lunes, 3 de marzo de 2014

Etapa 13 (255) Ciutadella-MALLORCA-Platja de Son Bauló

Etapa 13 (255) 15 de junio de 2011, miércoles.
Ciutadella-(Iscomar)-MALLORCA-Alcúdia-Albufera-Platja de Muro-Can Picafort-Platja de Son Bauló.

Inicio el día de hoy sin mapa alguno, puesto que el recorrido que voy a hacer va ha ser prácticamente urbano por la ciudad de Ciutadella. Mi salida hacia el puerto, ya la fui narrando cuando llegué del Balearia y, hoy sólo me fijaré en el refugio de los saharauis.

Amanecer en París. Andrea e Inés
Me despierto temprano pero no definitivamente, pues me vuelvo a adormilar. Me levanto a las 7:20 h, tomo la pastilla de Indapamida y, para las 7:30 h, ya estoy sentado escribiendo el diario. Se me ha retrasado mucho con el intenso día de ayer. Aunque la ropa que lavé ayer aún no se ha secado, la recojo húmeda en la mochila y, con todo preparado, bajo a desayunar. Dejo la mochila en recepción. Desayuno descafeinado con leche y dos magdalenas. Es lo que está incluido en el precio que pagué ayer. Llega Andrea, el hijo de Inés. Andrea es un chaval majo que está en primaria y hablamos de los significados de su nombre. El nombre Andrea me gusta, pero sus significados son algo contradictorios, ¿o quizás no? Andros, hombre en griego, y Andrea, señora (mujer) en euskera. ¿Se puede jugar con el matriarcado vasco? La mujer sería el andros vasco. La mujer fuerte. La que manda en la casa. La que hace de la casa familiar su dominio. Allí, ella tiene todo el poder. La mujer del caserío también trabaja la tierra. El hombre es el que aporta, con su trabajo exterior, por cuenta ajena o propia, en el caserío o en la mar, para la economía de subsistencia. Ambos permite la continuidad de la familia. Me despido de Inés y de Andrea y salgo a dar un paseo por la ciudad.


Segundo paseo por Ciutadella
He olvidado orinar antes de salir y lo hago en unos arbustos cerca de la playa. Hago llamadas por teléfono público a Josu, para decirle que esta tarde paso a Mallorca, y a mis primas Lourdes e Isabelita, para darles el pésame por la muerte de mi tía Josefa, les digo que lo hagan extensivo a su hermano, José Antonio (2,35 €). Entro en la ciudadela y me guío de memoria con un plano que me ha proporcionado Inés. Busco la oficina de MoviStar y la encontraré sin echar mano del plano. Para ello he pasado por la calle principal y terminaré en la plaza de Alfons III.  

Mañana de logística

Pero antes paso por tienda de venta de periódicos y compro postales (15x0,40= 6 €) con intención de escribirlas en el barco. Voy a la farmacia y compro Relec (repelente de insectos) por 9,45 €. El Aloe-Vera que me enseñan está muy bien de precio y con un sistema cómodo para extraerlo, pero no es práctico para mi viaje, pues correría riesgos de que se me saliera y se me expandiera por la mochila, impregnándome la ropa y el saco de dormir, así que no lo compro. En una herboristería, compro otro Aloe-Vera con un sistema mejor para viajar (10 €) y me voy hacia la Oficina de Turismo, para agradecer la información que me dio el chico al pasar el primer día y a rendir cuentas de lo que he disfrutado en su isla de Menorca. El mapa que tuve que pagar un euro, ha sido muy útil. En otra farmacia, pues lo había olvidado en la primera, compro la Indapamida que, en lugar de ser Normon, como es la que compro en Irun, me dan de la marca Mylan que es más cómoda, pues el envase donde van las pastillas no es rígido y permite la partición y el plástico va disminuyendo con el consumo.  


El farmacéutico me dice que es la primera vez que ve una receta de Osakidetza. De momento, el coste de la Indapamida es 0 € pero, en la actualidad, en Irun, dos años después, ya tengo que contribuir con el copago de 0,31 €. Continúo por la calle y es ahora cuando llego a la plaza Alfons III. En esta plaza con palmeras, hay un reloj que marca las 10:45 que comparo con la hora que marca mi cámara 10:53 h y que no sabría decir cuál es la correcta. En uno de los edificios que circundan la plaza, veo un molino de viento que, probablemente, no cumple ninguna función productiva. Ni viento.
 

Entro en la tienda MoviStar. Tras esperar un rato a que una de las chicas se libere de otro cliente, me atiende muy bien. Mi móvil ya está muerto sin remedio y no me queda otra que comprar uno nuevo. Le pido el más sencillo y compro un Nokia. Ella se encarga de recuperar mi número PUK, pues como el viejo no me dejaba meter bien el PIM, ahora me lo exige para poder arrancar. Pido a la chica que me elimine el contestador. Yo no quería que tuviera incorporada cámara de fotos, pero otro más sencillo que tenían en la tienda, sin cámara, me obligaba a cambiar de número de teléfono, y eso tampoco me interesaba, además de ser igual o más caro que el Nokia. Recojo los auriculares, las instrucciones, el cargador y, todo lo demás, de cartón, lo dejo allí, en la misma tienda. Se quedan también con el móvil y el cargador viejos e inservibles y pago 19 € con Visa. Salgo satisfecho, no sólo por que ya voy con el problema de incomunicación resuelto, sino porque salgo de la tienda con la sensación de que he sido bien atendido. En el camino de regreso, encuentro en la calle a dos policías municipales, uno de ellos montado en un transladador motorizado, que no sé si ya tiene nombre específico, que le permite ir tieso y observar desde mayor altura lo que ocurre en la vía pública, además de ir más descansado. Opino, que no es algo que contribuya a la mejora de su salud pues, al no caminar, a su corazón no se le favorece para la regulación del pulso cardíaco. 


Ya me estoy acercando a la catedral, pero paso primero por la plaza donde hay una columna con un cordero abanderado en la cima. Yo le llamo la plaza del cordero, pero no sé su significado. Quizás sea el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, pero habría que saber dónde está la madre del cordero. Está allí, tan solitario… Estará esperando a que lleguen los municipales que, desde su nueva atalaya, le podrán socorrer y preguntarle: ¿qué haces ahí, tan solo, cordero mío? Quizás sea el cordero Pascual y cualquier día se lo comen. Salgo de la ciudadela y entro en la gran plaza, donde está el ayuntamiento y el C’an Nito, donde cené ayer y compro un bocadillo de York y queso por 3,55 €, y vuelvo al hotel. Paso por platja Gran, que es mínima, y me doy un baño en bolas. Será mi baño de despedida de Menorca. Lo hago breve, pues voy justo de tiempo y no quiero arriesgarme a perder el barco.

Del París al puerto. 
La mansión de los saharauis
Cuando llego, está Inés en el hotel, intentando entrar en mi blog. Ha entrado en el inicial, el que no pude continuar y le digo cómo entrar en el correcto. Al fin lo consigue. Pero no me puedo quedar allí para saber su opinión. Cojo las mochilas y me despido con un: “beste egun arte” (hasta otro día) y voy hacia el puerto comercial. Inés, sabe de barcos y de distancias, as que me dice que tengo tiempo de darme una ducha, pero agradezco y no me arriesgo. 


Pregunto a unos chavales, en un momento de duda, qué camino me conviene y me remiten hacia el puerto antiguo. No tenían ni idea de que hubieran hecho otro nuevo. Ya fuera de la civilización, paso por el escampado donde está el cobijo que da techo a los saharauis con los que hablé ayer. Hoy está vacío o, al menos, así me parece, y saco dos fotos desde dos posiciones. En la fachada trasera se aprecia un ventanuco y en la delantera, me da la impresión de que no tiene puerta o de que ésta, está abierta de par en par. Un vano oscuro. Si es así, o están escondidos dentro, o el edificio les permite poca intimidad y pocas posibilidades de guardar algo de valor.

Iscamar y Balearia
Cuando llego al puerto, los dos barcos están ya en la dársena, dispuestos y preparados para salir. El más grande es el de Balearia. Pregunto el precio en la taquilla de Balearia y me dicen que, dependiendo del día y del barco, pero siempre más de 60 €. 
 

Me sigue pareciendo muy caro y que no guarda relación con el trayecto Barcelona-Ciutadella. ¿Pudo ser que, al sacarlo con mucha antelación, el precio disminuyera? Espero en el lugar destinado a los pasajeros en espera y el taquillero que me vendió ayer el billete, me dice que nos vendrán a buscar los azafatos. 

Hablo con un matrimonio residente en la isla y me dice que los isleños tienen precio especial. Luego con una madre que va con su hijo a Alcúdia por motivos de salud. Otro día irán a Barcelona pues tienen que presentar la matrícula para que otra hija vaya allí a estudiar el próximo curso. No sé a cuenta de que me mencionan los Servicios Sociales. Al subir al barco, me dicen cuál es la zona en que menos se mueve.


Despedida de Menorca desde el mar.
Desde Iscamar hacia la costa Norte. 
Luego hacia el Sur con dirección Alcúdia
En el barco, me instalo en una gran mesa, saco las últimas compras y las distribuyo en las dos mochilas. Luego me pongo a escribir el diario. Voy sacando fotos de la costa entre Ciutadella y Cala en Blanes. 
 

Aunque tenemos que ir hacia Mallorca, que está al sur de Menorca, el barco va hacia el Norte. A partir del Cap de Bajolí, ya se va escorando hacia el Oeste y, luego, hacia el Sur, hacia Alcúdia. Un hombre está comiendo y pregunto a uno de a bordo. Me dice que la compañía oferta comida a los conductores de los camiones y les propone la misma que dan a la tripulación. 
 

También, que en el bar tengo bebidas y bocadillos. Son las 14:30 h. Como ya tengo bocadillo, voy por una cerveza (2,20 €). Enfrente se sienta un italiano con su ordenador. Teclea y come a la vez ¡Que no le siente mal la comida! Estando en el barco, me ha llamado Txema Elosegi pero, hasta que me acostumbre al nuevo móvil… No he conseguido hablar con él. Con Txema disfruté mucho en Argelia.


Fue nuestro guía y nos puso en las puertas del desierto del Teneré. En 2013 habíamos hecho planes para hacer la ruta Licia, por la península de Anatolia, pero sus problemas de salud, pues está con tratamiento de quimio y radioterapia, nos están complicando el proyecto. Confío en que la medicina haga milagros y podamos realizarlo en verano de 2015. Una vez hecho ese recorrido por Turquía, en tan magnífica compañía, creo que yo ya me atrevería a venir, en veranos consecutivos, desde Estambul hasta Cataluña. Bueno, centrémonos en el Mediterráneo de hoy y pasemos de Menorca a Mallorca. Acabo de comer el bocata, muy intenso de York y queso, y bebo la cerveza, que tiene su complicación, pues hay que sacar en una máquina un ticket previo que, menos mal, me ayudan a obtenerlo. Pongo señas a las 15 postales: Luchy, Vera, Sara, Sagrario, Lourdes, Luisa, Arantza y Martín, Virginia, Jokin, Félix, Gurutz, Gureak, Foro, Arturo y Agustín Gonzalez Callejo, actual presidente del Foro Ciudadano Irunés que, en aquellos momentos, estaba en horas bajas, con problemas de salud. Cruzamos con un Balearia y pronto llegaremos al puerto de Alcúdia.


M A L L O R C A




Alcúdia. Del puerto a la ciudad
Llegamos a buen puerto sin ningún contratiempo. Hemos tardado menos de tres horas en hacer la travesía entre islas. El barco nos deja atracados y bajamos al puerto de desembarque. En verano de 2013, acabaré de desembarque, me refiero al de Normandía, hasta la coronilla. El puerto de Alcúdia está algo alejado de la ciudad y es incómodo para salir, puesto que está en obras. Desde allí se ven el paseo marítimo y el puerto deportivo de Alcúdia. 

 


Saco una foto del puerto deportivo, que se ve a lo lejos y otra para que se vean las obras portuarias. El camino parece que se nos va alejando cada vez más de la ciudad a los que no estamos motorizados y no nos han venido a buscar en coche. 


Un rato de caminar en tierra de nadie y acabo entrando a puerto de pescadores. Un hombre sentado repara sus redes coloristas. Siempre, en el muelle de Donostia-San Sebastián, había visto realizar esta tarea a mujeres; rederas, las llamábamos. Aunque no es la primera vez que lo veo, es menos habitual ver coser a un hombre. No sé si es correcto decir coser, cuando de lo que se trata es de rehacer la malla.
 

Podría decirse: Remallar una malla desmallada. ¡Lástima que estemos en junio y no en mayo!, y que no haya ni barcos ni redes en el Puro de los Mallos de Riglos. Pero, será mejor que deje de desbarrar. Por fin llego al paseo marítimo, que es un ancho y bonito palmeral. Han construido un tinglado de madera, una rampa ascendente y descendente que aloja en su parte baja a la oficina de turismo. Allí me encuentro con una azafata muy sensible, que se entusiasma con mi viaje y me proporciona el mapa de la isla que me acompañará hasta el 9 de julio. Este mapa ilustra muy bien los nombres de las ciudades y de las playas. Me comprometo a pasar por allí al regreso y contar cómo me ha ido. 
 

Pregunto por Correos y me dan la referencia Mercadona. Cuando llego al buzón, echo las postales que ya he escrito, las cinco primeras a la familia, otra a Luisa, de Barcelona y la última, de ánimo a Agustín. En el Océano, tomo una pomada (4,40 €). Luego retrocedo al inicio curvo de la playa.



Platja des Pot d’Alcúdia
Esta playa se presenta como una U, en la que el lado izquierdo, mirando al mar, es el muro de contención del puerto deportivo. El otro lado es un paseo con un embaldosado muy irregular y, como la playa es ancha, va muy alejado del agua. 
 

Es una playa muy lisa, en lo que a arena seca se refiere, pero también en la entrada al agua, ya que es de las que te metes, te metes, y nunca acaba de cubrir. Especial para familias con niños pequeños. De alguna manera, me recuerda a las playas del Mar Menor, en Murcia, el que califiqué de mar de la tranquilidad. Esta playa tiene el inconveniente de que en la orilla se acumula la suciedad, siéndome muy poco grata. 


Pero se ve que eso no importa a los usuarios, ya que está muy concurrida y es muy familiar. Seguiré adelante con la esperanza de encontrar algún lugar discreto más adelante, donde poder bañarme a mi gusto. Pronto me encuentro con uno de esos escultores que modelan la arena y, de paso que disfrutan de su arte, se pueden sacar unos dineritos para subsistir. A veces, con los sprays fijadores, consiguen hacer durar su obra buena parte del verano. Esto da a entender que trabajar no es lo suyo pues, si disfrutaran haciéndolo, todos los días construirían una obra nueva. ¿No?. 
 

La hacen durar todo lo que pueden. El lema es: máximo rendimiento con mínimo esfuerzo. Este último verano, en el rincón de la Zurriola más próximo al Kursaal, un Simpson repanchingado en el sofá se ha tirado todo el verano. El que está construyendo este escultor de Alcúdia, por la cabeza iniciada y por el volumen del resto a esculpir, parece que acabará siendo un gordo Buda que, como no lo veo finalizar, no lo puedo confirmar. En una sombra protectora está una madre con su hija. Pido permiso para sacar una foto y me lo da, así que aquí tenéis a Antonia con su madre. 
 

Un poco más adelante, otra madre con su niño. Parece que lo está exhortando a que se esfuerce para conseguir lo que se proponga. En la propaganda de helados del chiringuito, un Iniesta sonriente podría ser otro buen ejemplo de tesón y empeño. La playa sigue siendo familiar pero, en la medida en que me vaya acercando más hacia la bocana de salida del torrente de Muro, el personal irá disminuyendo. Bien es cierto que ya han dado las seis de la tarde y la gente empieza a recoger para marcharse a sus casas. No es como en Francia, donde ya es casi la hora de cenar, pero aquí también empieza a verse bastante extranjero. Empiezo a ver posidonia, aunque en pequeños espacios y no produce tanto rechazo como en las playas en que cubre toda la arena. Me encuentro con una pareja de Bilbao. Él está recién jubilado y está en fase de adaptación al cambio. A algunos les cuesta dejar de sentirse necesarios laborales. Como se acaba de jubilar no ha viajado con el Imserso, pero me dice que tampoco le apetece. ¡Lo que es la ignorancia! No tengo todos los datos y, a lo mejor, tiene mucho poderío económico. 
 
Me dicen que les gusta mucho ir a Benidorm, donde opinan que hay mucho ambiente. ¿Pues dónde suele ir una mayoría de jubilados con el Imserso? Tienen una idea errónea del Imserso, transmitida por algún familiar que les ha informado que es a sorteo y que no puedes ir a donde quieres. Les explico el sistema. 
 

 Precisamente Benidorm es el destino que más oferta tiene y donde más jubilados van. Por el poco interés que pone ella a cuanto digo, me da la impresión de que se va a mantener en la idea que ya tenía. Mi siembra va a caer en terreno baldío. Pasamos un puente sobre un canal. Ellos se dirigen a la orilla y yo sigo el paseo marítimo. Al poco rato, el paseo se acaba y también voy caminando por la orilla, ahora descalzo.


Canal de salida de la Abufera 
y del torrent de Muro. Pont dels Anglesos
Se acaba la platja des Port d’Alcúdia y me encuentro con un río que no me deja continuar al otro lado. En el espigón que sale hacia el mar y que conforma este lado de la bocana, hay algunos pescadores de caña. 



En el canal hay barcos y en este espacio y hasta el alejado puente por el que va la carretera, se forma un pequeño puerto donde están varados barcos bien alineados. El pantalán privado, va paralelo al camino. No me queda más remedio que continuar por él hasta llegar al puente, donde pasaré a la siguiente playa, la de Muro. De lejos veo que la carretera es importante, puesto que pasa un autobús por el puente. Cuando me acerco, veo que el puente es más largo que lo que parecía. 
 

El pont dels Anglesos, en realidad, son dos puentes. Uno, el principal, con arcos más amplios, acaba en el centro con una cuña triangular cuya punta se orienta hacia el mar y, en su superficie, crecen árboles. Es algo poco habitual. Los más próximos al agua se mantienen a duras penas. Sería interesante ver cómo se irán inclinando más en el futuro. Al lado derecho, el puente es menos puente, como si recibiera agua de otro lugar. No tengo datos para afirmarlo, pero, ¿podría ser que unas aguas vinieran del Parque Natural de s’Albufera de Mallorca y las otras del torrent de Muro? Si alguno o alguna de los que me leéis tenéis una explicación, agradeceré que me la déis, para que escriba lo correcto. En mi nuevo mapa leo: Pont dels Anglesos. Una vez pasados los dos puentes, bajo por el otro lado del canal hacia la playa y allí veo un cartel en el que pone: Platja de Muro.
Platja de Muro
Enseguida veo que alguien ha construido una montaña de arena con un circuito tipo railly de Montecarlo. Pero, en éste, se lee que es de Pit Burg y, mi sabiduría en conocimiento automovilístico ya no llega a tanto. Ya se empiezan a ver las primeras fitas, unas construcciones que alguien me dirá que son referentes de situación para los pescadores cuando faenan en el mar. Son torretas que van decreciendo en volumen de lo más ancho en la base a lo más estrecho en la cima. Son como faros sin luz.
 

Veré tres a lo largo de la tarde. Uno aquí, en la platja de Muro, otro en la de Santa Margarida, llegando a Can Picafort, y el último, ya anocheciendo en la platja de Son Bauló. La primera, al igual que la última, tiene un par de balconcillos paralelos. Está enmarcada en S’Albufera, en el parque natural, en zona protegida. Un gran cordel en el borde de la playa de Muro indica que se debe preservar ese espacio acotado. Un poco más adelante, hay un tinglado de rampas que conducen al parque natural. 
 

Asciendo por una de ellas, pero reculo, puesto que ya se va haciendo tarde y no me gustaría llegar al lugar donde voy a dormir sin haberlo visto antes. No quiero llegar de noche. En el mar los peces saltan para atrapar y comer insectos. Una garceta emprende el vuelo cuando la voy a fotografiar. Se me ha pirado antes que la capte mi obturador.


Primer baño en playa nudista mallorquina
Avanzo hacia la segunda fita, que también podría ser un obelisco egipcio, ya que ésta no tiene balconcillo alguno. Probablemente ya no esté en la playa de Muro y sí en la de Santa Margarida. Antes de entrar en la zona urbana de Can Picafort, me encuentro con una zona nudista. Allí encuentro a Dani, quien me da explicación de las fitas, su nombre y utilidad. Está con Raquel, su mujer, y tienen a Pau, de menos de un año, que es su juguete. Hoy es su primer día de playa y lo han disfrutado. Nada más llegar, han sido los primeros que he visto desnudos. Yo también lo hago y me doy el primer baño mallorquín. Me dicen que la Albufera es muy interesante, que hay búfalos y toda clase de aves. La familia se ha vestido y marchado. Cuando me seco, yo también me visto y les doy alcance antes de que salgan de la playa. Cuando van a enfilar hacia el aparcamiento, me despido definitivamente. A Pau le sorprende tocar mi barba y le produce una rara sensación.

Can Picafort. Nocturno extranjero
Entro en el paseo marítimo y empiezo a ojear cartas de restaurante. Hoy sólo he comido un bocadillo y estaría bien que cenara con fundamento. La calle, las plazas y el paseo marítimo están hasta los topes de extranjeros. Todos se han puesto guapos para disfrutar de una juerga nocturna veraniega, aunque todavía faltan cinco días para que llegue el verano. Mucha gente en las terrazas de restaurantes y cafeterías, en alguna ya está actuando el cantante o el grupo musical de turno. Algunos son meros espectadores callejeros. Mejor. Función gratis para la mayoría. Yo también me paro un momento a escuchar músicas no baleares, músicas multiculturales, cada vez más parecidas unas a otras, progresivamente más contaminadas y con una preponderancia de lo anglosajón. En el primer restaurante veo que podría conseguir una cena para festejar el inicio de mi caminar en Mallorca, pero voy a tratar de encontrar lentejas o garbanzos. Ya llevo muchos días sin catarlos. Será misión imposible.

Paella en Blue Beach con invitación a Banana Split
Me asomo a la carta del Blue Beach, y le digo al camarero, que está fuera, invitador, que lo que busco no es ensaladita, ni marisquito, sino un potaje potente que refuerce mis piernas para seguir caminando. Me responde: “voy adentro a preguntar”. Estoy expectante y, cuando vuelve a salir, me ofrece paella por 9 €. Como normalmente la suelen ofrecer para dos personas, me parece bien y lo acepto. Lo de la primera y segunda bebida no lo entiendo muy bien. Pido sangría y me la cobran. Como muy a gusto la paella y la sangría también me sienta bien. La cena me costará 12 €. Pero, me han regalado de postre un Banana Split, que costaba 5 € y siempre me quedará la duda de si ha sido un regalo o un descuido. En cualquiera de los dos casos: Muy agradecido. Acabada la cena, me despido y me voy. Mientras estoy cenando, el camarero se enrolla con unas extranjeras, les ofrece sangría que saca en vasos, unas son alemanas, y otras de razas varias. Con esta estrategia va consiguiendo clientes para su restaurante. Al principio señalaba mi sangría, que tenía más fruta que bebida, pero luego era más eficaz ofrecer la bebida real, dándosela a probar. Cuando he terminado la paella, he dado cuenta de toda la fruta que contenía mi sangría, incluido el limón. Hasta he comido las pieles de limón y naranja. Inicialmente, la paella me la han sacado al dente y la he devuelto a la cocina, puesto que era un arroz negré caldoso, que lo permitía y ha quedado muy a mi gusto. El marisco contenido era bastante pobre: una cigalita birriosa, dos almejitas minúsculas (una vacía), dos langostinos pequeños pero ricos y, aunque fueran congelados, lo más ricos y abundante, los mejillones. Si hubiera tenido pan, habría rebañado la cazuela. He comido directamente de ella y con cuchara. He cenado muy a gusto y por 12 € que he pagado con Visa. He tenido que firmar en pantalla. Pienso que el regalo del postre ha podido ser por la función de reclamo que estaba ofreciendo con la cara de satisfacción con que he comido la paella. A lo mejor eso también ha contribuido a conseguir más clientela. Cuando me voy a marchar ya cargado con mis mochilas, el camarero está invitando a cuatro a sangría, pero cambia de mano la jarra, para estrechar la mía de despedida. Me desea suerte y me recomienda Son Bauló como la playa más adecuada para lo que yo quiero.

Son Bauló. Eclipse total de luna
Continúo por el paseo marítimo, que sigue más concurrido que el paseo de La Concha donostiarra en noche de fuegos artificiales en Semana Grande. Hay muchos ambientes variados y con mucho público expectante. Escucho música disco, en sala de baile, que trasciende al exterior. En una terraza, toca un guitarrista. Me paro, escucho y me muevo al ritmo que marca el vibrar de las cuerdas. Me muevo lo que me pide el cuerpo. Algunos miran con extrañeza. No es habitual que un anciano con mochilas se mueva al son de la música. Algunos envidian la naturalidad, a otros ya les gustaría hacerlo, pero no se atreven. ¡Allá cada cual con sus temores, con sus fantasmas! La canción del guitarrista me recuerda a algo ya escuchado en concierto en Irun a Anthony Ocaña (editado en CD como Solo) y me remite a su versión de Framboyán. Me gusta cómo hacen hablar a su guitarra. Termina la canción. Aplausos al guitarrista y continúo adelante. 
 

En el paseo, junto al pretil que lo delimita de la playa, algunas luminarias y, en la playa, un nuevo escultor de arena muestra su obra e invita a que se la remuneren. Pasado el puerto, el ambiente decrece. Mejor para mi deseada noche en solitario. Pero las playas empeoran, son pequeñitas, de rocas y, para más INRI tienen posidonia. No me gustan nada. 
 

Llego a la tercera y última fita de esta tarde, y hago mi última foto del día. Al fondo, tras la fita, ya ha quedado muy atrás el Port d’Alcúdia, que ahora ya se nos muestra con iluminación nocturna. Cuando estoy llegando a los últimos hoteles, se me revela una playa con mejor aspecto. Es la recomendada por el camarero de la cena, la de Son Bauló, pero me sorprende que haya tanta gente mirando al cielo. ¿Qué mirarán? Pregunto y me dicen que están expectantes a que comience el anunciado y esperado eclipse total de luna. Yo miro al cielo, pero no veo nada. En realidad, lo que esperan es a que la luna vuelva a brillar, puesto que el eclipse ya se ha producido. ¡Con razón que yo no veía luna alguna en el firmamento! Y, sin luna, ¿cómo se iba a producir el eclipse? Una mujer me insiste en el lugar en que se ve un ligero resplandor. Como no veo nada y ella tanto me insiste, acabo viéndolo por sugestión y convenciéndome de que lo veo. Son las diez de la noche y el eclipse estaba previsto para las 22:15 h. Probablemente sea un eclipse largo en su secuencia, desde la desaparición total de la luna, hasta que la veamos brillar en todo su esplendor. Poco a poco, voy viendo cómo se ilumina en sentido inverso. Iniciándose por la parte más a mi izquierda. Es como ver la secuencia que tarda en producirse 28 días, a cámara rápida (unas pocas horas) y a la inversa. Mi esperanza, cuando termine de aparecer la luna, es que el proceso siga y pueda ver su cara oculta. Pero eso ya sería milagro y yo no soy tan esotérico. Además, si la cara oculta apareciera, seguro que me pillará dormido. Para mí, el mayor milagro es estar haciendo este magnífico viaje a pie. Y que mi salud, y las circunstancias que me rodean, me lo sigan permitiendo hasta culminarlo en Denia.

Nocturno en Son Bauló
Acaba el eclipse. La gente se dispersa. En la playa permanecemos muy poquitos. Me alejo lo más que puedo hacia el final de las hamacas, que ya están recogidas, aledañas a las sombrillas de paja. No quiero continuar, pues lo que se ve a continuación, con esta luna que aún no ilumina, son rocas, y no me apetece descubrir rocas desconocidas estando de noche. Al lado interior derecho de la playa, veo agua depositada, pero no logro vislumbrar si es una albufera, o la llegada de un río que no acaba de conectar con el mar. Veré mañana en mi mapa que probablemente sea el final más marino del torrent de Son Bauló. En la última sombrilla de paja de la segunda fila, empezando por el mar, desmonto las dos tumbonas y organizo mi cama en la que ha quedado más hacia el interior, colocando mis mochilas en el espacio intermedio entre tumbonas, cercanas a la cabecera donde pongo mi almohada de fabricación casera. El agua acumulada en el interior de la playa, no me da buenas sensaciones y, en previsión de que por la noche puedan empezar a bailar los mosquitos, me protejo con el repelente que he comprado esta mañana. Hay gente que conversa en algunas tumbonas y otra que camina hacia las rocas, hacia el Este. Con luna llena, la noche irá siendo cada vez más luminosa pero, de momento, apenas se ve. Hacia la media noche, ya aparece un filete de luna iluminado y, de las 0:30 a la una, tendré cerca a una pareja de pesados. Ella no hace más que repetir el nombre de él: David, por aquí, David, por allá. David se muestra celoso de los amigos de ella. “David, no digas eso. Ya ves que estoy contigo”, dice la voz femenina. Se vuelve a oír su voz al poco rato: “Me has hecho daño, ya ves que estoy seca. Méteme” También oigo: “La raja de melón”. No sé si hubo sexo o no, pero me estuvieron molestando durante un buen rato con sus voces fuertes, a veces, y arrullantes otras. De vez en cuando, ella cantaba: “Desnúdame otra vez…” A partir de la una, duermo bien, aunque la noche está húmeda y pasaré algo de frío. Es normal, porque cuando me despierto antes del amanecer, la luna ya está llena, llenísima. Tengo que taparme la cara con el saco de dormir para que no me deslumbre. Con tanta luminosidad lunar, los parasoles dibujan sombras muy intensas sobre la arena. Sólo me he levantado una vez a orinar. 

Última mañana en Menorca y 
balance de la primera tarde-noche en Mallorca
La mañana en Ciutadella, ha servido para la logística: resolver el problema del móvil, coger la Indapamida, comprar Aloe-Vera, para masajear mis pies, que ya se van deformando en su proceso de adaptación al camino, y el repelente de mosquitos. Postales, bocadillo para el barco, y despedirme del París y de Inés. He venido a Baleares con mi papiloma en el dedo pequeño del pie izquierdo. Me lo intenté extirpar a final de año pero, una serie de despropósitos y malos entendidos, han hecho que aún continúe con él. La verdad es que es una molestia no invalidante. En febrero-marzo 2014 ya estoy en fase de erradicación. Ya os contaré si lo he conseguido.
En cuanto a encuentros, esta tarde sólo he tenido una breve y grato con Raquel, Dani y Pau, con baño rico y corto en playa nudista. Muy bueno, también para la logística, el mapa de la isla que he conseguido en la oficina de turismo, con una azafata muy eficiente y atenta. El camarero de Blue Beach de Can Picafort, me ha ayudado, no sólo con su buen arroz negré, sino también con su regalo de Banana Split y con su recomendación de la playa de Son Bauló para dormir. Mucha expectación festiva nocturna y por el eclipse de luna.

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