Etapa 12
(254) 14 de junio de 2011, martes.
Platja
de Son Xoriguer-Cala en Bosc-Cap d’Artrutx-Cala Blanca-Cala
Santandria-Ciutadella.
Hoy
completo el recorrido periférico de la isla de Menorca y mañana
navegaré a la de Mallorca y haré el recorrido Ciutadella-Alcúdia.
Hoy, en la elección de hotel para dormir, se empezarán a poner las
bases para mi viaje del próximo 2012. París será la clave.
Amanecer
en terraza de Son Xoriguer
He
dormido relativamente bien sobre la hamaca, así me he evitado la
dureza del suelo. Estando acostado, han pasado algunos niños y
adolescentes, que estaban jugando a buscarse y a cogerse. La última
niña que pasa, me ve tumbado, y ya no ha aparecido ningún niño más
por allí. Duermo sin preocupación por las mochilas, aunque la
terraza es muy accesible y puede subir cualquiera, pero el hecho de
estar allí invitado por el dueño del edificio, me da absoluta
confianza.
Me he cubierto la cabeza con el saco, puesto que los mosquitos no entienden de la diferencia entre usurpador de un espacio e invitado. Pican igual. No sé ni la hora en que me despierto, ni la que me levanto. Cuando estoy organizando mis mochilas y colocando en su sitio el mobiliario utilizado, superadas las barreras del paisaje costero que dejé atrás ayer, el sol se muestra con todo su esplendor por el horizonte.
Me he cubierto la cabeza con el saco, puesto que los mosquitos no entienden de la diferencia entre usurpador de un espacio e invitado. Pican igual. No sé ni la hora en que me despierto, ni la que me levanto. Cuando estoy organizando mis mochilas y colocando en su sitio el mobiliario utilizado, superadas las barreras del paisaje costero que dejé atrás ayer, el sol se muestra con todo su esplendor por el horizonte.
Paseo por
Son Xoriguer
Me
visto y doy un paseo por las instalaciones del complejo urbanístico.
Anoto los nombres de los establecimientos que me han sido más
propicios: Bigfoot Summer/Cressi, que está abierto de 9:00 a 19:00
horas y, mentalmente, pienso en Jose y Juan Pablo y les deseo suerte
en el negocio que han montado, “¿atraerán a los usuarios
necesarios para obtener alguna rentabilidad?”, me pregunto.
Restaurante Neptuno: “¡Gracias Ángel hospitalario!”. Sa
Barbada, donde cogí agua, etcétera… Si doy dos pasos en dirección
al horizonte ya estoy en la playa pero, por el mar, está entrado
bruma y no me resulta apetecible darme un baño. Dan las siete y ya
estoy en marcha hacia Ciutadella, a donde pienso que hoy llegaré sin
dificultad. Voy un rato por el paseo marítimo que, en Son Xoriguer,
no pasa de ser una acera un poco ancha y saco foto para el recuerdo.
Lo que más me llama la atención es la baldosa del paseo; son
semicírculos que bien pudieran semejar las escamas de un pescado
dibujadas como cuando yo lo hacía de niño.
Rachel y
Ferran
Siguiendo
el paseo, me encuentro con Raquel y Ferran que están, como yo, dando
la vuelta a la isla. Pero ellos lo hacen en kayak. A lo mejor fueron
ellos los responsables de ensuciar la playa de Trebalúger anteayer.
Están preparando su desayuno. Tienen un infiernillo de butano, en el
que están calentando agua. Rachel me escribe su nombre, pues no se
lo entiendo bien cuando me lo dice (entiendo reichel) pero, al verlo
escrito, es claro y fácil. Les hablo de mi viaje y de cómo hoy
pienso terminar la vuelta a la isla a pie. Parecen hospitalarios y me
sorprende que no me inviten a nada, pero es muy probable que lleven
el equipamiento alimenticio justo como para sobrevivir los días en
que se han propuesto bordear la isla. Llevar una tercera taza habría
sido un exceso y es probable que hayan intuido que yo también habría
declinado la invitación. Me informan que entre el Cap d’Artrutx y
Playa Blanca hay unos entrantes de mar muy bonitos, muy propicios
para darme un baño y me los recomiendan. Les dejo desayunando y, ya
por camí de cavalls, llego a Cala en Bosc. Nada más asomarme a la
rada, lo que más destaca, y será una constante durante un buen rato
de la mañana, es el faro, que ya aparece en el extremo Sudoeste, del
cabo de Artrutx.
Cala
en Bosc. Primer baño del día
Dos
chicos organizan la playa, que ya ha quedado limpia, y colocan las
hamacas, bajándolas de donde están apiladas. Bajo a la playa desde
el camino que viene por encima de rocas bajas y voy andando por la
orilla hacia el centro. Allí descargo mis mochilas, me desnudo y me
doy el primer baño de la mañana.
Será un baño corto y me paseo para secarme al sol. Apenas camina nadie por el paseo, solamente jóvenes haciendo deporte, que continúan o vienen por el camino que he dejado, y un hombre que se sienta en las rocas de enfrente para sacarse una piedrecilla que se le ha metido en la zapatilla. Los jóvenes corredores, aunque llevan buen calzado deportivo, corren algún riesgo de torcerse el tobillo, puesto que el camino es muy irregular.
No es un camino de rosas. Tiene piedras sueltas y otras puntiagudas ancladas. No sé cuáles son más peligrosas. De hecho, los jóvenes deportistas, prestan mucha atención a dónde pisan. Del otro lado de la playa, una mujer baja del hotel mirando continuamente para atrás. Yo no veo a nadie que venga por detrás de ella, pero se paraliza en la orilla. Me ha visto desnudo y retrocede.
Una vez seco, me visto y me acerco a saludar a los playeros que están colocando las hamacas. Ellos siguen con su tarea. Me alejo con mis mochilas para sacar foto de la playa. Lo hago ya desde la zona delantera del hotel, al lado de Poniente, una vez abandonada la playa. Sigo por las rocas, por donde va un sendero que me llevará hasta la bocana. He dejado a un lado el hotel y otros edificios y, ahora, enfilo hacia el puerto.
Será un baño corto y me paseo para secarme al sol. Apenas camina nadie por el paseo, solamente jóvenes haciendo deporte, que continúan o vienen por el camino que he dejado, y un hombre que se sienta en las rocas de enfrente para sacarse una piedrecilla que se le ha metido en la zapatilla. Los jóvenes corredores, aunque llevan buen calzado deportivo, corren algún riesgo de torcerse el tobillo, puesto que el camino es muy irregular.
No es un camino de rosas. Tiene piedras sueltas y otras puntiagudas ancladas. No sé cuáles son más peligrosas. De hecho, los jóvenes deportistas, prestan mucha atención a dónde pisan. Del otro lado de la playa, una mujer baja del hotel mirando continuamente para atrás. Yo no veo a nadie que venga por detrás de ella, pero se paraliza en la orilla. Me ha visto desnudo y retrocede.
Una vez seco, me visto y me acerco a saludar a los playeros que están colocando las hamacas. Ellos siguen con su tarea. Me alejo con mis mochilas para sacar foto de la playa. Lo hago ya desde la zona delantera del hotel, al lado de Poniente, una vez abandonada la playa. Sigo por las rocas, por donde va un sendero que me llevará hasta la bocana. He dejado a un lado el hotel y otros edificios y, ahora, enfilo hacia el puerto.
Cala
en Bosc, además de la playa, tiene un puerto bien refugiado, al que
se accede por un canal. Llegado yo al extremo más oriental, ahora ya
no tengo más remedio que discurrir por el lateral hasta que
encuentre un puente que me permita pasar al otro lado. Camino por
paseo entre la urbanización y el canal. Luego dejo a un lado el
puente y continúo hasta el puerto. Como por ese lado no veo ningún
sitio que esté abierto para desayunar, retrocedo, paso el puente,
que advierte de su altura, como aviso para navegantes.
Saco dos fotos desde arriba del arco póntico, una hacia el puerto y otra hacia la bocana, y paso al otro lado. No es un puente romano de medio punto, sino algo más gótico, apuntado en el centro, pero no deja de ser un puente moderno. Nueva foto para el puente que me ha evitado dar toda la vuelta al puerto deportivo. En él se lee: 6,80 m de altura máxima.
Veo un supermercado que acaban de abrir, pero busco otro sitio más confortable para desayunar. Me dicen que hay uno que abrirá a las diez. Acaban de dar las ocho, así que me pongo a la cola de algo que creo es un bar, tras dos hombres que esperan y a la par del tercero, que acaba de llegar, y que es el que está abriendo el establecimiento. Cuando abre, veo que es otro super-market. La única bollería que tienen es sobrante de ayer. Le digo que, si me hace rebaja, cogeré algo. Promete hacerlo. He cogido una herradura y otro bollo alargado pero, como él me dice que tiene dentro una salchicha, en frío no me apetece y la vuelvo a dejar en su sitio. Cojo otra herradura, así una es de crema y la otra de chocolate. Su precio de ayer era 1,10 o 1,20 € y me deja das dos por 1,50 €. Compro un tetrabrik de cacao con leche (una especie de Cacao-lat) de ½ litro que, como viene del extranjero, me costará más que un litro de La Asturiana, que cuesta 1,60 €, así que no lo dudo. Me redondea y me cobra todo 3 €. Todos estos ahorros en el desayuno me los gastaré con creces en la comida. Voy bien alimentado, pero no deja de ser un desayuno frío. Me lo voy comiendo y bebiendo por el camino y ya estoy enfilando hacia el cap d’Artrutx.
Con Christopher hacia Artrutx
Saco dos fotos desde arriba del arco póntico, una hacia el puerto y otra hacia la bocana, y paso al otro lado. No es un puente romano de medio punto, sino algo más gótico, apuntado en el centro, pero no deja de ser un puente moderno. Nueva foto para el puente que me ha evitado dar toda la vuelta al puerto deportivo. En él se lee: 6,80 m de altura máxima.
Veo un supermercado que acaban de abrir, pero busco otro sitio más confortable para desayunar. Me dicen que hay uno que abrirá a las diez. Acaban de dar las ocho, así que me pongo a la cola de algo que creo es un bar, tras dos hombres que esperan y a la par del tercero, que acaba de llegar, y que es el que está abriendo el establecimiento. Cuando abre, veo que es otro super-market. La única bollería que tienen es sobrante de ayer. Le digo que, si me hace rebaja, cogeré algo. Promete hacerlo. He cogido una herradura y otro bollo alargado pero, como él me dice que tiene dentro una salchicha, en frío no me apetece y la vuelvo a dejar en su sitio. Cojo otra herradura, así una es de crema y la otra de chocolate. Su precio de ayer era 1,10 o 1,20 € y me deja das dos por 1,50 €. Compro un tetrabrik de cacao con leche (una especie de Cacao-lat) de ½ litro que, como viene del extranjero, me costará más que un litro de La Asturiana, que cuesta 1,60 €, así que no lo dudo. Me redondea y me cobra todo 3 €. Todos estos ahorros en el desayuno me los gastaré con creces en la comida. Voy bien alimentado, pero no deja de ser un desayuno frío. Me lo voy comiendo y bebiendo por el camino y ya estoy enfilando hacia el cap d’Artrutx.
Con Christopher hacia Artrutx
Por
delante de mí va un joven al que veo cansado, como si hubiera pasado
la noche en vela. De vez en cuando se tropieza con el suelo, por no
levantar suficientemente las suelas de sus zapatillas, que las lleva
todas pisadas (l,a lona, pues las suelas es normal, son para
pisar).
Además de su andar cansino, tiene algún otro problema en una de las piernas, que le hace cojear, luego me lo dirá Christopher, que vive en unas casitas que están antes de llegar al faro. Al pasar por una caleta de rocas, me dice que ese es uno de sus lugares de baño: “No es peligroso y sólo hay que tener cuidado de las medusas”. Al llegar a su casa, se despide, deseándome que llegue hoy bien al lugar de destino. “Adiós Cristopher, que duermas bien tras la noche de juerga”, le deseo. Estoy en zona de celebraciones. Ayer fue el último día de Cincugema. Yo creía que se llamaba así sólo al lunes pero, por lo visto, Cincugema ha sido todo este largo fin de semana.
Además de su andar cansino, tiene algún otro problema en una de las piernas, que le hace cojear, luego me lo dirá Christopher, que vive en unas casitas que están antes de llegar al faro. Al pasar por una caleta de rocas, me dice que ese es uno de sus lugares de baño: “No es peligroso y sólo hay que tener cuidado de las medusas”. Al llegar a su casa, se despide, deseándome que llegue hoy bien al lugar de destino. “Adiós Cristopher, que duermas bien tras la noche de juerga”, le deseo. Estoy en zona de celebraciones. Ayer fue el último día de Cincugema. Yo creía que se llamaba así sólo al lunes pero, por lo visto, Cincugema ha sido todo este largo fin de semana.
Far y Cap
d’Artrutx
Para
cuando llego al faro, ya he terminado de desayunar y reciclo. Bolsa
de papel al contenedor azul, tetrabrik de cacao, al amarillo. Este es
un faro al que se puede acceder, pero hoy está cerrado el paso con
candado. Es el único que veo con pequeño restaurante y con menú en
la entrada en que estoy. Menú que ni miro, puesto que acabo de
desayunar. Saco la foto más cercana y comienzo a alejarme, siguiendo
la carretera y por una acera ancha, que va paralela a una franja de
acantilado.
En la curva, encuentro a dos trabajadores de la construcción que descargan sacos de su camioneta con su pequeña grúa, probablemente sean sacos de cemento. Están trabajando y no les entretengo. Justamente les saludo al pasar. La puerta de entrada a la finca, al número 115, también es de sistema similar al de camí de cavalls. Llego donde un hombre que me dice que, en la siguiente curva, encontraré de nuevo la indicación de camí de cavalls.
Ahora, el acantilado, que no es muy elevado, me va permitiendo ver la costa hacia el Norte. Ciutadella queda algo escondida en el golfo y lo que se ve más a lo lejos es Cala en Blanes, hacia el Cap de Bajolí. Es muy probable que Calespiques lo oculte.
Encuentro un refugio que, por el lugar en que está, pienso puede ser un refugi de pescadors. Siguiendo por el acantilado veo, a lo lejos, una construcción pétrea que da la impresión de ser una muralla, pero no puedo adivinar su función. Cuando me acerco veo que tiene unos cimientos y pudieran cumplir función de bunker, pero sería demasiado adivinar. Se ve que está bien construido y deja huecos como sótanos o refugios antibombardeos. Ese muro me obliga a meterme algo al interior.
En la curva, encuentro a dos trabajadores de la construcción que descargan sacos de su camioneta con su pequeña grúa, probablemente sean sacos de cemento. Están trabajando y no les entretengo. Justamente les saludo al pasar. La puerta de entrada a la finca, al número 115, también es de sistema similar al de camí de cavalls. Llego donde un hombre que me dice que, en la siguiente curva, encontraré de nuevo la indicación de camí de cavalls.
Efectivamente, a lo lejos veo a un hombre de azul al que intento
alcanzar para ir en compañía y me informe del lugar, pero mi
acelerón será en vano. Por detrás, un extranjero viene corriendo
con su perro, y le sostengo la liviana puerta, del tipo de las que
han sido el pan mío de cada día durante muchos tramos del camí.
Ahora, el acantilado, que no es muy elevado, me va permitiendo ver la costa hacia el Norte. Ciutadella queda algo escondida en el golfo y lo que se ve más a lo lejos es Cala en Blanes, hacia el Cap de Bajolí. Es muy probable que Calespiques lo oculte.
Encuentro un refugio que, por el lugar en que está, pienso puede ser un refugi de pescadors. Siguiendo por el acantilado veo, a lo lejos, una construcción pétrea que da la impresión de ser una muralla, pero no puedo adivinar su función. Cuando me acerco veo que tiene unos cimientos y pudieran cumplir función de bunker, pero sería demasiado adivinar. Se ve que está bien construido y deja huecos como sótanos o refugios antibombardeos. Ese muro me obliga a meterme algo al interior.
Al
rato de ir por el camí, encuentro un cartel similar al de ayer en la
Cova dels Pardals, en el que pone: Marina de Son Olivaret, que
también, como aquel, comprende una vasta extensión de terreno y, en
una de mis asomadas al acantilado, encuentro a Miguel, que está
pescando. Hace tres meses que se ha jubilado y está en periodo de
adaptación al cambio. Por ahora, lo que está haciendo es lo
siguiente: por la mañana pesca y por la tarde pasea.
Ha sido pastor toda su vida, pues heredó la profesión de su padre y, ahora, la continúa un hijo suyo. Y a saber las generaciones anteriores… Pastor, una profesión que ellos llevan en sus genes. Miguel ha pastoreado muchos años por la zona de Cova dels Pardals, pero no ha llegado a la jubilación con tan buena salud física que yo, puesto que tiene tres hernias de disco. La última se la produjo por accidente y le afectó a una pierna. Se temían lo peor, pero se ha ido recuperando, así que, cuando camina, lo tiene que hacer con medida. Ha pescado unos pececillos pequeños, pero dice que estarán sabrosos. Le dejo pescando, me despido de Miguel y sigo mi camino.
Pronto encuentro a nuevo pescador en el momento en que eleva del mar con su caña otro pececillo esmirriado. Le comento la coincidencia con Miguel y me dice que en esa costa no hay peces de mayor tamaño. Sigo adelante por el acantilado y encuentro más salientes y entrantes. Me topo con otra puerta de las típicas del camí de cavalls muy bien conservada y que se cierra ella solita con su sistema peculiar. Ya será de las últimas que abra y cierre. Ahora el acantilado va propiciando zonas en que las rocas ya no están en caída abrupta al mar, sino que bajan haciendo plataformas que permiten un acceso suave al agua y en las que ya empiezo a intuir la posibilidad de darme un baño sin peligro para salir.
Ha sido pastor toda su vida, pues heredó la profesión de su padre y, ahora, la continúa un hijo suyo. Y a saber las generaciones anteriores… Pastor, una profesión que ellos llevan en sus genes. Miguel ha pastoreado muchos años por la zona de Cova dels Pardals, pero no ha llegado a la jubilación con tan buena salud física que yo, puesto que tiene tres hernias de disco. La última se la produjo por accidente y le afectó a una pierna. Se temían lo peor, pero se ha ido recuperando, así que, cuando camina, lo tiene que hacer con medida. Ha pescado unos pececillos pequeños, pero dice que estarán sabrosos. Le dejo pescando, me despido de Miguel y sigo mi camino.
Pronto encuentro a nuevo pescador en el momento en que eleva del mar con su caña otro pececillo esmirriado. Le comento la coincidencia con Miguel y me dice que en esa costa no hay peces de mayor tamaño. Sigo adelante por el acantilado y encuentro más salientes y entrantes. Me topo con otra puerta de las típicas del camí de cavalls muy bien conservada y que se cierra ella solita con su sistema peculiar. Ya será de las últimas que abra y cierre. Ahora el acantilado va propiciando zonas en que las rocas ya no están en caída abrupta al mar, sino que bajan haciendo plataformas que permiten un acceso suave al agua y en las que ya empiezo a intuir la posibilidad de darme un baño sin peligro para salir.
Alfonso
trabajador de lavandería industrial
Me
empiezo a acordar de los entrantes de mar que me han dicho Ferrán y
Rachel cuando, a lo lejos, veo a un hombre que desaparece entre las
rocas. Observo mientras me voy acercando al lugar en el que lo he
visto por última vez. Veo alguna bajada al mar suficientemente
asequible y acabo encontrándolo. Alfonso está tumbado en el mejor
lugar de la zona, en una roca que tiene la forma de una hamaca, bien
es verdad que pétrea y, por tanto, dura. Alfonso está desnudo. Le
saludo al llegar y me desnudo también. Cuando estoy bajando por las
rocas al mar para darme el baño, él se levanta para mostrarme la
mejor forma de acceder al agua. Alfonso hace de monitor y guía,
hasta el lugar en que él considera idóneo para tirarme. Me dice
que, a veces, él tiene la precaución de otear el horizonte, por si
hubiera alguna medusa. Dice también que, el pasado año, una le
flageló, se le quedó adherida y le hizo ver las estrellas. Yo le
enseño la marca que me dejó la del año pasado, de la que ya apenas
queda nada, y me dice: “si te toca y no se te pega, no hay ningún
problema”. Tras mi baño y secado bajo el sol, seguimos
conversando. Le cuento a grandes rasgos mi camino, el que he venido
haciendo años anteriores y el que estoy haciendo y pretendo concluir
el próximo mes. Alfonso trabaja en una lavandería industrial y esta
semana, como tiene turno de tarde, disfruta en este lugar por la
mañana. Me dice que toda esta zona la llaman Aguadulce y, como luego
tendré oportunidad de ver, los fondos marinos son de un azul y de
una pureza increíbles. Le alabo el gusto. Me cuenta que, como su
mujer está trabajando, no puede venir con ella. Que su mujer trabajó
en el Susy de Macarella y que conoce bien a la familia que regenta el
bar y el huerto donde cosechan los productos hortofrutícolas de los
que se abastecen en verano. También me habla de los hermanos de Susy
y del cuñado. En la lavandería, Alfonso tiene privilegios, porque
es el más veterano y en su discurso voy recuperando nombres que ya
se me estaban olvidando de cuando trabajé en Gureak, en Oiartzun,
junto a la Lavandería industrial Goiar (Gureak Oiartzun abreviado).
Me habla del túnel de lavado, de las secadoras, de la calandra,
plegadoras de sábanas, el doblado manual de las toallas que ya salen
secas. Alfonso nació en Jaén pero, teniendo nueve años, se fue
toda la familia a vivir a Barcelona, así que él lleva ya más de
veinte años en la isla. Ni andaluz, ni catalán, se siente más
balear que otra cosa. Me doy cuatro baños; al tercero también se
baña él. Luego le pido que me saque una foto estando en el agua,
pero no sé a qué pulsor le ha dado que el caso es que no hay
ninguna foto mía allí. Estoy muy a gusto y feliz y a él parece que
también le agrada conversar conmigo, puesto que se le pasa la hora.
Me ha hablado de la competencia de las pequeñas lavanderías. Ellos
no lavan todo lo que podrían, pues están lavando del orden de 6.000
kilos al día y tienen capacidad para 14.000.
Él se tiene que ir, y yo me visto a la vez y le acompaño por el camino hasta que se tiene que desviar para llegar al aparcamiento donde tiene el coche. Primero tiene que ir a Ciutadella, comprar la comida y cocinarla. Creo que me ha dicho que tiene dos hijos, pero el tiempo ha sido limitado y no he tenido tiempo de profundizar más en temas de familia.
Él se tiene que ir, y yo me visto a la vez y le acompaño por el camino hasta que se tiene que desviar para llegar al aparcamiento donde tiene el coche. Primero tiene que ir a Ciutadella, comprar la comida y cocinarla. Creo que me ha dicho que tiene dos hijos, pero el tiempo ha sido limitado y no he tenido tiempo de profundizar más en temas de familia.
Más
que Aguadulce, yo lo llamaría Aguazul. Los italianos
Tras
despedirme de Alfonso, llego a un pozo que tiene una buena factura
pétrea. Camino por los preciosos bordes de la cornisa y disfruto de
ese mar tan traslúcido que tienta para tirarse a él de cabeza.
¡Qué transparencia!, ¡qué azules! Me encuentro con unos italianos y les digo el nombre del lugar: Aguadulce. Un hombre bastante mayor, Marino, se ha casado con Grazia y les acompaña Gabriella y vendrá en busca de ellos su marido, Mario. Antes de que nos encontremos a Mario, ya muy cerca de Cala Blanca, vamos charlando por el camino que va próximo al acantilado. Vamos los cuatro hablando de mi viaje y les hablo de Il Duomo di Milano. Me adivinan artista, por mi concepción del viaje, y les enseño mi cuaderno de dibujos. Marino tiene unos meses más que yo y conserva la línea y Grazia me parece muy joven para él. ¿Lo podríamos definir como un asalta cunas? Nos paramos en otra zona de costa con sus fondos claros en contraste con el azul del mar.
Me ha dicho Alfonso que se llama Aguadulce porque allí se producen filtraciones del agua que llega de la montaña, y se lo hago saber a los tres italianos. El espectáculo sigue siendo bellísimo. Continúo con los italianos y nos separamos cuando aparece el cuarto, Mario, pues han llegado a su hotel que está entrando en Cala Blanca. Allí están sus hamacas, delante del canal de entrada a la playa.
¡Qué transparencia!, ¡qué azules! Me encuentro con unos italianos y les digo el nombre del lugar: Aguadulce. Un hombre bastante mayor, Marino, se ha casado con Grazia y les acompaña Gabriella y vendrá en busca de ellos su marido, Mario. Antes de que nos encontremos a Mario, ya muy cerca de Cala Blanca, vamos charlando por el camino que va próximo al acantilado. Vamos los cuatro hablando de mi viaje y les hablo de Il Duomo di Milano. Me adivinan artista, por mi concepción del viaje, y les enseño mi cuaderno de dibujos. Marino tiene unos meses más que yo y conserva la línea y Grazia me parece muy joven para él. ¿Lo podríamos definir como un asalta cunas? Nos paramos en otra zona de costa con sus fondos claros en contraste con el azul del mar.
Me ha dicho Alfonso que se llama Aguadulce porque allí se producen filtraciones del agua que llega de la montaña, y se lo hago saber a los tres italianos. El espectáculo sigue siendo bellísimo. Continúo con los italianos y nos separamos cuando aparece el cuarto, Mario, pues han llegado a su hotel que está entrando en Cala Blanca. Allí están sus hamacas, delante del canal de entrada a la playa.
Cala
Blanca. Javier
Desde
el momento que me despido de los italianos, compruebo que la playa es
enana y que no me va a permitir baño desnudo. Me acuerdo de Dani, el
donostiarra al que conocí en la playa de Son Bou y que se perdió en
la duna. No me sorprende que prefiriera aquello que esto.
Cruzo la playa y prosigo bordeando el camino que va por el acantilado, con la esperanza de encontrar un resquicio resguardado y solitario, y me encuentro con Javier, que ha estado viviendo en México D.F. durante seis años. Él tampoco conoce la zona, pues está en casa de amigos, que viven por allí cerca, y pronto abandonaré su compañía.
Cruzo la playa y prosigo bordeando el camino que va por el acantilado, con la esperanza de encontrar un resquicio resguardado y solitario, y me encuentro con Javier, que ha estado viviendo en México D.F. durante seis años. Él tampoco conoce la zona, pues está en casa de amigos, que viven por allí cerca, y pronto abandonaré su compañía.
Cala
Santandria. Raquel y Raúl
Sigo
caminando por el borde del acantilado. Continuándolo, veo la bocana
de la cala Santandria y, un poco antes, encuentro una bajada preciosa
al mar. Hay también un letrero que indica a Ciutadella, 6,8 km. En
el entorno, hay casas bajitas, pero no me preocupan lo más mínimo.
Bajo las escaleras primeras, me desnudo y dejo todo mi equipaje y la
ropa bien agrupado. El agua está deliciosa y nado hasta la roca de
enfrente, que está llena de plantas marinas que adquieren la forma y
dan la sensación de pisar una alfombra bien mullida. ¡Es genial
caminar por ella!
Veo cómo una mujer asoma su cabeza, y me vuelvo a echar al agua. Salgo por donde tengo mis cosas y paseo por el borde bajo de la roca, que tiene el mismo mullido alfombrado, regreso y me doy el tercer y último bañito. Mi estancia en este pequeño golfo será breve pero ha sido intensa. Me visto y me acerco a la entrada principal, al lado Este de la bocana del brazo de mar que culmina con la playa de Cala Santandria. En el lado frontal al mío se ve gente tumbada, tomando el sol, que me da la sensación de estar desnuda.
Sigo adelante y oigo un chapoteo producido por un cuerpo al caer al mar. Alguien que se ha tirado, se zambulle en el agua y le veo nadar. En el momento en que llego al lugar, Raquel sale desnuda del agua y, a continuación lo hace Raúl. Viven por allí cerca y no tienen duda de que es una gozada disponer de un lugar donde poderse bañar desnudos tan próximo a su casa. Estoy un rato charlando con ellos, hablándoles de mi viaje y acabo bañándome con ellos. Cuando salgo, lo hago por donde veo salir a la pareja y me pincho con las púas de un erizo. Me miran el pie, pero he tenido la suerte de que no se me ha clavado ninguna púa. Así que, ¡sin problemas! Me visto, me voy y la pareja se queda allí. Un poco más adelante encuentro a una parejita textil tomando el sol. Él dice que no se atreven a tomar el sol desnudos. “¡Dad tiempo al tiempo!”, les digo, y continúo mi camino.
Veo cómo una mujer asoma su cabeza, y me vuelvo a echar al agua. Salgo por donde tengo mis cosas y paseo por el borde bajo de la roca, que tiene el mismo mullido alfombrado, regreso y me doy el tercer y último bañito. Mi estancia en este pequeño golfo será breve pero ha sido intensa. Me visto y me acerco a la entrada principal, al lado Este de la bocana del brazo de mar que culmina con la playa de Cala Santandria. En el lado frontal al mío se ve gente tumbada, tomando el sol, que me da la sensación de estar desnuda.
Sigo adelante y oigo un chapoteo producido por un cuerpo al caer al mar. Alguien que se ha tirado, se zambulle en el agua y le veo nadar. En el momento en que llego al lugar, Raquel sale desnuda del agua y, a continuación lo hace Raúl. Viven por allí cerca y no tienen duda de que es una gozada disponer de un lugar donde poderse bañar desnudos tan próximo a su casa. Estoy un rato charlando con ellos, hablándoles de mi viaje y acabo bañándome con ellos. Cuando salgo, lo hago por donde veo salir a la pareja y me pincho con las púas de un erizo. Me miran el pie, pero he tenido la suerte de que no se me ha clavado ninguna púa. Así que, ¡sin problemas! Me visto, me voy y la pareja se queda allí. Un poco más adelante encuentro a una parejita textil tomando el sol. Él dice que no se atreven a tomar el sol desnudos. “¡Dad tiempo al tiempo!”, les digo, y continúo mi camino.
Playa
Santandria.
Hotel Bahía, José Miquel y Pilar
Hotel Bahía, José Miquel y Pilar
Como
la de Cala Blanca, cuando llego a la playa, compruebo que, ésta de
Santandria, también es muy pequeña y tampoco hay nudistas. Busco un
sitio para comer y encuentro la terraza del Bahía. Aunque no tienen
menú, me proponen uno improvisado por 19 € que consiste en:
mejillones al vapor, salmonetes, ½ de vino blanco (Penedés René
Barbier). Paro lo que es la comida, resulta algo cara.
Los mejillones son muy pequeñitos y apenas me sirven una veintena, menos mal que están ricos. Los salmonetes son tres y quedan bastante sequitos y apenas tienen sabor, menos mal que con el acompañamiento mejoran. Mientras espero mi comida, en otra mesa, de matrimonio con dos hijos, han sacado un pescado con buen aspecto y con una presentación muy lucida. Pido permiso a los comensales para fotografiarlo y me lo dan.
Aquí tenéis la muestra del plato que ha atraído mi atención. Después de comer, me enrollo con Pilar y José Miquel. Acabamos bebiendo una botella de cava, que pagamos a medias. Pilar pide la chapa, así que mi amigo Mauri Viles, se quedará sin ella. Son muchos los catalanes que tienen afición a coleccionar chapas de sus adorados cavas. La camarera me ha atendido con interés y le pregunto si tiene chapas de otros cavas que hayan abierto y me dice que no, que las tiran todas a la basura.
La pareja está con cinco días de vacaciones, ya se les van acabando y no sé si ha sido por el blanc o por el brut, el caso es que no recuerdo nada de lo que hablamos. Seguro que habrá sido de mi viaje, de las calas, de algunas anécdotas y encuentros, en especial los dos tan bonitos de esta mañana, primero con Alfonso y, hace un rato, con Raúl y Raquel. Sin molestar a la familia con dos hijos, que están en la mesa del rincón, saco foto del brazo de mar con el islote y la bocana al fondo.
El chico que nos ha servido el cava me ha ofrecido un tatín de manzana con helado que está muy rico y entraba en el precio del menú ofertado. Con el cava, acabo pagando una cuenta de 37,50 €. Pago con Visa. Considero un extra para festejar el regreso, sano y salvo, a Ciutadella. Todavía me falta un poco para llegar al punto de partida. En mis notas aparece el nombre de Pilar Vilaller y me sorprende porque casi nunca suelo apuntar los apellidos. Nos despedimos deseándonos el buen fin de nuestras respectivas vacaciones, aunque las mías sean ya perpetuas.
Los mejillones son muy pequeñitos y apenas me sirven una veintena, menos mal que están ricos. Los salmonetes son tres y quedan bastante sequitos y apenas tienen sabor, menos mal que con el acompañamiento mejoran. Mientras espero mi comida, en otra mesa, de matrimonio con dos hijos, han sacado un pescado con buen aspecto y con una presentación muy lucida. Pido permiso a los comensales para fotografiarlo y me lo dan.
Aquí tenéis la muestra del plato que ha atraído mi atención. Después de comer, me enrollo con Pilar y José Miquel. Acabamos bebiendo una botella de cava, que pagamos a medias. Pilar pide la chapa, así que mi amigo Mauri Viles, se quedará sin ella. Son muchos los catalanes que tienen afición a coleccionar chapas de sus adorados cavas. La camarera me ha atendido con interés y le pregunto si tiene chapas de otros cavas que hayan abierto y me dice que no, que las tiran todas a la basura.
La pareja está con cinco días de vacaciones, ya se les van acabando y no sé si ha sido por el blanc o por el brut, el caso es que no recuerdo nada de lo que hablamos. Seguro que habrá sido de mi viaje, de las calas, de algunas anécdotas y encuentros, en especial los dos tan bonitos de esta mañana, primero con Alfonso y, hace un rato, con Raúl y Raquel. Sin molestar a la familia con dos hijos, que están en la mesa del rincón, saco foto del brazo de mar con el islote y la bocana al fondo.
El chico que nos ha servido el cava me ha ofrecido un tatín de manzana con helado que está muy rico y entraba en el precio del menú ofertado. Con el cava, acabo pagando una cuenta de 37,50 €. Pago con Visa. Considero un extra para festejar el regreso, sano y salvo, a Ciutadella. Todavía me falta un poco para llegar al punto de partida. En mis notas aparece el nombre de Pilar Vilaller y me sorprende porque casi nunca suelo apuntar los apellidos. Nos despedimos deseándonos el buen fin de nuestras respectivas vacaciones, aunque las mías sean ya perpetuas.
Socorristas
sin prejuicios
Me
despido del Bahía, donde he disfrutado también con la buena
compañía, y bajo a la playa. En ese momento, los socorristas están
a punto de plegar, pues van a dar las seis. Uno a uno, se van
despelotando los tres para quitarse el equipo uniformado y ponerse el
atuendo de calle. Me sorprende y agrada la naturalidad con que lo
hacen. Les digo que estoy terminando de dar la vuelta a Menorca y me
despido de ellos. Siguiendo por el borde del mar, encuentro a un
chico que está cogiendo erizos. Me dice que hay muchos.
Sa
Caleta. El que meta gol, folla
En la
siguiente playa, que creo es ya Sa Caleta, unos chicos juegan a meter
el balón entre los palos que sujetan un letrero. Hay poca distancia
entre los palos que soportan el letrero. Apenas logran aproximarse.
El juego consiste en una ensoñación de un premio: “el que la meta ahora, la podrá meter por la noche”. ¡Un gran premio!, quizás un premio improbable o imposible. Sabiéndolo, es casi seguro que, inconscientemente, han puesto una portería tan angosta. Parece cierto que ninguno follará esta noche.
El juego consiste en una ensoñación de un premio: “el que la meta ahora, la podrá meter por la noche”. ¡Un gran premio!, quizás un premio improbable o imposible. Sabiéndolo, es casi seguro que, inconscientemente, han puesto una portería tan angosta. Parece cierto que ninguno follará esta noche.
Desde
Sa Caleta, salgo por el borde marino. Una construcción circular la
han situado al otro lado de la bocana. Un nuevo entrante de mar,
me presenta a una familia nadando en la intimidad. Se ve que huyen de
la compañía de los playeros bulliciosos y del balón de los
futbolistas. Desde aquí hasta el nuevo puerto, la costa se vuelve
abrupta, con rocas al mar y sin playas. Pocas posibilidades de bajar
al agua sin correr riesgos.
Así que sigo caminando por el camí y por encima del acantilado. En el puerto no se ve barco alguno. En las proximidades encuentro dos trailers de Eroski, donde destaca el rojo. Saco foto a los camiones que están a la espera de barco que les transporte. En uno de ellos leo “Eroski amb tu” y traduzco: “Eroski contigo”.
Puede ser otra alucinación mía, pero pienso que Eroski está conmigo. O, al menos, yo sigo comprando productos Eroski. Me parece suficiente para mis pretensiones la relación calidad-precio que su marca ofrece, y sus dependientas de Irun siempre me han atendido bien, como socio de cuota, por intermediación de mi hermana. Veremos qué pasa el día en que esto se acabe.
Así que sigo caminando por el camí y por encima del acantilado. En el puerto no se ve barco alguno. En las proximidades encuentro dos trailers de Eroski, donde destaca el rojo. Saco foto a los camiones que están a la espera de barco que les transporte. En uno de ellos leo “Eroski amb tu” y traduzco: “Eroski contigo”.
Puede ser otra alucinación mía, pero pienso que Eroski está conmigo. O, al menos, yo sigo comprando productos Eroski. Me parece suficiente para mis pretensiones la relación calidad-precio que su marca ofrece, y sus dependientas de Irun siempre me han atendido bien, como socio de cuota, por intermediación de mi hermana. Veremos qué pasa el día en que esto se acabe.
Preparando
el viaje de mañana
Como
el puerto está tan alejado de la ciudad, aprovecho que paso cerca de
él, para entrar y sacar billete para el barco de mañana. No sé si
lo haré por Balearia, ni si tendré otra posibilidad. De momento una
valla, muy rudimentaria pero eficaz, intercepta el camino por el
borde del mar. Sigue sin haber ningún barco en el puerto comercial.
Por fin, entro en las instalaciones portuarias. Me quiero informar
también de algún lugar económico para dormir esta noche. Para
viajar mañana, me remiten a la taquilla de Iscamar, pues las de
Balearia están cerradas hasta las 19:30 h y todavía no son las
siete. Intento sonsacar al taquillero de Iscamar el precio que me
costaría si lo hiciera con Balearia, pero él no me puede dar los
precios de la competencia. Me dice que, viajando con ellos, me
costará 47 €. Me parece muy caro, ya que la distancia es muy corta
en relación con los 73,40 € que pagué por el pasaje
Barcelona-Ciutadella. A pesar de ello y para tenerlo seguro, tanto el
billete como la hora, saco el billete y lo pago con Visa. Mañana
preguntaré precio en Balearia y me habría costado más de sesenta,
así que mi decisión intuitiva ha dado resultado. A los isleños les
sale más económico. A ellos les ofertan ida y vuelta por 21 €. Ya
con el plan de viaje para mañana resuelto, me voy en busca de los
hoteles más baratos para pasar esta noche. En una gran ciudad no me
gusta dormir en la calle, y no voy a ir a dormir a Cala Morell, como
hice el día de mi llegada a Ciutadella.
Hombres
de Sahara Occidental
De la
lista de hoteles que me dieron, selecciono Sa Prensa y París, por
ese orden de preferencia. Cuando estoy volviendo del puerto, paso por
una casa rústica y deteriorada, de la que salen tres saharauis, de
la República Democrática del Sahara y Río Muni. Durante el día
tienen allí su domicilio y Cáritas les da la comida todos los días
y les acoge en un albergue. Me pongo a hablar con ellos del viaje,
cuya primera parte acabo de terminar en el puerto, con esta vuelta a
Menorca que he dado en 12 días. Hablamos también de su situación
en el Tinduf. De mi intento de ir allí, que me resultó fallido. De
mi viaje por Marruecos y el del sur de Argelia, perdidos en puertas
del desierto del Teneré (Níger). También hablamos de los pecados
de nuestro catecismo y del Dios que nos vendieron, y de sus
prohibiciones, que aún son más, del Corán y de su Alá o, más
bien, de quienes ostentan el poder religioso que se está
convirtiendo en poder político. Hablamos que si se rebelan contra su
situación en Tinduf y se enfrentan al ejército marroquí tienen
todas las de perder. Ellos dicen que algún día se producirá este
enfrentamiento, fruto de la desesperación. Agradecen el préstamo de
la tierra argelina, pero es más fuerte el deseo de volver a vivir en
su país. Dicen: “No podemos cambiar el mundo, pero podemos
intentarlo”.
Hostal
París. Inés de Baracaldo
Me
despido de los saharianos y, ya en zona más civilizada, veo a un
hombre muy grueso en el espacio abierto de su casa. De donde estamos,
me dice, el hotel más próximo de los dos es el París, y me
acompaña un tramo hasta colocarme en la calle donde me lo
encontraré. Al hombre le he dicho que acabo de terminar la vuelta a
Menorca y que busco la ínsula de Barataria. Me responde: “¡Que no
te pase como a Sancho!”. Me ha agradado esta respuesta, una
respuesta que considero inteligente. Llego y me recibe Inés, de
Baracaldo, quien es todo allí: dueña, madre y chica de la limpieza.
Nos ponemos de acuerdo en el precio, pero a Inés no le funciona el
MODEM y no me puede cobrar con tarjeta. Le pago en metálico y me da
para elegir entre dos habitaciones. El baño está fuera y es a
compartir, pero estoy yo solo en el hostal. Por el mismo precio,
elijo la habitación más exterior. Meto dentro mesa y silla de
plástico, puesto que tengo mucho para escribir. También me trae
Inés una lámpara que no encenderé. Lavo camiseta, calzoncillo y
pantalón y los tiendo, para secar, en la barra del balcón que me
separa del de la otra habitación. No hace viento y espero que no se
me vuele durante la noche. Me ducho iniciando en caliente y acabando
en fría y me voy a cenar al centro de la ciudad. Ya son las nueve de
la noche. En el hall, Inés expone unas cerámicas, modeladas de
arcilla por ella, que me gustan. Me da la llave para entrar de la
calle cuando vuelva, si llego tarde y ella ya se ha acostado.
C’an
Nito
Voy
por el lado más próximo a la costa, con intención de asomarme a El
Diamante, el lugar donde desayuné el primer día al bajar del
Balearia. Me equivoco de calle y no lo veo, pero mañana sí lo veré.
Voy, bastante bien orientado, a la plaza y me siento a cenar en C’an
Nito. En el menú más económico, ofrecen lentejas y se me ponen los
ojos como platos (de lentejas), pero se les han acabado, así que me
acojo al segundo menú y pido: chipironcitos en tempura fritos, que
tienen poco sabor, y cordero con patatas fritas y verdura con jamón,
que estará un poco fuerte. No tomo postre dulce, pero sí naranja
que, no estando muy dulce, al menos, está jugosa. Pago 16,90 € con
Visa y regreso.
Noche en
París
Vuelvo
al hostal sin ninguna dificultad, mejor que cuando he venido al
centro. Llego a la habitación y lo primero que hago es cargar la
batería de la cámara, pues se me ha descargado con la última foto
en la cena del C’an Nito. Hoy tampoco se carga ni me funciona el
móvil, así que mañana, antes de que vaya al puerto, tendré que
buscar una tienda MoviStar para solucionarlo. Guardo la colcha y
duermo bien, suficientemente abrigado, con la sábana. Sueño que
nunca consigo llegar a destino, que vuelvo a estar donde estaba y que
hay que volver a empezar. Es un sueño bastante acorde con mi
realidad y muy bien asentado en acontecimientos de la víspera. Sólo
me levanto una vez en toda la noche para orinar. Este París, no será
el único París de Baleares. Habrá otro en el Puerto de Pollença y
serán determinantes para mi viaje de 2012 que, si no me llevará a
París, sí, al menos, al mismo paralelo en Bretaña.
Balance
de otra bonita jornada
La
hospitalidad de Ángel en Son Xoriquer, los breves y bonitos
encuentros con Ferrán y Rachel, los que dan la vuelta a Menorca en
kayak; con Christopher, el joven de Faro d’Artrutx; y con Miguel,
el pescador recién jubilado; el más largo y con baño con Alfonso,
el lavandero industrial; los italianos; en Santandria con Raquel y Raúl, vecinos
del lugar; en la comida, con Pilar y José Miquel, en la que nos
hemos bebido una botella de cava, quizás festejando ya mi colofón
de la primera isla balear. Los azules y transparencias de Aguadulce y
de la cala Santandria. Y en París, muy tranquilo con Inés. En conjunto, un día muy completo en cuanto a
encuentros y paisajísticamente.
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