lunes, 5 de mayo de 2014

Etapa 32 (274) Sa Trapa-Banyalbufar

Etapa 32 (274) 04 de julio de 2011, lunes.
Sa Trapa-Puig de Ses Basses-Coll de Se Grenola-Es Grau-Estellencs-Banyalbufar.


Amanecer en Sa Trapa. El asno
Me despierto a las 6:15 h y por la noche me he levantado a orinar dos veces. Estaba todo cubierto, pero ahora se ha despejado, aunque el día se presenta amenazante. Del mar viene demasiada niebla.
 


Saco foto de mi cama. Recojo mis bártulos, me visto y salgo de mi alpendre donde, a pesar de la dureza del suelo de cemento, he dormido bastante bien. 

 
  
Antes de dirigirme hacia la que creo va a ser la salida del recinto de Sa Trapa, donde ayer estaba el burro, entro en la casa que ayer me pareció prensa o molino y que hoy tampoco voy a ser capaz de dilucidar. Saco dos fotos. Una con la rueda con engranajes que algo haría girar, y otra del piso superior donde, probablemente, se almacenarían las mercancias vírgenes que iban a ser prensadas o molidas. 
 
No sé que utilidad podrán dar los ornitólogos a este artilugio. Acabará siendo un edificio que servirá para explicar la historia del lugar con el conjunto de las cases de Sa Trapa. Estas fotos de interior quedan oscuras, pero algo ilustran de lo que cuento. Visto este edificio, digo mi último adiós al lugar y me voy acercando al pollino de ayer, que tan buena respuesta dio a mi mediocre relincho. 

Cuando estoy ya cerca, lo veo en la cima de la loma, en lo que creo puede ser el camino que debo seguir. Al verme, el animal corre hacia mí. No sé con qué intenciones, pero no auguro nada bueno. Lo mismo piensa que le voy a dar algo para comer, más sabroso que la verdura que le ofrecen los matorrales y arbustos próximos, o viene para desearme los buenos días y asegurarme que aquel es el camino correcto que debo seguir para salir del lugar de la Trapa, donde me siento atrapado. 
 
Le saco una foto en la loma y otra bajando hacia mí. Cuando lo tengo a mi lado, no sé qué hacer. Le toco el hocico y se aleja, pero me vuelve a perseguir y, antes de que me trate de morder, puesto que no le traigo desayuno alguno, me marcho por el camino que, durante un rato va paralelo a la valla de alambre de espino.

Reforestación de Sa Trapa
Al cabo de un rato de paralelismo de camino y alambre de espino, llego a una escalera rudimentaria que permite superar la valla a las personas, pero no a los animales. En la medida en que voy ascendiendo, la niebla se va espesando. Me encuentro con un depósito de agua y olvido fotografiarlo. Es una demostración de que el proyecto de reforestación de árboles y arbustos autóctonos, puede tener éxito pues, para ello, el agua es fundamental. En la esplanada encuentro una muestra del trabajo que aquí se está haciendo. Cada árbol está bien protegido por un entramado vertical que lo defiende del empuje del viento que, estando en las estribaciones de la Serra de Tramuntana, es muy probable que aquí sople con fuerza. El temido viento de tramontana. Cuando sopla fuerte, ¡agarrate! Entre los árboles plantados, descubro una higuera. Los demás, no los reconozco. Doy una vuelta por este espacio y vuelvo a salir por donde he entrado, puesto que de la loma no veo salida alguna. Empieza mi zozobra.

Buscando salida hacia Ses Basses
El objetivo primero será el Coll de Ses Basses y, después, el de Se Grenola. La palabra coll, me indica que debo subir hacia la cima de alguna de las montañas y que me debo alejar del acantilado pues, si no encuentro camino fiable, al menos encontraré la carretera que viene de s’Arracó y Andratx y que va a ser la carretera que me va a servir para llegar al objetivo de esta noche, pero que todavía desconozco. Pero antes que nada, de donde tengo que salir es de esta Trapa que me atrapa. ¡Sátrapas de Babilonia! Sigo por otro camino que me lleva a tierra de nadie. Continúo siguiendo otra alambrada, pero aquí no hay camino alguno. Vuelvo a nueva escalera que supera la valla y la sobrepaso, pero no es la más adecuada; debiera haberlo hecho por otra, pero ya es tarde para rectificar y continúo por entre matorral. Menos mal que con la tramontana la aliaga (aulaga) se protege, se contiene, se encoge. Al crecer de forma rastrera puedo pisarla y no me magulla como lo hacía entre Tarifa y Algeciras. Ahora estoy bajando y no vuelvo a recomenzar el ascenso hasta que no supere la siguiente vaguada, que es una torrentera seca y que atravieso.

Cementerio de animales sin olor
En la siguiente loma encuentro un cementerio de cabras y otras reses mayores, donde las pieles de color marrón rojizo destacan sobre las rocas y restos arbustivos. Cuando lo veo, mi reacción es la de escapar. Todavía me llega el nauseabundo olor de la cabra muerta que encontré en el acantilado de la costa de Manacor, como ya os mostré en mi etapa 19 del 21 de junio. 



Al menos en este cementerio, se ve que las reses mayores y menores llevan ya mucho tiempo muertas. Hace mucho que fenecieron y, seguramente, sus carnes y vísceras sirvieron de suculento manjar a las aves de rapiña y carroñeras de la zona. Otro dato que puede hacerme considerar que es Sa Trapa un lugar adecuado para que se instale un grupo de ornitólogos. No sólo no he huído del lugar, sino que saco una foto para ilustrar el recuerdo. Estoy cómodo, no tengo que contener la respiración. Sin ver camino, me asomo al acantilado. Saco una foto hacia el Sur, donde destaca la Punta des Fabiolet y otra hacia el Norte, hacia el Fondal de ses Basses y Descarregador. 






Aquí el camino sigue sin aparecer, pero tengo que mantenerme por encima de este pliegue del terreno sin acercarme más al acantilado y tampoco escorarme más hacia la derecha para no volver a entrar en espacios de Sa Trapa de donde, me da la impresión, ya he logrado salir.
Un buen camino
Parece que empiezo a ver visos de camino, pero llego a una roca y, cuando creía que ya había encontrado un sendero, lo vuelvo a perder. Escalo la roca y, sin ver camino, el monte se alisa y ensancha y el andar se hace más diáfano.
 
Por el mar llega una bruma y niebla que quizás habría que calificar, por su consistencia, como nube. Es casi como cuando un avión se mete dentro de una y suspiro por que esta nube no me engulla. Sería catastrófico que estando ya tan próximo a la carretera, perdidos los referentes, acabara extraviándome. La costa que adivino, más que veo, entre las nubes es impresionante, brutal. 


Es probable que alcance a ver hasta la costa de Estellencs que, según mi mapa, es el primer pueblo importante al que llegaré en mi recorrido de hoy. Después de ver el acantilado y de alegrarme de que la niebla no me quita la visibilidad encuentro, si no camino, al menos que las piedras grises del sendero se amarillean o vuelven ocres por la tierra pisada por los caminantes. Este detalle vuelve a ser buena señal. Alguien ha caminado por aquí. Pronto doy con un buen camino, ancho y de tierra rojiza. 

 

Un indicador menciona dos direcciones y me sitúa. Estoy entre S’Arracó y Estellencs. Bueno. Respiro aliviado. Ahora me asomo al acantilado, que sigue igual de amenazante que antes en cuanto a nubosidad, pero que a mí ya me preocupa menos, puesto que ya estoy bien encaminado. Vuelvo a sacar otras fotos. Primero del buen camino y después del acantilado. 
 

El mismo Estellencs temido de antes se ha convertido en el Estellencs esperado y al que confío en llegar ya sin problemas. Este camí, me lleva a un edificio que es, casi seguro, un refugi de montaña. Nadie me lo podrá asegurar, puesto que a nadie veo en el entorno.




Coll de Se Grenola
Cuando llego a la cima, puedo comprobar los dos caminos que van en dirección opuesta. Un refugi en el camino ya tiene más visos de tal, aunque no esté en mi lista de Refugis, albergs i santuaris, en la que el primero que aparece en el ámbito de la Serra de Tramuntana, será el de Valldemosa, a donde no llegaré hasta mañana. 

 


Este refugi es mucho más elemental. Lo fotografío desde arriba, donde se aprecian mejor sus dimensiones y su prolongación por la parte de atrás y luego, nuevamente, desde la fachada principal. 
 

Aunque es muy reducido, con tejado inclinado a una sola agua y tejavana delantera para hacer sombra, que también sirve de cobertizo para la lluvia. Como no está abierto, no lo puedo ver por dentro y no puedo dar más información. Desde el refuji todavía tarderé una hora en llegar a la carretera. 

 




Durante este tramo, paso por un agujero, pero es un lugar poco atractivo para hacer una incursión. No llevo equipo de espeleología, así que me abstengo y continúo adelante. 

 







El camino llega a una vaguada y se va escorando hacia el mar. Ya sé que el camino de abajo no lo debo coger, puesto que me haría retroceder. El que cojo, asciende, voy con muy buenas sensaciones. 
 
Paso por unos edificios muy simples que parecen habitados y preparados para albergar a bastante gente, a juzgar por mesas y bancos al exterior bajo la sombra de los pinos. Al cabo de un rato, paso la cadena anunciada en el plano hecho a mano que me dio anteayer Katy, y que de tan poco me ha servido. 

El camino que este plano marcaba era: La Trapa - Es Forn - Es Fabiolet - Ses Basses - Es Coll de se Grenola. Al llegar a Sa Vengelica una indicación de cadena, kette, chaîne, me confirma que estoy donde estoy y que ya puedo guardar el plano de Katy pues ya ha hecho todo el servicio que me podía prestar. Francamente, no me ha servido de nada. 

 
 Me da mucha pena, porque Katy me lo dio pensando en que me ayudaría. Por fin, paso la cadena y llego a la carretera, al km 106. Me olvido de la dirección Andratx y me encamino hacia Estellencs, pero ya no sigo el camino, el GR 221, que no me va a llevar a ningún lugar donde me vayan a ofrecer desayuno, sino que sigo por carretera, donde las posibilidades de desayunar ya puedan ser mayores.


Información en planos e itinerarios
Ya me he bebido casi todo el zumo de manzana y voy algo escaso de líquido. Como es probable que pueda tardar en llegar a mi destino mañanero, como el último bi-Manan, que compré en Menorca, al salir de Son Saura. Como decía, estoy en el km 106 y, como voy retrocediendo, hacia el 95 está Estellencs. Son las 9:30 h y 11 km se me hacen demasiados para aguantar pero, después de haber pasado 24 horas de Cala en Blanes a Ferreries sin probar bocado alguno, esto me resulta ya pecata minuta. 
 

Ahora tengo un librito de itineraris: Caminar per La Serra de Tramuntana, que no recuerdo dónde lo conseguí. Está editado por el Consell de Mallorca con la clave FI-19. En él figura un itinerario en algo coincidente con el lugar donde estoy. Se trata del itinerio 4: Mola de s’Esclop. Sólo me sirve para la parte de carretera por la que va el recorrido y subir a la Mola, que está a 927 m de altitud, es una heroicidad que, aunque ya estoy bastante arriba, no se me ocurrirá hacer hoy. 

El tramo de carretera que viene de Andratx y va a Estellencs, como indica el plano y que ya lo sé de antemano sin que él me lo diga, me aporta un dato que en mi mapa figura como Mirador de R. Roca (es Grau). En este plano, es Grau figura hacia el interior, pero el Mirador figura pegado a la carretera. A ver si hay, además de mirador, una cafetería donde pueda desayunar. El plano del itinerario explica bien el recorrido, pero la leyenda es necesariamente reducida, por querer hacerlo en poco espacio en cuatro idiomas: catalán, inglés, castellano y alemán. Me sirve para saber que un camino que sale bajando hacia la derecha está en el km 97, así que puedo calcular que Estellencs está ya muy próximo, pero no pone en qué km está el mirador. Como no tengo otra alternativa, hacia allí voy.

Carretera descendente, túnel luminoso, cabras y agua
Me lanzo a buena velocidad, puesto que la carretera va en plano inclinado descendente y me lo facilita. 
 

Como ya veo en el mapa, el propio trazado de la calzada me va aproximando al acantilado. Tengo una oportunidad de sacar una bonita foto entre pinos con las rocas que se bañan en el mar. La parte más abrupta ya la he pasado, pero por ello esta zona no deja de ser menos bella. Se oyen ruidos, como si hubiera gente trabajando en la hondonada. En un depósito de agua veo un conejo. En el camino, una cabra es embestida por su cabritillo. Da empellones a una de sus ubres, luego a la otra, ¡qué bestia! Se le ve ansioso por desayunar. Me recuerda a mí mismo y me pregunto “¿qué haría yo si fuera un cabrito?”. Llevo ya más de una hora descendiendo cuando llego al túnel, pero nada tiene que ver éste con el anunciado en el plano FI-19, puesto que aquel aparece después del mirador. Tendré que esperar y desespero. Saco varias fotos, una antes de entrar en el túnel, con ventanales en arco. Por el orden de mis fotos, quiero creer que eran dos los túneles, de similares características, que paso. El primero más corto que el segundo. Tres fotos para el recuerdo de unos túneles que me habría gustado hubiesen sido los de Es Grau.
 
En un mirador paran a la vez que yo dos extranjeros, y no se me ocurre pedirles agua. Ellos foto. Yo foto y se acabó. Más adelante, con bastante puerto a mis espaldas, la carretera deja de descender. Un camino que baja hacia el mar, veo que primero baja y luego sube hacia una torre. Tiene buena pinta, pero ésta no es la hora más adecuada para desviarme. Probablemente sea el camí de Sa Torre Mora. 
  

Aún me queda un rato hasta llegar a una peña aledaña a la calzada. Cuando me acerco, noto movimiento entre la zona de rocas derruidas y veo una cabra y otra. 

 










He tenido suerte de poderlas fotografiar, pues enseguida de llegar han desaparecido. 
 

Seguro que la roca original tuvo que ser destruida para dejar paso a la carretera pero se ve que la parte más marítima quedó maltrecha y, recientemente, a juzgar por el color de la piedra, esta parte se ha vuelto a desmoronar y es paraíso para estos animales que gustan de caminar por cimas peligrosas y con mucho riesgo de despeñarse. Pasa un coche matrícula HFC (no se me ocurre nada). Veo que paran coches y, al llegar yo, aparca a la vez una pareja. Les pido agua y él responde que no tienen, pero ella llena mi botella y se bebe el resto. Ella es húngara, él inglés. Poco después llego a Es Grau.







Es Grau. Servidumbre de paso
Tras más de cuatro horas y media de camino, llego a Es Grau y entro en el restaurante. Bebo un gran vaso de leche con descafeinado (2 €). Escribo. Cuento. El dueño, al ver el trazado del recorrido a la Mola de s’Esclop me dice: “No entiendo como pueden hacer guías con itinerarios oficiales que pasan por terrenos privados”.  
 
Y me suelta argumentos en defensa de los poderosos acaudalados y en contra de los que reivindican el derecho a pasar por lugares con servidumbre de paso desde tiempo inmemorial y que, como no son defendidos, cortan los alambres de espino delimitadores. 

Les llama despectivamente ecologistas y, con esa expresión, asocia ecologista a malo. Es hombre temeroso, así que le parece que yo no voy haciendo un camino correcto, como que me voy arriesgando mucho. En cuanto a la servidumbre de paso, le ilustro con mi experiencia menorquina, donde pueden convivir propiedades privadas con caminos públicos, sin que se altere el orden del mundo. En Menorca triunfó un espíritu negociador para la recuperación de caminos que existían desde tiempo inmemorial, sin perjudicar a sus propietarios. Concretando su queja, me dice que, en el recorrido 4 de Mola de s’Esclop, gran parte de lo que va de Font des Quer hasta el Mirador, es privado y que el dueño no quiere que los caminantes pasen por allí. 

 



Me fijo en que dicho tramo está marcado como camino que, como tal, debiera ser público, y otro tramo menor, el más próximo a la font, está marcado como camino incierto. ¿Será a este pequeño tramo al que se refiere el propietario de Es Grau? Él me asegura que aquí nadie ha negociado con el propietario para que permita el paso y se ha establecido una guerra entre él y los que exigen poder pasar. 
 

Me parece mal que un propietario se apropie de caminos públicos, pero tampoco me parece bien que el Consell de Mallorca marque itinerarios oficiales sin llegar a acuerdos con sus propietarios y que los publiquen y oferten con total impunidad. Más tarde, por esta razón, sufriré las consecuencias y de un viaje que me estaba resultando precioso, pase a un deseo de marchar rápidamente de la isla. Me dice que no me falta mucho para llegar a Estellencs y que el túnel lo tengo ahí al lado. Estoy en la terraza escribiendo y pido una tónica. Es lo que tiene llegar a una hora que ni es buena para desayunar, pues se ha hecho tarde, ni tampoco para comer, pues es demasiado pronto. La tónica me entretiene y me sirve para hacer tiempo mientras escribo. He sacado unas fotos y hasta ha salido el sol, pero en la terraza ha entrado la nube, la bruma me abruma y el viento de tramontana me echa de allí. No tengo otra alternativa que meterme dentro hasta que sea la hora de la comida.

Restaurante Es Grau
Es Grau pertenece ya a Estellencs. ¿Vendrá de estela, estrella, como Estella? Espero que no sea una expresión catalana equivalente a fresno, pues sería mucha casualidad que ocurriera algo similar a lizarra. No pregunto y ahora puedo hacer todo tipo de lucubraciones sin nadie que me pueda responder. Como una potente sopa mallorquina, la más intensa que he comido hasta ahora y caracoles, que también, completando la comida con tiramisú y pomada. No recuerdo la bebida. Voy bien servido. Termino de comer, pago con Visa 38,05 €, y escribo hasta las 16:30 h. Había mucho para contar. Y me voy. 
 

Saludo al dueño temeroso y que me ha parecido poco generoso aquí y, pienso que si un camino público pasara por terrenos de su propiedad, tampoco pecaría de generosidad y le dejo jugando en una mesa con su ordenador. Digo jugando, aunque es muy probable que estuviera trabajando, algo así como organizando archivos, facturas, etcétera.

El túnel de Es Grau
Salgo del restaurante y subo una escalinata que lleva a la parte superior del túnel. Ya se ve que el túnel es corto y no tendré dificultad para pasarlo, aunque el arcén es prácticamente inexistente. No los cuento, pero habrá más de sesenta escalones. No está mal para endurecer los glúteos. 
 

Arriba me asomo al acantilado y saco una foto de conjunto, aunque Estellencs no se ve, ya asoman unas casas que por su color de adobe, quedan casi disimuladas y confundidas con el paisaje. Puede que estas casas estén en el extrarradio del pueblo. A estas alturas, me doy cuenta que será el lugar que más próximo voy a estar del domicilio de Xabier Castilla, el propietario del restaurante de El Toro en el puerto de Porto Adriano y que me invitó a que le llamara si necesitaba alguna cosa. Como no voy a pasar por allí y como no necesito nada, no le llamo y continuaré adelante. 

También sobre el túnel, probablemente a un lado y ya en el monte de la derecha, hay un pequeño edificio que podría muy bien cumplir la función de albergue, aunque por una especie de altar que veo dentro, da la imagen de que pudo ser ermita pero que, al leer el rótulo desvaído que figura sobre el frontispicio de la puerta, mi confusión es total. Allí se adivina, más que se lee: “Todo por la patria”. Abandono el lugar, bajo las escaleras, atravieso el túnel y continúo carretera adelante.

Accidente en carretera. David
Sigo por la carretera, pegado al arcén del lado del acantilado. Los coches de mi lado los veo de frente, pero no me puedo confiar, puesto que algunos que bajan por el carril derecho, al coincidir mi paso con el momento en que ellos se proponen con su bólido adelantar a algún vehículo más lento, me pueden dar un gran susto, más por lo inesperado que por correr verdadero peligro. Es verdad que alguna vez alguno se me ha aproximado peligrosamente. En un determinado momento, oigo voces por detrás. Sin hacer demasiado caso pues pienso que pueden ser ciclistas que bajan hablando, me vuelvo y veo tirado en la cuneta a David y su bicicleta a un lado. Retrocedo unos 50 metros y corro donde él, a la vez que ha parado otro chico con una motocicleta. David ya se ha puesto en pie y se levanta la camiseta. Comprueba que no se ha producido daño importante, pero en el codo se ha hecho un gran rasponazo que le sangra.
 

Más tarde, ya en Estellencs, tras darse una ducha con jabón, veré cómo le sigue sangrando. Ahora explica que se ha caido porque iba muy próximo al bordillo cuando ha mirando atrás para ver si venía algún compañero, ha calculado más y se ha metido en la cuneta. Estos gestos, cuesta abajo y a gran velocidad, suelen traer consecuencias. Ahora le queda la parte más sucia del asunto: meter la cadena que se le ha salido. Como yo ya no tengo nada que hacer allí, sigo adelante. Cuando me pasa, me saluda. También el motociclista.

Estellencs
En una revuelta de la carretera, avisto Estellencs. Pensaba que estaba más cerca del mar, pero el pueblo, construido en la ladera de la montaña, desciende al mar paulatinamente. En vez de continuar por la carretera, decido entrar al pueblo por un camino que me parece me va a llevar hacia él de forma más rústica. Es como si fuera la carretera vieja, que está partida en dos mitades: los de izquierdas y los de derechas. 

 







Paso por un huerto con arbolado. Se me presenta invitador un níspero y fotografío su copa. Lástima que sus frutos estén todavía tan verdes. Lo que más me sorprende de este pueblo es precisamente que las casas estén hacia el interior y que toda la vega hacia el mar esté cultivada. 


Se cultiva en forma de bancales y el aspecto es de un vergel. Son las seis menos cuarto cuando llego a la iglesia. Paso por la fachada de un edificio noble que han dejado derruir por dentro. No sé si perteneció a iglesia, convento o a un edificio civil. 

 




 











Encuentro a David, que está contando su caída a un amigo. Ni siquiera se ha desinfectado con Betadine. ¡Cualquiera le dice nada de la antitetánica! Me recomienda que baje a la playa que, para él, es muy bonita pero, por un detalle que me da, me parece que puede ser de piedras y no de arena. En esta costa tan abrupta va a ser difícil encontrar playa de arena, sobre todo si está a pie del acantilado. 
 
También me dice que tiene unos fondos marinos increíbles, pero necesitaría gafas submarinas para verlos y poderlos apreciar. Decido continuar y me dice que para ir a Banyalbufar, me meta por un camino, que pase por Planicia, donde hay un hermoso boscaje. Me dice que el camino me sacará de nuevo a la carretera, pero que lo vuelva a coger. Al salir del pueblo, vuelvo a ver en la vega nísperos de invierno junto a caquis, entre otros árboles frutales. También encuentro este équido que, por lo esquelético, bien pudiera ser hermano de Rocinante. Está muy bien construido con piezas metálicas de deshecho y es muy aparente. 
 

A pesar de su estructura que, por los elementos que lleva, podría considerarse muy moderna, tiene una factura muy clásica. No parece que esté ubicado en el lugar más apropiado del pueblo, luciría más en una plaza pública, pienso, pero, ¿se puede considerar inapropiada la vega de cultivos, el lugar propio de su trabajo en vida? Un poco más adelante veo una piscina, algo más grande que una bañera, detrás de una tapia en un recinto privado. 

Me supongo que aquí vendrán niños a bañarse, sin necesidad de ir a la playa que está tan lejos. O al menos a mí así me ha parecido. Un poco más adelante, me vuelvo, y saco foto de Estellencs, a donde no será fácil que vuelva.





Finca Pública de Planicia
El camino arranca con una cuesta algo durilla, pero empieza a ser bonito. Cuando llego arriba de la cuesta me encuentro con una alta tapia que va haciendo curva hacia una casa señorial. En el interior se aprecian dos pisos con larga balconada y una hiedra muy tupida que se apodera de gran parte de paredes y balcones. 
 
Continuando el alto muro, me encuentro con la fachada que, no siendo muy ancha, sigue dando muestras de señorío. Un gran portalón con arco de medio punto y un gran ventanal con arco algo apuntado, sin llegar a ser gótico, es lo que más destaca en esta fachada, amén de los dos tipos de piedra, parte de cantería y parte de sillería. 
 
 








Doblada la casa, el camino me ofrece una bonita buganvilla que también se presenta como una guirnalda que invita a pasar por debajo pero que, si lo hago, me meterá en propiedad privada, probablemente perteneciente a la misma casa que he fotografiado y estamos en terreno arriesgado no apropiado para cometer semejante acción, a juzgar por lo que me ha dicho el propietario de Es Grau. 
 

Aquí no está el horno para bollos. Que no estamos en Menorca, ¡vamos! Cojo el camino de la izquierda y en pocos minutos llego a lo que ya se denomina Finca Pública de Planicia. 

 





Se empiezan a mostrar ya algunos indicadores, pero se mezclan los de la finca con los del camino entre Estellencs y Banyalbufar que son señales que iré viendo a lo largo de toda mi estancia por la Serra de Tramuntana. 
 
La arboleda es tupida, con muchos pinos, aunque en su parte baja han perdido mucha púa. Abandono un camino ancho, puesto que la señal me remite hacia la derecha, donde hay muchos trozos de troncos cilíndricos por el suelo y los tocones propios de los árboles originales que los sustentaban. Aprovecho para sentarme en uno de ellos y tomo aliento. Después diré por qué es en este sitio donde debieran haber puesto prohibido el paso a los que quieran continuar hacia Banyalbufar.

Font de s’Obi
Sigo adelante. Los caminos por Planicia, señalan tres recorridos, pero no llevan el mismo sentido que llevo yo y me armo un lío. Aunque me interesa más seguir el camino hacia Banyalbufar, cuando llego a una señal de la finca en que dice, nacedero: Font de s’Obi, decido seguir en su busca, pues no parece que esté muy alejada de este lugar. Previamente he pasado por una roca que sujeta a otra que está sobre ella. Aquí también se bifurcan los caminos y no sé si voy o vuelvo. 

Tras ver el indicador de Font de s’Obi, enseguida me encuentro el nacedero. Realmente no me ha hecho perder nada de tiempo, aunque el nacimiento de agua a penas ofrece más que un poquito de humedad. El agua permanece inaccesible para mí. Olvido los caminos de la finca de Planicia y continúo por el que oficialmente me debe llevar a Banyalbufar. 




Este camino por el que voy ahora lo voy a patear cuatro veces. Ahora lo hago normal, pero los otros tres iré haciéndolos acompañado de cabreo. Un cabreo sano cuando es con motivo. Saco una foto desde aquí, con una visión de la Finca Pública de Planicia y del acantilado, para recuerdo de la zona más alta en que he estado y de donde no me quedará otro remedio que retroceder. Luego fotografiaré este despeñadero desde abajo.



Privado puede a público
Avanzo poco más, puesto que me encuentro con un propietario que no comparte la idea de servidumbre de paso. Una reja metálica interrumpe el camino que hasta ahora me llevaba tan bien y con tan buena dirección. Los letreros están dentro. En uno pone: Propiedad Privada, se ruega no entrar. En otro: Cuidado con el Perro. Yo creo que en realidad debiera poner: Cuidado con el Dueño. Otro pone: Peligro Abejas Sueltas. En realidad parece que, al igual que la amenaza del perro, lo que quiere decir es: ¡Vete o te suelto las abejas! Completa esta serie otro que dice: ¡¡Atención!! Abejas Trabajando. Este ya no es en rojo peligro, sino en amarillo, como si fuera el cartel que invita en una obra a ponerse el casco ¡Y si no te casco! El quinto cartel parece que ya no pertenece a la finca privada que no me deja pasar, sino que es un cartel más oficial y que no sé que sentido tiene en un recinto privado: Refugi de Caça. Estació Biológica. 

Da la impresión de que el propietario también se ha apoderado de un refugio de caza y de una estación biológica. ¡Dónde están los ediles municipales de este pueblo que debieran ser los garantes del cumplimiento de la legalidad! Todavía, cuando llegue a Banyalbufar, tendré más motivos para el enfado. 

 


Allí me dirán que hay un pleito contra el propietario que no acaba de resolverse de forma favorable al interés público, que otra de las razones que esgrime el propietario para no permitir el paso de caminantes, es que tiene unos burros que, con el trasiego de gente se estresan y otro hecho, que me parece aún más grave. Todos los años se celebraba una romería a una ermita colindante y que, al no poder pasar ahora, al volverse inaccesible, ya no se celebra desde hace dos o tres años. Me sorprende, pues los del dinero siempre fueron muy amigos de la iglesia y viceversa. He echado en falta un cartel: No jodais al que os jode. Al no poder pasar retrocedo, por si he seguido el camino sin fijarme bien y había otra alternativa que me ha pasado desapercibida. Veo un sendero entre hierba, pero no conduce a ninguna parte. Llego hasta la señal de Font de s’Obi, y allí tampoco. Regreso a la propiedad privada e intento continuar por el borde hacia abajo, siguiendo la red metálica, hasta que llego a un lugar en que intentar pasar la barrera me puede suponer caer por el despeñadero y no estoy tan desesperado como para arriesgarme a tanto. Aquí, ¡el muy cabrón!, hasta ha colocado una doble red metálica con unos cables muy tensos que hacen imposible la continuidad. Intento otras alternativas, pero está claro que no puedo seguir sin correr riesgos y reculo. 
 
Adiós a la finca de la discordia, vuelta al nacedero, regreso a los tocones de pinos cortados, el lugar de donde no debiera haber pasado, puesto que la Font de s’Obi, si no la hubiera visto, tampoco se me habría perdido nada fundamental, y arranco de nuevo hacia Banyalbufar.

Camino hacia Banyalbufar
Ya estoy en el camino bueno, todavía dentro del entorno de la Finca Pública de Planicia y con otra lección aprendida: 
 

No te fíes de los caminos oficiales con postes plantados con toda solemnidad. No te fíes de los vecinos de los pueblos que desconocen la realidad de donde viven. En ambos casos, no culpo a las personas, sino que, sabiendo lo que pasa, los carteles oficiales, si no quitarlos, puesto que es un tema que está en litigio, sí al menos ocultarlos con una indicación de “provisionalmente anulado”, colocada en el lugar estratégico. 
 



Y a David, que espero no se haya vuelto tonto con la caída de la bici, que no recomiende un camino que la gente sabe que no se puede hacer desde hace dos o tres años. Ya ha tenido tiempo para enterarse. No se lo tomo a mal, pues no creo que ha tenido mala intención, pero… 
 

El buen camino se convierte en carretera auxiliar por el interior de la finca y llego a un gran portón que es rústico con profusión de madera y que, cerrado a cal y canto por un gran cerrojo, dispone de una escalera lateral que permite la salida del recinto al caminante. Subir y bajar y ya estoy fuera de la finca, en el camino hacia el siguiente pueblo. Ya de nuevo en la carretera. Estoy feliz por haber podido salir del atolladero. Ahora voy pasando por debajo del acantilado interior, sobre el que está la finca de la discordia. Saco varias fotografías del mismo, pero no logro saber por qué lugares he estado semicolgado buscando la salida inexistente y corriendo algún riesgo. Bajo dicho acantilado se observa que han construido bancales para los cultivos que de otra forma serían imposibles en una superficie de terreno inclinada. Se ve también alguna casa de labranza y chabolas para aperos. 
 
Aunque es lunes y no es aún muy tarde, no se ve a nadie trabajando. Creía que no era tarde pero, entre pitos y flautas, ya me han dado las ocho. He perdido casi hora y media en esta aventura, que tiene el lado positivo de que así la puedo contar.

Torre de Verger 
Después de un cuarto de hora, ya estoy de nuevo en la carretera que va por encima del acantilado y con vistas al mar que siempre me relaja, me da tranquilidad. La calzada va subiendo de nuevo y veo de lejos la Torre de Verger. Saco una foto lejana y otra cuando ya la tengo más próxima.


Está en lugar muy estratégico. Parece como si fuera sobre uno de los mallos de Riglos. No me cuesta mucho llegar y subir a ella, pero tengo que dejar la mochila abajo, dentro de la torre, puesto que el agujero de paso no tiene la suficiente amplitud y no me permite pasar con ella.
 








Al mirar hacia el Sur, me sorprendo de ver todavía un trocito de Dragonera, casi tapada por el farallón de la Punta des Fabiolets. Cuando estoy sacando otra foto hacia el Norte, en la que todavía no asoma Banyalbufar, recibo una llamada al móvil de MoviStar.


MoviStar. Encuesta de satisfacción y el gato
Aunque tengo mi mochila abajo y me la puede llevar cualquiera, pero, también me digo: “¿quién se la va a llevar?”, “¿qué desalmado me va a amargar este genial camino?”. El cabreo por el comportamiento de algunos no me va a conseguir amargar mi magnífico camino. Lo sigue siendo a pesar de los pesares. Desde la torre de Verger celebro una curiosa conversación con la encuestadora de MoviStar, que no comprende lo que le digo y trato de explicárselo. La llamada viene al hilo de mi compra de móvil en Ciutadella y lo que quieren saber mi opinión de cómo fue de satisfactoria la atención que allí me prestaron. La encuesta es un rollazo, pues casi todo es calificar entre 0 y 10. Lo que más les sorprende es que dé una alta calificación al trato que me dio la empleada que me lo vendió y que luego dé un 0 a ¿volverá usted a comprar a esa tienda? Se lo aclaro, que estoy de viaje, que será muy improbable que vuelva a Ciutadella y, por tanto, no creo que vuelvan a producirse las razones que me llevaron a acudir a aquella tienda MoviStar. Parece que lo acaba entendiendo. A saber si dejará mi respuesta tal cual ha sido, o la amañará para que no produzca resultados catastróficos a la empleada que tan bien me atendió.

Acabada la encuesta, veo desde el agujero de la boca interior de la torre, cómo un gato juega con los correajes de mi mochila que ha quedado abajo. Una jovencita sube cuando yo bajo y su madre, histérica, le llama: “¿Isa?” (Canto popular canario. ¿Pero si estamos en Baleares? No reprimo mis tonterías). Como la madre no ve a su hija, se intranquiliza, y yo, para calmarla, le digo: “se habrá entretenido con el gato”. Su respuesta es contundente: “Ella ya sabe que no me gustan los gatos”. “Pues si su hija sabe que no le gustan los gatos -le digo- no estará jugando con él”. Me apeno del marido y de la hija y me pregunto “¿es posible vivir con una madre, con una mujer, así?”.


Banyalbufar
Salgo del entorno de la torre hacia la carretera y pronto me paro para disfrutar de una imagen de Banyalbufar, donde ya se aprecia la configuración del pueblo. También este está enclavado como Estellencs en la ladera de la montaña y la parte más próxima al mar esta cultivada en bancales con árboles frutales. 



Quizás este pueblo esté algo menos alejado del mar que el anterior. He sacado una foto desde lejos y otra de los bancales de más cerca. Pregunto a dos mujeres por los municipales y me dicen que sólo hay uno que tiene que hacer servicios limitados, no cubre todo el horario y ahora está fuera de servicio. Les explico la razón de mi interés y me explican el litigio entre el Ayuntamiento y el propietario de la finca en cuestión. La razón me la dan ellas. El propietario dice que sus burros se estresan al ver pasar tanta gente por su dominio. La última palabra la tienen los jueces. 


Al menos me ha servido para aclarar la mala opinión que estaba achacando a los ediles mallorquines. Me cuentan también lo de la romería a la ermita, que hace años ya no la pueden hacer por la misma razón por la que yo me quejo. Saco foto de la iglesia y del Ayuntamiento que, junto a una plaza, están en el mismo entorno al que se accede por una escalera. 

 




Supongo que habrá otro acceso menos problemático y que los minusvalidos y las personas mayores no estarán excluidos para hacer alguna consulta o para rezar. Paso al otro lado de la carretera para ver la Torre de Baronia y me acerco a lo que llaman Clastra, que supongo es una especie de claustro que está bajo la misma torre.

Anochecer en la playa de Banyalbufar
Voy bajando del pueblo hacia la playa, sin tener ni idea de lo que me voy a encontrar. Los acontecimientos de la tarde en Planicia me han dejado un mal sabor de boca, aunque también tengan su lado positivo. No deja de ser un aprendizaje más sobre el comportamiento humano. La distancia entre la urbe y la playa también me resulta muy larga. Sigo viendo la vega con cultivos en bancales. 


Sin bajar a la playa, me quedo en el acantilado hasta que finalice la puesta de sol, que ya se produce hacia las 21:15 h. 

 






Tengo que aprovechar los días que me quedan a Poniente para disfrutar de los ocasos. A las 21:23 h ya se ha metido totalmente el sol por el horizonte y bajo a la playa. 
 




Practicamente esta playa es inexistente, pues la marea está alta y el mar casi la cubre. Y lo que no cubre es de cantos rodados. Pero ya estoy aquí y no me quedan muchas alternativas, asi que empiezo a bajar. 
 

Una pareja de sudamericanos se va y deja la playa vacía, toda para mí. Me cruzo con ellos en las escaleras. Les pregunto acerca del agua y me dicen que hay una cascada de la que ellos cogen para beber. Ya abajo, me acerco a la cascada, meto la mano con el botellín dentro de ella y la lleno de agua. Me la bebo. Está muy rica y la vuelvo a llenar para la noche que se aproxima. Me coloco al final de la playa, desde donde veo la aureola anaranjada que ha dejado el sol al desaparecer, cortada por el acantilado. El espacio que me queda para dormir es mínimo. Confío en que no suba más la marea. El espacio por encima de donde estoy está precintado por la policía municipal y no se puede/debe pasar. 

De la pared de donde mana la cascada de agua, de la que yo estoy algo alejado, de vez en cuando cae alguna piedrecilla que espero sea algo puntual y no sigan cayendo durante la noche. Acaba de abandonarnos el sol y ya estoy viendo la luna en forma de filetito en creciente. 

Por mi posición, pronto desaparece la luna. Al oscurecer, la noche se presenta estrellada, sin ninguna amenaza y pronto se irá metiendo, por la red metálica de la parte prohibida, la Osa Mayor. Duermo bastante bien y sólo me levanto una vez a orinar. Hoy me quedo sin cena.

Balance del día
A pesar de ser hoy un día atípico en mi viaje, donde ha predominado lo ingrato sobre lo agradable, no ha sido un mal día. El arranque de la mañana con mucha incertidumbre y la certeza de la barrera privada en Planicia no han sido acontecimientos como para echar campanas al vuelo. La opinión del propietario de Es Grau y la resignación de las mujeres de Banyalbufar que se quedaron sin romería, me saca de quicio y me exaspera el predominio de lo privado sobre el bien público. Me agrada que el ayuntamiento tomara parte en el asunto, aunque el resultado sea incierto. La incorrecta información de David me produce más extrañeza por tratarse de algo que lleva años mal y él no se ha enterado. Con todo, las pequeñas cosas: las cabras que he fotografiado, la húngara que me ha dado el agua, el ciclista que sangraba, antes y después de la ducha, el adiós a Sa Trapa, el gato de Verger y la histérica madre de la niña, incluso la llamada de MoviStar y su incomprensión, han dado pinceladas de color a un día que, si no, habría sido muy ingrato.

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