00.2
Prolegómenos
En
mayo, en Viajes Eroski, adquirí el pasaje para el barco de Balearia
que me trasladaría de Barcelona a Ciudadela (73,40 €) y, una vez
obtenido, saqué billete en Renfe para el tren Irun-Barcelona (38,40
€). En Jostunak, ahora al inicio de la Avenida de Navarra, me
habían arreglado los bolsillos de los pantalones cortos (18 €),
pues no quería volver a llevarme el disgusto de perder la cartera
como en Ayamonte en 2008.
Merienda de despedida con hijas, yernos y nietos y, con las mochilas preparadas, todo listo para la partida. La noche anterior dejo mi planta más querida en la terraza, para que la lluvia la riegue en mi ausencia. Cuando la recoja al regreso estará prácticamente muerta, ¡pero resucitará!
Merienda de despedida con hijas, yernos y nietos y, con las mochilas preparadas, todo listo para la partida. La noche anterior dejo mi planta más querida en la terraza, para que la lluvia la riegue en mi ausencia. Cuando la recoja al regreso estará prácticamente muerta, ¡pero resucitará!
Argentinas
por Europa
El 1
de junio a las 7:30 h, el tren sale puntual desde la estación de
Irun. Voy solo, sin compañero de asiento en todo el recorrido, junto
a la ventana. Llegando a Altsasu, me traslado al asiento del pasillo,
e inicio conversación con Beatriz, argentina, de la provincia de
Buenos Aires, que viaja con su amiga Graciela. Están haciendo un
recorrido por Europa de los de abarcar mucho y apretar poco, algo de
lo que son muy amigos los del cono Sur. “Para una vez que venimos a
Europa, queremos aprovechar para verlo todo”, dicen. Han hecho ya
los tramos Barcelona-Madrid-Donostia y, de vuelta a Barcelona, tienen
intención de ir cinco días a París. Después el programa se
completará con Florencia, Venecia y Sorrento. Como no visitarán
Pompeya, les cuento lo que allí me dijo el guía: que la lava del
Vesubio no arrasó la ciudad, sino sus cenizas volcánicas. Fueron
éstas suficientes para matar a todo ser viviente y las causantes de
que toda la estructura de la ciudad se haya conservado tan
magníficamente hasta hoy; si hubiera sido la lava, habría arrasado
todo y hoy no quedaría vestigio alguno. Tras su visita a Italia,
irán a Grecia, harán un crucero por las islas del mar Egeo y
regresarán a Argentina. Hablamos de temas diversos y la conversación
es entretenida. Casi todo el rato es Beatriz la que habla y Graciela
interviene puntualmente. Como en la televisión están proyectando un
viaje por Asturias, dará pie a que les cuente algo de mi viaje y de
mi paso por la costa asturiana.
Cine USA sin interés
Cine USA sin interés
La
película que ponen para amenizar las horas de tren es Matar
a la espía, o algo similar, en la que
actúan Naomi Wats y Sean Pen. Desenrollo los auriculares y me los
pongo, pero no paso de ver el inicio; por el arranque, ya veo que no
es un film que me interese. Rara es la vez que pongan alguna película
que sea de mi interés; como excepción diré que, a mi regreso del
balneario de Chiclana, en noviembre de 2013, pusieron 15
años y un día, la última película
de Gracia Querejeta, que España seleccionó como candidata a los
Oscar próximos. Veremos con qué resultado. Lo peor del caso es que
me supuso una revisión, puesto que ya la había visto en los cines
Príncipe de Donostia que, junto al Trueba, son de los pocos
establecimientos que proyectan cine comercial de interés. En la
película volví a notar toques de Verano
azul, aquella exitosa serie de
televisión que dirigiera Antonio Mercero. Proyectaron también otra
película de interés, pero ahora no recuerdo ni la trama, ni el
título.
En
Barcelona con Ignasi
Llegamos
puntuales a Barcelona y, todavía en la puerta del tren, alguien me
orienta hacia la farmacia de la estación, que es donde he quedado
con mi amigo Ignasi. No está él ni dentro, ni fuera, así que le
hago una llamada perdida y me dice que coja la línea 1 a Vall
d’Hebrón, que baje en Hospital Clinic y por la salida Villarroel
(1,45 € el Metro). Arriba de la escalera, ya veo a Ignasi, con su
bastón. Nos abrazamos, nos besamos y le pido que para ir a comer no
nos alejemos demasiado de Aribau pues, estando en el tren, me ha
llamado Mari Luz: ayer volvió de Bruselas, vio mi mensaje, y hemos
quedado para tomar café más tarde. Ignasi me dice que no podré
estar con Carmen, su mujer, porque trabaja y le han trasladado la
oficina a un lugar muy alejado de Muntaner, su domicilio; antes lo
tenía muy cerca de casa, pero ahora pierde mucho tiempo en traslados
y está muy disgustada. Antes podía ir andando y ahora necesita coche.
Para colmo de males, antes tenía una vista amplia y luminosa de la ciudad condal y,
ahora, el despacho no tiene luz natural. Tras cumplir dos años de
casados, no les va tan bien en la vida como les iba cuando convivían
sin legalismos. Comemos un menú en la terraza de l’Alsina, aunque
hace un poco de fresco y el sol da en la mesa de al lado pero no
llega a la nuestra. Tanto el wok de verduras como la merluza a la
plancha están ricos y acabo con una raja de melón y tres trufas.
Esta vez insisto, e Ignasi me deja pagar (25,51 €). Ya me obsequiaron bien en
mi paso a pie por Barcelona de 2009. Ignasi lleva bastón, pues empieza a
estar resentido de las piernas por haber hecho deporte en exceso a lo
largo de su vida. Lleva una férula en su pierna derecha que, sin tenerla demasiado apretada, al menos, se la protege. El bastón
también colabora. Como su trabajo es autónomo, no ha cogido la
baja. Tras estar un rato de sobremesa con él, charlando de cómo va
el negocio de la ortopedia y del viaje que estoy a punto de iniciar,
le acompaño al taxi y nos despedimos, sin saber hasta cuándo. La
siguiente vez que nos veamos será en Irun pero, al venir aquí, no
sólo con Carmen, sino también con la hermana de ésta, Anna, y su
reciente marido, Javier, se hospedarán durante el puente largo de la
Constitución Inmaculada, en el hotel Alcázar de Irun, muy próximo
a mi domicilio. Cuando la pareja ha venido sola, se hospedó en mi
apartamento que, aunque sin mucho sitio para la intimidad, tiene
espacio suficiente como para pernoctar hasta cuatro personas. Cinco,
hubiéramos sido multitud en 33 metros cuadrados.
Mi amiga
Mari Luz
Los
que me seguisteis en mi viaje anterior, ya la conocéis, pues el
corto viaje del año pasado también tuvo su paso por Barcelona y
allí os presente también a su madre, Quintina, con 103 años, y que
decidió no pasar del último invierno. ¡Qué mujer más divertida!
A Mari Luz la conocí en el balneario de Verche, en Valencia, en
noviembre de 2009, hicimos un teatrillo con dos personajes, nos
divertimos haciéndolo, y nació una bonita amistad. Estuvo casada
con un belga, del que enviudó, y todos los años visita Bélgica.
Cuando este verano de 2013 pasé por la costa belga, me asomé al
pueblo donde vivieron, Oostduinkerke, donde es muy querida. Habría
sido bonito coincidir con ella allí, pero hubiera sido demasiado
pedir a la casualidad. Llego a su domicilio de Aribau y me abre la
propia Mari Luz, que acaba de recibir la visita de un primo.
Charlamos sobre Bruselas, de donde acaba de regresar; me cuenta cosas
de sus hijas, la soltera y la casada, y de los últimos días de
Quintina, a la que le faltó un mes para cumplir 104 años. “Me
quedé sin mi niña y noto el vacío”, me dice. Salimos en
dirección Urquinaona, donde ha quedado citada con una amiga, pero
paramos antes a tomar algo. Ella toma una Fanta y yo la segunda
poleo-menta. Esta vez invita ella. La otra fue obsequio del Ajuntament de Barcelona y sus Servicios Sociales. Hablamos de balnearios, de lo mal
que está Rosa y de lo bien que me lo pasé el año pasado en casa de
Joan, en el puente de su santo. Le cuento también mi encuentro con
Ana del pasado verano. Ella me habla de Cofrentes, a cuyo balneario
fueron durante muchos años y yo de Fuentes del Trampal, en Cáceres,
y Baños de Molgas, en Orense, donde estuve el último noviembre de
2010 y al que ya no me acompañó Augusto, otro de los amigos de
Verche, amigo también de Mari Luz y con el que hizo tan buenas
migas. Le enseño mi cuaderno de dibujos. Me acompaña hasta la Gran
Vía y allí nos despedimos hasta la siguiente vez que nos veamos,
que no será en Bélgica. ¡A ver si en verano de 2014 nos podemos
volver a ver! Ella va hacia Urquinaona y yo hacia “el supositorio”,
que es el edificio que tengo como mejor referente, y que me orientará
hacia casa de mi amiga Luisa.
De
nuevo con mi amiga Luisa. Corto paseo y cena con Sergi
Llegando
a la plaza de Tetuán, me oriento mal y pierdo la Gran Vía, pero dos
mujeres me enderezan. Una vez llegado a Las Glorias, vuelvo a
equivocarme y, en vez de tirar hacia “el supositorio” y La
Diagonal, voy por el otro lado y entro al Clot por lugar inhabitual.
Entro en la plaza del Mercat, toco el timbre del portal y me abre
Luisa. Está acompañada por su hijo Sergi, quien me enseñará sus
dibujos; inacabados, según Luisa, acabados, según él. Alguno de
ellos, una figura humana con trazos temblequeantes, me resulta
inquietante. Hablamos de los jóvenes airados. Al pasar por el
Clinic, he visto cómo se manifestaban en contra de la reforma del
plan de Sanidad. Una parte de los jóvenes, especialmente los que no
tienen trabajo, que se manifiestan en contra de lo que está
ocurriendo, en contra de la crisis generada desde las altas esferas
del poder económico, de los especuladores financieros que, a la postre, son los que mandan, junto con el FMI; que nadie de nosotros ha elegido. El poder político está
demostrando tener poco poder o está potenciando lo que deciden los
poseedores del dinero. Por ese lado vamos muy mal, ya que quienes
debieran legislar para que estos desaguisados no ocurran, no
haciéndolo, nos hacen flaco servicio a los ciudadanos. Por otro lado, nos
preguntamos si los jóvenes airados, que están dispuestos a pelear
para no perder conquistas sociales, ¿estarían dispuestos a perder
otras conquistas propias de la sociedad de consumo? Dejo mi equipaje
en la habitación que Luisa me ha asignado, la que usa ella
habitualmente y que, en los días que me acoge, pasa a ser mi espacio
de libre disponibilidad. Descanso un rato en uno de sus silloncitos,
donde charlamos, y salimos a dar un paseo por la rambla que lleva a
Poble Nou. Pero empieza a lloviznar y nos volvemos. Antes de subir a
casa, tomamos un pisco sour en el bar de debajo de su casa que lo
regentan unos chilenos. Esta bebida es la que tomaba Genaro cuando
recibe a Lina e Ignacio, en la novela de la chilena Lina Meruane,
Sangre en el ojo (Caballo
de Troya. Barcelona 2012), cuya lectura recomiendo. Dio mucho juego
cuando la comentamos en el Libro-forum que organiza la Biblioteca
Municipal irunesa. Este bar donde tomamos el pisco sour (suena
"sauer"), lo pusieron los chilenos a raíz del hundimiento de la mina
en Chile donde los mineros, durante muchos días, quedaron atrapados.
Una vez ya en casa, Luisa prepara pantumaca, al que vamos añadiendo
el embutido. A mi me da cargo de conciencia desperdiciar el tomate
una vez que ha sido restregado por el pan y, con los restos y un poco
de ajo picadito, aceite y vinagre, me preparo una deliciosa ensalada
que como yo solo. Cenamos los tres, también la tortilla de berenjena
que Luisa ha preparado. Está riquísima. De postre melón, aunque en
mi casa siempre se dijo: “por la mañana oro, a mediodía plata, y
por la noche mata”. También me lo dice Luisa: “aunque dicen que,
por la noche, mata”. Así que no es sólo una creencia de mi
entorno. Tras la cena, Sergi se va y, después de otro corto rato de
charla, cada uno se acuesta en su cama. Luisa pone en hora el
despertador para que suene a las nueve. Acerco a la mesilla un libro
de fotos con imágenes de India, Túnez, Marruecos y Turquía, que
ojeo tumbado en la cama. Luisa me ha dejado una manta, por si la
necesito, pero antes de comenzar el verano, la temperatura ya ha
empezado a ser suficiente y duermo desnudo con la sabanita y la
colcha. No necesito manta que me dé más calor. Durante la noche me
tengo que levantar tres veces a orinar y encuentro la explicación en
todo lo que he metido de líquido o con posibilidad de licuarse en
las últimas horas: las dos poleo- mentas, la combinación, la
berenjena y el melón. Además del pisco sour, que habrá cumplido funciones de diurético. A pesar de ello, descanso bien. Mañana será
otro día.
02.06.2011
Amanecer,
lectura y desayuno
Me
despierto a las siete, orino por tercera vez y levanto la persiana
para poder leer. La luz es insuficiente para algunas hojas, cuyo
texto está escrito sobre fondo granate, y las dejo sin leer. Unas se
refieren al apartado Estilo de vida Oriental y otra sobre religiones.
Recibo la impresión de que el texto está falto de rigor. Se aprecia
también que los que han escrito el libro no pasaron por Marrakech.
Acabo de leerlo y, éste, será mi libro 21 de lo que va de año.
Desde que comencé a escribir el blog, he bajado considerablemente la
cantidad de libros leídos en estos años. Antes, cuando trabajaba,
solía leer más de cien al año. A las 9:15 h oigo cómo Luisa ya se
ha levantado y me llama a la puerta. Me levanto, afeito, lavo y
desayunamos café con leche, magdalenas y un bizcocho muy jugoso.
Mañana
lluviosa y aperitivo
Sin
hacer ni deshacer la cama y sin recoger la mesa en la que hemos
desayunado, salimos de casa y vamos en la misma dirección que ayer.
Hoy también tendremos lluvia, que caerá con intermitencia. Nos
hemos resistido a coger paraguas, confiando en que escampará. Hemos
cambiado el recorrido previsto, para ir más protegidos y nos metemos
por el Palau de la Música, la Catedral y Santa María del Mar.
Cuando arrecia la lluvia, nos metemos en un museo. Una de las
exposiciones se refiere a Teoctuaclan y tiene demasiado oro como para
gustarme semejante tesoro. Luego entramos en un bar. Luisa bebe una
cerveza y yo un vermouth y se me antojan unos caracoles grandes, que
están muy ricos, pero Luisa ni los prueba. Ella me invita.
Tercera
celebración en Can Tipa
No
será la última. Aunque no ha parado de llover del todo, salimos del
bar y nos dirigimos hacia Can Tipa. Llegamos y encargamos la paella
caldosa de marisco, para no perder la tradición. Nos vamos a dar
otra vuelta pero, al seguir lloviendo, decidimos regresar y llegamos
algo calados. Nos apetece calorcito y pedimos mesa dentro, aunque la
terraza está cubierta y hay mucho sitio libre. La mesa que nos
ofrecen nos parece adecuada pero, al sentarnos, Luisa siente que está
en mitad de la corriente y le cambio de sitio. Tenemos la suerte de
que se van llenando las mesas y con los últimos que llegan se ven
obligados a cerrar una de las hojas de la puerta acristalada de la
entrada, con lo que la corriente que se formaba desaperece. El bogavante
está mejor que el del pasado año y nos comemos casi todo. Dejamos
un poco de arroz, una cigalita, un mejillón y una almeja, para
justificar nuestra petición de que nos lo envasen y lo podamos
llevar, una ración que Luisa se cenará hoy o comerá mañana. Lo
guardo en mi mochilita con la certeza de que no me lo llevaré a las
islas, ya que antes pasaremos por su casa para reorganizar las
mochilas. De postre comemos crema catalana. Luisa toma un café y yo té
verde. Nos hemos ventilado la botella del Marqués de Cáceres que,
en proporción, será lo más caro de la comida (104,60 €) y dejo
propina de 4 € para que nos sigan recordando para la siguiente, que
será en la próxima primavera. Nos invitan a un chupito de aguardiente. Nos
despedimos del pakistaní.
Masaje Gringberg
Nos
dirigimos hacia el cine Alexandra, para ver la película que hemos
seleccionado Le pere de mes enfants
(11,60 €). Pero, en el camino, en la rambla, Gerard me da un
masaje. Aunque Luisa no quiere aceptar la invitación, me anima a que
me deje recibirlo, ya que están deseosos de voluntarios para ir
cogiendo práctica. El que practican es el Método Gringberg. Hay
varios masajistas, femeninos y masculinos. Gerard me trata muy bien y
me rompe alguna pequeña contractura. Me mira la pierna izquierda, la
que rompí el peroné en 2009, y me dice que no presenta ningún
síntoma de rotura. Me recomienda natación para mejorar la
movilidad. Mientras Gerard está trabajando mi cuerpo, me llaman al
móvil, y tiene que interrumpir el masaje. Se trata de mi amigo
Félix, que llevaba tiempo intentando hablar conmigo. Las veces
anteriores o me coincidió dentro de un túnel, o en el cine, así
que hoy, aunque inoportuno, al fin me ha localizado. Terminado el
masaje, agradezco a Gerard y le deseo éxito en su profesión y mucha
clientela. El masaje ha sido gratis.
El
padre de mis hijos ***
Ya en
el Alexandra, pido a la taquillera dos entradas de jubilado y,
viéndome, ni me pide el carnet para comprobar la edad, aunque Luisa
no habría podido beneficiarse porque, aunque es pensionista, aún no
tiene más que 61 años. Nada más comenzar la película, nos damos
cuenta de que es en versión original, en francés, subtitulada en
catalán. Es la primera vez que esto le ocurre a Luisa y se preocupa
por mí, porque no me voy a enterar “de la misa, la media”. Me
dice: “me sabe mal” y yo le susurro: “no te preocupes”. Sigo
bien la trama, pero me pierdo muchos detalles del diálogo. Si
hubiera sido en catalán y con subtítulos en francés es probable
que la habría seguido mejor. Al salir le digo que en Portugal vi
otra sobre San Antonio de Padua/Lisboa, en versión original en
italiano, con Jordi Moyá en el papel del santo, subtitulada en
portugués, y no me pasó nada. La película de hoy, a pesar de estos
inconvenientes, me ha gustado y le doy tres estrellas. Suelo puntuar todas las películas que veo.
Conesa:
un bocata que será mi cena
Salimos
del Alexandra y con el billete de diez viajes que ha sacado Luisa en
el Metro esta mañana, nos vamos en el bus hacia Conesa. Antes hemos
hecho combinación Metro-bus y ahora hacemos bus-Metro. En Conesa
pedimos bocadillo de escalibada con queso fundido y cerveza Moritz y
me empeño en pagar yo (11,50 €), por algo estoy en mi segundo día de
vacaciones.
De
regreso en casa de Luisa y en marcha
Cuando
llegamos, está en casa Sergi. Saco de mi mochilita los restos de la
comida y la completo con mis elementos que había dejado
desperdigados por la habitación, cargo con la mochila grande,
devuelvo a Luisa el sobrante del bono-10, me despido agradecido por
su hospitalidad y por lo bien que hemos pasado estas 24 horas de
nuestra vida, y salgo hacia Aragó-Bailén-Auxias March-Vía
Layetana-Puerto. Éste no era el programa previsto, pues yo había
pensado ir por Aragó a la Rambla de Cataluña y, por las Ramblas,
llegar a Colón y al puerto, pero un chico me ha recomendado hacer
estas variaciones sobre la marcha. Tardo, desde el Clot, una hora y
10 minutos. Cuando llego al puerto, veo cómo están entrando
camiones en el Balearia y pregunto al chico que se encarga de la
organización. Me dice: “vete a la terminal para obtener la tarjeta
de embarque”.
Embarque
en el Balearia
Recomendaban
estar una hora antes de la hora de salida, que es a las 0:00 horas,
llego con un cuarto de hora de antelación sobre el horario indicado,
y presento el justificante de pago que me dieron en Viajes Eroski.
Una chica lo mira y cambia de ordenador, pero no acaba de darme la
tarjeta de embarque. Al rato la chica me lo devuelve y me dice que el
billete está anulado, porque la agencia no lo ha confirmado ni ha
hecho el pago correspondiente. Que si quiero viajar debo pagarlo de
nuevo y después, al regreso, arreglarme con mi agencia. Digo que no
puede ser y le presento de nuevo el justificante que me sirve para
demostrar que yo ya lo he pagado. Añado que, para mí, Viajes Eroski
es una agencia seria. Insiste por otra vía y me confirma que ya le
ha salido la tarjeta de embarque. ¡Qué susto! Luego, ya más
distendido, charlo con ella, le cuento mi proyecto y me desea un buen
paseo por las islas. También me dice que las agencias no están
autorizadas, pero que ella, desde su terminal, me podía haber
organizado una parte del viaje con fechas abiertas; por ejemplo los
de Mallorca-Ibiza y el de Ibiza-Denia. ¡Otra vez será! En la otra
taquilla, una chica ha perdido el barco a Palma de Mallorca y le
ofrecen dos alternativas. Una es ir hoy hasta Alcúdia y, la otra, ir
mañana a Palma. Opta por la opción primera. Luego hablo con ella en
los asientos de la sala de espera. Echa en falta una máquina
expendedora de bebidas. De vez en cuando se ríe ella sola, pareciera
que llevase una conversación consigo misma, pero la que mantiene
conmigo, da poco juego. Después sale al exterior para fumar un
cigarrillo. José María pasea por la terminal con su maletín de
ruedas y una bolsa. No se sienta en ningún momento y no hablo con él
hasta el momento en que se forma la cola para embarcar. Fuera está
el tiempo poco agradable, pero es a pie de barco donde se hace el
último control. El Balearia es enorme. Ayudo a José María
sujetándole la maleta mientras presenta a trámite su documentación
y subimos juntos al barco.
Una noche
en Balearia rumbo a Menorca. José María
Ciutadella
es nuestro destino, pero habrá una parada previa en Alcúdia. José
María y yo dejamos nuestros equipajes en la repisa delantera, bajo
la televisión y nos sentamos en la primera fila de butacas Sirena,
dejando una intermedia vacía, en un bloque de tres. En el aledaño,
de dos, van dos jóvenes que, más tarde, se tirarán con sus sacos
en el suelo. Uno de ellos, detrás de mí, que alternará a ratos,
unas veces en el suelo y, otras, tumbado encima de los asientos. José
María y yo hablamos un rato de su viaje y de mi proyecto y, hacia la
una de la madrugada, reclinamos nuestros respaldos y tratamos de
dormir lo más cómodos que, tan incómoda postura, permite. Durante
la noche tiro mi mochila al suelo, para poder tener los pies algo más
elevados, y me descalzo. De esta forma puedo controlar, tocándolos,
todos los elementos que llevo: mochila grande, mochilita y sandalias,
que dejo pisadas por la mochil grande. Aunque no descanso bien, creo
que lo hago mejor de lo que había previsto. Para las 5:45 h
encienden las luces, para que se puedan preparar los que bajan en
Alcúdia, pero aún tardará más de media hora en atracar el barco en
dicho puerto. Este puerto lo conoceré entre mis jornadas 12ª y 13ª
y, de nuevo, al terminar mi vuelta a Mallorca. Cuando me dispongo a
avisar a la chica que perdió el barco a Palma de Mallorca, llega la
azafata para darle el aviso; así me evito el tener que despertarla yo.
Vuelvo a mi butaca, pero ya no dormiré.
03.06.2011
Despertar en Balearia y desembarque en Ciutadella
José
María también se levanta y se abriga para salir al exterior. Pero
hace frío y vuelve a entrar. Voy al aseo y, a las siete, tomo la
pastilla. Encuentro a José María comiendo el bocadillo que ayer le
preparó su madre. Le acompaño al bar, donde va a tomar su café y
yo me siento para escribir el diario. Como pasará suficiente tiempo
hasta que lleguemos al puerto de destino, casi logro ponerlo al día.
Luego José María me da ideas para el viaje y me pongo a hablar con
los dos chavales que viajan con sus esterillas. Son menorquines y la
llevan siempre que les toca hacer este trayecto para hacerlo con más
comodidad y poder dormir mejor. Me hablan del camí de cavalls, me
informan que por él podré recorrer toda la isla y que está muy
bien señalizado. Después de la experiencia, doy fe que es cierto lo
que me decían pues, el camí de cavalls, aunque pasa por propiedades
privadas, hay una norma de servidumbre de paso que los propietarios
respetan. No ocurrirá lo mismo en Mallorca. Llegando al nuevo puerto de Ciutadella, que es de mayor
calado que el antiguo y que permite atracar a estos barcos tan
enormes, los conductores de los vehículos que van en su panza, son
los primeros que bajan para estar listos y al volante, en el momento
en que se abran las compuertas. Los peatones salimos del barco hacia
las 9:30 h. Un magrebí viaja con dos maletones pesadísimos, que se
le enganchan por las ruedas. Ayer le ayudé y hoy lo hago de nuevo.
Al final del nuevo puerto, al llegar a la terminal, despotrica porque
no hay ascensor. Le digo: “no protestes tanto que, casi seguro, en
tu país tampoco hay ascensores”. Ni por esas se amilana. Se siente
con los mismos o más derechos que los autóctonos. Mas los autóctonos tampoco tenemos ascensor y nos aguantamos. Ya he
comenzado a caminar, desde mi salida del Balearia, se acaban los
prolegómenos y comienza mi camino por las Islas Baleares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario