lunes, 3 de marzo de 2014

Etapa 11 (253) Macarella-Platja Son Xoriquer

Etapa 11 (253) 13 de junio de 2011, lunes.
Macarella-Macarelleta-Cala en Turqueta-Es Talaier-Platges de Son Saura-Son Vell-Cova dels Pardels-Platja Son Xoriquer.


Este lunes es el día en que los de Ciutadella celebran la fiesta religiosa, no oficial, de Cincugema (Cincuenta días después de la Pascua de Pentecostés).

Amanecer en Macarella
Me he levantado a orinar de madrugada. Micciono junto al mástil y en postura algo forzada, ya que hay un travesaño a altura estratégica que no me deja sacar la pilila por arriba, no soy tan alto, y tengo que agachar las piernas para hacerlo por abajo. Resulta bastante incómodo. 
 
Vuelvo a despertarme pasadas las seis y aguanto todo lo que puedo pero, antes de las siete, me levanto, orino de nuevo y tomo la pastilla del lunes. Preparo el equipaje y para las 7:15 h ya estoy bajando del puesto de socorrista muy socorrido. Me dirijo hacia el bar Susy, pero está cerrado con doble cierre, aunque es manipulable, y voy hacia la otra puerta, que es de un solo pestillo. Cago consistente en el retrete del recinto.



Escribiendo mi diario
Al pasar paralelo a la tapia, veo tres bultos durmientes, tapados hasta la cabeza, lo que me da conocimiento de que no he sido el único que ha dormido al raso en Macarella. Entro en el recinto hasta la señal de seguridad y veo la representación de un perro tachado y, lo primero que pienso es: “Cuidado con el perro”, pero en realidad lo que el cartel está indicando es: “Prohibido perros”, que es bien distinto.

Al darme cuenta de mi error, y como todavía no me he vuelto perro, decido pasar sin temor y me siento junto a la primera mesa, en la que presumo que menos me va a quitar el sol la sombrilla, cuando supere el astro rey la montaña. Desde las 7:30 h hasta las nueve me lo paso escribiendo y, aunque oigo ruido de personas y movimiento dentro del bar, ni me inmuto. Cuando levantan las tapas del mostrador, aparece un hombre que me obliga a salir y me dice: “cuando yo veo una señal de prohibido el paso, no entro”. Pues yo sí y, además, voy a volver a desayunar más tarde. Me dice que abren a las diez. Están limpiando y no me permiten que saque una mesa fuera. Me voy de allí, dudando si me conviene o no subir al puesto de socorrista para seguir escribiendo. Hubo mucho ayer para contar. Decido sentarme en un pretil bajito que está en la parte trasera de la playa. Este pretil canaliza un agua que parece baja bastante pura. Por esa parte pasan caminantes y ciclistas en dirección a Macarelleta. Así tengo claro por dónde continuar luego. Un ciclista saluda al pasar y, como estoy de espalda, me giro para devolver el saludo. Luego pasan dos ciclistas de Ciutadella que, por ser Cincugema, vienen desde allí, son David y Sergio. Me aportan el nombre de la fiesta, de la que ya me habían hablado mis amigos de la cueva de Son Bou. Sergio se queja de dolor en las cervicales. Una pareja pasa andando y les pregunto si van a Macarelleta. Me responden afirmativamente y les digo: “Hasta luego”. A las 10:10 h veo cómo abren la puerta del bar y me voy a desayunar.

Desayuno en Susy
Tostada doble de ajo, tomate y aceite y gran vaso de leche con sobre descafeinado. Ya, de paso, pido dos bocadillos, uno de York y el otro vegetal con bonito. Todo por 13,90 €. Sigo escribiendo hasta las 11:15 h. Antes de irme, vuelvo a cagar en el mismo retrete. Luego iré a sacar foto del conjunto de rampas y escaleras que tanto me gustaron ayer. Quiero llenar mi botella de agua pero, el espacio entre el grifo y el desagüe, no me lo permite. Voy a pedir agua en la barra y me dicen que el agua del grifo no es potable y, como ven que me resisto a comprar una botella, el camarero que me ha atendido me dice que, por allí cerca, hay un manantial. Agradezco su información, me despido y me dirijo hacia el pretil donde he estado escribiendo antes.



Buscando manantial. Juan
Llegando al pretil, pregunto a Juan, que es uno de los siete hermanos (5 chicas y 2 chicos) propietarios del bar y del huerto. Juan me acompaña hasta donde mana el agua que está, justamente, dentro de su recinto privado, donde están sus árboles frutales y la huerta llega hasta allí. Dice: “le sacamos bastante rendimiento en la temporada de verano, a la vez que estamos trabajando en el bar Susy”. Susy es el nombre de una de sus hermanas. Juan ya se ha enterado de que su hermana y, sobre todo, su cuñado, han estado bruscos conmigo expulsándome del recinto del bar. Juan lo habría entendido y no me habría obligado a salir, salvo el momento de hacer la limpieza pues, muchas veces, lo hacen a base de manguerazo de agua. 


Hablo a Juan de mi camino, de nudismo y aprovecho la ocasión para lanzar mis tesis. Él se muestra liberal, pero mi idea de respeto de los textiles hacia el desnudo la entiende al revés. Nosotros los nudistas debemos ser los respetuosos. Tampoco voy a insistir y pretender que lo asimile de buenas a primeras. Agradezco el agua del manantial y la hospitalidad y me olvido de sacar la foto de rampas y escaleras de acceso a la playa.

Macarelleta. Mariana y Jordi
Sigo el camino hacia la siguiente playa. El camino es bueno y es obligado pasar por las cuevas que ya he visto esta mañana y que he fotografiado desde el puesto del socorrista. 
 

Cuando estoy llegando a la cima, parece que vamos en procesión, y saco foto de la playa. Se ven más textiles que nudistas y, por el color verde de mi mapa, es más propicia a que fuera a la inversa. Pero a mí, con que haya uno, ya me es suficiente para estar más tranquilo. Y si no hay ninguno, tampoco me preocupa mucho. Los extranjeros nudistas están lejos del agua, junto a la duna. En la parte central hay un grupo amplio, con alguno desnudo, pero hasta los niños más pequeños están con bañador. Me acerco a Poniente, donde hay dos parejas desnudas y yo me coloco en el siguiente hueco. Saludo al hombre de la pareja que está contra la roca, intuyendo que puede ser donostiarra, y le digo: “Kaixo”, pero su respuesta no tiene nada de euskaldun. Estaré equivocado, me habré confundido con otro que se le parece. Me doy un baño y me seco paseando por la orilla. Me pongo a hablar con Jordi y Mariana, que espera bebé, está embarazada de pocas semanas y todavía están sin saber el sexo del primero que va a formar parte de sus vidas. Se les ve ilusionados, y Mariana cree que es bueno para el futuro óseo del bebé tomar el sol desnuda. Le aplaudo el gusto y la libertad de hacerlo. Aunque a Mariana aún no se le nota el embarazo, a mí, una mujer embarazada, en avanzado estado de gestación, me parece uno de los sumuns de la belleza. Y unos ancianitos con la piel rugosa, también. Paso de los cánones de belleza transmitidos por la cultura y escultura griega. Les gusta el viaje que estoy haciendo y, como les digo que ya tengo blog de parte de mi vuelta a la península, me piden cómo entrar en él. Llevan unos días de vacaciones y ya tienen que volver al trabajo. Aprovechan que hoy es también lunes de fiesta en Barcelona. ¿Será la misma Cincugema?, pero no contrasto el nombre, ni les hago ver el paralelismo con Ciutadella. A lo mejor es fiesta típica de todos los paysos catalanes. Mariana y Jordi, mañana trabajan. Como el día no parece muy brillante, deciden marcharse. Me despido, se van y me quedo solo.

Macarelleta. Miren y Juanjo
Me doy otro baño y Juan José se acerca para preguntarme si soy de Donostia; se ve que algo ha oído de mi conversación con los catalanes. ¿Habrá rebobinado mi saludo al llegar? Su mujer se llama Miren y viven en Intxaurrondo. Se ve que mi intuición al inicio no iba descaminada. Juan José trabaja en la garita de cobro en una de las salidas de la autopista (Donostia-Irun). Hablamos de mis viajes, de lo que todavía le queda para la jubilación y que, tal como marchan las cosas, se le va a posponer hasta los 67 años. Hacen inmersiones bajo el agua con gafas y tubo. Lo peor de Macarelleta es que, por causa de las corrientes marinas, la mierda se concentra en nuestra zona. Es mejor nadar y bañarse por el centro. Mientras ellos están en el agua, tras un tercer baño, camino hacia el extremo contrario. Un hombre muy mayor, que ha dejado la bici en el camino, toma el sol desnudo dentro de la duna. Yo desnudo, en el camino, me topo con una pareja madrileña que busca el camino hacia cala en Turqueta. Como me da la impresión de que van en la dirección correcta, me viene bien verles para después ir yo también por allí. Vuelvo a mi sitio. Último baño. Me visto. Despedida de Miren y Juanjo. Invito a una pareja que llega a que se pongan en mi sitio: “qué bien, en primera línea de playa”, dicen. 


Cala en Turqueta. Cavalls y los bilbaínos
Voy por el camino cuyo inicio he visto antes. Es un camino bueno y se me hace corto. Me encuentro con los madrileños, que aún no han llegado. Ella está haciendo un pis y, cuando se incorpora, caminamos los tres juntos. En la primera asomada, la playa ofrece un buen aspecto. Está dividida en dos. Unas rocas separan las dos partes. En la primera hay demasiado jaleo. La otra parte, a Poniente, parece más tranquila, pero no veo a nadie desnudo. 



Me despido de los madrileños y regreso a la más jaleosa. La razón de que tenga tanta expectación, viene derivada de que unos jinetes están haciendo un espectáculo hípico, pero también desfilan niños. El primero va tocando un chiribito (pífano quizás) con un sonido peculiar. A partir de él, van desfilando los demás en sus caballos. Probablemente este es el festejo que me recomendaban Fel, Rita y sus amigos. 

 

Antes han tenido su actuación en la otra playa, según me dice Jorge, el padre de Ibon, los que me orientaron ayer al llegar a Galdana, que me ha reconocido por las mochilas. No recuerdo el nombre de su mujer. Ellos están al fondo de la playa, al lado contrario a la mía y están metiendo a Ibon en la silla, pues está a punto de quedarse dormido. Se van, y me vuelvo a mi sitio. 
 


Otro baño, paseo y me tumbo al sol. Como medio bocata de York y medio de atún con lechuga, tomate, huevo duro y mahonesa. El resto lo guardo en servilleta y Albal, y todo dentro de la bolsa de plástico. Bebo agua de manantial de mi botella. 
 


Como el tiempo está empeorando, me visto y me voy. Salgo por la parte de atrás y me acerco al lugar en que han estado actuando jinetes y caballos. Hay un toldo azul que cubre la parte delantera de una cueva familiar. Son las tres de la tarde, están con el vermouth y aún no han empezado a comer. Están aprovechando que hoy es el último día de cueva. 


 

Juan, otro Juan, me habla de las próximas fiestas, del 18 al 24 de junio, a las que también me habían invitado los de la cueva de Son Bou, pero yo ya no estaré en esta isla; en esas fechas estaré en el Este de Mallorca. El camino que va por detrás es el camí de cavalls, pero yo prefiero ir por el del litoral, que va por delante de la playa. Habría sido lo mismo porque, en poco rato, ambos confluyen.



Cala Es Talaier
Tras la confluencia, enseguida llego a la cala Es Talaier. Cuando llego, allí nadie está desnudo. Llego, me desnudo, me baño y, cuando salgo, enseguida empieza a chispear. Una familia con niño, que están todos con bañador, se cambia sin ningún pudor. Algo es algo. ¡Bien por ellos!, aunque no sean nudistas no son mojigatos. 


Volveremos a coincidir en varios momentos del camino, antes de llegar a las platges de Son Saura. Ella, algo gordita, se va quedando siempre rezagada. Sigue chispeando y, en la silueta que se ve de la isla de Mallorca, está cayendo con ganas, una buena chaparrada, con aparato eléctrico y truenos sonoros. 





Por ahora, aquí nos vamos librando y, hasta las ligeras gotas, están resultando agradables. Luego, cuando pare de llover, el calor resultará demasiado pesado, nada natural ni grato.






Platges de Son Saura
Llego a un lugar en el que todo el mundo está entrando en un barco. Un grupo ya está embarcado, otros en la pasarela y, cada grupito que se va acercando también lo hace. Al fondo ya se ve la primera playa de Son Saura. Pregunto a los que organizan el embarco y me dicen que se trata de una excursión. 
 


Que les han traído a Son Saura y dejado tiempo libre hasta las cinco pero, por la lluvia, son las 16:45 h y ya se vuelven a recoger dentro, mas no pueden salir de allí hasta que sea la hora. Al poco rato, y aunque todavía no sea la hora, veo que el barco zarpa en dirección a Trebalúger. En Son Saura hay gente en la playa; gente a la que no le arredra la tormenta amenazante. 
 


Esa primera playa está bastante bien pero, al llegar al puesto de socorro, veo que la segunda playa está infectada de posidonia. Los del barco me han hablado de un bunker, lo busco, pero no lo encuentro. Una vez en esta playa, la gente sigue por otro camino. Me supongo que irán hacia el lugar donde tienen aparcados sus vehículos. 

Sigo por el litoral y llego a una playa que ofrece unas rocas lisas entre la arena y el mar. Para acceder al lugar de baño, lo mejor es tirarse de cabeza de la roca al agua, pero yo ya me he bañado bastante hoy y no lo intento. 



El acantilado rocoso empieza a ponerse otra vez bonito, aunque no es tan abrupto como en el Norte. Empiezo a ver sitios que me parecen verosímiles como para pasar la noche a cubierto, en vista de la inestabilidad de la climatología.





Playa de Son Vell
Voy así pasando por acantilados donde, además de disfrutarlos observo la transparencia de las aguas y su luminosidad azulada. El lugar es precioso. 



Los fondos marinos, más aún. Sigo viendo construcciones, canalizaciones, escondites estratégicos para defensa de los invasores, garitas y muchos refugios más, algunos son imposibles y otros propicios para dormir a cubierto. Finalmente, llego a la playa de Son Vell, en la que no se ve ni un resquicio de arena, toda está cubierta por posidonia.

Entorno protegido de Els Pardals
Supongo que se refiere a protección de gorriones que, en otras regiones, también llaman pardales. Esto lo sé por información de mi amigo Martín, gran conocedor de aves y animales de campo, por su crianza en tierras vallisoletanas, concretamente en Alaejos y que, posteriormente, ha mostrado interés en completar su conocimiento en este área. 
 

De nuevo se oyen truenos procedentes de Mallorca. En este promontorio hacia el mar hay una construcción de piedra, como un cobertizo que, después, fotografío ya en la lejanía. Lo hago por si aquellas piedras fuesen el lugar donde los gorriones se escondían. Llego a otro letrero en el que puedo leer: Cova dels Pardals. Veo una casa, unas escaleras que bajan hacia el mar, pero no veo cueva alguna a que pueda hacer referencia el cartel. 
 

Por casualidad, veré luego la que justifica el nombre del lugar. Y esta casualidad se produce gracias a que empieza a llover, esta vez con más firmeza, y bajo las escaleras para guarecerme, puesto que la casa no tiene ningún alero protector. Oigo el silbido de una mujer y me acerco para sacar una foto de la casa y de la escalera que desciende a los infiernos. ¿Lo hago para compensar el día de Cincugema? La puerta está abierta, pero más lo estará por abajo, porque la cueva se abre de par en par hacia el mar. 
 

Al preguntar a la mujer silbadora, me responde que la cova es ésta, la que está debajo, sobre la que estoy, y cuando me acerco a la casa, veo que en la fachada pone el mismo nombre. Ella está arriba, esperando a que su marido y su hijo suban, y les silba porque están tardando demasiado. Cuando bajo, me los encuentro a los dos meando hacia el mar, en el entrante que lleva a un particular y privado puerto refugio. Por ese canal entraba un barco y, por medio de poleas, lo izaban y lo metían dentro de la casa. 
 
Es un sistema muy curioso que, por lo oscuro del lugar, no saldrá suficientemente iluminado para poderlo apreciar. Esta explicación me la da el padre de la criatura. Parece que está amainando el temporal y, antes de subir, saco más fotos de la cueva. En ese momento, comienza de nuevo el gran chaparrón. Cuando para de llover, entra un nuevo inquilino en la cueva. Viene empapado, porque le ha pillado bien el agua, en lugar desprotegido, y con intención de ver la cueva. 
 
 En la foto se ve el hueco por el que ascendían los barcos una vez llegaban dentro de la cueva y la reja que comunica con el interior de la casa que hemos visto arriba y que he fotografiado al llegar. Se van ellos, los tres, puesto que la mujer, al empezar a llover, también ha entrado. Se va el empapado. Y me voy yo, que allí ya no pinto nada y tengo que aprovechar este espacio sin lluvia para avanzar.

Hacia la platja de Son Xoriguer
Sigo el camino que, antes de la lluvia, era tan bueno pero en el que, ahora, se ha formado un barrillo ingrato, que me hace temer un resbalón y me pueda deslizar y caer. Delante van dos jóvenes alemanes. Cuando los alcanzo, ella hace esfuerzos por querer entender, con el poco castellano que sabe, y también prueba a hablarlo. ¡Chapeau! Me parece genial su intento. Les digo de dónde vengo y ella me responde que está en el hotel Macarella. Pensando en lo lejos que está la playa donde he dormido, le digo: “¿y tenéis que volver hasta allí?, ¿cómo?”. Pero resulta que el Macarella es un hotel que está en Son Xoriguer, que es el nombre de la playa y urbanización a la que estamos llegando. La playa es pequeña y sin nada donde guarecerme. No tiene ningún edificio protector. Entro en el restaurante para preguntar y, el de la barra, me remite al dueño, Angel. Le pregunto por pensión y me responde que no tendré nada hasta llegar a Ciutadella, pero me ofrece su terraza para que me acomode y pase la noche.

José y Juan. biciclown.com
Subo a la terraza y compruebo que una parte está bajo techo. De la terraza solarium, cojo una hamaca, una mesa y una silla y me las acomodo de forma que la hamaca será mi cama y la mesa y la silla las coloco a un lado para escribir. Como el resto de los dos bocadillos y termino el agua que había cogido en el manantial esta mañana en los Susy. Luego bajaré al bar para coger más. Cuando estoy escribiendo el diario, aparecen por la terraza Jose y Juan Pablo. La mujer de Jose vive en Andorra, donde trabajan el resto del año y, en verano, lo hacen aquí. Ofertan venta y alquiler de útiles para deportes marinos y organizan viajes de recreo por la zona. Se acaban de instalar para todo el verano, pero no saben cómo les va a ir. Tienen confianza en que les vaya bien y poco gasto en infraestructura. Alquilan y venden. Al acabar el verano se volverán a Andorra, donde se dedican a algo similar, pero con deportes de invierno. Juan Pablo es argentino. Les cuento y se entusiasman con mi viaje. Les digo que estoy incomunicado con mi familia, pues el móvil no me permite introducir el PIM, ha estado toda la noche encendido y se me ha gastado la batería Les doy mi blog y Juan Pablo me dice que vea el suyo: biciclown.com. Se van, pero al poco rato regresa el argentino y me ofrece el teléfono o el correo electrónico. Bajo con él a la tienda, donde tienen un maniquí masculino enorme, llamo por teléfono y consigo hablar con mi yerno, Mikel. Le digo que, probablemente, mañana culminaré la vuelta a Menorca. Me dice que Vera está con su madre en Altsasu y es así como me entero de que ha fallecido mi tía Josefa. Al finalizar mi viaje por la península, el pasado año de 2010, con un sofisticado regreso a casa, acababa mi blog con mi tía Josefa, en su silla de ruedas, en Altsasu. “Vivimos”, solía decirnos cuando le preguntábamos pero, en esta ocasión, sobrevivió menos de un año. Que descanse en paz. Llamaré a mis primos, sus hijos, cuando solucione lo de mi móvil, no quiero aprovecharme del de estos bienhechores andorranos. Agradezco y subo a la terraza.

Un Ángel protector
Mientras sigo escribiendo, suben a la terraza una chica y detrás otra. Me saludan y les explico que Ángel me permite que duerma allí esta noche y que, mañana, dejaré todo como estaba. Cuando subía de la tienda, y estando ya instalado arriba, he agradecido a Ángel su hospitalidad. Van a dar las 21:30 h y el sol se ha escondido por detrás. Al poco rato sube Ángel con un grupo al que muestra su terraza y entran dentro del espacio acristalado. Voy a coger agua, orinar, y lo hago en los servicios de debajo del Restaurante Neptuno, del que Ángel es también dueño, aunque no sé si también lo es del Supermarket, de la cafetería Sa Barbada, de la tienda de los de Andorra: Bigfoot Sports, etc., todas instalaciones del mismo edificio. Al salir, Ángel me recomienda que me traslade al otro lado, donde hay un murete que me mantendrá más protegido del viento. Voy, compruebo que su sugerencia es acertada, me traslado y dejo, todo lo que no me hace falta, recogido donde lo había encontrado. De esta manera, podré ver el amanecer. He cambiado de Poniente a Este. Otro acierto. He estado a poniente, apurando la última luz del día y mañana recibiré los primeros rayos solares a Levante. Antes de marcharse Ángel y las visitas se interesan por mi camino y me desean suerte. Me quedo en la terraza y decido no bajar para tomar la pomada que había previsto. Aquí la llaman ginebra con limonada. La razón es que se ha hecho tarde y me tendría que levantar más veces para orinar. Como en la terraza no tengo ningún sitio adecuado para orinar, había previsto hacerlo en una papelera, pero cambio de opinión y bajaré las escaleras para hacerlo abajo, al borde de la hierba. Volveré a mear a las 6:30 h en el mismo lugar. En toda la noche no he visto el firmamento. Antes de acostarme me he dado Aloe-Vera, pero me olvidé del ahuyentador de mosquitos que, esta noche, me han merodeado.

Balance de la jornada
Lo peor de hoy ha sido la lluvia de la tarde, aunque apenas me ha mojado, gracias a la protección de la cova dels Pardels. En Nacarella, Juan me ha dado agua de su manantial. La playa en que más he disfrutado hoy ha sido la de Macarelleta. Y las charlas con Mariana y Jordi, futuros papis y con Miren y Juanjo, de Donostia-San Sebastián. Cala Turqueta me ha permitido ver algo del espectáculo de caballos, al que tanto valor dan en la isla, y reencontrarme con Ibon y sus padres, los bilbaínos a los que conocí ayer en cala Galdana. Ha sido un acierto llegar a Son Xoriguer y encontrar las facilidades que me ha dado Ángel para usar la terraza de su edificio. También la ayuda de Jose y Juan Pablo que me han dejado el móvil, pues el mío se ha changado. Mañana sabré que, definitivamente.

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