolado, parece que va dispuesto a entrar en la iglesia. Este pórtico es de triple arcada y contrasta bien el encalado con la madera.
Más tarde, entro yo también y el único recuerdo que recojo es el de San Miguel Excelsis, el arcángel con su espada y el demonio vencido a sus pies.
Así como Santiago mata a moros, éste se limita a matar a un antropomorfo animal alado. El resto de la iglesia apenas me interesa. A la salida saco otra foto del pórtico con su magnífico artesonado. Su viguería de madera bien cuidada y barnizada, contrasta también muy bien con la techumbre encalada. Quizás ésta sea la parte más noble de la iglesia.
Tras la visita, salgo a una plaza donde, en una pared, aparecen dibujos infantiles con nombres que no sé si pertenecen al dibujo original o han sido añadidos con posterioridad por sus propietarios. Sea como sea, no desentonan. Aparecen nombres en catalán y en castellano como: Tania, Luis, Lluc, Marta, Raquel, Marc, Joan, Rafa, Anna. Me sorprende no ver Miquel.
Saco una foto de esos cuatro kilómetros que me quedan para llegar a la costa Norte. De esta forma tan drástica he abandonado por el interior el Oeste de la isla. Todo el día de mañana iré caminando por el Norte y al día siguiente, ya será por la costa levantina.
Apenas tendré unas pocas palabras con el francés y cada uno visitaremos la iglesia y su entorno a nuestro aire. La torre de la iglesia no está encalada y produce un bonito contraste con los muros blancos que la delimitan. Es de piedra vista y más parece fortaleza que torre de iglesia. Dos boquetes circulares, son el detalle más peculiar.
También encontraré luego una puerta que fue tapiada en época posterior. El interior del recinto también acoge cementerio con nichos.
Una hermosa entrada de doble arco blanqueada, da paso a un bonito patio previo al pórtico de la iglesia propiamente dicho.
En este patio hay unos árboles que le dan sombra. En el pórtico de entrada, está el francés de Clermont Ferrand, cuando saco foto del patio arbolado, parece que va dispuesto a entrar en la iglesia. Este pórtico es de triple arcada y contrasta bien el encalado con la madera.
Más tarde, entro yo también y el único recuerdo que recojo es el de San Miguel Excelsis, el arcángel con su espada y el demonio vencido a sus pies.
Así como Santiago mata a moros, éste se limita a matar a un antropomorfo animal alado. El resto de la iglesia apenas me interesa. A la salida saco otra foto del pórtico con su magnífico artesonado. Su viguería de madera bien cuidada y barnizada, contrasta también muy bien con la techumbre encalada. Quizás ésta sea la parte más noble de la iglesia.
Tras la visita, salgo a una plaza donde, en una pared, aparecen dibujos infantiles con nombres que no sé si pertenecen al dibujo original o han sido añadidos con posterioridad por sus propietarios. Sea como sea, no desentonan. Aparecen nombres en catalán y en castellano como: Tania, Luis, Lluc, Marta, Raquel, Marc, Joan, Rafa, Anna. Me sorprende no ver Miquel.
Caminando
hacia
Port de Sant Miquel de Balansat
Port de Sant Miquel de Balansat
Saliendo
del municipio de interior, voy hacia el costero, con intención de
abordar esos cuatro kilómetros que lo separan del puerto. Lo más
destacado del camino es un lugar en que ofrecen objetos hechos a
mano.
Original de Ibiza (“hand made”, pone) y no me gusta este “hecho a mano” escrito en inglés. Saco una foto con los pañuelos hechos a mano que cuelgan en plan de exposición, y no será hasta que en ordenador seleccione una parte donde destacan como cuadros estos pañuelos, que me daré cuenta del letrero de prohibido fotografiar. Ha sido un poco tarde. Los pañuelos son muy bonitos y aquí tenéis una muestra por si los queréis ir a comprar, ya sabéis en que tramo de mi camino encontrarlos.
Original de Ibiza (“hand made”, pone) y no me gusta este “hecho a mano” escrito en inglés. Saco una foto con los pañuelos hechos a mano que cuelgan en plan de exposición, y no será hasta que en ordenador seleccione una parte donde destacan como cuadros estos pañuelos, que me daré cuenta del letrero de prohibido fotografiar. Ha sido un poco tarde. Los pañuelos son muy bonitos y aquí tenéis una muestra por si los queréis ir a comprar, ya sabéis en que tramo de mi camino encontrarlos.
Es así
como, en poco más de media hora, llego a la playa que también es
puerto. La gente toma el sol y se baña, pero lo más destacable de
esta foto es que, al fondo a la izquierda, vemos la isla más cara
del mundo. Alguien la compró, construyó en ella su mansión y la
reconvirtió de isla en península. Hacia la bahía es playa y, hacia
el otro lado, no hay más que rocas en este istmo artificial.
Hablaré luego de esta isla y de este istmo. No me voy a bañar ahora en playa tan familiar y trataré de buscar camino hacia la Torre de Mular. Algunas embarcaciones de recreo están fondeadas en la badia. Llamo a mi hermana. El cumpleaños de mi madre, que hoy hubiera cumplido 95 años, nos hermana más (1,45 €). Como sé que la torre está en el acantilado hacia Poniente, cojo un camino que me lleva por ahí. Asciendo por él y puedo llegar a la primera parte de la bocana. Desde allí fotografío la zona portuaria, donde destacan los fondos marinos llenos de transparencias y la bocana.
Continuando el camino llego a una cala de piedras, que queda intermedia entra la playa de Sant Miquel y la bocana. Es una cala menos apetecible por falta de arena, pero más solitaria, así que me bañaré al volver de la Torre de Mular. Hay allí un chiringuito muy activo y hablo con una de las camareras. Le pregunto por el camino hacia la torre y me indica que va por detrás del chiringuito y que se tarda una hora. Le digo: “si tardo menos, me invitas a algo” y me responde, “hecho”.
Hablaré luego de esta isla y de este istmo. No me voy a bañar ahora en playa tan familiar y trataré de buscar camino hacia la Torre de Mular. Algunas embarcaciones de recreo están fondeadas en la badia. Llamo a mi hermana. El cumpleaños de mi madre, que hoy hubiera cumplido 95 años, nos hermana más (1,45 €). Como sé que la torre está en el acantilado hacia Poniente, cojo un camino que me lleva por ahí. Asciendo por él y puedo llegar a la primera parte de la bocana. Desde allí fotografío la zona portuaria, donde destacan los fondos marinos llenos de transparencias y la bocana.
Continuando el camino llego a una cala de piedras, que queda intermedia entra la playa de Sant Miquel y la bocana. Es una cala menos apetecible por falta de arena, pero más solitaria, así que me bañaré al volver de la Torre de Mular. Hay allí un chiringuito muy activo y hablo con una de las camareras. Le pregunto por el camino hacia la torre y me indica que va por detrás del chiringuito y que se tarda una hora. Le digo: “si tardo menos, me invitas a algo” y me responde, “hecho”.
Subo
por la senda y en diez minutos llego al camino, desde donde diviso la
torre. Todavía queda otro tanto, por zona boscosa.
Tengo que huir del camino porque es muy polvoriento y, aunque son pocos los coches, cuando pasa uno, el polvo que levanta resulta muy desagradable. Encuentro indicadores de camino de los de piedra sobre piedra, y pronto llego a la torre.
Está bien rehabilitada, con sus piedras de cara vista, pero la parte superior la han reconstruido y, al no saber cómo era el original, no puedo decir si bien o mal. Aquí me da sensación de pegote.
La puerta está abierta pero, antes de subir, saco foto de acantilado con S’illa Murada pero no sé si la que recibe este nombre es la isla más cara del mundo pues, lo de murada me hace pensar en el istmo-muro que construyeron para unirla a tierra y así poder acceder a ella en vehículos rodados. Saco foto de las dos por si acaso, aunque de la segunda sólo puedo ver la zona más árida.
La primera se dirige hacia Punta de Sa Creu. Me encuentro con una alemana, lanzamos sonrisas, parece que queremos comunicar, pero no hay forma de entendernos.
Tengo que dejar la mochila abajo porque, con ella a mis espaldas, no entro por el hueco de acceso a la terraza. Subo por las escaleras a la atalaya y, veo cómo la alemana se va. La alcanzo a ver cuando está doblando hacia el sendero.
Desde allí, saco tres fotos: La primera se dirige hacia el Port y la platja de Sant Miquel de Balansat. Desde aquí se pueden apreciar bien las dos construcciones hoteleras enormes. Mañana pasaré por la carretera que va por detrás de ellas en búsqueda de la cova de Can Marçà. Por mucho que me fijo, no encuentro ninguna boca de entrada a la cueva. Más al fondo, aunque todavía no lo sé, está el port de Benirràs y su isla que lo caracteriza y de la que mañana disfrutaré de más cerca.
En la segunda foto, ya se puede apreciar algo mejor la mansión de la isla más cara del mundo, sus piscinas y sus espacios al aire libre. Me supongo que los espacios interiores estarán acordes con lo que veo. No sé si el cambio en el paisaje está justificado por los beneficios que la venta de esta isla reportó a las arcas municipales. Cualquier alteración del ecosistema, por lo que se refiere a la construcción del istmo, influye en todo el conjunto. Las corrientes marinas que circulaban por ese lado de la isla, ahora han quedado interrumpidas y, en algo, habrá influido en otros aspectos: entrada de peces, de arena, etc.
No creo que la aparición de una nueva playa sea justificación suficiente, aunque con diques al mar que sujetan la arena, se crean playas donde no las hay. Dejemos, de momento, esta isla en paz. La tercera foto la hago hacia la otra isla. En las tres fotos, saco una visión parcial del murete circular de la Torre de Mular. Si hubiese querido cobrar mi premio en el chiringuito, habría bajado allí en 35 o 40 minutos, destrozando el pronóstico de una hora, pero prefiero acercarme a la playa artificial, ya que estoy cerca de ella.
Tengo que huir del camino porque es muy polvoriento y, aunque son pocos los coches, cuando pasa uno, el polvo que levanta resulta muy desagradable. Encuentro indicadores de camino de los de piedra sobre piedra, y pronto llego a la torre.
Está bien rehabilitada, con sus piedras de cara vista, pero la parte superior la han reconstruido y, al no saber cómo era el original, no puedo decir si bien o mal. Aquí me da sensación de pegote.
La puerta está abierta pero, antes de subir, saco foto de acantilado con S’illa Murada pero no sé si la que recibe este nombre es la isla más cara del mundo pues, lo de murada me hace pensar en el istmo-muro que construyeron para unirla a tierra y así poder acceder a ella en vehículos rodados. Saco foto de las dos por si acaso, aunque de la segunda sólo puedo ver la zona más árida.
La primera se dirige hacia Punta de Sa Creu. Me encuentro con una alemana, lanzamos sonrisas, parece que queremos comunicar, pero no hay forma de entendernos.
Tengo que dejar la mochila abajo porque, con ella a mis espaldas, no entro por el hueco de acceso a la terraza. Subo por las escaleras a la atalaya y, veo cómo la alemana se va. La alcanzo a ver cuando está doblando hacia el sendero.
Desde allí, saco tres fotos: La primera se dirige hacia el Port y la platja de Sant Miquel de Balansat. Desde aquí se pueden apreciar bien las dos construcciones hoteleras enormes. Mañana pasaré por la carretera que va por detrás de ellas en búsqueda de la cova de Can Marçà. Por mucho que me fijo, no encuentro ninguna boca de entrada a la cueva. Más al fondo, aunque todavía no lo sé, está el port de Benirràs y su isla que lo caracteriza y de la que mañana disfrutaré de más cerca.
En la segunda foto, ya se puede apreciar algo mejor la mansión de la isla más cara del mundo, sus piscinas y sus espacios al aire libre. Me supongo que los espacios interiores estarán acordes con lo que veo. No sé si el cambio en el paisaje está justificado por los beneficios que la venta de esta isla reportó a las arcas municipales. Cualquier alteración del ecosistema, por lo que se refiere a la construcción del istmo, influye en todo el conjunto. Las corrientes marinas que circulaban por ese lado de la isla, ahora han quedado interrumpidas y, en algo, habrá influido en otros aspectos: entrada de peces, de arena, etc.
No creo que la aparición de una nueva playa sea justificación suficiente, aunque con diques al mar que sujetan la arena, se crean playas donde no las hay. Dejemos, de momento, esta isla en paz. La tercera foto la hago hacia la otra isla. En las tres fotos, saco una visión parcial del murete circular de la Torre de Mular. Si hubiese querido cobrar mi premio en el chiringuito, habría bajado allí en 35 o 40 minutos, destrozando el pronóstico de una hora, pero prefiero acercarme a la playa artificial, ya que estoy cerca de ella.
Platja
Pas de S’illa
Ahora,
el camino que cojo es otro, y me lleva hacia la nueva playa.
Mediante pedruscos, se ve claramente cómo se ha unido, de forma
artificial, la isla con el continente, que también es isla. Sin
llegar a la playa, desde el arranque de este istmo artificioso, saco
foto de una casa con embarcadero que está muy camuflada en el
paisaje. Resulta un bonito contraste entre la mansión ampulosa que
he visto desde la torre y ésta que pretende confundirse con el
paisaje y pasar desapercibida. Supongo que la calidad moral de sus
propietarios será acorde con esta forma diversa de entender la vida.
Luego pasaré por esta casa cuando regrese a la cala des Multons, la del chiringuito de la apuesta. Avanzo hacia la playa y veo que tiene un chiringuito. En la bandera pirata azotada por el viento, consigo leer a duras penas algo así como: “Conmiment to excelence”. Ya queda poca gente en la playa. Saco foto hacia Port de Sant Miquel y su playa y otra del lado de la escollera, hacia la S’illa Murada.
Es desde ese lado que consigo sacar una foto de un trocito cercano de la mansión y, por el contenido, pareciera que fuera de jeques árabes o de alguien enamorado de esos países. Dos torrecitas blancas con cúpulas y un camello, rumiante de dos jorobas. Me alejo de la zona, con tan rimbombante anuncio hostelero, hacia un grupo de cuatro personas que ya se va porque les ha alcanzado la sombra.
Me desnudo y me doy un baño. Regresa el grupo porque han perdido algo. Cuando salgo del agua, viene un chaval del chiringuito para llamarme la atención. Se acerca con educación para decirme que está prohibido hacer nudismo en esta playa. Argumento mis razones de siempre. Todas las playas de España son mixtas. Nadie puede poner una norma que atente contra la Constitución.
Viene el dueño del chiringuito con sus argumentos. Los de siempre: “pago impuestos, el cartel, hay niños”. “No veo niños por ninguna parte. El cartel es inconstitucional”, le digo. Entiende mis argumentos y mi deseo de libertad, cada vez más perseguida desde que tenemos a Rajoy en el gobierno. “No quiero hablar de política”, me dice. Me visto y no voy a tomar nada al chiringuito. Me esperan en la otra playa de piedras, donde tengo intención de dormir. “Allí podrás hacer nudismo”, me dice. En la foto, que saco al marchar, podéis ver el cartel que no tiene nada de oficial, pues es del Kiosko Pas de s’illa. Prohibir perros en un espacio en que se anda descalzo me parece correcto, sobre todo sabiendo que muchos dueños no recogen la mierda de sus mascotas, pero darme un baño desnudo en este espacio robado a la naturaleza, forma parte de las experiencias de mi viaje. Y no creo, y menos a estas horas, que le haya podido quitar ningún cliente al Kiosko, como para que se queje de que paga impuestos. Me parece bien que los siga pagando y que se quede sin clientela si no sabe atraerla. Con todo, a mi no va a conseguir echarme de allí pues, una vez que me seque, me iré. ¡Pero volveré!
Me queda la duda de si el dueño del chiringuito no es más que un gozne en la cadena de transmisión de los opulentos árabes de la mansión. Sería una afrenta contra Mahoma y Alá que prohíben la exhibición del cuerpo humano, como muestra de impureza. Aunque Mahoma hace tiempo que murió y Dios no existe, así que creo más que la prohibición de la desnudez es más invento de rabinos, ortodoxos y ayatolas, que de ley escrita alguna. Bueno, queda así constancia de que ésta ha sido la única playa de toda Ibiza en que me han llamado la atención por estar desnudo.
Luego pasaré por esta casa cuando regrese a la cala des Multons, la del chiringuito de la apuesta. Avanzo hacia la playa y veo que tiene un chiringuito. En la bandera pirata azotada por el viento, consigo leer a duras penas algo así como: “Conmiment to excelence”. Ya queda poca gente en la playa. Saco foto hacia Port de Sant Miquel y su playa y otra del lado de la escollera, hacia la S’illa Murada.
Es desde ese lado que consigo sacar una foto de un trocito cercano de la mansión y, por el contenido, pareciera que fuera de jeques árabes o de alguien enamorado de esos países. Dos torrecitas blancas con cúpulas y un camello, rumiante de dos jorobas. Me alejo de la zona, con tan rimbombante anuncio hostelero, hacia un grupo de cuatro personas que ya se va porque les ha alcanzado la sombra.
Me desnudo y me doy un baño. Regresa el grupo porque han perdido algo. Cuando salgo del agua, viene un chaval del chiringuito para llamarme la atención. Se acerca con educación para decirme que está prohibido hacer nudismo en esta playa. Argumento mis razones de siempre. Todas las playas de España son mixtas. Nadie puede poner una norma que atente contra la Constitución.
Viene el dueño del chiringuito con sus argumentos. Los de siempre: “pago impuestos, el cartel, hay niños”. “No veo niños por ninguna parte. El cartel es inconstitucional”, le digo. Entiende mis argumentos y mi deseo de libertad, cada vez más perseguida desde que tenemos a Rajoy en el gobierno. “No quiero hablar de política”, me dice. Me visto y no voy a tomar nada al chiringuito. Me esperan en la otra playa de piedras, donde tengo intención de dormir. “Allí podrás hacer nudismo”, me dice. En la foto, que saco al marchar, podéis ver el cartel que no tiene nada de oficial, pues es del Kiosko Pas de s’illa. Prohibir perros en un espacio en que se anda descalzo me parece correcto, sobre todo sabiendo que muchos dueños no recogen la mierda de sus mascotas, pero darme un baño desnudo en este espacio robado a la naturaleza, forma parte de las experiencias de mi viaje. Y no creo, y menos a estas horas, que le haya podido quitar ningún cliente al Kiosko, como para que se queje de que paga impuestos. Me parece bien que los siga pagando y que se quede sin clientela si no sabe atraerla. Con todo, a mi no va a conseguir echarme de allí pues, una vez que me seque, me iré. ¡Pero volveré!
Me queda la duda de si el dueño del chiringuito no es más que un gozne en la cadena de transmisión de los opulentos árabes de la mansión. Sería una afrenta contra Mahoma y Alá que prohíben la exhibición del cuerpo humano, como muestra de impureza. Aunque Mahoma hace tiempo que murió y Dios no existe, así que creo más que la prohibición de la desnudez es más invento de rabinos, ortodoxos y ayatolas, que de ley escrita alguna. Bueno, queda así constancia de que ésta ha sido la única playa de toda Ibiza en que me han llamado la atención por estar desnudo.
Regreso a
Cala des Multons
El
primer tramo es el mismo que he traído cuando he llegado a esta
playa y ahora me fijo más en la casa camuflada que, al pasar antes,
ni me he enterado. En realidad, el lugar elegido para construir la
casa no es nada adecuado. Está sobre una riera. Para evitar la
posibilidad de bajada de aguas pluviales, han tenido que construir
una plataforma de hormigón y dejar una salida lateral en el lado
derecho visto desde la casa. La casa parece bastante rústica
exteriormente, tiene un embarcadero cerrado con rampa de acceso al
mar. El espacio de solarium está muy limitado en el atardecer pues,
a estas horas, apenas da el sol. No veo a nadie en el entorno de casa
y embarcadero, pero se ve que está habitada por los elementos
playeros que han quedado en la terraza, la hamaca colgada entre dos
columnas, un puff y algunas cosas más. Abandono la casa camuflada y
cojo una senda más marítima hacia la Cala des Multons.
Al
doblar el camino, cuando la diviso, saco una foto lejana, donde se
aprecia el espacio entre el chiringuito y el mar que, en poco rato,
se va a llenar de mesas y asientos. En el mar, una motora ruidosa
hace un giro brusco para no entrar en Multons. Confío en que no
quiera pasar entre el estrecho paso que deja la roca islote hacia
donde se dirige. Cuando llego al chiringuito de la Cala des Multons,
la chica con la que he hecho el trato ya no está.
Tampoco hubiera podido demostrarle que había tardado menos de veinte minutos en llegar a la Torre de Mular. Hablo con otra y bebo una caña (1,80 €). Es cuando me entero de que han organizado una sardinada. “La juerga puede durar hasta las tres de la madrugada”, me dicen. Esto me va a obligar a replantearme mi dormida aquí. Pregunto si yo también me puedo quedar a cenar, y me dicen que sí. ¿Pero con quién me pondré? Un chico se encarga de montar los tableros, donde luego pone cubiertos. Me ofrezco a colaborar, pero se bastan la chica y él. Ella se encarga de preparar las sangrías. Llevan Cointreau, vermouth, coñac, granadina, algo de fruta y el vino no se lo veo echar porque lo tienen enfriando para añadirlo en el último momento. Ha llegado una pareja de alemanes. Se sientan ocupando un tablero con dos jarras de cerveza. Se levantan cuando ven que tienen que poner la mesa. Llega un matrimonio de Zaragoza, con su hija Luna, que cumplirá seis años y medio en diciembre. Será entonces cuando mi nieto Lander cumplirá siete. Preguntan por la torre y se dirigen allí para ver la puesta de sol. Aunque tienen tiempo, no estamos en Punta Galera y va a ser difícil que la vean. Les doy los datos precisos para que lleguen sin problemas a la Torre de Mular. Supongo que les costará más que a mí. Van llegando otros empleados del chiringuito, pues necesitan refuerzo para tanta gente que esperan hoy. Uno colabora en montar las mesas, otra las limpia y también las sillas. La chica que estaba primera, me invita a otra caña. Unos de Tenerife bajan a bañarse, pero salen rápido diciendo que hay medusas. Yo no me he bañado aquí. Hablamos de Canarias y me dicen que me encantaría Fuerteventura. No son los primeros que me lo han dicho. Hablo con Iñigo de Hondarribia, que está de socorrista en Benirràs y mañana entra de turno a las doce. Allí le veré. Cuando se va: “Agur, bihar harte” (Adiós, hasta mañana). Ha llegado el dueño. Ha tenido un compromiso con una clienta y dos amigos. Se pone en el extremo contrario al de los seis alemanes.
Hablo con el jefe y me dice que me siente junto a los clientes del compromiso, pero ella quiere estar con sus amigos y me da la espalda, así que antes de profundizar en su rechazo, vuelvo a hablar con el jefe y me sitúo entre el chico del trío y un alemán. Empiezan a llegar las sardinas. Están buenísimas, en su punto, por poner alguna pega, con exceso de sal. Una ensalada para mí solo. Los demás comparten de un cuenco común. Como ocho sardinas y dos vasos de vino Coto y pago 14 €. Me ofrecen más sardinas, pero ya he llegado al cupo. No he probado la sangría. Saco una foto de la sardinada con visión hacia el mar, hacia la bocana de la cala. El hueco vacío entre el chico y el alemán es el lugar donde he cenado. Lo he dejado lo más limpio que he podido.
Tampoco hubiera podido demostrarle que había tardado menos de veinte minutos en llegar a la Torre de Mular. Hablo con otra y bebo una caña (1,80 €). Es cuando me entero de que han organizado una sardinada. “La juerga puede durar hasta las tres de la madrugada”, me dicen. Esto me va a obligar a replantearme mi dormida aquí. Pregunto si yo también me puedo quedar a cenar, y me dicen que sí. ¿Pero con quién me pondré? Un chico se encarga de montar los tableros, donde luego pone cubiertos. Me ofrezco a colaborar, pero se bastan la chica y él. Ella se encarga de preparar las sangrías. Llevan Cointreau, vermouth, coñac, granadina, algo de fruta y el vino no se lo veo echar porque lo tienen enfriando para añadirlo en el último momento. Ha llegado una pareja de alemanes. Se sientan ocupando un tablero con dos jarras de cerveza. Se levantan cuando ven que tienen que poner la mesa. Llega un matrimonio de Zaragoza, con su hija Luna, que cumplirá seis años y medio en diciembre. Será entonces cuando mi nieto Lander cumplirá siete. Preguntan por la torre y se dirigen allí para ver la puesta de sol. Aunque tienen tiempo, no estamos en Punta Galera y va a ser difícil que la vean. Les doy los datos precisos para que lleguen sin problemas a la Torre de Mular. Supongo que les costará más que a mí. Van llegando otros empleados del chiringuito, pues necesitan refuerzo para tanta gente que esperan hoy. Uno colabora en montar las mesas, otra las limpia y también las sillas. La chica que estaba primera, me invita a otra caña. Unos de Tenerife bajan a bañarse, pero salen rápido diciendo que hay medusas. Yo no me he bañado aquí. Hablamos de Canarias y me dicen que me encantaría Fuerteventura. No son los primeros que me lo han dicho. Hablo con Iñigo de Hondarribia, que está de socorrista en Benirràs y mañana entra de turno a las doce. Allí le veré. Cuando se va: “Agur, bihar harte” (Adiós, hasta mañana). Ha llegado el dueño. Ha tenido un compromiso con una clienta y dos amigos. Se pone en el extremo contrario al de los seis alemanes.
Hablo con el jefe y me dice que me siente junto a los clientes del compromiso, pero ella quiere estar con sus amigos y me da la espalda, así que antes de profundizar en su rechazo, vuelvo a hablar con el jefe y me sitúo entre el chico del trío y un alemán. Empiezan a llegar las sardinas. Están buenísimas, en su punto, por poner alguna pega, con exceso de sal. Una ensalada para mí solo. Los demás comparten de un cuenco común. Como ocho sardinas y dos vasos de vino Coto y pago 14 €. Me ofrecen más sardinas, pero ya he llegado al cupo. No he probado la sangría. Saco una foto de la sardinada con visión hacia el mar, hacia la bocana de la cala. El hueco vacío entre el chico y el alemán es el lugar donde he cenado. Lo he dejado lo más limpio que he podido.
Platja
Pas de s’illa
Aunque
no pensaba volver, vistas las circunstancias, lo que puede durar la
sardinada, la juerga posterior, y lo sucio que quedará el entorno
cuando recojan todo, decido retornar a la playa "no nudista". Cuando
voy por el camino, la luna ya ha salido y me ilumina sendero y
camino. Al pasar antes no me he dado cuenta, pero la casa camuflada
recibe mucho polvo del camino. Ahora hay luz en el interior. A pesar
de la distancia, los grandes hoteles emiten música con estruendo de
altavoces y voz desagradable, pero los estertores no llegarán a mi
cama. Cuando llego a la playa, elijo lugar para dormir junto a
casetas de embarcaciones Joel que me quita el aire. Como los cuatro
albaricoques que me quedaban de Cas Ferré y me acuesto. Los cuatro
huesos quedan de muestra. Durante gran parte de la noche la propia
caseta me hará sombra con la luna pero, más tarde, su luminosidad
va a ser inevitable.
La luz de la casa camuflada también se apaga. Los sonidos del puerto no llegan hasta la playa. Los mosquitos son repelidos. El nuevo Aloe-Vera me pringa el saco. Hacia la medianoche, llegan dos pescadores, que van a dormir a la caseta. ¡Ya es casualidad! Han llegado en furgoneta, la luna me mantiene en la sombra, cuando uno de ellos enfila hacia a mí y temo que me vaya a pisar, me incorporo y se pega el gran susto, puesto que no esperaba encontrar a nadie allí tumbado. Verbaliza el susto con un taco. Saludo y se meten él y el otro en la caseta. Enseguida apagan la luz. Yo pensaba que iban a salir de pesca e iban a preparar los útiles necesarios, pero no ha sido así. Foto con luna y luces hacia Sant Miquel de Balansat. Dos veces me levanto a orinar. Algo me repiten las sardinas. Durante toda la noche no parará el viento, el banderín pirata será azotado de continuo. Uno de estos días, no sé cual, recibo mensaje de Arturo: “¿Cómo va el viaje? Yo de regreso a casa ¿nos veremos? Besos. Te quiere. Arturo.” Ha vuelto a Castelló después de hacer su turno de hospitalero voluntario en el Camino de Santiago.
La luz de la casa camuflada también se apaga. Los sonidos del puerto no llegan hasta la playa. Los mosquitos son repelidos. El nuevo Aloe-Vera me pringa el saco. Hacia la medianoche, llegan dos pescadores, que van a dormir a la caseta. ¡Ya es casualidad! Han llegado en furgoneta, la luna me mantiene en la sombra, cuando uno de ellos enfila hacia a mí y temo que me vaya a pisar, me incorporo y se pega el gran susto, puesto que no esperaba encontrar a nadie allí tumbado. Verbaliza el susto con un taco. Saludo y se meten él y el otro en la caseta. Enseguida apagan la luz. Yo pensaba que iban a salir de pesca e iban a preparar los útiles necesarios, pero no ha sido así. Foto con luna y luces hacia Sant Miquel de Balansat. Dos veces me levanto a orinar. Algo me repiten las sardinas. Durante toda la noche no parará el viento, el banderín pirata será azotado de continuo. Uno de estos días, no sé cual, recibo mensaje de Arturo: “¿Cómo va el viaje? Yo de regreso a casa ¿nos veremos? Besos. Te quiere. Arturo.” Ha vuelto a Castelló después de hacer su turno de hospitalero voluntario en el Camino de Santiago.
Balance
en día acabado en istmo
Tras
el bonito arranque en Punta Galera, el bañito en Cala Salada, los encuentros con pamplonica, bilbaína y tolosarra, el buen desayuno y
bonita conversación (parecía que hablaba con mi prima Ruper) en Can
Ferré. Las rápidas visitas a Santa Agnès, Sant Mateu y Sant Miquel
y con una buena comida en relación calidad-precio en Can Rei. La
tarde en el entorno Port de Sant Miquel de Balansat, Cala des
Multons, Torre de Mular, Platja Pas de s’illa, con el problema del
nudismo, el regreso a Multons, con la sardinaza y el retorno a Pas de
s’illa, ha sido la mar de entretenido. Quizás lo menos grato ha
sido al salir de Cala Saladeta y no saber cómo escapar de la casa
construida en el acantilado. También el intento posterior al querer
ir por costa hacia Cap Nunó y Cap Negret. Una vez decidido que lo
iba a hacer por interior, todo se ha remansado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario