lunes, 3 de marzo de 2014

Etapa 03 (245) Ferreries-Platges de Cavallería

Etapa 03 (245). 05 de junio de 2011, domingo.
Ferreries-Binimel’là-Cala Pregonda-Binimel’là-Cala Mica-Platges de Cavallería-Cap de Cavallería-Platges de Cavallería.

Despertar en el interior de la isla
Me despierto a las 6:15 h, me afeito y me pongo a escribir el diario, narrando lo acontecido la tarde-noche anterior. A las siete, tomo la pastilla. ¡A ver si consigo no olvidarla ningún día! He dejado la botella de agua con el tapón quitado durante la noche y, ahora por la mañana, el agua ya no tiene tan mal sabor como ayer por la noche. Me fastidia mucho tener que comprar agua envasada. Valoramos poco el agua los que disponemos de rica agua potable en nuestras casas del Norte y nos quejamos de la lluvia, hasta que nos encontramos en lugares en que ésta es un bien escaso. Es poco habitual que, haciendo un paseo por la costa, despierte en un lugar de interior; y menos que, yendo por costa Norte, el lugar donde he dormido esté más cerca del Sur de la isla que del Norte. A las 7:15 h dejo de escribir. Me ducho y dejo todo preparado para recogerlo después de desayunar. Desayuno en el bar: ensaimada y descafeinado con leche. Me atiende Pepe, el que ayer me orientó hacia Binimel’là y deriva la cuenta a recepción. 
 

En la barra del bar, hablo también con dos hombres del lugar y la chica que me sirvió la cena me cobra con la Visa. Todos me desean suerte en la continuación de mi viaje. Recojo las mochilas de mi habitación y ¡hasta otra ocasión! Para las ocho y media ya estoy en marcha.

Hacia Binimel’là por la ruta ciclista:
Ferreries-Es Mercadal
La primera impresión al salir de Loar es que, mirando al cielo, parece que viene buen día. Salgo a la primera rotonda y llego a la segunda, y voy paralelo a pabellones, como si ésta fuera la zona industrial. Estoy pendiente de encontrar la carretera general que abandoné ayer al llegar al pueblo, pero ésta se resiste y, al no aparecer, comprendo que en este nuevo recorrido ya no la pasaré. Me alegra no tener que ir por carretera general. Paso por una casa importante con un gran espacio cultivado y un gran portón en el que leo Hort Sant Patrici. Me hace recordar el Hort Paumera de mi amigo Joan, en Aldover. 


Un hombre me dice que, por donde voy, tendré que subir mucha cuesta y, efectivamente, la cuesta aparece. Me cruzo con otro hombre en el lugar en que están construyendo un puente para la nueva carretera de circunvalación; me dice que este tramo va a ser el más costoso. Al decirme que vengo de dormir y desayunar en Loar, me confirma que es un hotel muy familiar y que un hijo suyo trabaja allí. También me habla de que están haciendo un túnel para evitar estropear más el paisaje. Está bien que traten de cuidarlo. Es el mayor tesoro de la isla. 


Lo valoro más ahora que escribo el blog, después de ver los desaguisados que han autorizado a hacer en Mallorca e Ibiza, y no culpo más a los alemanes, que también, que a las autoridades que lo han permitido que, de seguir así, va a ser pan para hoy y hambre para mañana. La cuesta, efectivamente, es empinada pero, una vez llegado a la cima, ya está hecho el recorrido más difícil. A partir de la cima, la carretera se estrecha y me encuentro con un ciclista que me dice: “aunque la carretera es Ferreries-Es Mercadal, te sacará hacia las playas de Binimel’là”. Mi temor era que me llevase hacia Es Mercadal, otro pueblo en la ruta del interior hacia Maó. 

 
 Me añade: “cuando llegues a Sant Antoni entra pues, aunque es terreno privado, tiene servidumbre de paso”. Agradezco la información y cada uno sigue su camino. Otra vez el Santo Antonio, esta vez, ni de Padua, ni de Lisboa, se trata de Sant Antoni de Ruma. Toni no se me aparecerá hasta Mallorca. Fotografío al llegar la curiosa cerámica de la entrada, con el nombre grabado, y hago lo que me han dicho. Enseguida me encuentro con una casita y una cochiquera, donde un cerdo solitario esta despatarrado en la tierra reseca. Al fondo, se ve un grupo de vacas, junto al que luego pasaré. 
 

He bajado hacia la casa, pero allí me surgen las dudas. No sé hacia dónde tirar. Hay dos coches dentro de sus garajes. Llamo, y nadie responde, ni el cerdo, ni las vacas, tampoco. Ni siquiera sus mugidos me habrían sido de utilidad. Finalmente veo un letrero mal escrito en el que pone “platges”, herrumbroso y descolorido, pero al menos me da la pista para seguir. Cada kilómetro aproximadamente encuentro un letrero indicador de ruta o camí de cicloturismo y, en alguno veo los kilómetros que quedan hasta llegar a Ferreries y a Es Mercadal. 
 
Pasada la cochiquera, ahora paso cerca de las vacas. La carretera ya ha terminado y ahora voy por camino. Me encuentro con cuatro ciclistas de Mallorca, dos de ellos hicieron el camino de Santiago, también en bicicleta. No me pueden informar dónde, pero me dicen: “pronto encontrarás mapa orientador”. 

Me despido de ellos y, nada más dejarles, me encuentro con el indicador de, a Ferreries 6 km y a Es Mercadal 8,3 pero coincidente con otra bifurcación a la izquierda, sin indicación alguna. Dudo de nuevo si cogerla o no, ya que para salir a la costa debo dejar la dirección Es Mercadal. Avanzo por este nuevo camino un rato, pero no me gusta y decido retroceder y continuar por el camino que traía, confiando en que en algún lugar ya me vendrá la indicación hacia Binimel’là. A las 10:20 h me llama mi hermana, pero no hay cobertura y me deja un mensaje. Cuando encuentro cobertura, le llamo, pero ahora es ella la que no me coge. Lo hará a las dos de la tarde, pero no lo sabré hasta mañana. 



Por fin llego a una gran explanada que parece una autopista sin asfaltar. Se aprecia ya olor a mar y, por el paisaje también se puede saber que no puedo estar ya muy lejos de la costa, pero empieza a llover y no tengo ninguna construcción a mano que me pueda proteger. Sólo durará un cuarto de hora pero es el tiempo suficiente como para terminar calado. Cuando llego al restaurante ya ha escampado y como hace calor, el aire me va secando..



Binimel’là
Hablo con el del bar y me dice que para comer no hace falta que reserve, que no voy a tener problemas de sitio. Con esa tranquilidad, retrocedo por la costa hacia el Oeste, para disfrutar de la playa nudista de Cala Pregonda, que me han valorado muy bien. A unos que han llegado en coche les digo que ya no va a llover más. Y acertaré. Una pareja joven en la que ella se encuentra remisa a acercarse a la playa por temor a que vuelva a llover. Les digo que vayan a la playa sin miedo y, si llueve, le digo a ella, que le eche la culpa a él. Me acerco a la playa de Binimel’là y no me agrada ni lo oscuro de la arena, ni las piedras que afloran, así que me voy por el camí de cavalls, retrocediendo hacia el Oeste, a la siguiente, que todavía me gusta menos. Veo a uno que está desnudo en las rocas intermedias entre ambas playas y me acerco para ver si por allí hay mejor acceso al agua y compruebo que por allí está aún peor, pero el nudista valora más el estar allí, en solitario, que sea mejor o peor el acceso al agua. Le da lo mismo, pues su intención no es bañarse, sino almorzar tranquilo. 


Charlamos un rato, me dice que siga a Cala Pregonda y me asegura que me va a gustar. Siguiendo el camí, me pasan ciclistas y gente caminando que va a la misma playa. En cuanto la veo, compruebo que es muy bonita, con islotes que defienden la orilla del embate de las olas, creando un espacio casi circular, como si fuera una tranquila piscina. Me desnudo, me doy el primer baño y me pongo a dibujar.



Un dibujo en Cala Pregonda que no veréis
No podré presentaros mi dibujo, porque el verano siguiente, participando en una manifestación cultural en colaboración de la Asociación Artística de Gipuzkoa, con motivo de la opción a la capitalidad cultural europea Donostia-2016, dejé abandonados por un momento, en la plaza de Gipuzkoa donostiarra, la mochila con libretas y otros materiales de dibujo y, al volver, todo me había desaparecido. Esto es válido para todos los dibujos que hice en este viaje. Tras el primer baño, veo que llega la pareja temerosa de la lluvia y charlamos un rato, ella setará desnuda y él en calzoncillos.


Me he puesto al inicio de la playa pero, para secarme, pasearé dos veces por la orilla, haciendo todo el recorrido de la playa. En el segundo paseo, me doy cuenta que el extremo opuesto está plagado de medusas pequeñitas pero, por si acaso, no pruebo a ver si pican o no. Ya tuve suficiente el año pasado con una picadura. A pesar de las medusas, allí la gente también se baña y no se oyen quejas. A la zona donde estoy todavía no han llegado, pero llegarán. 



Dos chicos han llegado y se quedan tapados entre las rocas; son textiles, pero luego uno se desnudará en la arena para bañarse. Un hombre se va por las rocas y queda oculto detrás de las grandes del fondo. No sé si es o no nudista. Llega otro grupo de seis, de las que sólo se bañan dos y se cambian con mucho miramiento. Sigo dibujando y el resultado es bastante decente. Cuando ya lo voy a dar por finalizado, añado algunas personas. A los últimos que han llegado les doy información de la presencia de las medusas y se sitúan en mi zona, a donde ya han empezado a llegar las primeras. Tras una bonita mañana playera, con dibujo, sol y cuatro baños, me visto y regreso al restaurante Binimel’là.


Comida en la terraza: Restaurante Binimel’là
La terraza está bastante concurrida. Pido pan a all (al ajo), tomate con mozarella, mejillones al vapor y cuatro sardinas que, con media de Irache, me cuesta 29,50 € (casi la mitad de la pensión completa de ayer) que pago con Visa, y que será el único gasto del día. Estoy comiendo bajo una morera y, de vez en cuando se descuelga, por el hilo que segrega, algún gusano.Pero no me parecen gusanos de seda.

Se parecen a los de la procesionaria, pero estos, según me dicen, tienen la cualidad de no picar, ni de tener pelos urticantes. ¡Lástima que las moras rojas no estén maduras! Habrían sido un magnífico postre. En la mesa de al lado, unos extranjeros comen calamares y paella de marisco, mientras una oruga cuelga sobre la paellera; ¿caerá, no caerá? Un bonito juego de incertidumbre que divierte al observador. Alguna asciende por mis pantorrillas, al igual que otros insectos voladores, y resultan algo molestas. Los extranjeros disfrutan viendo al camarero manipular y distribuir su paella. Tras escribir un rato, pago y me voy en busca de cala Mica.


Primer encuentro con Marga Bennasar
Salgo del restaurante algo despistado, sin saber si debo seguir hacia la costa, para coger el camí de cavalls, o me lo puedo encontrar ascendiendo la montañita que tengo delante. Por camino de interior vienen dos chicas y un joven que van en dirección al restaurante o hacia la playa que está más adelante. Les pregunto, y Marga me informa: “si continúas por donde vas, te encontrarás con el camí, sin necesidad de que vayas hasta la orilla del mar”. Esto es todo lo que me dice y yo no cuento nada, pero me ha dado una información útil, y aún lo será más la que me dé mañana, tras el encuentro con las dos amigas, Marga y Paz. Una vez que subo la montañita, saco una foto para recuerdo del lugar y de este encuentro. 


Pronto enlazo con el camí de cavalls, que me va llevando hacia la costa pero por la parte alta. Desde arriba saco fotos que me permiten observar la costa que he recorrido esta mañana hasta Cala Pregonda, con sus islotes, y una isla que se va diferenciando de la costa y que será lo más alejado que veo en el mar de mi paseo del día de hoy. Esta isla se sitúa próxima a las calas en Calderer y Barril que, junto al camino hasta Els Alocs, será la parte de costa que dejaré sin recorrer. 
 

Suele ser interesante dejar algo de la costa sin ver, para así tener razones para volver, aunque lo visto tampoco volverá a ser igual cuando lo vuelves a ver. Ya orientado hacia la otra vertiente, veo una playita intermedia entre la platja de Binimel’là y Cala Mica pero, aunque tiene un poquito de arena, la entrada al agua es de piedras, así que dejaré el baño para Cala Mica. La fotografío de lejos y ahora, de nuevo, al pasar junto a ella. De haber tenido los fondos de arena, me habría dado un baño en solitario, pues el agua translúcida está muy apetecible.

Cala Mica
Sigo el camino y pronto llego a la cala Mica, pero me llevo una decepción pues esperaba algo similar a cala Pregonda y ésta resulta ser de piedras. Además, por la primera parte, está muy sucia y es poco atractiva para darme un baño. Más adelante, me encuentro con una pareja textil. Son de cerca de Lyón. Les hablo del espectáculo que vi allí en diciembre de 2006, la noche de las iglesias iluminadas, con historias de luz y sonido proyectadas en sus fachadas de piedra. Aunque la playa sigue siendo de piedras, como aquí está algo más limpia, me desnudo y me baño. Ellos se visten para marcharse y les pregunto: “¿os marcháis porque me he desnudado?” y su respuesta es negativa; se van porque ya se tienen que ir. Ellos salen de la playa y, para cuando yo me visto, ellos ya se han alejado considerablemente, por lo que no les daré alcance hasta que llegue al final de las Platges de Cavalleria.

Platges de Cavalleria
Cuando me asomo al acantilado, observo que los nudistas están en esta parte más occidental, mientras que la bajada a la playa es por unas escaleras que vienen desde el aparcamiento y que están al lado contrario, hacia Levante. También se podría decir que están hacia el cabo del mismo nombre. Saco una foto desde donde estoy y después sacaré otra desde el lado de las escaleras. Allí es donde alcanzo a los franceses, que se encuentran dubitativos: no acaban de decidir si ir o no al cabo. 
 

 Les dejo con las dudas y yo continúo adelante y, por el aparcamiento, salgo a la carretera. Un indicador advierte que pronto llegaré a ruinas romanas. De este punto cogeré mañana en dirección a Cala Tirant, pero ahora sigo hacia el faro del Cap de Cavalleria. Me olvido de las ruinas romanas hasta la vuelta, puesto que no me va a quedar otro remedio que volver a pasar por aquí al regreso del faro. Las Platges de Cavalleria me han gustado y es muy probable que vuelva aquí para darme unos baños y pasar la noche. Por tanto, el indicador de ruinas romanas lo dejo de lado y continúo la carretera hacia el faro. 

Mi vista se dirige hacia un embarcadero, donde están amarradas algunas pequeñas embarcaciones. Es una bahía natural que queda muy protegida y que los embates del mar los defienden, por el Norte, el propio cabo y la illa des Porros. También observo desde lejos que el pantalán es muy rudimentario. Por la carretera me voy acercando también al faro y, en una de las curvas, ya empiezo a ver otra bahía de donde parte otra también natural y más protegida que será la que utilizaron para construir el Port de Fornells, pero eso no lo comprobaré hasta mañana. 


También desde la siguiente curva, empezaré a ver cómo va diferenciándose en el paisaje la Mola de Fornells, que corresponde al lado más levantino de la bocana del puerto. Veréis las formas curiosas que van apareciendo en este paisaje. A mí me produce la sensación de que va apareciendo un cocodrilo. Vosotros también podréis opinar cuando saque las fotografías al regreso del cabo. De momento me voy centrando en el acercamiento paulatino por carretera al faro y cabo de Cavalleria. Cuesta bastante subir y no hay alternativa a la carretera. Entre las rocas aparecen profusión de cabras y algunas se asustan a mi paso y se esconden y da la sensación de que se van a despeñar, pero son sumamente habilidosas. Recuerdo en un circo que vi de niño en Alsasua, donde la cabrita Margarita colocaba sus cuatro pezuñas sobre el círculo de una moneda de un duro (cinco pesetas de las de antaño). 


Ya en la última recta, saco foto con el faro al fondo.

Cabo y Faro de Cavalleria
Poco antes de llegar, un chico me informa de que el faro no se visita y que, a la izquierda, hay una cueva espectacular: “¿llevas linterna?”, me pregunta. Pues no.
 

Consulto a los ocupantes de los dos coches que han aparcado abajo, pero ninguno lleva linterna. Lo creo, pero lo dudo pues, como previsión de alguna avería, casi todo conductor la lleva. Les informo de la razón por la que quiero la linterna y, al menos, si la tienen y no me la quieren dejar, ellos la pueden llevar para visitar la cueva cuando yo no esté. Aunque no llevo linterna, intentaré entrar. Saco una foto desde más cerca del faro, pero un gracioso ha aparcado su coche justo delante, para que no me quede más remedio que inmortalizarlo como si fuera un elemento más del paisaje. Para no hacerme mala sangre, quiero pensar que el conductor llevaba en él a sus padres minusválidos y no tenía otro sitio mejor para aparcarlo. Voy derecho a la cueva.


Un susto en la cueva
La entrada es luminosa pero, a medida en que voy avanzando, empiezo a no ver nada y no me queda más remedio que empezar a palpar las dos paredes laterales; parece que la altura es suficiente como para no pegar en el techo. Oigo voces y no se me ocurre otra cosa que vocear: “sacannnnmmmme de aquíiiiiii”. De inmediato, las voces enmudecen, pero la cueva no es larga y enseguida llego a donde los amigos estaban hablando. “¡Qué susto nos has dado, macho!”, me dicen, y eso que están con perro. Viven en Alaior y se dedican en verano a la venta ambulante. Allí pasan entre cuatro y seis meses, vendiendo objetos de artesanía, algunos de los cuales fabrican ellos y, durante el invierno, venden pieles. Ellos salen de la cueva y yo me asomo a la boca para contemplar el paisaje que se ve desde allí. 
 
Se aprecia el horizonte y, hacia la izquierda, a Poniente, la isla de Porros, donde dudo que haya nadie fabricándolos para fumar o para venderlos. Quizás alguien, en alguna otra venta ambulante… Salgo de la cueva, de nuevo a tientas y, ahora, saco foto de la entrada. Me voy hacia los bunkers y de allí saco foto de la punta más Noroccidental del cabo y, de nuevo, la illa de Porros. Estos bunkers están más destrozados que los de Punta Nati, y tienen también menos gracia. Me asomo al extremo, sin pretensión de caminar hacia la punta y con el sólo objetivo de retener en mi retina este paisaje tan extremo, en el punto más al Norte de toda la isla de Menorca. Me está gustando esta isla por la que he comenzado a recorrer las Baleares.

El cocodrilo de la Mola de Fornells
Regreso acompañado por el chico de la linterna. Comienzo el alejamiento del Cap de Cavalleria. Llegando a la zona de las cabras, me para un coche y el conductor me invita a subir y llevarme, “voy hasta Cala Pregonda”, me dice. Le explico, doy las gracias y adiós. 
 

Voy con sed, pero en el faro no había ni un mísero bar, así que me he quedado sin cerveza. Miraré en el museo romano si hay alguna posibilidad. Durante el camino, voy observando cómo la Mola de Fornells, va tomando forma de cocodrilo parcialmente sumergido en el agua, donde destaca su gran cabeza. Parece que no es natural, como si algún habilidoso lo hubiera esculpido. Estas imágenes suponen un entretenimiento añadido para el viajero. También se aprecia la bocana de salida al mar del Port de Fornells y la Cala Tirant, en la que mañana me bañaré. También se ven el faro y la Torre de Fornells.

Ruinas romanas de Sa Nitja
Llego al indicador de las ruinas romanas y compruebo que hay descubrimientos a ambos lados de la carretera. Me adentro en ellos y doy un paseo. Lo excavado muestra los muros encontrados, pero para saber algo más del valor del hallazgo, será necesario subir al museo. A estas horas del día, el camino andado empieza a pesar y ahora la cuesta se me hace eterna, muy cuesta arriba. 


Para colmo, el museo está cerrado y mi ilusión por una cerveza y coger agua para la noche, se va al traste. ¡Mi gozo en un pozo! En la cima están los franceses de cerca de Lyón, pero no me hacen ni caso. ¿Acaso me temen? Bajo, cojo la carretera hacia el aparcamiento de las platges de Cavalleria, y pasa un coche con matrícula HDS (hados). Me acuerdo de los hados, no de las hadas, que no me han sido benignos.

Tarde en las Platges de Cavalleria. Lluvia e Iris
Son dos las playas, como se puede observar en las dos fotos que he sacado al pasar a media tarde, que están unidas por un cabo central de arena. La playa se ha ido vaciando de gente y me pongo en la primera parte, cercana a las escaleras, que es donde queda alguno todavía. Una familia de Ponferrada con sus niñas: Lluvia e Iris. ¿Será porque en Galicia llueve mucho y suspiran por el arco iris? Como si dijéramos: “después de la tempestad, viene la calma”. La madre se está bañando en el agua, haciendo la plancha, con los oídos dentro del agua. No oye cómo le llama Iris. Al salir del agua, cuando se lo comento, dice: “que suerte que estaba sorda”. Es señal de que no soporta demasiado bien las demandas, ¿excesivas?, de su hija menor. El padre juega con su pequeña y la madre pasea por la orilla con Lluvia hasta el final de la playa. Me dicen al regresar que, al fondo, han visto una medusa. Les hablo de mi viaje y el proyecto de rodear las cuatro islas y les enseño el dibujo que he hecho en Cala Pregonda. Con Lluvia hablo del mapa de las islas. Hay otro grupo que es de Barcelona; han venido con minivacaciones de cuatro días. Hablo con la única isleña, que se va vistiendo; su compañero está vestido y con el primero que he hablado es con otro que sale del agua y que tiene unos manchones raros por todo el cuerpo. Luego me aclarará que se ha impregnado de barro por todo el cuerpo y que no le ha desaparecido todo al meterse en el mar. Me recomienda que me dé yo también, pero no tengo, ni muestro, ningún interés. Se vuelve a meter en el agua, pero vuelve a salir con barro por la zona lumbar. Tiene que meterse en el mar por tercera vez. Primero se han ido los de Ponferrada y, tras el ocaso solar, se van los tres de Barcelona.


Anochecer en Cavalleria
Llega el sol a ocultarse y saco una foto con poca fe. Veremos si sale interesante. Cuando todavía el último grupo no ha desaparecido de las escaleras de acceso al aparcamiento, ya estoy en medio de la playa metido en el saco. Sin saber la hora, y sin mirar el reloj, intuyo que han pasado las diez de la noche. ¡Buena hora para dormir! Espero descansar con este sosiego, después de la noche anterior en cama. Sobre mi cabeza, la Osa Mayor me tranquiliza y, tras las nubes amenazantes de la tarde, cuando bajaba del faro, ha llegado esta hora con noche estrellada. Buenas noches. "¡Descansa en paz, Javier!", me deseo.

Lo más destacado de la jornada
Visto sobre el mapa, parece que he avanzado poco hoy, pero si tengo en cuenta que he venido desde el interior, de Ferreries, y he hecho el recorrido de ida y vuelta al faro de Cavalleria, el camino ha sido considerable. Donde más a gusto he estado ha sido en Cala Pregonda, que hasta me ha motivado para hacer mi primer dibujo del viaje. Sin encuentros primorosos, han servido para ayuda y comunicación. Uno que ha sido menor, el encuentro con Marga, Paz y el amigo que las acompañaba, tendrá más repercusión de la que hubiera sido capaz de predecir. Termina bien esta jornada de domingo en playa tranquila.

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