Etapa 37
(279) 09 de julio de 2011, sábado
Ermita de la
Mare de Déu del Puig-Pollença-Alcúdia-Port d’Alcúdia.
Amanecer
en la Mare de Déu del Puig
Me
despierto a las 6:30 h. No me he levantado a orinar en toda la noche,
y eso que terminé el vino y la gaseosa que me sirvieron (50 cl) y,
por la tarde, me había bebido un gin-tonic con doble de tónica en
el Brisa Marina.
Saco cuatro fotos de amanecer que iré intercalando, las que me entren, en estas primeras líneas. Desde mi habitación, veo salir el sol, como siempre, por Levante. Pero la particularidad de este lugar es que Levante se corresponde aquí con el Cap de Formentor, que está al Noreste de donde yo estoy y, también conmigo, la Mare de Déu. Estoy en buena compañía. “No me desampares ni de noche ni de día, no me dejes solo que me perdería” decía inconsciente y crédulo en mi niñez.
Y ahora que estoy recuperando el niño que casi pierdo, me viene aquello en que dejé de creer hace tiempo. He abierto la ventana y veo cómo de Formentor llega la claridad. Me vuelvo a la cama, coloco la almohada a mi espalda, apoyada en la pared (la cama no tiene cabezal, acorde con la celda austera en que estoy) y, desde allí, comienzo a esperar la salida del astro rey. En una cultura animista, sería éste mi Dios, por la vida que me da.
No tengo prisa y espero a que aparezcan los primeros rayos. Como hay nubes en el fondo del mar, va a tardar más en salir el sol que lo que lo hubiera hecho con horizonte más despejado. ¡Lástima! Cuando ya ha salido, me levanto y saco las tres fotos restantes desde la ventana con la bahía de Pollença y los tejados próximos. En el mar, en primer término, se ve la Punta de l’Avançada, a la que ayer no llegué por causa de las instalaciones militares que me prohibían el paso.
No sé si habría tenido opción por el otro lado. Es probable, puesto que hay un faro y, en la siguiente bahía, está la Platja Caló, que se encuentra más cerca de este faro que de la platja de Formentor. Hechas las fotos, pues el sol no podía esperar, coloco la mesa bajo la ventana, tomo mi pastilla de Indapamida y me pongo a escribir el diario. Cago bien y con calidad y sigo escribiendo. Dejo de hacerlo a las 7:45 h pues quiero dar una vuelta por el entorno antes de que sea la hora de desayunar. Me visto, recojo y me voy saliendo por el pasillo.
Saco cuatro fotos de amanecer que iré intercalando, las que me entren, en estas primeras líneas. Desde mi habitación, veo salir el sol, como siempre, por Levante. Pero la particularidad de este lugar es que Levante se corresponde aquí con el Cap de Formentor, que está al Noreste de donde yo estoy y, también conmigo, la Mare de Déu. Estoy en buena compañía. “No me desampares ni de noche ni de día, no me dejes solo que me perdería” decía inconsciente y crédulo en mi niñez.
Y ahora que estoy recuperando el niño que casi pierdo, me viene aquello en que dejé de creer hace tiempo. He abierto la ventana y veo cómo de Formentor llega la claridad. Me vuelvo a la cama, coloco la almohada a mi espalda, apoyada en la pared (la cama no tiene cabezal, acorde con la celda austera en que estoy) y, desde allí, comienzo a esperar la salida del astro rey. En una cultura animista, sería éste mi Dios, por la vida que me da.
No tengo prisa y espero a que aparezcan los primeros rayos. Como hay nubes en el fondo del mar, va a tardar más en salir el sol que lo que lo hubiera hecho con horizonte más despejado. ¡Lástima! Cuando ya ha salido, me levanto y saco las tres fotos restantes desde la ventana con la bahía de Pollença y los tejados próximos. En el mar, en primer término, se ve la Punta de l’Avançada, a la que ayer no llegué por causa de las instalaciones militares que me prohibían el paso.
No sé si habría tenido opción por el otro lado. Es probable, puesto que hay un faro y, en la siguiente bahía, está la Platja Caló, que se encuentra más cerca de este faro que de la platja de Formentor. Hechas las fotos, pues el sol no podía esperar, coloco la mesa bajo la ventana, tomo mi pastilla de Indapamida y me pongo a escribir el diario. Cago bien y con calidad y sigo escribiendo. Dejo de hacerlo a las 7:45 h pues quiero dar una vuelta por el entorno antes de que sea la hora de desayunar. Me visto, recojo y me voy saliendo por el pasillo.
La Mare
de Déu
Antes
de salir al exterior, saco cuatro fotos de interior. De ellas sólo
salen bien dos, otra regular y la incluyo en el reportaje y la cuarta
es totalmente inservible. La primera foto que saco es la del pasillo
donde están, a la derecha, las celdas. También la mía, la nº 11.
En la pared de la izquierda, se aprecia un gran arcón y sillas para hacer más fácil el camino interior a los mayores y, a ambos lados, cuadros edificantes con escenas de la Virgen con el niño que, como veremos, es la forma con que se nos presentará en la capilla la imagen de la Mare de Déu del Puig. Paso por el ancho corredor previo a recepción, que es donde ayer vi por primera vez a Caty.
Sin dejar de ser otro espacio con imágenes monacales, aquí ya vemos algo más de la historia y de la vida conventual. No me detengo mucho a instruirme, no vaya a coger un empacho de historia, y menos tratar de memorizarla. Siempre escribieron la historia los vencedores y ésta es la única historia que, a la larga, pervive. Los poderosos se encargan bien de hacer desaparecer los vestigios de lo que no les fue favorable y así les luce y nos luce. Ayudan a que cada vez seamos más los incrédulos.
Entro en la capilla, donde se nos presenta la Mare de Déu, en forma de Virgen coronada con niño y, ambos, aureolados. Están en el nicho central, flanqueados por dos ángeles. Probablemente uno de ellos sea el arcángel Gabriel. El otro puede ser Miguel, puesto que Luzbel seguro que no es, y Rafael, ¿a saber dónde se ha ido? El sagrario brilla de oropeles y los manteles blancos y puntillosos, junto a las flores, esperan el momento para que se inicie la ceremonia mistérica.
En la pared de la izquierda, se aprecia un gran arcón y sillas para hacer más fácil el camino interior a los mayores y, a ambos lados, cuadros edificantes con escenas de la Virgen con el niño que, como veremos, es la forma con que se nos presentará en la capilla la imagen de la Mare de Déu del Puig. Paso por el ancho corredor previo a recepción, que es donde ayer vi por primera vez a Caty.
Sin dejar de ser otro espacio con imágenes monacales, aquí ya vemos algo más de la historia y de la vida conventual. No me detengo mucho a instruirme, no vaya a coger un empacho de historia, y menos tratar de memorizarla. Siempre escribieron la historia los vencedores y ésta es la única historia que, a la larga, pervive. Los poderosos se encargan bien de hacer desaparecer los vestigios de lo que no les fue favorable y así les luce y nos luce. Ayudan a que cada vez seamos más los incrédulos.
Entro en la capilla, donde se nos presenta la Mare de Déu, en forma de Virgen coronada con niño y, ambos, aureolados. Están en el nicho central, flanqueados por dos ángeles. Probablemente uno de ellos sea el arcángel Gabriel. El otro puede ser Miguel, puesto que Luzbel seguro que no es, y Rafael, ¿a saber dónde se ha ido? El sagrario brilla de oropeles y los manteles blancos y puntillosos, junto a las flores, esperan el momento para que se inicie la ceremonia mistérica.
Salgo
a la calle y voy sacando fotos del rocambolesco entorno. Entradas y
salidas, subidas y bajadas, me van permitiendo el acceso a los
distintos edificios y a los espacios de relajo intramuros. Por ellos
me iré metiendo hasta que encuentre a Gabriel. De momento estoy solo
y hago un recorrido rápido que dura menos de 10 minutos. Saco nueve
fotos, una de ellas de la vista que hay desde el Puig hacia abajo,
hacia la Pollença más interior, puesto que hacia el Port ya he
sacado unas cuantas con el amanecer.
El recorrido lo inicio por la fachada exterior y principal de la capilla, que ya la he visto y a la que he entrado por la puerta conventual, que es lo que actualmente es el albergue. Esta conexión es la que hace creer a los clientes que son los antiguos monjes que oraban en la capilla, en las celdas y laboraban sus tierras en los espacios intra y extramuros. El campanario está pegado al antiguo convento y el atrio con portada retranqueada, proyecta un arco que es más achaparrado que lo que nos pudiera ofrecer un románico de medio punto. Una verja cierra el acceso al templo. El arco de la puerta es de medio punto perfecto. En los paneles laterales de la fachada aparecen dos pequeños y coquetos rosetones, que son los que confieren a esta fachada su singularidad. El tímpano alberga una figurilla en lo más alto, que no acabo de ver bien a quién representa, pero no sería de extrañar que también fuera la Mare de Déu que está en todas partes, omnipresente. Retranqueado del pórtico aparece un trozo de lienzo con ventana estrecha ojival y más a la izquierda otro edificio de dos plantas al que se accede, a la primera, por el exterior y, a la segunda, por una escalera que parte del interior. A toda esa parte siguiente se llega traspasando un portón abierto, sobre el que ya está pegando el sol y por el que voy a penetrar intramuros.
Los rayos solares iluminan la fachada en la segunda planta de este otro edificio esquinado, al que también fotografío. Y sin meterme intramuros, me asomo hacia Pollença y es cuando saco la foto panorámica del pueblo que ya os he presentado. No es todo lo panorámica que me gustaría, puesto que los árboles del cerro del Puig me quitan gran parte de visibilidad. Me habría encantado verlo más despejado y poder preparar desde arriba el itinerario que quiero hacer luego, cuando baje: Policía local, Pont romá, Refugi Pont Romá y demás. Pero, todo no puede ser.
Tras esta tercera foto, es cuando me meto por el interior del antiguo convento. Un espacio con dos grandes mesas y cuatro bancos fijos, en material de obra y madera fuerte tratada para que aguante a la intemperie, se encuentra protegido por muros de mampostería, en entorno protegido, que lo será más o menos, dependiendo de por dónde sople el aire. A esta hora matutina está totalmente soleado y no importa, pero no sé cuándo le llegará la sombra de las ramas del único árbol que hay próximo; esperemos que sea cuando más azote el sol.
Este tipo de espacios se observan mejor en la siguiente foto, aunque son espacios menores y flanqueados por una fila de cipreses que, estos sí, pueden creer en Dios. A pesar del aire que aquí debe azotar, crecen rectos, verticales y, como todos los árboles, morirán de pie. Estoy mezclando a Gironella con Casona. Saco foto del edificio más potente del lugar que defiende su muro con dos contrafuertes que quizás sean lo más deteriorado del edificio.
Lo que destaca más es la filigrana superior de sus ventanas. Una de ellas, la que está abierta, parece que en algún tiempo tuvo su celosía o una balconada de madera, o un mirador, pero que ahora, al haberlo perdido, da sensación de algo roto o inacabado.
En la cerrada, el dintel parece mejor conservado y da al edificio un aspecto como más oriental, o más medieval, con alguna influencia árabe. Vuelvo por donde he entrado y bajo la escalinata de la gran plaza delantera a la capilla.
Desde abajo la fotografío, desde ahí se vislumbra uno de los rosetones de la ermita y el gran portón. Rodeando por el exterior el muro protector almenado, vuelvo a entrar al interior del albergue por el mismo sitio que entré ayer por la tarde, donde el niño extranjero no me entendió o no supo o no quiso orientarme.
Luego le veré al bajar, llegando a Pollença con su mamá. Es ahora cuando me encuentro con Gabriel. Es el que ayer estaba esperando la cena en el comedor y me dijo que tocara la campanilla, que sería como un pequeño cencerro. Un cencerrico que me trajo recuerdos de cuando era pequeño, de cuando solíamos ir a llamara, a buscar, a que vinieran los reyes magos de oriente. Ésta era una costumbre que celebrábamos de tiempo inmemorial en Alsasua y que, supongo, se habrá perdido.
Soy poco partidario de tradiciones, sobre todo de las que frenan, de las que no dejan avanzar, sin embargo, estas sencillas, sin más transcendencia, me produce nostalgia que se pierdan. Gabriel es madrileño. Aquí, en el Puig, cumple funciones de vigía de incendios forestales. El Puig de María es una atalaya extratégica para localizarlos. Hace unos días vió desde aquí el humo del incendio de Artá, aunque su voz de alarma fuera contemporánea con otras voces que también vieron cómo se iniciaba. Me enseña su lugar de trabajo, donde también dispone de una cama pero que, en estos meses de verano apenas la usa, pues suele preferir dormir a la intemperie, a la “Belle etoile”. Coge unos enormes prismáticos, la mejor herramienta para su trabajo, y salimos a la terraza. Realmente la vista que abarca es inmensa, aunque nunca es tanta como en las torres vigías con estructura metálica, en que la visión es de 360º. A una de ellas subí cuando fui con mi amigo Joan el verano pasado, en el entorno de Gandesa, donde hablé con otro vigía, velador también de incendios forestales. En ningún momento miro a través de los prismáticos de Gabriel. Habla mucho y me cuenta cosas interesantes. Es normal que aproveche mi presencia, puesto que pasa mucho tiempo solo, observando, algo no muy diferente a contemplar, que es más próximo a meditar. Gabriel ha viajado mucho por el mundo y ha estado de vigía en muchos sitios diferentes pero en el Puig se encuentra muy a gusto. Yo también le hablo de mi viaje y de lo dificultoso de algunos caminos. Me dice que en el cabo de Formentor me deviera haber aventurado por alguno de los caminos señalados en lugar de seguir por la carretera, que aunque algunos me parecieran escarpados o como de cabras, luego iban llanos y paralelos a la ruta de coches. Una pena no haberlos hecho con él de acompañante y guía. El que vi desde el segundo mirador, el que empezada en escalera y seguía haciendo un zig-zag incierto, le digo que lo vi pero que no me atreví a seguir y me metí por el túnel. Antes de subir a desayunar, que pensaba ir a las ocho y ya han pasado con creces, Gabriel me presenta a Sigrid.
El recorrido lo inicio por la fachada exterior y principal de la capilla, que ya la he visto y a la que he entrado por la puerta conventual, que es lo que actualmente es el albergue. Esta conexión es la que hace creer a los clientes que son los antiguos monjes que oraban en la capilla, en las celdas y laboraban sus tierras en los espacios intra y extramuros. El campanario está pegado al antiguo convento y el atrio con portada retranqueada, proyecta un arco que es más achaparrado que lo que nos pudiera ofrecer un románico de medio punto. Una verja cierra el acceso al templo. El arco de la puerta es de medio punto perfecto. En los paneles laterales de la fachada aparecen dos pequeños y coquetos rosetones, que son los que confieren a esta fachada su singularidad. El tímpano alberga una figurilla en lo más alto, que no acabo de ver bien a quién representa, pero no sería de extrañar que también fuera la Mare de Déu que está en todas partes, omnipresente. Retranqueado del pórtico aparece un trozo de lienzo con ventana estrecha ojival y más a la izquierda otro edificio de dos plantas al que se accede, a la primera, por el exterior y, a la segunda, por una escalera que parte del interior. A toda esa parte siguiente se llega traspasando un portón abierto, sobre el que ya está pegando el sol y por el que voy a penetrar intramuros.
Los rayos solares iluminan la fachada en la segunda planta de este otro edificio esquinado, al que también fotografío. Y sin meterme intramuros, me asomo hacia Pollença y es cuando saco la foto panorámica del pueblo que ya os he presentado. No es todo lo panorámica que me gustaría, puesto que los árboles del cerro del Puig me quitan gran parte de visibilidad. Me habría encantado verlo más despejado y poder preparar desde arriba el itinerario que quiero hacer luego, cuando baje: Policía local, Pont romá, Refugi Pont Romá y demás. Pero, todo no puede ser.
Tras esta tercera foto, es cuando me meto por el interior del antiguo convento. Un espacio con dos grandes mesas y cuatro bancos fijos, en material de obra y madera fuerte tratada para que aguante a la intemperie, se encuentra protegido por muros de mampostería, en entorno protegido, que lo será más o menos, dependiendo de por dónde sople el aire. A esta hora matutina está totalmente soleado y no importa, pero no sé cuándo le llegará la sombra de las ramas del único árbol que hay próximo; esperemos que sea cuando más azote el sol.
Este tipo de espacios se observan mejor en la siguiente foto, aunque son espacios menores y flanqueados por una fila de cipreses que, estos sí, pueden creer en Dios. A pesar del aire que aquí debe azotar, crecen rectos, verticales y, como todos los árboles, morirán de pie. Estoy mezclando a Gironella con Casona. Saco foto del edificio más potente del lugar que defiende su muro con dos contrafuertes que quizás sean lo más deteriorado del edificio.
Lo que destaca más es la filigrana superior de sus ventanas. Una de ellas, la que está abierta, parece que en algún tiempo tuvo su celosía o una balconada de madera, o un mirador, pero que ahora, al haberlo perdido, da sensación de algo roto o inacabado.
En la cerrada, el dintel parece mejor conservado y da al edificio un aspecto como más oriental, o más medieval, con alguna influencia árabe. Vuelvo por donde he entrado y bajo la escalinata de la gran plaza delantera a la capilla.
Desde abajo la fotografío, desde ahí se vislumbra uno de los rosetones de la ermita y el gran portón. Rodeando por el exterior el muro protector almenado, vuelvo a entrar al interior del albergue por el mismo sitio que entré ayer por la tarde, donde el niño extranjero no me entendió o no supo o no quiso orientarme.
Luego le veré al bajar, llegando a Pollença con su mamá. Es ahora cuando me encuentro con Gabriel. Es el que ayer estaba esperando la cena en el comedor y me dijo que tocara la campanilla, que sería como un pequeño cencerro. Un cencerrico que me trajo recuerdos de cuando era pequeño, de cuando solíamos ir a llamara, a buscar, a que vinieran los reyes magos de oriente. Ésta era una costumbre que celebrábamos de tiempo inmemorial en Alsasua y que, supongo, se habrá perdido.
Soy poco partidario de tradiciones, sobre todo de las que frenan, de las que no dejan avanzar, sin embargo, estas sencillas, sin más transcendencia, me produce nostalgia que se pierdan. Gabriel es madrileño. Aquí, en el Puig, cumple funciones de vigía de incendios forestales. El Puig de María es una atalaya extratégica para localizarlos. Hace unos días vió desde aquí el humo del incendio de Artá, aunque su voz de alarma fuera contemporánea con otras voces que también vieron cómo se iniciaba. Me enseña su lugar de trabajo, donde también dispone de una cama pero que, en estos meses de verano apenas la usa, pues suele preferir dormir a la intemperie, a la “Belle etoile”. Coge unos enormes prismáticos, la mejor herramienta para su trabajo, y salimos a la terraza. Realmente la vista que abarca es inmensa, aunque nunca es tanta como en las torres vigías con estructura metálica, en que la visión es de 360º. A una de ellas subí cuando fui con mi amigo Joan el verano pasado, en el entorno de Gandesa, donde hablé con otro vigía, velador también de incendios forestales. En ningún momento miro a través de los prismáticos de Gabriel. Habla mucho y me cuenta cosas interesantes. Es normal que aproveche mi presencia, puesto que pasa mucho tiempo solo, observando, algo no muy diferente a contemplar, que es más próximo a meditar. Gabriel ha viajado mucho por el mundo y ha estado de vigía en muchos sitios diferentes pero en el Puig se encuentra muy a gusto. Yo también le hablo de mi viaje y de lo dificultoso de algunos caminos. Me dice que en el cabo de Formentor me deviera haber aventurado por alguno de los caminos señalados en lugar de seguir por la carretera, que aunque algunos me parecieran escarpados o como de cabras, luego iban llanos y paralelos a la ruta de coches. Una pena no haberlos hecho con él de acompañante y guía. El que vi desde el segundo mirador, el que empezada en escalera y seguía haciendo un zig-zag incierto, le digo que lo vi pero que no me atreví a seguir y me metí por el túnel. Antes de subir a desayunar, que pensaba ir a las ocho y ya han pasado con creces, Gabriel me presenta a Sigrid.
Sigrid la artesana
Sigrid
es una alemana que pasa en el Puig tres meses al año, haciendo
trabajos manuales, de artesanía, que luego trata de vender y que a
veces le encargan del mismo albergue como recuerdos que compran los
clientes y visitantes. Con lo que saca por la venta no le da para
hacer mucho negocio pero, al menos, le sirve para costearse la
estancia en el Puig. Sobre piedras, más o menos lisas, cantos
rodados planos, de los que utilizamos para lanzar en superficies de
agua lisa, de forma horizontal. y que van haciendo un reguero de
saltos longitudinales y lo más lejanos que se puede, dibuja
elementos variados y los colorea. Uno de los elementos que más le
gusta incrustar son los dragones, las sargantanas, aquellas
lagartijas que conocí en Dragonera y en cuyo nombre tanto me
insistía María Magdalena. Le quedan muy bonitas. También se pueden
utilizar como pisapapeles y, las más pequeñas, como colgantes.
Algunos, con la Mare de Déu, los hace de encargo, cuando se los
piden.
Tiene muchos elementos pequeñitos, en cajitas, que los va cogiendo según le va pidiendo lo que está realizando en el momento. Este es el momento de dar rienda suelta a la creatividad y de esa forma ninguno de los objetos que realiza es igual a otro. Es normal que, no teniendo a nadie que le diga lo que tiene que hacer, y salvo en los momentos en que tiene que hacer vírgenes de encargo, pero donde también es creativa, la muchacha esté muy entretenida. Como apenas sabe castellano, la conversación resulta muy limitada. Es normal que parezca algo introvertida. Quizás sea con Gabriel con quien mejor se relaciona. Cuando está reconcentrada en su trabajo, tampoco tiene mucha necesidad de comunicar.
Tiene muchos elementos pequeñitos, en cajitas, que los va cogiendo según le va pidiendo lo que está realizando en el momento. Este es el momento de dar rienda suelta a la creatividad y de esa forma ninguno de los objetos que realiza es igual a otro. Es normal que, no teniendo a nadie que le diga lo que tiene que hacer, y salvo en los momentos en que tiene que hacer vírgenes de encargo, pero donde también es creativa, la muchacha esté muy entretenida. Como apenas sabe castellano, la conversación resulta muy limitada. Es normal que parezca algo introvertida. Quizás sea con Gabriel con quien mejor se relaciona. Cuando está reconcentrada en su trabajo, tampoco tiene mucha necesidad de comunicar.
Desayuno
donde cené
Subo
una escalinata suave que en sus paredes laterales ofrece vitrinas con
materiales rústicos, útiles de carpintería, utensilios cerámicos
y aperos de labranza. Esta escalera es la que da acceso al amplio
espacio anexo a recepción. Entro a desayunar y pido un café para
Gabriel, que vendrá a tomarlo y me hará compañía otro rato. Creo
que no es el primer café que se toma hoy pues, como también fuma,
es la pescadilla que se muerde la cola. Café para estar vivo y
despierto, cigarrillo para tranquilizarse. Estas son las otras
aficiones de Gabriel después de la de vigilar (sin castigar). Cuando
le he visto por primera vez esta mañana, ya estaba liando sus
propios cigarrillos, con filtro y picadura de tabaco para liar. Caty
me pregunta qué quiero desayunar y me saca pan integral tostado, a
los que unto con mantequilla y mermelada. Luego los remojo en
descafeinado con leche. Me he sentado junto a la mesa en que ayer
cenaba Gabriel y Caty me anima a otro sitio donde tenga mejor visión.
Gabriel toma su café y vuelve a su trabajo. Cuando he terminado de
desayunar, subo a la habitación, recojo la camiseta que ya está
completamente seca, y hago rápidamente el equipaje, puesto que no lo
había deshecho apenas. Retiro las sábanas de la cama y la funda de
la almohada y bajo donde Caty, se lo entrego todo, junto a la llave,
pago los 14 € de la habitación, le digo que salude a Toni de mi
parte, que hoy no está, y me despido de ella agradecido por lo bien
que me ha ido la estancia y por todas sus atenciones y las de Toni
que, creo recordar, siendo su camarero y ayudante, también era
su padre.
Despedida
de Gabriel y de Sigrid
Vuelvo
donde Gabriel a despedirme. Es ahora cuando aprovecho para sacar
fotos de la artesanía de Sigrid. Donde la tiene expuesta, no creo
que sea el lugar más comercial del recinto monacal. Por su
estructura, yo diría que este gran corredor o salón relativamente
estrecho, pudo ser en otro tiempo el refectorio. Con techumbre
soportada en arcos ojivales del gótico y por la posición actual de
las mesas, también pudiera cumplir ahora la función similar de
comedor para grandes grupos. No lo sé y como no pregunté tampoco
puedo asegurar absolutamente nada. Me despido de Gabriel. Digo adiós
a Sigrid y como ya llevo encima mis mochilas, salgo por otra puerta
distinta a por la que entré ayer.
Bajada
del Puig de María
Si
ayer parecía como una ascensión a los cielos, el descenso de hoy no
es como una bajada a los infiernos. De hecho, como ayer, el primer
tramo sigue pareciéndome precioso y sigo pensando en una más que
probable calzada romana. Esta otra zona que fotografío así lo
demuestra. A mí me gusta, aunque para caminar y, sobre todo, para
bajar, prefiero un camino o un sendero de tierra y piedra. Algunos
extranjeros ya se han espabilado antes de que yo haya iniciado la bajada y han empezado su recorrido por paseos del entorno del Puig.
También se han ido, bajando hacia Pollença, la madre y el hijo con el que ayer me enfadé. Hoy me mira impertérrito. También baja una pareja de Pollença, que tiene el hábito de subir y bajar todos los días. ¿Por salud, hábito, promesa, superstición, amor a María? Luego me doy cuenta que la subida que hacen es mínima, puesto que sólo descienden hasta media montaña, donde han dejado aparcado el coche. Llegando a media altura del cerro, saco foto más cercana de Pollença, que me ofrece, casi alineados, tres campanarios de tres iglesias, uno detrás de otro, por donde iré pasando luego.
Iré cumpliendo el programa. Llegando abajo avisto por delante a la madre y al hijo, y no creo que sean María y Jesús de paisano. Les fotografío desde mi posición. No sé de qué nacionalidad son. Están a punto de salir a la carretera. Pasada la carretera les saludo, pero no tenemos conversación.
También se han ido, bajando hacia Pollença, la madre y el hijo con el que ayer me enfadé. Hoy me mira impertérrito. También baja una pareja de Pollença, que tiene el hábito de subir y bajar todos los días. ¿Por salud, hábito, promesa, superstición, amor a María? Luego me doy cuenta que la subida que hacen es mínima, puesto que sólo descienden hasta media montaña, donde han dejado aparcado el coche. Llegando a media altura del cerro, saco foto más cercana de Pollença, que me ofrece, casi alineados, tres campanarios de tres iglesias, uno detrás de otro, por donde iré pasando luego.
Iré cumpliendo el programa. Llegando abajo avisto por delante a la madre y al hijo, y no creo que sean María y Jesús de paisano. Les fotografío desde mi posición. No sé de qué nacionalidad son. Están a punto de salir a la carretera. Pasada la carretera les saludo, pero no tenemos conversación.
Práctcamente
voy haciendo el recorrido entre calles, pasando de una iglesia a la
siguiente. Para llegar al refugi y al Pont Romà, tengo que atravesar
todo el pueblo. Primero llego hasta una torre de base cuadrada en cuya parte alta le ha crecido un bonito sombrero de
hiedra. Como la parra principal procede del lateral oculto a mi
vista, resulta curioso que la zona verde sea aérea.
Quedan a la vista la puerta de acceso a la torre, que se ofrece en el otro lateral y una ventana peculiar, que quizás sea lo más valioso de la torre. En la parte inferior, un cañón la defiende de los enemigos. Dos artilugios extraños, como pequeñas catapultas, coronan la terraza superior. De la torre, paso a otro edificio que pudiera ser muy bien un museo, pero esta mañana, después de haberme entretenido tanto en el Puig de la Mare de Déu, no estoy para visitar museos. Ya he dicho algo de mi opinión sobre la historia estando en el Puig. Un gran árbol tapa casi las dos fachadas del edificio.
Y lo que me hace pensar en museo o sala de exposiciones es un gran cartel vertical que está en una de ellas. Después llego a una plaza donde hay una iglesia. Destaca su gran rosetón. En su campanario, el reloj señala las 10:10 h (o sea, las veinte. 10 y 10 son 20, ¿no?). La puerta, en cuarteles oxidados parece de hojalata o cobre rojizo con gruesos remaches, sus pilares laterales y el dintel son elementales pero graciosos en su sencillez. Una pancarta acordada entre plátanos, que bordean la plaza, y que no consigo saber lo qué reivindica, si es que reivindica algo. Llego a una calle en la que un ciclista comenta con dos viandantes una noticia de la prensa.
La calle tiene al fondo una iglesia, la segunda. Una señora me dice que al fondo hay una fuente famosa en el pueblo que llaman la Font del Gall y me hace el gesto de en qué forma se muestra el gallo. La señora se coloca en una postura muy graciosa y me río algo que no suele suceder pues cuando la gente hace los gestos obscenos al bailar “No sé lo que tiene el gallo. Pun catapún chimpún. El gallo subeee. Echa su polvorete. Pun catapún chimpún. Y se sacudeee”, no me hace ninguna gracia. Con la advertencia que me ha hecho la señora, sigo hasta el final de la calle con el ánimo de localizar la famosa fuente y, por fin, doy con ella. Veo la postura del gallo y yo diría que levanta el espolón hacia delante, que no creo sea postura plausible para un ave de corral, y que yo diría que este gallo está a la pata coja.
No me extraña que la señora me haya hecho gracia, pues intentar poner la pierna doblada hacia delante es tarea más que imposible. Sería fácil si doblara la pierna hacia atrás pero, eso que sería lo normal, le restaría singularidad. La tinaja que lo soporta da la impresión de que no mana agua, si es que de allí, algún día cercano, manó. Por fin, llego a la tercera y última iglesia y de ésta ya tengo poco que decir. A la puerta se accede por escalinata y está encastrada en un entrante ojival, cuya dovela más alta, la central, soporta el pequeño y poco gracioso rosetón, una flor de seis pétalos. También se podría decir que el rosetón descansa sobre la última dovela central. Finalizado el recorrido por el entramado urbano, ya veo anuncio del puente romano.
Quedan a la vista la puerta de acceso a la torre, que se ofrece en el otro lateral y una ventana peculiar, que quizás sea lo más valioso de la torre. En la parte inferior, un cañón la defiende de los enemigos. Dos artilugios extraños, como pequeñas catapultas, coronan la terraza superior. De la torre, paso a otro edificio que pudiera ser muy bien un museo, pero esta mañana, después de haberme entretenido tanto en el Puig de la Mare de Déu, no estoy para visitar museos. Ya he dicho algo de mi opinión sobre la historia estando en el Puig. Un gran árbol tapa casi las dos fachadas del edificio.
Y lo que me hace pensar en museo o sala de exposiciones es un gran cartel vertical que está en una de ellas. Después llego a una plaza donde hay una iglesia. Destaca su gran rosetón. En su campanario, el reloj señala las 10:10 h (o sea, las veinte. 10 y 10 son 20, ¿no?). La puerta, en cuarteles oxidados parece de hojalata o cobre rojizo con gruesos remaches, sus pilares laterales y el dintel son elementales pero graciosos en su sencillez. Una pancarta acordada entre plátanos, que bordean la plaza, y que no consigo saber lo qué reivindica, si es que reivindica algo. Llego a una calle en la que un ciclista comenta con dos viandantes una noticia de la prensa.
La calle tiene al fondo una iglesia, la segunda. Una señora me dice que al fondo hay una fuente famosa en el pueblo que llaman la Font del Gall y me hace el gesto de en qué forma se muestra el gallo. La señora se coloca en una postura muy graciosa y me río algo que no suele suceder pues cuando la gente hace los gestos obscenos al bailar “No sé lo que tiene el gallo. Pun catapún chimpún. El gallo subeee. Echa su polvorete. Pun catapún chimpún. Y se sacudeee”, no me hace ninguna gracia. Con la advertencia que me ha hecho la señora, sigo hasta el final de la calle con el ánimo de localizar la famosa fuente y, por fin, doy con ella. Veo la postura del gallo y yo diría que levanta el espolón hacia delante, que no creo sea postura plausible para un ave de corral, y que yo diría que este gallo está a la pata coja.
No me extraña que la señora me haya hecho gracia, pues intentar poner la pierna doblada hacia delante es tarea más que imposible. Sería fácil si doblara la pierna hacia atrás pero, eso que sería lo normal, le restaría singularidad. La tinaja que lo soporta da la impresión de que no mana agua, si es que de allí, algún día cercano, manó. Por fin, llego a la tercera y última iglesia y de ésta ya tengo poco que decir. A la puerta se accede por escalinata y está encastrada en un entrante ojival, cuya dovela más alta, la central, soporta el pequeño y poco gracioso rosetón, una flor de seis pétalos. También se podría decir que el rosetón descansa sobre la última dovela central. Finalizado el recorrido por el entramado urbano, ya veo anuncio del puente romano.
Pont Romà
Me
dirijo hacia donde indica la flecha, y en cinco minutos ya estoy
junto al puente. Por debajo pasó en un tiempo una torrentera pero,
hoy, está seca. No sé si en invierno o en las épocas de lluvia,
este puente vuelve a retomar su vocación y sirve para algo más que
para adorno o para recuerdo de lo que fue. En cualquier caso, aunque
nunca pase ya río alguno por debajo, dado el hundimiento del terreno
en lo que fuera su cauce, su existencia permite que peatones,
bicicletas y algún otro vehículo motorizado, lo pueda atravesar de
un lado al otro. El puente presenta dos arcos romanos de distinta
curvatura y sobre el soporte central un ventanal con arco de punto
redondo que lo atraviesa de lado a lado.
Cuando me voy alejando del puente, encuentro una señal de Font Romà y me planteo, ya que estoy allí, ver de paso también la fuente romana. Una señora que sabe que hay puente pero no fuente, me dice: “pero no trae agua”. Doy otra vuelta siguiendo la señal y veo de lejos de nuevo el mismo puente. Desde aquí se ve mejor el ventanal del que, de cerca, no apreciaba el final. Al volver a la señal que yo había interpretado como Font, observo que ha sido un malentendido producido por el deterioro de la chapa en que el nombre está grabado, las inclemencias del tiempo y algún elemento mecánico que se ha chocado contra él, también han contribuido a que parte de la “P” se haya perdido y convertido en “F”. “¡Fock!”, que dirían los ingleses. Bueno, al menos el rodeo me ha servido para apreciar mejor el ventanal. Para asegurarlo, una chica me confirma que no hay tal fuente.
Cuando me voy alejando del puente, encuentro una señal de Font Romà y me planteo, ya que estoy allí, ver de paso también la fuente romana. Una señora que sabe que hay puente pero no fuente, me dice: “pero no trae agua”. Doy otra vuelta siguiendo la señal y veo de lejos de nuevo el mismo puente. Desde aquí se ve mejor el ventanal del que, de cerca, no apreciaba el final. Al volver a la señal que yo había interpretado como Font, observo que ha sido un malentendido producido por el deterioro de la chapa en que el nombre está grabado, las inclemencias del tiempo y algún elemento mecánico que se ha chocado contra él, también han contribuido a que parte de la “P” se haya perdido y convertido en “F”. “¡Fock!”, que dirían los ingleses. Bueno, al menos el rodeo me ha servido para apreciar mejor el ventanal. Para asegurarlo, una chica me confirma que no hay tal fuente.
Refugi
Pont Romà
Visto
el puente, ahora voy a tratar de buscar de nuevo el albergue que
encontré ayer tancat (cerrado). Cuando llego, la puerta exterior del refugi,
que anteayer estaba cerrada, hoy la encuentro abierta. Exteriormente tiene
muy buen aspecto, aunque sólo se ve el muro su puerta y las cuatro
ventanas. Es una lástima que hayan tardando tanto tiempo en tomar
la decisión de arreglar la zona deteriorada. Tras sacar foto del
exterior, entro en el recinto, pero todas las puertas que dan al
interior del edificio están cerradas.
Desde fuera, no consigo ver dónde está el techo que se hundió. No sé si me dijeron que lo que se había hundido era la claraboya. En el centro del patio hay un plátano que ya está bastante frondoso y que da buena sombra. Una mesa con dos bancos en zona protegida bajo tejado y dos cristaleras que dan paso a las zonas comunes y al edificio donde pienso estarán las habitaciones. Si el día que llegué hubiese encontrado la puerta abierta, me habría escondido y hubiera buscado acomodo dentro. Venía tan cansado que me habría quedo frito en el acto. Pero, si luego hubieran cerrado la puerta y me hubieran dejado dentro ¿cómo saldría? Ningún problema, para qué tengo apuntado el teléfono 971173700. Espero que no me hubiera confundido con el del Hostal París 971864017. De todas formas, como soy amigo de pensar en positivo, si esto hubiese ocurrido, lo de dormir encerrado en el refugi, no me habría ocurrido la anécdota nocturna del hostal París, no habría tampoco tenido otro elemento que me confirmara el viaje del próximo año 2012, hubiera tenido que ir cargado con la mochila hasta el cabo de Formentor… así que, casi mejor que la puerta estuviera cerrada anteayer y abierta hoy para que viera algo del refugi por dentro. Saco foto del refugi visto desde el patio central.
Desde fuera, no consigo ver dónde está el techo que se hundió. No sé si me dijeron que lo que se había hundido era la claraboya. En el centro del patio hay un plátano que ya está bastante frondoso y que da buena sombra. Una mesa con dos bancos en zona protegida bajo tejado y dos cristaleras que dan paso a las zonas comunes y al edificio donde pienso estarán las habitaciones. Si el día que llegué hubiese encontrado la puerta abierta, me habría escondido y hubiera buscado acomodo dentro. Venía tan cansado que me habría quedo frito en el acto. Pero, si luego hubieran cerrado la puerta y me hubieran dejado dentro ¿cómo saldría? Ningún problema, para qué tengo apuntado el teléfono 971173700. Espero que no me hubiera confundido con el del Hostal París 971864017. De todas formas, como soy amigo de pensar en positivo, si esto hubiese ocurrido, lo de dormir encerrado en el refugi, no me habría ocurrido la anécdota nocturna del hostal París, no habría tampoco tenido otro elemento que me confirmara el viaje del próximo año 2012, hubiera tenido que ir cargado con la mochila hasta el cabo de Formentor… así que, casi mejor que la puerta estuviera cerrada anteayer y abierta hoy para que viera algo del refugi por dentro. Saco foto del refugi visto desde el patio central.
Segunda y
última visita a la Policía Local
Busco
Policía Local y, cuando llego, hoy están de turno dos municipales
desconocidos; ninguno estaba en el turno de anteayer. Hay que tener
en cuenta que además hoy es sábado. Al de cabeza rasurada que me atiende le
cuento a grandes rasgos y le digo que he venido a agradecer la buena
atención recibida. Él también hizo, con su mujer, un tramo por
Ourense del Camino de Santiago. Me cuenta el problema que tuvieron
por la distancia entre dos albergues. Entre uno y otro era muy poca
distancia y el siguiente ya estaba demasiado lejos. Decidieron
saltarse uno y él llego bien, pero su mujer llegó a duras penas. Le
doy mi visión del tema y las alternativas de dormir a la intemperie
si se hace en verano y con buen tiempo. Me despido del policía
caminante y me voy. Al salir a la carretera, vuelve a pasar María,
la policía local. Si llego a ser un delincuente, seguro que no me ve
tantas veces. Está poniendo barreras en la carretera, junto a un
compañero. Hoy por la mañana sonaban cláxones de camiones que
accionaban los conductores por la celebración de su fiesta, la de
San Cristobal.
Un sueño
actual
Aquí
termino de escribir, con San Cristobal, mi blog en la noche y me
acuesto. En el tránsito del 24 al 25 de abril de 2014, cuando estoy
narrando el blog del viaje de 2011, tengo este sueño que me mantiene
desvelado gran parte de la noche. Incluso me levanto de madrugada
para anotar los referentes más sobresalientes y no olvidarlos al
amanecer.
El sueño:
Mi madre ha fallecido en su pueblo de Montsanta de Adentro. Está
tendida y hemos podido estirar los dedos de sus manos, tan maltrechos
por la artrosis, después de toda una vida de cocinar, fregar y
lavar. Pero el anillo de falso topacio que le hemos puesto en el
anular ha desaparecido, al igual que el auténtico que teníamos
guardado en un cajón. Ahora sus manos yertas enlazan sus dedos unos
con otros. Hasta aquí el sueño.
Acontecimientos
de la víspera
Suelen
decir los expertos freudianos que los sueños, en su parte formal,
tienen que ver con acontecimientos de la víspera. Los que, tras
hacer un repaso, consigo recordar y poner en relación, son los
siguientes:
1) Ayer leí
en el periódico, ilustrado con una foto de una lectora, cómo en la
lectura del Quijote del día anterior, 23 de abril, día del libro,
donde yo había leído el capítulo V de la primera parte, se había
hecho un pequeño homenaje a Gabo, Gabriel García Márquez,
recientemente fallecido. El día del acto, yo estaba frente a los
lectores, el que leía y la que iba a continuación, y presidía el
acto una reproducción de una ilustración de Gustavo Doré, que
representaba a Don Alonso Quijana rodeado de todos los fantasmas de
sus novelas de caballería, que tanto amaba. En un lateral, frontal a
la entrada, habían puesto una gran foto del que fuera premio Nobel
de Literatura, con una flor amarilla, más que capullo, menos que
rosa. En la decoración de la sala predominaban también las flores
amarillas. Un color que simboliza amistad.
2)
Esta última tarde nos visita Bildu en el Foro Ciudadano Irunés. Nos
trae la noticia de que Diputación, al igual que el año pasado
ensayó en Urola-Medio, va a poner en marcha el mismo proyecto,
hechas las correcciones necesarias a la primera experiencia, en otras
tres comarcas, Tolosaldea, Oarsoaldea y Bidasoaldea, la que a
nosotros nos compete y que la formamos los ayuntamientos de
Hondarribia e Irun. Tras explicarnos el programa que consiste en que
Diputación asigna en sus Presupuestos una suma de quinientos mil
euros para proyectos que se elijan mediante una forma de
Participación ciudadana que será orientada por Elhuyar. El proyecto
tiene que tener apoyo institucional de los ayuntamientos implicados y
de la ciudadanía. Nos piden nuestra colaboración. Nosotros tenemos
que apoyar esta propuesta de Bildu puesto que en nuestros estatutos
aparece como objetivo principal fomentar la participación ciudadana
y porque llevamos diez años pidiendo al Ayuntamiento de Irun que
designe una partida para poner en marcha una primera experiencia de
Participación de la ciudadanía. El Ayuntamiento irunés propone
otra forma de participación en la que nosotros colaboramos pero que
no consideramos es la idónea. La idónea pasa por mayor implicación
de la ciudadanía, algo cada vez más difícil de conseguir. No se
puede decir que el ciudadano de Irun no sea participativo, puesto que
hay muchas asociaciones culturales, deportivas, de vecinos y de ocio
que funcionan bien, pero a la hora de trabajar por la ciudad en su
conjunto, la participación es escasa. Este proyecto de la Diputación,
que hoy controla Bildu, está claro que lo debemos apoyar, pero cómo
hacerlo no es tan sencillo.
3) Al salir
de la reunión, una compañera menciona el tema del pueblo de
Matajudíos que quiere elimitar la primera parte, Mata, y dejarlo en
Judíos a secas. Y ella comenta: “Y abría que hacer lo mismo con
Matamoros”. Matamoros está en México, algo alejado de los países
árabes y, supongo, no les preocupará mucho este tema. Cuando yo
hice el Camino a Santiago en 2006, estaba muy viva la polémica sobre
Santiago Matamoros y se cuestionaba el seguir manteniendo su
estatuaria.
4) Montsanta
de Adentro, un nombre de pueblo que se presenta tan nítido como para
recordarlo después del sueño, es totalmente desconocido para mí.
Probablemente, ni existe.
Mi
interpretación del sueño
Analizando
el sueño y su significado, y relacionándolo con los acontecimientos
de la víspera en los que creo se apoya, llego a las siguientes
conclusiones:
- El sueño surge por mi interés con que vivo el relato al transcribirlo a mi blog viajero. Aún a sabiendas que el tema de elegir el camino idóneo para salir a la Badia de Pollença lo resolví bien en su momento ahora, en los previos a contarlo, vivo las dudas con tal intensidad que me acuesto con esta zozobra. Esto puede dar idea de lo bien que me lo paso reviviendo aquel viaje que no me pareció el mejor de mi vida y que, ahora, al contarlo, eliminadas dudas y sinsabores, sin el dolor de lo ingrato ya superado, lo veo como un viaje inolvidable. Es como una recreación del mismo. Me da mucho trabajo, pero disfruto relatándolo ahora en mi blog.
- Tengo que preguntar a mis hermanas si mi madre tuvo alguna vez un anillo con un topacio. En cualquier caso, el que fuera falso y el auténtico guardado, ambos han desaparecido. De lo que se trata es de que las manos queden liberadas para orientar hacia distintas carreteras que se me cruzan. Dedos que son carreteras que, dependiendo de cual sea la que coja, me van a llevar hacia la bahía, que es donde quiero ir, hacia Alcúdia, hacia el Port d’Alcúdia o hacia el interior. Tengo que elegir bien. Este dilema se refuerza con la necesidad de buscar el camino idóneo en el caso del Presupuesto Participativo, modelo que pone en tela de juicio a la Democracia Representativa.
- La joya en sí, en mi camino, es ese goce de libertad que experimento desnudo en la playa, en el mar, así que si elijo bien el camino que me va a llevar a la costa, allí es donde voy a encontrar el topacio, perdido o robado. Un topacio que, al igual que la rosa en capullo de Gabo, también es amarillo.
- Haciendo la vuelta a la costa peninsular, llegué a la Azoía y quería ir hacia El Portús. Me recomendaron que fuera por Campillo de Adentro, pueblo de interior que me creó también cierta desazón y muchas dudas y problemas hasta que llegué a El Portús. Esta zozobra que me crea el no estar próximo al mar, se acopla muy bien con aquella que sentí y justificaría ese “de Adentro” común a Montsanta en el sueño y Campillo en la realidad de mi experiencia. Por otro lado, Montsanta se convierte en un conjuro contra Matajudíos o Matamoros.
Con estas interpretaciones queda más o menos dilucidado el
significado del sueño para mí.
Camino
hacia la Badia de Pollença
Hecho
este paréntesis de mi sueño de hoy que nada tiene que ver con el
momento en que estoy en el viaje, volvamos a Pollença, de donde
todavía no he salido. Pregunto a María, la policía local, a la que
habíamos dejado con las vallas de la celebración de San Cristobal,
que en realidad su fiesta es mañana día 10, pero adelantan su
celebración a hoy sábado. Ella me dice que deje la primera y coja
la segunda carretera. Cruzo la carretera principal, la que enlaza con
la que va a Palma, vía Inca, y voy a tratar de seguir sus
instrucciones. No va a ser la última vez que vea a María. Cojo la
pequeña, en la que pone, a Alcúdia, 10 kilómetros. Esta carretera
no tiene arcén y lleva más circulación de la que yo pensaba. A
pesar de ello, se va bastante bien. En el kilómetro 4 o 5, vuelvo a
encontrarme con María.
Despedida
de María
Está
con otro compañero, dos policías nacionales y los dueños de una
casa donde se ha producido algún percance. Hablan en la verja de su
finca. No pregunto y me iré sin saber cual ha sido el problema. Ha
tenido que ser importante cuando está interviniendo tanta policía.
¡Sólo falta la Guardia Civil! Agradezco a María el interés
prestado anteayer, lo bien que me fue en el hostal París, mi visita
a Formentor y me despido de ella con un par de besos.
La platja
de Cap de Bou
En el
kilómetro 6, la carretera finaliza y se cruza con un ramal más
importante y, en ese momento aparece ante mis ojos la Badia de
Pollença. Esta carretera tiene camino de bicicletas lateral, que va
entre la calzada y la playa. La playa tampoco es que sea muy ancha,
ni está muy alejada de la carretera pero, me acerco a la orilla, me
desnudo y me doy un baño. Es el primer baño después del que me di
ayer por la tarde en la platja de Formentor. Lo cojo con ganas. Me
paseo para secarme hacia el Port de Pollença. Me acerco hasta una
pareja sentada en la orilla que han venido andando hasta allí desde
la anterior platja de Can Cullerassa. Al poco, se levantan y se
vuelven en aquella dirección.
En esta zona, el agua está más sucia que donde me he bañado. Yo también retorno a donde está mi equipaje. Ya seco, me visto y continúo por el bidegorri, puesto que por la orilla está apareciendo posidonia incómoda para andar. Saco foto del lugar donde me he bañado. Siguiendo por el camino de bicicletas, llego donde una caseta de piedra que parece calurosa, intenta desgajarse de su base y está consiguiendo entrar en el mar. No me quedaré esperando a ver si llega a buen puerto. Saco una foto para el recuerdo, con las olas lamiendo sus cimientos.
En esta zona, el agua está más sucia que donde me he bañado. Yo también retorno a donde está mi equipaje. Ya seco, me visto y continúo por el bidegorri, puesto que por la orilla está apareciendo posidonia incómoda para andar. Saco foto del lugar donde me he bañado. Siguiendo por el camino de bicicletas, llego donde una caseta de piedra que parece calurosa, intenta desgajarse de su base y está consiguiendo entrar en el mar. No me quedaré esperando a ver si llega a buen puerto. Saco una foto para el recuerdo, con las olas lamiendo sus cimientos.
Alcúdia
y sus murallas
Sigo
por es Barcares, es Grau y así voy llegando a las murallas. Pensaba
ir primero a la Oficina de Información pero, al encontrármelas de
camino, no le veo sentido ir allí para luego retroceder. Así que
entro en la ciudad amurallada, me adentro por una de sus calles, que
tienen un curioso suelo para pisar, hecho de retazos marmóreos. Veo
un menú que me parece interesante y, al preguntar por él, me dicen
que es el de ayer, que los sábados no ofrecen menú, así que me voy
del restaurante que ofrecía lo que no tenía y salgo por la puerta
de San Sebastián.
Un navarro, casi giputxi (guipuzcoano), no podía salir por otra puerta. En otro menú, me atraen unas sardinas, así que me meto a comer en el Rte Son. Como lasaña, sardinas con ensalada y dos cervezas y pago 15,90 € con Visa. No había podido pagar con Visa desde la cena en Brisa Marina de anteayer. Unos alemanes de los que se lo montan bien, han comido pambolí con algo más. Él se ha bebido unas cuantas cañas y ella, lo veo por primera vez, Coca-cola con cerveza. El camarero vacía primero la Coca-cola en una jarra y luego la completa con la cerveza. “¡Habrá que probarlo!”, me digo de primeras, pero soy alérgico, por principios, a la Coca-cola y va a ser difícil que pruebe esa mezcla, semejante brebaje. Ella tiene el bolso en el suelo, pero las asas las tiene metidas dentro de las patas de la silla, así, si alguien se lo quiere robar, siendo como es tan alta y tan fornida, será prácticamente imposible que la desplacen de la silla con el tirón.
Esta fórmula tan buena para evitar robos, es la que me da pie para entrar en conversación con ellos. Ella fuma demasiado. Él entiende mejor el castellano y le da explicaciones a su dama sobre mi viaje, el que les estoy contando. Después entienden por qué he comido tanto y no tengo tripa. Se van, me voy y sigo hacia la ciudad romana. Vuelvo a estar en la Puerta de San Sebastián. También aquí al santo le han dejado sin flechas aunque, por la postura, es fácilmente reconocible. Está dentro de una hornacina y no lleva leyenda o, al menos, no se la veo. Una chica me acompaña y me dice dónde está el Museo.
Un navarro, casi giputxi (guipuzcoano), no podía salir por otra puerta. En otro menú, me atraen unas sardinas, así que me meto a comer en el Rte Son. Como lasaña, sardinas con ensalada y dos cervezas y pago 15,90 € con Visa. No había podido pagar con Visa desde la cena en Brisa Marina de anteayer. Unos alemanes de los que se lo montan bien, han comido pambolí con algo más. Él se ha bebido unas cuantas cañas y ella, lo veo por primera vez, Coca-cola con cerveza. El camarero vacía primero la Coca-cola en una jarra y luego la completa con la cerveza. “¡Habrá que probarlo!”, me digo de primeras, pero soy alérgico, por principios, a la Coca-cola y va a ser difícil que pruebe esa mezcla, semejante brebaje. Ella tiene el bolso en el suelo, pero las asas las tiene metidas dentro de las patas de la silla, así, si alguien se lo quiere robar, siendo como es tan alta y tan fornida, será prácticamente imposible que la desplacen de la silla con el tirón.
Esta fórmula tan buena para evitar robos, es la que me da pie para entrar en conversación con ellos. Ella fuma demasiado. Él entiende mejor el castellano y le da explicaciones a su dama sobre mi viaje, el que les estoy contando. Después entienden por qué he comido tanto y no tengo tripa. Se van, me voy y sigo hacia la ciudad romana. Vuelvo a estar en la Puerta de San Sebastián. También aquí al santo le han dejado sin flechas aunque, por la postura, es fácilmente reconocible. Está dentro de una hornacina y no lleva leyenda o, al menos, no se la veo. Una chica me acompaña y me dice dónde está el Museo.
Primero
me asomo a lo que la ciudad romana ofrece desde su exterior, aunque a
esta hora en que ya hemos pasado de las 14:30 h, el rigor del sol
invita más a buscar sombra. Menos mal que el caminante ya tiene
callo, además de papiloma.
Recuerdo ciudades que visité en hora álgida de calor: Éfeso, Meknes, Pompeia, me vienen de inmediato a la mente. Se diría que si la visita la hiciésemos con frío, parecería menos romana. Y también estoy seguro que, como ellos no eran masoquistas y prtendían vivir bien, estaría todo acondicionado con sombras de árboles, porches y agua cantarina refrescante. Entro en el Museu Monogràfic de Pol-lèntia, cuya entrada cobran 3 €, pero como jubilado, me cuesta 2 €. Enseño el DNI y me dan un folleto. Y la guía de la visita. Sin mirarlos, veo primero el área de Portella. Sa Portella ofrece la casa típica del lugar. Salvo unas poquitas columnas que se elevan un poco más, la mayoría de los muretes que enmarcan los habitáculos encontrados, se elevan poco más arriba que la altura de las rodillas, algunos ni tanto.
En otro espacio encuentro los primeros restos del Foro ¡Lástima no poder disponer de otro en Irun! Ensayaríamos ciudadanía. Aquí lo encontrado no es más importante que lo visto en el área de Portella. Dispone de un elemento más alto pero, como soporta la manguera de riego, y además es un elemento aislado, como desgajado del foro y sin identidad propia, no me destaca y le doy poco valor. Probablemente lo tenga. ¿Pudo ser un pozo? Una construcción funcional, hecha para facilitar la visión y no dañar lo encontrado, ofrece el lugar donde hubo un precioso mosáico, ahora muy deteriorado.
Siguiendo pasillo de cemento, voy visitando otros espacios. Finalmente, llego al Teatro. Éste ya ofrece las gradas desde las que los espectadores veían los espectáculos. Al no tener proscenio, lo tuvo, pero se perdió, parece más griega que romana, pero a mí lo que más me sorprende es que a esta hora, el espectáculo no está en el escenario, sino en las gradas más altas. Allí, una pareja de jovencitos ensaya sus primeros besos, las primeras emociones de amor correspondido de su adolescencia.
En escena, una cinta roja y blanca estropea la belleza del lugar. Es como una mácula en la historia. Si hay algo que no se quiere que se pise, prohibirlo de forma más elegante, pero pisar piedras no creo que deteriore más un lugar que pasó siglos siendo pisoteado. En la parte alta del Teatro, es donde descubro unas pocas tumbas antropomorfas. Luego me dirán que esas tumbas son más recientes, de la época paleocristiana.
Sin salir del entorno de Pol-lèntia, veo fuera, tras un hierbal, una ermita, que más tarde veré desde el exterior.
También sin salir del recinto de ruinas romanas, veo en el exterior, aunque hacia otro lado, hacia el museo, una iglesia de gran envergadura, que no visitaré. Está cerrada. Se trata de la Iglesia de Sant Jaume, del siglo XIV
Recuerdo ciudades que visité en hora álgida de calor: Éfeso, Meknes, Pompeia, me vienen de inmediato a la mente. Se diría que si la visita la hiciésemos con frío, parecería menos romana. Y también estoy seguro que, como ellos no eran masoquistas y prtendían vivir bien, estaría todo acondicionado con sombras de árboles, porches y agua cantarina refrescante. Entro en el Museu Monogràfic de Pol-lèntia, cuya entrada cobran 3 €, pero como jubilado, me cuesta 2 €. Enseño el DNI y me dan un folleto. Y la guía de la visita. Sin mirarlos, veo primero el área de Portella. Sa Portella ofrece la casa típica del lugar. Salvo unas poquitas columnas que se elevan un poco más, la mayoría de los muretes que enmarcan los habitáculos encontrados, se elevan poco más arriba que la altura de las rodillas, algunos ni tanto.
En otro espacio encuentro los primeros restos del Foro ¡Lástima no poder disponer de otro en Irun! Ensayaríamos ciudadanía. Aquí lo encontrado no es más importante que lo visto en el área de Portella. Dispone de un elemento más alto pero, como soporta la manguera de riego, y además es un elemento aislado, como desgajado del foro y sin identidad propia, no me destaca y le doy poco valor. Probablemente lo tenga. ¿Pudo ser un pozo? Una construcción funcional, hecha para facilitar la visión y no dañar lo encontrado, ofrece el lugar donde hubo un precioso mosáico, ahora muy deteriorado.
Siguiendo pasillo de cemento, voy visitando otros espacios. Finalmente, llego al Teatro. Éste ya ofrece las gradas desde las que los espectadores veían los espectáculos. Al no tener proscenio, lo tuvo, pero se perdió, parece más griega que romana, pero a mí lo que más me sorprende es que a esta hora, el espectáculo no está en el escenario, sino en las gradas más altas. Allí, una pareja de jovencitos ensaya sus primeros besos, las primeras emociones de amor correspondido de su adolescencia.
En escena, una cinta roja y blanca estropea la belleza del lugar. Es como una mácula en la historia. Si hay algo que no se quiere que se pise, prohibirlo de forma más elegante, pero pisar piedras no creo que deteriore más un lugar que pasó siglos siendo pisoteado. En la parte alta del Teatro, es donde descubro unas pocas tumbas antropomorfas. Luego me dirán que esas tumbas son más recientes, de la época paleocristiana.
Sin salir del entorno de Pol-lèntia, veo fuera, tras un hierbal, una ermita, que más tarde veré desde el exterior.
También sin salir del recinto de ruinas romanas, veo en el exterior, aunque hacia otro lado, hacia el museo, una iglesia de gran envergadura, que no visitaré. Está cerrada. Se trata de la Iglesia de Sant Jaume, del siglo XIV
Museu
Monogràfic de Pol-lèntia
Slgo
del recinto y retorno al museo, donde he sacado antes la entrada. Hay
alguna estatuaria de cuerpo entero, alguna descabezada. Las piezas
más valiosas de este pequeño museo son: una cabeza de niña de
bronce, un torso de un hombre y su cuerpo entero con un peto bien
labrado, sin brazos y sin cabeza. Algo menor, un alfiler de pelo,
completa las joyas encontradas. El Museu es pequeño y no está
recargado.
En ese sentido me agrada tanto como el Oiasso que tenemos en Irun. Ambos me parecen bien como están. El irunés ganará cuando se ofrezcan al público las termas. La encargada me dice que algunas piezas están restauradas y otras se han llevado a algún museo de Palma. Es lo que suele ocurrir con las capitales, absorven patrimonio de la periferia. Le propongo que no lo recarguen mucho más, aunque encuentren más cosas, que no repitan, que lo mucho cansa y no ilustra más. Harán lo que quieran, pero yo me quedo más satisfecho si lo digo que si me callo. Me ha dicho: “Todavía nos queda mucho por escarbar”.
En ese sentido me agrada tanto como el Oiasso que tenemos en Irun. Ambos me parecen bien como están. El irunés ganará cuando se ofrezcan al público las termas. La encargada me dice que algunas piezas están restauradas y otras se han llevado a algún museo de Palma. Es lo que suele ocurrir con las capitales, absorven patrimonio de la periferia. Le propongo que no lo recarguen mucho más, aunque encuentren más cosas, que no repitan, que lo mucho cansa y no ilustra más. Harán lo que quieran, pero yo me quedo más satisfecho si lo digo que si me callo. Me ha dicho: “Todavía nos queda mucho por escarbar”.
Port d’Alcúdia
Ya con
la visita al Museu hecha, me dirijo hacia el Port d’Alcúdia, a
donde llegué el primer día procedente de Ciutadella. Llegué al
gran puerto, el más alejado, pero hoy no iré allí, puesto que me
voy a quedar en el entorno de este otro, que es más deportivo.
Primero paso por la ermita o capilla que antes he visto desde el
interior del recinto pollentino, visitando el Foro y la Casa romana. Ahora la precio mejor.
Tiene bonitas dimensiones y está muy bien proporcionada. Guarda
equilibrio entre la anchura de su fachada y el esbelto campanario.
Las dovelas del arco de medio punto de la entrada están muy
deterioradas, pero aguantarán todavía algunos siglos más. Sobre
las dovelas se ve una hornacina con cubierta, pero la imagen que hubo
parece que ha volado al cielo. Ya en el pueblo, me acerco a la
Oficina de Información.
Regreso
a Información del Port d’Alcudia. Cama y viaje
Mi
intención es agradecer la buena acogida que recibí al llegar, pero
hoy hay otra mujer atendiendo, más joven que aquella que me dio el
mapa recién llegado. Hoy está en la oficina de Alcudia que hace un rato acabo
de abandonar. ¡Qué lástima! Esta mujer también me atiende muy
bien, mejor si cabe, pues pone mucho interés en resolverme dos
problemas.
Uno es el viaje de mañana y, el otro, el de la cama de esta noche. La primera gestión va a ir por fases y la cama se resuelve a la primera. Dormiré en el Vista Alegre que, a pesar de estar en el propio paseo marítimo del puerto, me va a costar encontrar.
Uno es el viaje de mañana y, el otro, el de la cama de esta noche. La primera gestión va a ir por fases y la cama se resuelve a la primera. Dormiré en el Vista Alegre que, a pesar de estar en el propio paseo marítimo del puerto, me va a costar encontrar.
Vista
Alegre
Llego
en el momento en que un taxista discute con una chica de unos 35-40
años. Está peleando para tratar de cobrar su carrera desde Palma.
“Si no tienes dinero, ¿por qué coges taxi desde Palma?”, le
está diciendo. Y el taxista se desespera. Luego accede a acompañarle
a un Telebanco. Es lo que me dice el encargado del hostal y me cuenta
que a él le ha hecho el numerito, queriéndose desnudar y dándose
golpes en la cabeza, hasta que el taxista ha desistido y no ha
querido ni llamar a la policía. Llega una señora y me da la 305,
con baño y ducha fuera de la habitación, por 20 €. Me desnudo y,
con la toalla cubriéndome la zona baja, me voy al otro baño que, al
menos, tiene ventana. Me meto en la ducha, pero el agua sale caliente
la lleve a topo a la derecha, como si la llevo a la izquierda. Me
seco un poco para no ir chorreando y me voy al baño que no tiene
ventana. Aquí el agua sale algo más fría pero, con la presión, la
pella no aguanta y sale disparada. Me acabo de duchar como puedo, me
seco y me voy a mi habitación. Lavo camiseta, calzoncillo, pantalón
y pañuelo, sin jabón. Por lo menos, desparecerá el sudor. Los
tiendo con dos perchas del armario y cambio la posición de las
persianas y cortinas para que la ropa se seque mejor. Pruebo el
ventilador vertical y acierto a la primera, dándole al 2 o al 3.
Sale aire fresquito, pero no lo puedo dejar en marcha. Bajo a
recepción con la almohada, que es muy gruesa, y le pido al chaval
que me la cambie por otra más fina. Le espero y me da otra mejor. Me
cuenta la historia de la chica y el taxista. Me dice que ella tiene
su equipaje en el hostal. Que tampoco pagó allí la noche anterior.
Y ¿para qué fue a Palma y ha vuelto? Quería que el hostal pagara
al taxista, a cuenta. ¡Encima de no pagar, un gasto más! Algo le
pasa a esa mujer. No está bien. El taxista decía: “yo también
tengo mujer e hijos”. Le cuento mi noche en el hostal París y me
voy.
Información.
Océano. Playa.
Puerto. Información
Puerto. Información
De
nuevo en información. “Salió bien la gestión en el hostal Vista
Alegre”, le digo. Me informa de los Balearia que salen de Palma.
Uno a las nueve y el otro a las 9:30 h. Cogiendo el autobús de las
7:45 h no llego al primero y más si hay que estar dos horas antes de
la salida, ni aún cogiendo taxi al llegar. Pero ella muestra
confianza en que todo me va a salir bien. Ha mirado en otra compañía,
pero exige la fecha de salida. Le digo que pida para mañana y que
luego volveré. Me doy una vuelta y me meto en el Océano y pido un
gin-tonic de Beefeather con dos tónicas. Hoy me atiende una camarera
pero, cuando estoy repartiendo las dos tónicas, pasa el camarero y
me doy cuenta cuando ya está lejos. Además, no tengo certeza
absoluta de que fuera él, el que me atendió el día 15. Le digo a
la chica y me confirma que sí, que era él, el jefe de camareros.
Ella también se sorprende de mi vuelta a la isla y de mi previa a
Menorca y se lo comenta a un cliente. Pago 4,90 €. Cuando termino
la combinación, paseo y me acerco de nuevo a información. En la
otra compañía no hay plazas y tendré que hacer el plan con
Balearia, a lo que salga. Agradezco su gestión y me despide a dos
manos. Sus dos manos cogen la mía. ¡Muy bonito! Hoy no hay
espectáculo nocturno. El 7 actuó Fora Viva y ella fue con sus
hijos, pero llegaron tarde y no pudieron ver la actuación de los
espadachines, que era lo que más les apetecía a sus chavales. Hoy,
el espectáculo está en Pollença. Prometo no ir. No sé que hacer
hasta la hora de la cena. El baño desnudo en la playa, tan familiar,
la primera por la que pasé el primer día, va a ser imposible.
En el paseo marítimo están poniendo infinidad de tenderetes. Paseo por la playa y rodeo el puerto por el exterior, hasta que un muro me obliga a entrar en restaurante. Además de ser temprano, no me interesa lo que me ofrecen. Sigo por el interior del puerto y veo baños y, aunque son para el personal y clientes del puerto, me cuelo cuando alguien sale y orino. Algunos se duchan y se secan sin ningún pudor. Dan ganas de aprovecharse de la oportunidad. Tras orinar, más tranquilo, sigo paseando.
Subo y bajo por el tinglado de madera. Información ya ha cerrado. No me siento motivado para dibujar, aunque llevo material en la mochilita.
En el paseo marítimo están poniendo infinidad de tenderetes. Paseo por la playa y rodeo el puerto por el exterior, hasta que un muro me obliga a entrar en restaurante. Además de ser temprano, no me interesa lo que me ofrecen. Sigo por el interior del puerto y veo baños y, aunque son para el personal y clientes del puerto, me cuelo cuando alguien sale y orino. Algunos se duchan y se secan sin ningún pudor. Dan ganas de aprovecharse de la oportunidad. Tras orinar, más tranquilo, sigo paseando.
Subo y bajo por el tinglado de madera. Información ya ha cerrado. No me siento motivado para dibujar, aunque llevo material en la mochilita.
Luz de
Luna
Empiezo
a buscar un sitio para cenar. De la carta del Luz de Luna me apetece
tomate con cebolla y un par de huevos con patatas fritas, pero sigo
paseando. Los tenderetes están a tope de cosas inútiles,
innecesarias.
Regreso al Luz de Luna y, al atenderme una camarera china delgadita, me doy cuenta de que estoy en un restaurante Chino. No tiene la estructura habitual, ni siquiera farolillos, y lo que voy a comer va a tener poco de comida china. Me lo sacan todo a la vez y como primero los huevos e impregno alguna patata con Ketchup. Repetiré la operación. Troceo en cuatro cada rodaja de tomate, así como los aros de cebolla y hecho sal, aceite y vinagre. No uso ni soja ni otras especias. Dos cañas y té de jazmín y pago 11 € en efectivo. He cenado muy a gusto y casi al lado de casa.
Regreso al Luz de Luna y, al atenderme una camarera china delgadita, me doy cuenta de que estoy en un restaurante Chino. No tiene la estructura habitual, ni siquiera farolillos, y lo que voy a comer va a tener poco de comida china. Me lo sacan todo a la vez y como primero los huevos e impregno alguna patata con Ketchup. Repetiré la operación. Troceo en cuatro cada rodaja de tomate, así como los aros de cebolla y hecho sal, aceite y vinagre. No uso ni soja ni otras especias. Dos cañas y té de jazmín y pago 11 € en efectivo. He cenado muy a gusto y casi al lado de casa.
Última
noche en Mallorca
Todavía
me daré otra vuelta para alargar mi última noche en Mallorca y,
así, bajar la cena. Compro Aloe-Vera en un establecimiento próximo
al hostal (2,90 €) y hablo por teléfono con Mikel y Gari (0,95 €).
Ya ha quedado descartado el bus a Sóller y el tren Sóller-Palma.
Subo a mi habitación en el Hostal Vista Alegre. Cuando he tomado
posesión de la habitación, se oía roncar a alguien que estaba
echando la siesta. Ahora no se le oye, pero se le oirá. No sé si
por las tónicas, las cervezas o el té de jazmín, pero me tengo que
levantar dos o tres veces a orinar por la noche.
Balance
de la última jornada mallorquina
Lo más
bonito del día han sido las primeras horas en el Puig de María y la
charla con Gabriel, el vigilante de fuegos, y el recorrido que he
hecho por el entorno, con Sigrid incluida. El paseo por Pollença con
la graciosa mujer que me ha hecho la postura del gallo. También la
visita al Pont Romà y al refugi, con las fotos correspondientes. El
bañito en Cap de Bou, la visita a las murallas de Alcúdia y a las
ruinas romanas de Pol-lèntia. La muy buena ayuda de la chica de la
Oficina de Información, geniales la de la ida y la de la vuelta. A
pesar de los problemas en Estellencs y Banyalbufar y la accidentada
llegada al embalse de Cúber y el cansancio con que llegué a
Pollença, mi estancia en Mallorca ha merecido la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario