lunes, 3 de marzo de 2014

Etapa 02 (244) Cala Morell-Ferreries

Etapa 02 (244) 04 de junio de 2011, sábado.
Cala Morell-Aljub de Corniola-La Vall-Platges d’Algaiarens- Macar d’Alfurinet-Cala del Pilar-Els Alocs-Ferreries.




Hoy la etapa será más larga que lo que había previsto. Una información incorrecta me llevará hacia el interior, donde llegaré a Ferreries, para no pasar más de 24 horas sin probar bocado. Hacer ayuno quieto, parado, tiene su mérito, pero hacerlo caminando me ha llenado de dudas e inquietud.




 




Amanecer en Cala Morell
Me despierto antes, pero no me levanto para orinar hasta las seis. He oído zumbar un mosquito nocturno, pero me he tapado la cabeza dentro del saco y no lo he vuelto a oír. El cielo sigue cubierto, pero no ha vuelto a llover en toda la noche. Incorporado en el saco, veo cómo sale del agujero de la cueva un cangrejo, que corre despavorido, y se va hacia el murete que da al mar. Ahora compruebo que lo de ayer no era un ratoncillo. La penumbra no ayudaba nada a distinguir bien. Para las 6:15 h ya estoy en marcha. 
 

Tras sacar fotos del lugar y de la bocana de salida al mar, la zona de playa-puerto, que dejaré a un lado y, la montaña rocosa del lado de Levante, que luego visitaré. El hotel que ayer vi al llegar, sigue sin ofrecer señales de vida y, desde este lado se ve que está bastante descuidado, no le vendría mal una manita de cal en la fachada de Levante. Cuando llego al cruce de ayer, donde me equivoqué inicialmente de dirección, encuentro una señal del camí de cavalls que ayer no vi. Si la hubieran puesto un poco más arriba, más cerca del panel, yo la habría visto y no me habría equivocado. Es temprano y todavía no voy a encontrar ningún bar abierto para desayunar. Veo una entrada y unas cuevas, así que me acerco y leo.

Necrópolis talayótica en Coves
Son unas cuevas que visitaré bastante rápido y cuyo panel con la leyenda no me pararé a leer. Yo pensaba que el talayot se caracterizaba por piedras sueltas que se levantan en forma de túmulo, por eso estas Coves talayóticas diría que son vivienda para trogloditas. Tras pasar por la puerta de acceso, llego a un espacio bastante amplio, donde se distribuyen las cuevas. Alguna es suficientemente amplia como para albergar una sala de reuniones y contiene hasta una columna central. Otras son más sencillas y, sin linterna, es difícil apreciar sus dimensiones. 



Paseo por encima de las rocas, saco una foto de la zona donde he dormido, con el hotel comentado y salgo por el otro lado, donde encuentro otra cueva más aislada y alejada de las anteriores. A estas horas tempranas de la mañana no hay nadie visitándolas, así que no tendré ocasión de comentar ni de preguntar. Yo ya había visto en el valle de la Dordoña, en Francia, otras formaciones similares, lo que para mí es más sorprendente es que se encuentren tan próximas a la costa, algo que indica que quizás los primeros habitantes de esta zona fueran ya cazadores y pescadores. He merodeado por lugar tan antiguo poco más de un cuarto de hora, salgo y me dirijo al núcleo urbano.


El núcleo urbano de Cala Morell
No hay ni quisqui en la tasca, ni tasca; tampoco veo a nadie por las calles para preguntar. En las villas, si no están vacías, la gente que puedan albergar, se ve que, a estas horas tempraneras, duerme. Sigo pasando por calles con nombres de constelaciones, como ayer tarde. Oigo hablar y veo a un chico que habla desde su terraza con alguien a quien un murete me oculta. 
 

Saludo con la mano pero, está tan enfrascado en la conversación que no me da opción a preguntar. Confío en que ya encontraré otro interlocutor. Me asomo al mar desde esta mayor altura y me sitúo. Finalizando el pueblo, me encuentro con otro chico que ha ido con su furgoneta para recoger un material que necesita para su trabajo. Le saludo pero no se me ocurre preguntarle nada. Estoy algo espeso, como si todavía no estuviera haciendo el camino. No he visto ni un solo establecimiento de hostelería y, aunque aún no me voy a marchar de allí, porque quiero visitar un cabo que está en el lado Este, decido que preguntaré luego por algún sitio para desayunar. Ahora ni me molesto en buscar, teniendo en cuenta lo temprano de la hora y que hoy es sábado.


El cabo Este de Cala Morell
Desde el pueblo ya se ve el camino que me va a llevar al promontorio que pretendo visitar. En la cima se ve un pequeño túmulo de piedras que mantienen en equilibrio inestable. Se ve que hay gente que se entretiene haciéndolos, como una forma de jugar con el paisaje. Del tipo de éste, ya vi otros yendo camino de Sagres, en el Algarve portugués. En otros lugares eran más sencillos, bastaba apilar cuatro o cinco piedras, unas encima de las otras, y cumplían función decorativa, por ejemplo, en la Cala San Pedro, del Cabo de Gata. 


En otros lugares sirven para señalar por dónde va el camino, sin necesidad de pintar flechas, ni poner postes de madera con indicaciones, recurriendo al material propio del lugar que la misma naturaleza ofrece. En este lugar también cumple una función decorativa. Este túmulo de piedras ya se aprecia desde lejos y luego lo veré de más cerca. El cabo tiene un pequeño entrante de mar. Antes de pasar al lugar que me he propuesto ir, me encuentro con unas escaleras que bajan en dirección al otro extremo del lugar donde he dormido y que me había parecido inaccesible en un vistazo desde abajo. 


Como es temprano y no me apetece darme un baño, me abstengo de bajarlas. Cojo el camino que va al promontorio, que también exige bajar bastante, aunque no hasta el nivel del mar, y luego hay que volver a subir hacia el túmulo, por unas escaleras que parecen naturales, quizás labradas por algún humano “in situ”. Paso por uno de los entrantes de mar que, en esta ocasión, parece un lago interior, si no vemos su bocana de salida al mar. Ya asomado a la cima, puedo contemplar desde lejos el lugar donde he dormido y desde allí aprecio todo el entorno en su conjunto. No ha sido mal sitio el elegido para dormir, aunque el suelo fuera un poco duro. Llego a la construcción de piedras y, así como en Sagres me animé a añadir una piedra más al conjunto, aquí no lo hago. Paseando por la cima, me asomo al entrante de mar que, ahora sí, lo completo en mi foto con la bocana. Ya de vuelta a terreno más estable, saco foto del acantilado que se encuentra yendo hacia el Este. Para muestra de lo que comentaba sobre los indicadores de las calles, aquí tenéis una muestra de una de las constelaciones: Pleiades.

Ayer sin cenar y hoy sin desayunar
Voy caminando por las últimas urbanizaciones. El acantilado que viene a continuación, es imponente. Saco una foto hacia el siguiente cabo, pero en el extremo está el sol y su reflejo en el mar y, por si no fuera a permitir una visión correcta del lugar, saco otra en la que el sol no distorsione. El paisaje sigue siendo magnífico. No encuentro a nadie y llego a un lugar que ha sido restaurado recientemente. Es un círculo de piedra que, por su estructura y componentes podría ser un antiguo aljibe. 


Con una construcción interna en forma de puente, contiene también un pozo y una gran ánfora que han incrustado intermuros. No quiero decir intramuros, como en las construcciones que se hacen dentro de una ciudadela, ya que esta ánfora hace también de muro y delimita el espacio interior y el exterior. En cualquier caso, su colocación me resulta caprichosa. Poco después, encuentro el arranque del Camí de Cavalls, que ya no abandonaré hasta llegar a Els Alocs, situado a más de 10 km, aunque esa decisión vendrá derivada de información que recibiré más tarde. Ya voy mentalizado a que hoy me quedo sin desayunar, pero todavía confío en que algo encontraré para comer.



El Camí de Cavalls lleva al Aljub de Corniola
El arranque del camino sigue las mismas pautas que ayer. Quizás el de hoy sea mejor. El sendero es de tierra y piedra y pasa por propiedades privadas con servidumbre de paso que se respeta. El sistema de paso por las puertas de madera sigue mostrando la misma inclinación y, después de abrir, el caminante no tiene más que dejar caer la puerta y queda ésta cerrada automáticamente. En el caso de que por el uso, o por estar a la intemperie, alguna de las puertas esté deteriorada, será el usuario quien deberá preocuparse de que quede debidamente cerrada. 
 

Así, si hubiera ganado suelto, evitamos que se escape. En una foto que saco ya que, como se dice, como muestra basta un botón, el camino va paralelo a uno de los muretes que hacen linde entre propiedades; para ser muros sin ningún tipo de argamasa, resultan ser de gran reciedumbre. Es muy poco probable que encontremos alguno derruido. Si, como en esta ocasión, hay un árbol que ha crecido próximo al muro, el sendero se separa unos centímetros, desviándose y retornando al muro. Hay tramos largos en que muro y caminante se acompañan mutuamente. Después de caminar un rato, llego al Aljub de Corniola, que es un aljibe que, hoy, no tiene agua. Lo veis en la foto. Tras estar un rato viendo el aljibe, con forma de rectángulo irregular, decido continuar.

Hacia las Platges de Algaiarens
El camino de caballos sigue con la misma estructura. Me asomo de nuevo a la costa y observo playa de piedras: Ses Fontanelles. Cierro la última puerta y oigo un motor en el mar, pero la floresta no me deja ver la razón del ruido. Aunque no se ve nada, saco foto que ofrece al fondo unas playas que me parecen interesantes y, aunque todavía queda un buen tramo para llegar, ya me van dando ganas de tomarme un baño allí. 


Alguien me dirá que son Ses Fontanelles y otros Algaiarens. A mí me da lo mismo, el caso es que son playas que, de lejos, parecen apetecibles. Superado el matorral, veo a un grupo de jóvenes que han traído en una motora, y están descargando, material para organizar algún festejo el fin de semana y lo están depositando en un espacio apropiado, que parece construido para albergar material de pesca, aunque me da la impresión que lo más que van a pescar estos jóvenes será una buena cogorza con nocturnidad y alevosía, vamos, que tienen la intención de emborracharse sin que nadie les vea. Si no, ¿qué sentido tiene venirse tan lejos? 
 

Quizás esté levantando falso testimonio sin fundamento y estos sean chavales sanísimos que sólo van a beber coca-cola; aunque, bien mirado, ¿la coca-cola es sanísima? Es en ese momento cuando me encuentro con los tres primeros ciclistas; les digo, y me lo corroboran, que el camino es durísimo para hacerlo en bicicleta. Para cuando quiero sacarles una foto, ya han desaparecido. Luego fotografiaré a otros que van en su persecución.


Bañito en Algaiarens
Llego a un lugar donde tres personas están metidas en una motora en dique seco, parece que están arreglando el casco de la embarcación y pregunto al que me ha dicho el nombre de la playa: “¿estáis calafateando?” y, por la cara que pone, esa palabreja le suena a chino y me responde: “no, estamos reparando”. Me despido agradecido por la información y continúo por donde han seguido otros ciclistas que iban en la misma dirección que yo; eran diez o doce. Acabo saliendo a un aparcamiento que, al igual que las playas mencionadas, pertenece a La Vall. 
 


Se ve que es un recinto en que la gente deja su vehículo y es punto de inicio de excursiones. La gente llega con su bocadillo u organiza una comida campestre en toda regla. Quien más, quien menos, trae algo para comer. Yo soy el único iluso que tendrá que alimentarse del aire. De momento, busco la salida al mar con intención de llegar a las playas que me han gustado de lejos, pero me costará encontrar el camino al agua. Me ayuda un ciclista solitario que cruza por dentro del aparcamiento. Llego al mar en un entorno protegido con isla central. Veo una trampa para atrapar procesionaria.

Un malecón separa la rampa de acceso de embarcaciones de la playa propiamente dicha. Para darme el baño me alejo de esta primera zona más próxima al aparcamiento y me acerco al tinglado donde se coloca estratégicamente el socorrista, cuando lo hay. Me da la impresión de que, en este lugar, jamás hay socorrista. El hecho de que en la base, en números grandes aparezca el 112, es señal de lo que digo. Habiendo o no socorrista, tampoco está de más la señal, por si ocurre algún percance en horas o tiempo sin vigilancia, como ocurre hoy. 
 


Más adelante, pasando un promontorio, hay otra playa de similares características, pero con ésta ya es suficiente. Me doy un baño, y me seco paseando por la orilla. Nadie se asoma, nadie me acompañará. Tras estar así un rato, me visto y vuelvo a la zona del parking.

Confirmado: en La Vall no hay comida
Tras el rico baño, ahora se trata de concentrarse en el tema de la comida. Llegando al aparcamiento, encuentro a una mujer que pasea con dos hombres. Les hablo de mi intención de dar la vuelta a las islas y ella me dice: “¿no sabes que en este paraje natural no hay nada para comer?”. Le digo que me lo habían advertido, pero que yo había pensado que no habría restaurantes, pero que tanto como un bocadillo, ya encontraría. Me responde: “Salvo que encuentres a algún payés que te dé algo…” Ni ellos, ni ella, me ofrecen nada (quizás no lo tengan), ni a mí se me ocurrirá pedir nada. Si tienen, ya saben mi situación. Les he dicho que ayer no cené y hoy no he desayunado. Quien tenga oídos que oiga. En vista que no encuentro respuesta positiva a mi problema, que es exclusivamente mío, pido información y, la que me dan, es la que acepto. Mañana comprobaré que lo que me dicen no es correcto, pero ya será tarde para enmendarlo. 


Me dicen que lo mejor que puedo hacer es volver por carretera a Ciutadella, pero yo me resisto a retroceder al punto de partida, como si ayer no hubiese caminado nada y hoy tampoco, como si hubiesen sido dos días, si no perdidos, al menos sin ningún avance. La otra opción que me ofrecen es la de seguir hasta Ferreries. Me dicen que puedo seguir el camí de cavalls hasta Els Alocs y, allí dejarlo y coger la pista que me llevará a una carretera auxiliar y que me llevará a la principal de la isla que va de Ciutadella a Maó. Ésta será mi opción y llegaré a Ferreries, aunque debía haber seguido la costa hasta Binimel’là, donde mañana comeré en un restaurante. Mirando en el mapa la distancia entre Les Alocs y Binimel’là es menor que de Les Alocs a Ferreries y me habría supuesto avance sin desviación a la ciudad de interior. Algunos me dijeron que el tramo Les Alocs-Binimel’là es muy duro con muchas subidas y bajadas, así que, como no lo hice, no podré saber si la opción Ferreries fue un acierto o un error. Pero con tanta disquisición, me estoy pasando tres pueblos. Continuemos con el relato del día.


Hacia Les Alocs. Ciclistas de Ferreries 
Ha llegado el resto de la familia y el grupo a partido para hacer el recorrido previsto. Sueño despierto con un plátano. Y me enfado con mi imprevisión. ¡Si al menos hubiera comprado barritas energéticas! El camino hacia Les Alocs parte de allí mismo y empiezo a marchar, pero me encuentro con dos chicos que vienen con un perro de los feos y peligrosos. Lo consiguen retener. Aunque no llevan agua y no me pueden dar, al menos, me desean suerte para llegar a Ferreries a mediodía. En la misma dirección que yo pasa corriendo un chico con el que me volveré a cruzar en su regreso. Me llama al móvil mi hermana Sagrario y se piensa que me estaré mojando. Le cuento la escasa lluvia que me cayó ayer, pero no le digo nada de mi situación de ayuno involuntario. Me encuentro con un grupo mixto, chicas y chicos, ciclistas. El primero ha dejado la puerta abierta y grito a la última chica que no se preocupe, que la cerraré yo. Cuando voy a cerrarla, me cae una piedra que no sé cómo estaba colocada y ella me dice que es el sistema que utilizan para que no se cierre la puerta hasta que acabe de pasar todo el grupo. Como no he visto de dónde ha caído la piedra, no me podré aprender el sistema. Aunque en realidad a mí, que viajo en solitario, el sistema no me va a servir para nada. Bueno, sólo por el gusto de conocerlo y transmitirlo. Más adelante, bordeo un barrizal y, como sabéis, voy ya sin agua. Es en esta situación cuando aflora el urbanita que soy y me enfado conmigo mismo. ¿Por qué no se me ocurre pensar que si hay barro cerca tiene que haber agua? Las últimas gotas de agua las había consumido para tomarme la pastilla contra la hipertensión. Eso había sido a las siete de la mañana. Tengo la fortuna de que me encuentro con un grupo de ciclistas que viene de Ferreries. Son unos veinte amigos que están haciendo su paseo mañanero. Les pregunto si les sobra agua o algún alimento, pero parece que esto último no llevan o no me lo han oído, así que se limitan a solucionarme el tema del agua y uno me acompaña hasta el caño causante del barrizal que he tenido que rodear. Lleno la botella de agua, bebo y la vuelvo a llenar. Llegaré a Ferreries sin gota de agua. Les agradezco, les digo que voy hacia su pueblo con intención de comer y de quedarme a dormir, y les pido permiso para sacarles una foto para mi reportaje. Acceden, pero en la foto no sale todo el grupo, falta alguno que está cogiendo agua y algún rezagado. Por la noche me encontraré con otro que ha tenido que volver rápido puesto que tiene negocio de venta de bicicletas y me explicará algo sobre la incidencia de las mareas en el canal. Yo también les saco con sus cámaras dos fotos para su blog. 

Les Alocs
Me despido de los ciclistas y continúo andando hacia el Macar d’Alfurinet, que es una playa de rocas y, en la parte alta, encuentro un agujero, que parece comunicar con el infierno. No tiene nada que ver con la Boca do inferno de Cascais en Portugal pero, aunque menos profundo, se parece más al Buraco do inferno de la Illa de Ons, en Pontevedra. 

Saco una foto del hoyo, pero no sé si llega a la mar o se queda en tierra. Normalmente, los buracos tienen conexión marina. En la isla de Ons se decía que los días de marea fuerte, cuando las olas azotaban el fondo del buraco, se oía el lamento de las ánimas sufriendo el ardor infernal. Lástima no ser un Dante para poder disfrutar y deleitaros con un canto más excelso a este hoyo que nos ofrece la naturaleza. Sin llegar a la cala del Pilar me encuentro con un chico que ha dado toda la vuelta a la isla por el camí de cavalls y me dice que el Pilar es de arena y Les Alocs de piedra, así que, si me quiero bañar al llegar antes de meterme hacia el interior, es mejor que me bañe en la primera. Este tipo de información es valiosísima y yo la aprecio mucho en el camino. Sin saberlo, es probable que hubiera preferido el baño en la última y habría sido un error.

Segundo baño del día: Cala del Pilar
El Pilar es de tierra rojiza en su parte alta y por ella han construido unas escaleras y plataformas de madera, que la hacen más accesible. Al bajar me entran ganas de hacer una deposición y la hago consistente. Hasta ahora todas las había hecho en sanitarios, así que esta será mi primera cagada natural en un espacio natural. Espero se la coman los insectos, las larvas o los gusanos. ¡Y que desaparezca!
 

Los ciclistas me han dicho que bajo la escalera de madera encontraré otra fuente pero, por más que miro y remiro, ésta no aparece. No veo tampoco ni un ápice de tierra mojada que me pueda dar pistas. Como todavía tengo agua suficiente, no me preocupa. La primera parte de la playa, nada más bajar las escaleras, se encuentra muy a la vista, por lo que sigo hacia Levante y allí me doy el segundo baño del día. La franja de arena es estrecha, pero el agua está apetecible para darme un chapuzón. Nado un poco y me seco paseando por la orilla. No veo a nadie, aunque en la playa había pisadas recientes. 
 

Veo una piel de plátano y, si no hubiera tenido ya cerca la esperada Ferreries, la habría cogido y mondado la pulpa interna o. incluso, me habría comido la piel entera. Pero allí se ha quedado entre la hierba y las piedras. Me visto, asciendo la recia escalera y saco una foto de recuerdo para que comprobéis su reciedumbre. Pienso que tal como están hechas, serán escaleras duraderas, mientras no llegue algún vándalo. Tras el refresco, me encamino hacia Els Alocs, playa de piedras que fotografío desde arriba y ni me molesto en bajar. 

 

Cuando miro hacia atrás, veo que vienen a lo lejos, bajando desde la parte alta de la Cala del Pilar, un grupo de jinetes a caballo. ¡Por fin veo caballos en el Camí de Cavalls! La fotografía que les saco quedará malograda y no podré hacer otra hasta que me pasen.

Jinetes a Caballo
Pasado Els Alocs, abandono el camí y enseguida doy con la pista que me llevará a la carretera. Al inicio del camino ancho, o carretera sin asfaltar, un grupo de hombres y mujeres beben vino y, aunque les digo que vengo sin cenar, ni desayunar, no me ofrecen nada; el vino lo habría rechazado, pues sin meter alimento, me habría sentado mal, pero un plátano sí lo hubiera aceptado. 
 

Al menos, uno del grupo me dice que antes de llegar a Ferreries tengo un agroturismo pero que, seguramente, me cobrarán caro. Caro o barato, lo importante es quitar el hambre. Pero me dicen que en lo que me va costar desplazarme al agroturismo, me merece la pena llegar ya a Ferreries, donde encontraré Loar, que es más económico. Les haré caso. Agradezco la información e inicio el ascenso de la cuesta. En el tramo del camino sin asfaltar, antes de que me alcancen los jinetes, me cruzo con un coche con jóvenes que van de juerga y, al que va en la ventanilla delantera, le digo: “aquí el piso es irregular y hay que venir en todoterreno”, se ve que el coche va sufriendo, pero la respuesta que me da él es más sensata: “No, que los todoterreno destrozan el firme; aquí hay que venir como tú, andando.” 


Cuando estoy hacia la mitad, me alcanza el grupo de a caballo. Los jinetes me dicen que son menorquines, pero los caballos no me informan de qué raza son y yo no soy un experto para ver si son autóctonos, árabes o de dónde provienen. Hablo con unos jinetes y con otros, según me van pasando, aunque en este tramo, tras el paseo que se han dado, tanto caballos como caminantes vamos al paso, a parecido paso. 
 

Un coche con remolque para ganado caballar continúa hacia abajo, pero no podrá transportar a ninguno de los que van en este grupo hasta que dé la vuelta. Les he sacado una foto al llegar a mi altura y una segunda de culo, o de ancas traseras, para ser más fino, cuando están llegando a los tres furgones que les están esperando. Algunos son para una pareja equina y, otros, individuales. Cabrán todos. Me despido de los caballeros y sigo hasta que se acaba el camino sin asfaltar y comienza una carretera estrecha. A la vez que yo, llegan dos coches por la carretera asfaltada, pero se dan la vuelta, al ver que el camino que continúa es de tierra.

Ferreries: 24 horas sin probar bocado
La carretera, como sólo es para ir hacia Els Alocs y el camí de cavalls, tiene muy poca circulación, lo que supone una ventaja. Cuando empiezo a descender hacia la carretera general, veo a una mujer que está dirigiendo la maniobra de aparcamiento de su pareja y, cuando le está dando el visto bueno a la operación, le pregunto: “¿cuántos kilómetros faltan para Ferreries?” Pero la mujer es extranjera y no lo sabe, pero muestra interés en complacerme; así que abre su mapa y calcula que, de donde estamos hasta la carretera general faltan unos 5 km y desde el cruce hasta Ferreries otros 5 o 6 más. La noticia es bastante desalentadora porque es la una y para recorrer esa distancia necesitaré dos horas más, así que no llegaré antes de las tres de la tarde, quizás con la dificultad adicional para poder comer tan tarde. Pero no, la realidad será diferente de la previsión y llegaré a Ferreries hacia las 14:15 h. Aunque su coche tiene matrícula HDP, el conductor sonríe y ella ha sido muy amable, así que ni se me ocurre traducir lo que esas letras me sugirieron ayer. La carretera empieza con ascensos y descensos y, en una de las curvas me pasan los jinetes ya desmontados de sus corceles y los corceles en sus garitos. Los primeros me saludan al pasar. El cuarto se me va sin enterarme. 

Paso por un lugar que se llama algo así como Binisues y un indicador que anuncia Museo y Restaurante. No sé si es el agroturismo mencionado por el grupo, pero decido olvidarme y pasar de largo. También paso por una especie de granja escuela o, al menos, es una experiencia agropecuaria que está subvencionada por el Gobierno Balear. Paso por prados con muchas vacas y veo llegar a un joven que viene de darles pienso, pienso, a unas pocas. Poco después de las 13:30 h llego a la carretera general, lo que confirma que los kilómetros eran menos que los calculados por la extranjera. Llego a un tramo en obras, pues están haciendo carretera que circunvalará Ferreries, y que me obliga a trasladarme al arcén derecho. Cuando acaba, todavía cuesta arriba, vuelvo a pasar al izquierdo y, antes de lo esperado, para las 14:15 h ya estoy en Ferreries.

En Loar como en casa
Acierto preguntando al primero que veo; va con su chica y resulta que son hospederos. Tienen un hotelito, donde el coste de la habitación es de 90 € por noche. Comprenden que mi viaje no es de lujo, y ellos mismos me recomiendan y orientan hacia Loar. Lar es casa y esto podría ser una loa de Loar. Mi canto es sincero, reforzado por la necesidad. Pocos viajeros habrán llegado a este lugar con tanta necesidad de alimento y reposo, y el caminante sabe aprovecharlo y valorarlo. Entro en el bar y me mandan a recepción y, de allí, al restaurante. Pido spaghetti y dudo entre pescado a la plancha y bacalao. Me decido por el primero y al saber, por el camarero, que sólo quedan cuatro raciones de bacalao, le digo que me reserve una para la noche. ¡Todavía no he empezado a comer y ya estoy pensando en la cena! Tras comer, o devorar, más bien lo pedido, degusto tarta con buena cantidad de rica nata. El coste de la comida será de 15 €, al igual que la cena. La pensión completa me cuesta 60,85 € que mañana pagaré con Visa. La comida será regada por vino con gaseosa y la cena con media de tinto. Todos los gastos del comedor y el desayuno me los van añadiendo a la habitación, que será la 202. En el comedor me entero de las victorias de Nadal y Federer.

Una siesta necesaria
Los empleados de Loar tienen la habilidad de hacer sentirme como si estuviera en mi casa. Subo a la habitación con intención de lavarme los pies y acostarme, pero el paso de agua del grifo está en posición ducha, por lo que me cae el agua encima y, ya mojado, decido ducharme sin jabón. Me seco y, antes de acostarme, lavo calzoncillo y camiseta y los pongo a secar sobre silla de plástico que hay en el balconcillo, pongo a cargar la batería de la Olympus y el móvil y, en el ínterin, sólo llegará un mensaje de propaganda de MoviStar. Como hoy ya he hablado con mi hermana, mañana llamaré a Vera. Me acuesto en la cama y no despierto hasta dadas las seis de la tarde. ¡Lo que hace la necesidad! El sueño compensa mi desequilibrio alimentario. Un sueño reparador. La ropa no se ha secado pues, mientras dormía, ha caído una tromba de agua con muchas ganas. Meto las prendas en el interior para que se sigan secando. Una vez comido y dormido, me pongo a escribir el diario, pues los acontecimientos se han ido acumulando y, cuanto más tarde en ponerlos en el papel, más posibilidad hay de olvido y de desorden en la narración. Tengo que rebobinar hasta el café de Ponent, donde comí ayer en Cala en Blanes. Son las 20:30 h y todavía sigo escribiendo. De seguir así no voy a poder ver nada de Ferreries de día.


Un paseo por Ferreries
Salgo a dar una vuelta por el pueblo. En la puerta del hotel, hay una chica responsable de un grupo ciclista, que ha venido a participar en una carrera y les ha alcanzado toda la lluvia. Dos jovencitas me orientan y voy a la plaza del Ayuntamiento, que es también la plaza de la Iglesia. Ninguno de estos edificios tiene nada de especial, ni el entorno tampoco, pero me enrollo con dos chavalas y dos chavales que se me meten en las fotos. 
 

Tras un rato de charla con ellos, bajo hacia el río que está totalmente encauzado, con un lecho considerable que no justifica la poco agua que trae; sólo en el centro y con una anchura máxima de medio metro pero que, al llegar al puente, alguien me dará la explicación.

El que faltaba
En el puente coincido con un ciclista que me dice que el cauce del río es necesario porque, en época de muchas lluvias, a pesar de su anchura, se ha llegado a desbordar. “Y más vale prevenir”, me dice. Le hablo de mi viaje y le cuento la anécdota del charco molesto indicativo de fuente que se ha resuelto gracias al encuentro con los ciclistas de Ferreries.



Me dice que él ha salido de mañana con el grupo pero que, al llegar a El Pilar o Els Alocs, se ha tenido que volver, puesto que tiene una tienda de venta de bicicletas y que, aunque hoy es sábado, la tenía que abrir. Le saco foto con el río encauzado y agrego la leyenda de: “El que faltaba…”, para incorporarla a la de su grupo de amigos ciclistas. La bicicleta que lleva ahora no es de carreras, sino de acrobacias. Un nuevo paseo pero, como hay poco que ver, me marcho a cenar a Loar.


Cena y noche tranquila en Loar
Cuando llego, todavía está el grupo ciclista y pregunto a la responsable si se han llevado algún premio. Me dice que varios y me presenta al vencedor de la prueba, el más joven del grupo. Le digo: “zorionak, felicidades, como decimos allí”. Ceno ensalada con frutos secos, el bacalao reservado de mediodía, una naranja y un plátano. En el comedor no está puesta la televisión, pero veo de muy lejos, en recepción, a Zapatero y a Rubalcaba. Hablo con un empleado del hotel, que conoce bien el camí de cavalls y me recomienda que deje sin hacer el tramo Els Alocs-Cala Barril, que tiene muchas subidas y bajadas y que mañana entre en la costa por el camino de bicicletas a Binimel’là y que, luego, retroceda a Cala Pregonda que, ésta sí, merece la pena. También me da claves para salir del pueblo, hacia la segunda rotonda. Tras la cena, salgo para dar otra vuelta y no acostarme nada más cenar, pero me apalanco en la puerta hablando con un hombre de Barcelona, que tiene a la mujer en la habitación viendo una película en la tele, que a él no le interesa, y ha bajado para fumarse un cigarrillo y tomar un café con leche. Charlamos de muchas cosas y no se muestra contrario a Zapatero. Trabaja en el BBVA y suspira por poderse jubilar con 55 años, pero pintan malas, ya que se está hablando de fusión con alguna caixa y, si se produce, la cosa se complicará. Compartimos lo absurdo de que las clases trabajadoras voten al PP y se muestra confiado en que, cuando venzan en las siguientes elecciones, no serán capaces de bajar las pensiones. El catalán termina su cigarrillo y se va a su habitación, con su mujer, y yo a la mía conmigo mismo. Para las once, ya estoy acostado y sólo me levantaré una vez a orinar por la noche.

Balance de la jornada
Si algo me ha condicionado en la mañana de hoy ha sido la búsqueda de comida. Un fallo, que corregiré, ha sido la falta de previsión en el aspecto de la alimentación. Para evitarlo, en la continuación de mi viaje, compraré frutos secos y barritas energéticas. La falta de comida no me ha afectado hasta media mañana, cuando ya me he visto obligado a preguntar y se me ha comunicado que no tendría nada para comer en la costa y que la solución pasaba por volver atrás, a Ciutadella, o desviarme hacia el interior. La decisión de ir a Ferreries ha sido un acierto, por lo bien que me han tratado, y de donde, mañana, saldré como nuevo. Visto a posteriori, si hubiese continuado por la costa, habría encontrado comida en restaurante en Binimel’là, con menor recorrido, sobre mapa, que a Ferreries. Quien me informó no conocía esta circunstancia y confío en que fue sincero en la recomendación. También tengo que tener en cuenta que el recorrido entre Els Alocs y Cala Pregonda no lo hice, por tanto no puedo valorar el nivel de dificultad que tiene el tramo Els Alocs-Cala Barril, que me han desaconsejado hacer en Loar. Por lo demás, he disfrutado en las cuevas trogloditas de Cala Morell, en la incursión por el lado Este de su bahía, con el baño en las platges d’Algaiarens (en La Vall), en el encuentro con los ciclistas de Ferreries, que me han proporcionado la clave para encontrar el agua que tanto necesitaba y, repito, con la atención recibida en Loar: ducha, dormida y comida a precio razonable, y que me habían recomendado los reunidos en Els Alocs.

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