Etapa 27
(269) 29 de junio de 2011, San Pedro, miércoles.
Palma-(Calviá
en coche)-Palma-Ses Illetes-Portals Nous-Punta Negra.
Hoy,
acompañado por Toni, en el coche de su hermana, será una jornada
atípica. Mañana de visita variada a la ciudad de Palma. Nos
trasladamos a Calvià para comer, pasando por Coves de Gènova.
Bajamos por Palmanova hacia Punta Negra, puesto que Toni me quiere
enseñar una playa aislada que él considera idónea para que yo
duerma esta noche. Me parece bien, pero no podrá ser. Y terminamos
paseando por el malecón del final del gran Port de Palma.
Viaje con
casas blancas
El
sueño que he tenido esta noche era de un viaje raro con casas
blancas. Me despierto a las 6:30 h, cago, y estoy ya como nuevo. Bien
el cuerpo, bien el estómago. ¡Qué bien! Afeitado para las siete,
tomo la pastilla. Coloco la mesita bajo la ventana y me pongo a
escribir. Dejo el diario a las 8:45 h. Me ducho. Empiezo con agua
caliente con idea de irla templando y acabar con fría, pero será
imposible enfriarla y lo que ocurre es que, al cerrar la caliente, la
fría sale a goteo, sin nada de presión. Aunque cierre ambas llaves
y sólo abra la fría, la presión no se produce, así que pierdo la
oportunidad y el placer de que me caiga el agua fría y me relaje.
Dejo sin terminar de recoger la mochila y bajo a recepción, donde me
dicen que ya me están esperando.
Toni.
Cuarto tiempo
En la
calle ya está Toni. Su hermana no lo necesita hoy y le ha dejado su
coche. ¡Qué regalo más magnífico!, aunque el más beneficiado soy
yo y le digo que se lo agradezca. Él no ha desayunado, así que
aprovechamos la oferta de un desayuno completo, en un lugar cercano,
por 7 €. Entra zumo, café, leche y tostadas con tomate. Tras el
desayuno, cogemos el coche y subimos hacia el Castillo de Bellver.
Sin
profundizar en su historia, vamos a hacer un bonito paseo por el
castillo. La entrada normal cuesta 3,50 y la de jubilado 1 €, pero
Toni se empeña en no dejarme pagar. No contento con aportar el coche
de su hermana y costear la gasolina, quiere mostrarse más generoso
todavía. Será lo único que le permitiré pagar. Yo tengo mi
pensión, estoy haciendo un viaje de placer y él está en paro. No
es justo que pague, ¿no?
Como se verá en la última foto, desde este castillo se ven magníficas vistas de la ciudad de Palma, donde cuesta encontrar la Catedral. Pensaba que estaba más cercana, pero está lejísimos, justo donde comienza el gran puerto. He sacado una foto a Toni ante un arco ojival, antes de entrar en el castillo propiamente dicho y donde se observa el foso que lo rodea y aísla. Lástima que está en penumbra. Dentro del castell, será él quien me fotografíe a mí.
El castillo está muy restaurado y se nota gran diferencia entre las piedras de arenisca restauradas y las que se mantienen con un color grisáceo que dan visos de más autenticidad. Esta restauración también participa de la sensación de reconstrucción que percibe el visitante.
Una vez vista la fachada con la alta torre, entramos en el gran patio circular. En él hay un estrado y colocadas muchas filas de sillas, lo que da idea de que lo aprovechan para hacer representaciones musicales, de teatro y quizás de danza. Paseamos por la planta baja, la primera y subimos a la azotea asomándonos a las almenas. Desde las distintas plantas voy sacando fotos dirigidas al los asientos del patio circular.
Para no aburrir, haré una selección.
Por último, saco una vista general de Palma donde las construcciones son como las de cualquier otra ciudad de la península, no se aprecia la singularidad de la Catedral y lo único que destaca son las grandes dimensiones del puerto que, prácticamente, se apropia de todo el perímetro marítimo. No es de extrañar que los palmeños tengan que desplazarse de la capital para encontrar playas interesantes. En este sentido, aunque en Irun no tenemos playas, las de Donostia-San Sebastián, donde viví muchos años, son un privilegio del que los de Palma no disponen. Conocer otras ciudades sirve, entre otras cosas, para comparar y valorar lo que uno tiene en el lugar donde vive y lo que hay en los lugares que frecuenta.
Como se verá en la última foto, desde este castillo se ven magníficas vistas de la ciudad de Palma, donde cuesta encontrar la Catedral. Pensaba que estaba más cercana, pero está lejísimos, justo donde comienza el gran puerto. He sacado una foto a Toni ante un arco ojival, antes de entrar en el castillo propiamente dicho y donde se observa el foso que lo rodea y aísla. Lástima que está en penumbra. Dentro del castell, será él quien me fotografíe a mí.
El castillo está muy restaurado y se nota gran diferencia entre las piedras de arenisca restauradas y las que se mantienen con un color grisáceo que dan visos de más autenticidad. Esta restauración también participa de la sensación de reconstrucción que percibe el visitante.
Una vez vista la fachada con la alta torre, entramos en el gran patio circular. En él hay un estrado y colocadas muchas filas de sillas, lo que da idea de que lo aprovechan para hacer representaciones musicales, de teatro y quizás de danza. Paseamos por la planta baja, la primera y subimos a la azotea asomándonos a las almenas. Desde las distintas plantas voy sacando fotos dirigidas al los asientos del patio circular.
Para no aburrir, haré una selección.
Por último, saco una vista general de Palma donde las construcciones son como las de cualquier otra ciudad de la península, no se aprecia la singularidad de la Catedral y lo único que destaca son las grandes dimensiones del puerto que, prácticamente, se apropia de todo el perímetro marítimo. No es de extrañar que los palmeños tengan que desplazarse de la capital para encontrar playas interesantes. En este sentido, aunque en Irun no tenemos playas, las de Donostia-San Sebastián, donde viví muchos años, son un privilegio del que los de Palma no disponen. Conocer otras ciudades sirve, entre otras cosas, para comparar y valorar lo que uno tiene en el lugar donde vive y lo que hay en los lugares que frecuenta.
Catedral
de Palma de Mallorca
Una
vez visitado el Castell de Bellver, bajamos hacia la catedral, pero
tendremos que dejar el coche muy lejos, cerca del paseo marítimo
próximo a Portitxol. Entramos al entorno de la Catedral, haciendo un
recorrido similar al que hice yo ayer. Saco foto de la Catedral
lejana con palmeras delante. Palmeras de Palma.
Y luego de uno de los laterales incompleta vista desde abajo, antes de remontar hasta la plaza. Entro en la Catedral y Toni se queda fuera. No le interesa. Es como una repetición de lo acaecido en la ermita de Betlem. Hay que pagar 4 € porque la visita incluye el Tesoro, por donde pasaré sin detenerme y echando un vistazo superficial. Es lo mismo de siempre: casullas, custodias. No hay precio rebajado para jubilados. Los pago porque me va a permitir entrar al claustro.
Voy directamente al altar del Santísimo Sacramento, donde se ha producido la remodelación en base al proyecto de Barceló, que se ha hecho con cerámica y elementos marinos. Me parece una propuesta curiosa e interesante. No deja de sorprenderme, a pesar de haber visto algunas imágenes en algún medio audiovisual.
Los vitrales en gris y negro contradicen el colorismo habitual. Al Cristo piernicorto lo esperaba crucificado, pero Barceló no se inmola por nosotros pecadores, probablemente ni nos considere pecadores sino pobres víctimas de la religión con que siempre nos han intentado machacar, tanto los poderes eclesiásticos, como los políticos. Unos, necesitan cristianos temerosos del infierno para hacernos infelices en esta vida y aspirantes suspirantes de la felicidad en la vida eterna (hemos venido a este mundo a sufrir) y, los otros, ciudadanos dóciles y sumisos. ¡Así se llevan tan bien entre ellos! El legado de Franco pervive con los actuales políticos y la iglesia de Rouco Varela.
Tras ver la obra de Barceló, saco fotos del Rosetón. Todas las fotos que saco de interior me salen pésimas. Soy un pésimo fotógrafo. Veremos si coloco alguna. Un equipo de restauración trajina en los andamios y me acuerdo de mi hija Vera, que se dedica a esos menesteres, cuando hay trabajo y le llaman. Saliendo, por el fondo, encuentro un cuadro restaurado, muy luminoso, pero poco interesante. Los rosetones me quedan fatal. Vuelvo al Tesoro y le doy un vistazo rápido: dos enormes candelabros gemelos horribles y la enorme Custodia dorada en el centro. Todos son objetos para olvidar.
Después visito el claustro. Saco una foto horizontal y otra vertical con una de las torres de la iglesia. En ambas, una mujer se asoma al pozo central. Espero que no se tire al pozo.
El lado de la iglesia no, pero los otros tienen una segunda planta corredor. Estos corredores están especialmente indicados para que monjes y curas lean el breviario. Yo, si tuviera oportunidad, leería El nombre de la Rosa de Umberto Eco, que pone en tela de juicio a todos los defensores de la moral tradicional y ¡ay de quien se salga de ella!
Cuando salgo del claustro, busco a Toni y lo encuentro esperándome intramuros de la ciudadela, dentro de la cual está enclavada la Catedral de Palma.
Y luego de uno de los laterales incompleta vista desde abajo, antes de remontar hasta la plaza. Entro en la Catedral y Toni se queda fuera. No le interesa. Es como una repetición de lo acaecido en la ermita de Betlem. Hay que pagar 4 € porque la visita incluye el Tesoro, por donde pasaré sin detenerme y echando un vistazo superficial. Es lo mismo de siempre: casullas, custodias. No hay precio rebajado para jubilados. Los pago porque me va a permitir entrar al claustro.
Voy directamente al altar del Santísimo Sacramento, donde se ha producido la remodelación en base al proyecto de Barceló, que se ha hecho con cerámica y elementos marinos. Me parece una propuesta curiosa e interesante. No deja de sorprenderme, a pesar de haber visto algunas imágenes en algún medio audiovisual.
Los vitrales en gris y negro contradicen el colorismo habitual. Al Cristo piernicorto lo esperaba crucificado, pero Barceló no se inmola por nosotros pecadores, probablemente ni nos considere pecadores sino pobres víctimas de la religión con que siempre nos han intentado machacar, tanto los poderes eclesiásticos, como los políticos. Unos, necesitan cristianos temerosos del infierno para hacernos infelices en esta vida y aspirantes suspirantes de la felicidad en la vida eterna (hemos venido a este mundo a sufrir) y, los otros, ciudadanos dóciles y sumisos. ¡Así se llevan tan bien entre ellos! El legado de Franco pervive con los actuales políticos y la iglesia de Rouco Varela.
Tras ver la obra de Barceló, saco fotos del Rosetón. Todas las fotos que saco de interior me salen pésimas. Soy un pésimo fotógrafo. Veremos si coloco alguna. Un equipo de restauración trajina en los andamios y me acuerdo de mi hija Vera, que se dedica a esos menesteres, cuando hay trabajo y le llaman. Saliendo, por el fondo, encuentro un cuadro restaurado, muy luminoso, pero poco interesante. Los rosetones me quedan fatal. Vuelvo al Tesoro y le doy un vistazo rápido: dos enormes candelabros gemelos horribles y la enorme Custodia dorada en el centro. Todos son objetos para olvidar.
Después visito el claustro. Saco una foto horizontal y otra vertical con una de las torres de la iglesia. En ambas, una mujer se asoma al pozo central. Espero que no se tire al pozo.
El lado de la iglesia no, pero los otros tienen una segunda planta corredor. Estos corredores están especialmente indicados para que monjes y curas lean el breviario. Yo, si tuviera oportunidad, leería El nombre de la Rosa de Umberto Eco, que pone en tela de juicio a todos los defensores de la moral tradicional y ¡ay de quien se salga de ella!
Cuando salgo del claustro, busco a Toni y lo encuentro esperándome intramuros de la ciudadela, dentro de la cual está enclavada la Catedral de Palma.
Un paseo
por la ciudadela
Sin
salir de este entorno antiguo vamos hacia la Plaza Major. Pasamos por
un edificio oficial que, no sé, pero pudiera ser el Banco de España o el Ajuntament.
Seguimos por un carrer desde el que, al fondo, seguimos viendo la Catedral. Pasamos cerca de los baños árabes y nos tienta entrar, pero aún queremos hacer varias cosas antes de ir a comer a Calvià y lo dejamos para otra vez.
Nos dirigimos hacia la plaza de España. Allí, lo que más destacan son los toldos que dan sombra a las terrazas de hostelería, pero yo prefiero destacar, poniéndolo en primer plano a un moreno, quizás sería más propio decir un negro, que algo está demandando. Está sentado en el suelo y frontal a él una estatua viviente. Parece que ambos se están dedicando al noble oficio de mendigar unas monedas.
Seguimos por un carrer desde el que, al fondo, seguimos viendo la Catedral. Pasamos cerca de los baños árabes y nos tienta entrar, pero aún queremos hacer varias cosas antes de ir a comer a Calvià y lo dejamos para otra vez.
Nos dirigimos hacia la plaza de España. Allí, lo que más destacan son los toldos que dan sombra a las terrazas de hostelería, pero yo prefiero destacar, poniéndolo en primer plano a un moreno, quizás sería más propio decir un negro, que algo está demandando. Está sentado en el suelo y frontal a él una estatua viviente. Parece que ambos se están dedicando al noble oficio de mendigar unas monedas.
Indignados en la Plaza de España
Visitada la Plaza Major, pasamos por un edificio que dispone de un patio abierto ovalado, bajo sus pórticos se nos presenta hoy una exposición de pintura. Lo que a mí más me atrae es ese gran óvalo que anima a mirar al cielo, pues la tierra no nos ofrece más que miserias.
Nos acercamos a la Plaza de España donde, un grupo de indignados están afincados con sus pancartas y tiendas de campaña. Las tiendas están instaladas entre la arboleda. Una gran bandera azul y blanca, que no me parece sea de la Real Sociedad, ni del Español, preside la entrada a la plaza y, hacia la estatua que, por el aspecto que tiene de lejos, me parece que pudiera ser la de Jaume I el Conqueridor, han construido un gran edificio con palés y toldo azul.
En una pancarta se lee: “Universitat Llure de la Pau” y otra en la que se anima: “Apuntat’t a l’assamblea del Poble”. No pasarán muchos días y serán desalojados de allí de malas maneras. No sé lo que pasó con los de Maó. Lo que sí está claro es que hay un malestar general contra los políticos ineficaces que no ponen freno a las demandas de los poderosos, que cada vez son más insaciables, en un mundo en que la justicia está cada vez más en entredicho y les favorece. Corruptos que ponen sus dineros robados en paraísos fiscales y se muestran muy dignos. Los indignos somos los demás, los que no podemos hacer lo que ellos sí pueden.
Logística
antes de salir de Palma y Chillida
Lo
primero que queremos es encontrar un establecimiento fotográfico.
Quiero pasar las fotos que hice con Toni en el camino a Betlem, Artá,
Cala Torta y las de hoy a un CD. Preguntamos y tenemos suerte, pues
tenemos una tienda muy cerca de donde estamos. Seleccionamos y el CD
resultante se lo queda Toni y no me deja que sea un regalo. Puesto
que es para él, se lo paga y no recuerdo cuánto le costó. En mi
diario leo: “Intentamos atajar, pero salimos la rambla y, sin poder
llegar a ver los baños turcos, saldremos por donde hemos llegado.”
Así que lo de los baños es ahora, no cuando lo he mencionado antes,
y la duda que queda es, si eran baños árabes en general o turcos.
En un triángulo, rodeado de árboles, encontramos una escultura de Chillida a la que fotografío en dos posiciones. No recuerdo el título y, aunque está en la foto, no soy capaz de descifrarlo. Está desarrollado en cemento y en una tercera foto en la que a la escultura le han crecido piernas femeninas, podemos observar que, como en otras que ya constaté a lo largo de mi viaje, a ésta también se le está deteriorando el encofrado.
Ocurría lo mismo en Gijón y en Sevilla. Después de tanto deterioro, la única conclusión que saco es que las esculturas de este vasco universal demandan la ferrería vasca y que su durabilidad será mayor con piezas de hierro fundido o de forja. ¡A ver si hay racionalidad en el País Vasco, y se llega a un acuerdo para que su obra principal, en el Txillidaleku, pueda ser ofrecida en breve a los admiradores de su arte!
Nos alejamos de la escultura y saco otra foto, más lejana de la obra escultórica que se desmorona, para que se pueda ver en su contexto.
De nuevo en la zona más antigua de la ciudad, nos topamos con un edificio que dobla en esquina de ángulo obtuso y que fotografío, aunque no dispongo de espacio suficiente como para encuadrarlo mejor. Es regio, señorial y bien encalado en blanco.
También nos llama la atención un bonito patio de casa privada, con escultura dolorida yacente delante de una escalera exterior y un bonito combinado vegetal de palmeras y otras plantas.
Saliendo de la ciudadela por la misma puerta por la que hemos entrado, en los arbustos donde ayer yo meé, hoy lo hace Toni. Mientras tanto, yo le espero hablando con una chica y dos chicos que están sentados apurando los últimos resquicios de sombra.
Pasamos cerca de un gran edificio en construcción. Toni me dice que será el nuevo Palacio de Congresos. Aparenta una colmena con muchos compartimentos, podría muy bien ser un edificio de apartamentos. Llegamos al coche y Toni vuelve a colocar el aparato de radio que, al aparcarlo, había desconectado y escondido. Una muestra de prevención pues, por lo visto, esta práctica de robo menor, se sigue produciendo.
En un triángulo, rodeado de árboles, encontramos una escultura de Chillida a la que fotografío en dos posiciones. No recuerdo el título y, aunque está en la foto, no soy capaz de descifrarlo. Está desarrollado en cemento y en una tercera foto en la que a la escultura le han crecido piernas femeninas, podemos observar que, como en otras que ya constaté a lo largo de mi viaje, a ésta también se le está deteriorando el encofrado.
Ocurría lo mismo en Gijón y en Sevilla. Después de tanto deterioro, la única conclusión que saco es que las esculturas de este vasco universal demandan la ferrería vasca y que su durabilidad será mayor con piezas de hierro fundido o de forja. ¡A ver si hay racionalidad en el País Vasco, y se llega a un acuerdo para que su obra principal, en el Txillidaleku, pueda ser ofrecida en breve a los admiradores de su arte!
Nos alejamos de la escultura y saco otra foto, más lejana de la obra escultórica que se desmorona, para que se pueda ver en su contexto.
De nuevo en la zona más antigua de la ciudad, nos topamos con un edificio que dobla en esquina de ángulo obtuso y que fotografío, aunque no dispongo de espacio suficiente como para encuadrarlo mejor. Es regio, señorial y bien encalado en blanco.
También nos llama la atención un bonito patio de casa privada, con escultura dolorida yacente delante de una escalera exterior y un bonito combinado vegetal de palmeras y otras plantas.
Saliendo de la ciudadela por la misma puerta por la que hemos entrado, en los arbustos donde ayer yo meé, hoy lo hace Toni. Mientras tanto, yo le espero hablando con una chica y dos chicos que están sentados apurando los últimos resquicios de sombra.
Pasamos cerca de un gran edificio en construcción. Toni me dice que será el nuevo Palacio de Congresos. Aparenta una colmena con muchos compartimentos, podría muy bien ser un edificio de apartamentos. Llegamos al coche y Toni vuelve a colocar el aparato de radio que, al aparcarlo, había desconectado y escondido. Una muestra de prevención pues, por lo visto, esta práctica de robo menor, se sigue produciendo.
Calvià
Salimos
hacia Calvià, un lugar de interior que, en mi viaje costero, nunca
habría visitado si Toni no me lleva en su coche. Vamos con intención
de comer allí. Saliendo de Palma, retrocedemos hacia Gènova, para
hacer un recorrido por la montaña. Es la Serra de na Burguesa. Por
aquí suele pedalear Toni en su bicicleta. Tengo muy buenos recuerdos
familiares de la Cova de Gènova. Hace muchos años, un buen guía
supo enrollarse muy bien con los niños de mis amigos y mis hijas y,
de unas cuevas no demasiado espectaculares, nos ofreció uno de los
recorridos subterráneos de lo más bonito que puedo recordar.
Pero perdemos la señal y, para cuando nos queremos dar cuenta, Gènova ya ha quedado atrás. Como es normal en una carretera de montaña, ésta está plagada de curvas pero, por suerte, apenas hay circulación. Toni conduce bien y me da seguridad. Disfrutamos con el paisaje.
Pero perdemos la señal y, para cuando nos queremos dar cuenta, Gènova ya ha quedado atrás. Como es normal en una carretera de montaña, ésta está plagada de curvas pero, por suerte, apenas hay circulación. Toni conduce bien y me da seguridad. Disfrutamos con el paisaje.
Comida en
Rosita
Llegamos
a Calvià donde nos topamos con una iglesia enorme. En un reloj son
las dos y diez, que es el que se acerca más a la realidad y, en el
otro, las 20:25 h. A pesar de ser el núcleo principal, Calvià se
desparrama y crece más en la costa: Palmanova y Magaluf ofrecen una
conurbanización que atesta de edificios el borde del mar, donde dos
hermosas playas ofrecen atractivo a los turistas. En Rosita, Toni
come pollo al curry con arroz y patatas fritas y yo tres filetes de
pechuga adobada y ensalada. Bebemos un litro de sangría, sin frutas
y con granadina y acabamos con dos chupitos de hierbas, Toni dulces y
yo secas. Al sacarlos con hielo, toma una forma de pastiche, y no
somos galos. Después de lo mal que cené ayer, hoy me lo como todo a
gusto, pero a mi amigo le cuesta terminar su plato. La cuenta
asciende a 26,90, pero sólo me cobran 25 €. Ni que supieran que en
Artà la cena costó a Toni, con la propina, igual cantidad y quieren
jugar a la ley de la compensación. Rosita es un bar y no puedo pagar
con tarjeta Visa. Llamo a Alsasua y hablo con mis hermanas, que ya
había vuelto de la romería de San Pedro, de almorzar y de beber el
vino con que obsequia el ayuntamiento a los romeros, en tacita de
plata (2,05 €). Arturo me manda un mensaje diciendo que ya recibió
mi postal y que la primera quincena de julio va de hospitalero a
Samos. Tras dar una vuelta por allí para que se evaporen los
efluvios de la sangría y los espirituosos y, como Calvià tiene poco
que ofrecer, cogemos el coche y bajamos hacia Palmanova y Magaluf.
Retorno a
Palma por la costa
Me voy
fijando en el posible camino que haré mañana y, en el supuesto de
que no pudiera ir por la costa, me fijo en los números de las
rotondas. Los referentes mejores serán las rotondas 4 y 6, que
ofrecen información con unos números enormes. Visitamos ses
Illetes. Una mujer quiere aparcar en el hueco que va a dejar otro
coche, pero la cosa se demora y consigue formar un gran atasco. Un
espabilado trata de eludirlo y se queda en posición de “ni pa
alante ni pa atrás” y ayudará a que el atasco se complique más.
Por fin, conseguimos salir del atolladero. Aparcamos y paseamos por
platja de ses Illetes y vamos hacia el Norte, hacia Punta Negra, pues
Toni me quiere enseñar una pequeña playa que él considera idónea
para que yo pueda descansar esta noche. Llegamos, me gusta y, si me
da tiempo a llegar, es muy probable que duerma aquí. Para llegar a
la escalera de bajada a la playa elegida, hemos tenido que hacer un
recorrido por sendero y atravesar una puerta metálica abierta. Será
complicado para hacer ese recorrido al anochecer. Luego, los
acontecimientos me llevarán a tener que dormir muy cerca del lugar
elegido.
Salimos por el hotel Punta Negra, que es el que ocupa la zona interior del recorrido costero que hemos hecho por el pequeño acantilado. Cuando llegamos a Cala Major, ya no bajamos y la vemos desde el coche, y nos dirigimos hacia el malecón de Porto Pi.
Salimos por el hotel Punta Negra, que es el que ocupa la zona interior del recorrido costero que hemos hecho por el pequeño acantilado. Cuando llegamos a Cala Major, ya no bajamos y la vemos desde el coche, y nos dirigimos hacia el malecón de Porto Pi.
Despedida
en Porto Pi
Antonio
Tabucchi escribió Dama de Porto Pim. Fue el primer libro que leí de
él y me impactó. Luego leí otros del mismo autor, desde El juego
del revés, hasta Sostiene Pereira. Aquí, con la diferencia de una
“m”, me viene su recuerdo, con otro Antonio que aquí es Toni.
Bajamos del coche y llegamos hasta el lugar que nos permite pasar
hacia el malecón.
Lo podemos llamar también dique. Paseamos charlando y rememorando los lugares en que coincidimos desde el Norte de la isla, el inicio al Este y estos dos días al Sur. Le cuento también algunos momentos destacados de mi viaje. Otros jóvenes también pasean por allí. Encontramos una escultura que adorna y no pretende interceptar el paso, pero parece que lo intenta. Desde ella, saco foto a Toni que luce su torso de espaldas, con su camiseta amarilla al hombro.
Lo podemos llamar también dique. Paseamos charlando y rememorando los lugares en que coincidimos desde el Norte de la isla, el inicio al Este y estos dos días al Sur. Le cuento también algunos momentos destacados de mi viaje. Otros jóvenes también pasean por allí. Encontramos una escultura que adorna y no pretende interceptar el paso, pero parece que lo intenta. Desde ella, saco foto a Toni que luce su torso de espaldas, con su camiseta amarilla al hombro.
Toni me hace una confidencia. Su padre les
abandonó, a su madre, a sus hermanas y a él, siendo bebé, a los
pocos días de nacer. Un hijo que no conoce a su padre. Es probable
que esta realidad sea algo difícil de superar pero que Toni trata de
conseguir y creo que lo logrará. Coraje no le falta. De regreso, nos
despedimos con un abrazo. Le digo que agradezco a su hermana por el
préstamo del coche, que nos ha permitido hacer algo que a pie
hubiera sido imposible y ofreciéndole mi casa en Irun. ¡Hasta
siempre Toni! El encuentro durante estas cuatro jornadas, en su isla,
y ahora en su ciudad, ha sido el mejor recuerdo que me llevo de
Mallorca.
Un inciso
(Cuando
escribo esto en abril de 2014 tenemos como lectura del mes en el
libro-forum irunés a Toni Morrison y su novela Beloved. Este título
es el nombre de una hija a la que su madre mata y significa Amada. Lo
que me trae a mencionarlo es la casualidad del nombre. No sé si Toni
significa Antonia, pero sería otro más a añadir a mi larga lista
de Antonios en mi 269 día de periplo al borde del mar).
Punta des
Grels
Toni
se va en el coche de su hermana y yo camino hacia el lugar donde,
bajo el acantilado, ya sé que hay una playa nudista. Si Toni
hubiera sido nudista, habríamos bajado juntos y alargado un poco más el
momento de la despedida. Un cañón con pintura de camuflaje parece
que defiende las instalaciones portuarias de Porto Pi, pero no nos
defiende de la invasión alemana que supone una forma más sutil de
invasión.
Desde el acantilado saco una foto para ver lo que me falta hasta llegar al Cap de Cala Figuera. Ya próximo a la bajada hacia la playa nudista, en las rocas, se ve a un grupo de jóvenes textiles que, en rocas altas aisladas y con no muy buen acceso al mar, pasan la tarde amigablemente. Un poco más adelante, fotografío de lejos la playa en la que me voy a bañar.
Bajo la larga escalera y ya, de inicio, veo varias parejas heterosexuales. También hay textiles y grupos de amigos, pero nada que dé a entender que sea playa para homosexuales, como me habían asegurado. La playa se llama Punta des Grels. Dos chicos están tumbados cerca de donde yo estoy. Se bañarán a la vez que me baño yo. Estando en la arena, uno desplaza unos centímetros el pene flácido del otro. Es la única muestra que veo de un comportamiento propio de pareja homosexual desinhibida.
En la entrada al mar hay una roca muy desgastada en la base por el embate de las olas. Hay algún textil, pero la mayoría hace nudismo sin complejos. Una vez seco, después de haberme refrescado con el baño, primero y último del día, me visto y me voy escaleras arriba. Es desde las escaleras que saco una foto de conjunto de la playa, con los jóvenes textiles sobre la roca del fondo que, parece, descienden en rampa hacia el mar por un lugar que no consigo ver. Mi afirmación de antes, en referencia a la bondad o maldad del acceso, se confirma que es puramente gratuita.
Desde el acantilado saco una foto para ver lo que me falta hasta llegar al Cap de Cala Figuera. Ya próximo a la bajada hacia la playa nudista, en las rocas, se ve a un grupo de jóvenes textiles que, en rocas altas aisladas y con no muy buen acceso al mar, pasan la tarde amigablemente. Un poco más adelante, fotografío de lejos la playa en la que me voy a bañar.
Bajo la larga escalera y ya, de inicio, veo varias parejas heterosexuales. También hay textiles y grupos de amigos, pero nada que dé a entender que sea playa para homosexuales, como me habían asegurado. La playa se llama Punta des Grels. Dos chicos están tumbados cerca de donde yo estoy. Se bañarán a la vez que me baño yo. Estando en la arena, uno desplaza unos centímetros el pene flácido del otro. Es la única muestra que veo de un comportamiento propio de pareja homosexual desinhibida.
En la entrada al mar hay una roca muy desgastada en la base por el embate de las olas. Hay algún textil, pero la mayoría hace nudismo sin complejos. Una vez seco, después de haberme refrescado con el baño, primero y último del día, me visto y me voy escaleras arriba. Es desde las escaleras que saco una foto de conjunto de la playa, con los jóvenes textiles sobre la roca del fondo que, parece, descienden en rampa hacia el mar por un lugar que no consigo ver. Mi afirmación de antes, en referencia a la bondad o maldad del acceso, se confirma que es puramente gratuita.
Caminando
hacia la platja de ses Illetes
El
camino me va llevando por la entrada hacia el puerto de Porto Pi.
Paso por delante de la entrada del Palacio de Marivent. Enseguida pasaré por la puerta del restaurante italiano Il Paradiso. (Ayer dos de junio de 2014, abdicó el rey Juan Carlos I y le sustituirá Felipe VI)
Il Paradiso es un edificio azulejado que me transporta hacia aires árabes. Me asomo a un acantilado muy construido y saco foto de la Badia de Palma.
Hay plataformas que alisan la superficie de un bonito acantilado.
En la siguiente, al fondo, una isla de Illetes, oculta la punta del Cap de Cala Figuera. Al pasar por un establecimiento de hostelería, veo en la televisión a Nadal, que va ganando. Por la noche veré algo de Jókovich, pero no tengo ni idea de quién ha sido el vencedor.
Me meto por Cala Major. Me sitúo por encima de la playa.
Paso por la playa de Cala Nova y me aproximo a su puerto.
Un árbol florido suelta sus pétalos rojos que dejan un bonito y efímero alfombrado.
Sobre el puerto de Cala Nova saco foto a una malagueña y a un sevillano, con el palacio de Marivent como telón de fondo. Es lo que quieren que destaque de la foto, ¿lo habré conseguido?
Ellos son los que me dicen cuál es el palacio ya que yo, al pasar por la carretera, lo único que he visto es la puerta de acceso. Por la posición, veo factible que sea el que ellos me dicen, ya que está dentro de un entorno boscoso.
Al llegar a la playa de Illetes, veo que hay un indicador que dice: Calvià, lo que me asegura que esta playa pertenece a dicho municipio. Una foto de campánulas rosáceas.
Me meto por costa con camino semiderruído. Pequeñas escaleras hacia el mar parten de casas particulares.
Consigo pasar como puedo y salgo del atolladero y acabo saliendo al recinto de piscina del RIU-Gran Hotel Bonanza.
Dentro del hotel, pido ayuda para poder salir al exterior. “Sube en el ascensor y sal en el 8º”, me dicen unos clientes. Así consigo salir y, al ver la fachada, me doy cuenta de que ya lo había visto antes, cuando paseaba con Toni.
Saco foto porque aquí ocurre lo mismo que en Lanzarote con el hotel Papagayo Arena. Aquél aparenta tener tres plantas, pero tiene una decena o más desde arriba del acantilado hasta la playa. En éste lo que arriba parece un hotel de una planta, tiene al menos ocho por debajo, hasta las piscinas. Saco otra foto para que se vean las piscinas por donde he aparecido.
Paso por delante de la entrada del Palacio de Marivent. Enseguida pasaré por la puerta del restaurante italiano Il Paradiso. (Ayer dos de junio de 2014, abdicó el rey Juan Carlos I y le sustituirá Felipe VI)
Il Paradiso es un edificio azulejado que me transporta hacia aires árabes. Me asomo a un acantilado muy construido y saco foto de la Badia de Palma.
Hay plataformas que alisan la superficie de un bonito acantilado.
En la siguiente, al fondo, una isla de Illetes, oculta la punta del Cap de Cala Figuera. Al pasar por un establecimiento de hostelería, veo en la televisión a Nadal, que va ganando. Por la noche veré algo de Jókovich, pero no tengo ni idea de quién ha sido el vencedor.
Me meto por Cala Major. Me sitúo por encima de la playa.
Paso por la playa de Cala Nova y me aproximo a su puerto.
Un árbol florido suelta sus pétalos rojos que dejan un bonito y efímero alfombrado.
Sobre el puerto de Cala Nova saco foto a una malagueña y a un sevillano, con el palacio de Marivent como telón de fondo. Es lo que quieren que destaque de la foto, ¿lo habré conseguido?
Ellos son los que me dicen cuál es el palacio ya que yo, al pasar por la carretera, lo único que he visto es la puerta de acceso. Por la posición, veo factible que sea el que ellos me dicen, ya que está dentro de un entorno boscoso.
Al llegar a la playa de Illetes, veo que hay un indicador que dice: Calvià, lo que me asegura que esta playa pertenece a dicho municipio. Una foto de campánulas rosáceas.
Me meto por costa con camino semiderruído. Pequeñas escaleras hacia el mar parten de casas particulares.
Consigo pasar como puedo y salgo del atolladero y acabo saliendo al recinto de piscina del RIU-Gran Hotel Bonanza.
Dentro del hotel, pido ayuda para poder salir al exterior. “Sube en el ascensor y sal en el 8º”, me dicen unos clientes. Así consigo salir y, al ver la fachada, me doy cuenta de que ya lo había visto antes, cuando paseaba con Toni.
Saco foto porque aquí ocurre lo mismo que en Lanzarote con el hotel Papagayo Arena. Aquél aparenta tener tres plantas, pero tiene una decena o más desde arriba del acantilado hasta la playa. En éste lo que arriba parece un hotel de una planta, tiene al menos ocho por debajo, hasta las piscinas. Saco otra foto para que se vean las piscinas por donde he aparecido.
Continuando
por la carretera, voy bajando de nuevo hacia playa.
Al final de la playa hay un camino que voy siguiendo, pero la pareja que va delante no pretende continuar como yo, sino que quiere salir a un aparcamiento donde tiene su coche.
En el mar, la Illa de sa Torre.
Allí está un grupo de chicos y chicas que me animan a retroceder, que llegue al acantilado y, un poco antes, que coja a mano derecha un camino que me introduce en zona militar y así podré salir a la urbanización que está al otro lado.
Efectivamente, por un sendero en zona militar llego a un inicio de carretera de la urbanización gemela. Así bajo a nueva playa, la de Marineland, con su isla al fondo.
Llego al puerto de Portals Nous. Siguiendo un camino que ya es paseo, paralelo a la carretera, llego al Hotel Punta Negra.
Al final de la playa hay un camino que voy siguiendo, pero la pareja que va delante no pretende continuar como yo, sino que quiere salir a un aparcamiento donde tiene su coche.
En el mar, la Illa de sa Torre.
Allí está un grupo de chicos y chicas que me animan a retroceder, que llegue al acantilado y, un poco antes, que coja a mano derecha un camino que me introduce en zona militar y así podré salir a la urbanización que está al otro lado.
Efectivamente, por un sendero en zona militar llego a un inicio de carretera de la urbanización gemela. Así bajo a nueva playa, la de Marineland, con su isla al fondo.
Llego al puerto de Portals Nous. Siguiendo un camino que ya es paseo, paralelo a la carretera, llego al Hotel Punta Negra.
Punta
Negra
Un
gran portón de acceso a coches se está cerrando cuando llego al
Hotel Punta Negra y entro por la puerta lateral. El de seguridad que
controla esta entrada me pregunta y le digo que quiero ir a
recepción. “¿Está usted hospedado en el hotel?”, es su
siguiente pregunta y ante mi respuesta negativa y que le añado:
“quiero cenar”, él, viendo la pinta que traigo, con la mochila,
me lo desaconseja. “Es un hotel privado y tiene un restaurante muy
exclusivo”, me añade. Me insiste tanto, que no me da ninguna
opción a acercarme a recepción. Mi respuesta también es acorde con
su actitud y desdeñosa: “No me va a pasar nada por quedarme sin
cenar una noche más”. En vista del éxito, en vez de continuar
adelante hacia la playa por la que he ido con Toni esta tarde y con
el fin de no avanzar hacia el Sur, para luego retroceder hacia el
Norte, intento buscar un resquicio que me permita llegar a la costa
atravesando espacios privados del hotel que se muestra tan hermético
para admitirme en su seno. No tanto el hotel como el segurata
encargado de que no pase ningún indeseable. Mi propósito es llegar
a la playa recomendada por Toni, pero buscando un atajo. Yendo en
dirección a la costa, lo que me encuentro es la recepción y el
restaurante del Hotel Punta Negra. Pregunto a la recepcionista el
precio de la cena, pensando que es de buffet y me dice: “es a la
carta y pagas en función de lo que cenes”. Aquí, ni a los de
recepción, ni a los camareros, les parece que esté tan
impresentable.
Cena en
el hotel Punta Negra
En el
comedor me asignan una mesa individual, coloco las mochilas debajo,
pido la carta que, después de la carísima cena del Hostal Playa de
Colònia Sant Jordi, ya no me asusta, aunque procuraré comer no el
pescado más caro, como me ocurrió allí, sin haberlo pedido, sino
algo más acorde con mi nivel económico. Los precios no me parecen
desorbitados. Pido ensalada, merluza y agua. La carta de vinos se
dispara y por una noche puedo prescindir del jugo de Baco. Cuando estoy
finalizando pido una copa de cava para redondear la cena. Para hacer
tiempo, me ponen encima de la mesa unos pequeños cuencos con varios
aceites, con sales de hibiscos y hierbas aromáticas mediterráneas.
Me dan la explicación, las sales son para añadir al pan ácimo tras
el unte de aceite. Apenas pruebo las sales para no perjudicar más mi
hipertensión, sólo como un panecillo y rebaño sólo uno de los
cuenquitos de aceite. Está todo muy rico. Luego añadirán en la
cuenta 1,95 €. Para seguir esperando, me traen unas espirales de
pasta margarita aliñada con elementos varios. Me traen una ensalada
muy bien presentada pero sin aliñar. Pido y me traen aceitera sin
tapón y, como la vinagrera no la puedo abrir, me la abre la
camarera. Finalizada la ensalada y antes de que me traigan la
merluza, me sirven como cortante un sorbete helado de piña. La
merluza está riquísima con un par de espárragos trigueros y
langostinos, como los que me sirvieron en Cala Santanyí, pero asados
a la plancha. Éstos son más difíciles de pelar y menos sabrosos.
Pido la copa de cava que había visto ofrecida en la carta (creo que
costaba 5 €), me salto el postre y pido la cuenta. En una
oportunidad cuento a la camarera la vuelta que estoy dando a la isla
y también al que me ha servido el aceite. Éste último, al saber
que ya he pedido la cuenta, me pregunta si me han servido el bombón
y, al decirle que no, va en su busca. A ver si sé contar lo que me
trae: en una cucharita de porcelana china hay un pequeño flan de
fruta exótica. En una tabla, con una fresita en un extremo, y tres
líneas: una de canela, otra de chocolate negro y otra de nata dura o
chocolate blanco. Todo riquísimo y que si no es por el camarero me
lo habría perdido. Pago con Visa 43,65 €.
Hotel
Punta Negra. Durmiendo en el jardín
Como
quiero salir a la playa, pregunto a la camarera que ya sabe mi
programa de viaje, por dónde hacerlo. Me pregunta si quiero salir a
la playa grande o a la pequeña y me advierte que tenga cuidado con
los peldaños que hay para acceder a la piscina. Que lo haga por el
vértice más al Norte. Con Toni ya he estado muy cerca de las
casitas que están próximas al comedor, así que me voy haciendo una
composición de lugar. Agradezco a la camarera su información, cargo
con las mochilas y me voy por el jardín en dirección a la piscina.
Tras bajar unos escalones, salgo por yerba recortada a la zona de
rocas. Las luces del hotel me iluminan suficiente. No así la luna,
que esta noche está en fase de Nueva. Iniciado el desnivel de
descenso a las rocas, veo camufladas dos hamacas. Como va a ser
difícil que pueda llegar sin luz a la playa seleccionada por Toni
para mi noche en Punta Negra, decido utilizar esas hamacas para que
sean mi cama. Preparo mis cosas de dormir, me desnudo y todo me sale
a pedir de boca. No tendré ningún contratiempo en toda la noche. En
el edificio más próximo hay luces que se van apagando según pasan
los minutos. Dos veleros también próximos también se iluminan. Son
luces de posición. La bahía de Palmanova y Magaluf, mandan
destellos de contaminación lumínica, pero están muy alejadas de mi
dormitorio. Como he puesto las mochilas sobre la hamaca azul que está
a mi derecha, serán ellas las que servirán de parapeto a dichas
luces. No hay ninguna estrella conocida sobre mi cabeza. La Osa Mayor
me la tapan los sanísimos pinos del entorno. Me doy repelente contra
los mosquitos pero, creo que innecesariamente. Duermo bien, pero sin
la profundidad que cabía esperar.
Resumen
del día
Muy bien he
pasado el día con Toni. Bien en la playa de Punta des Grels, donde
me he dado el único baño de la jornada. El ascensor del Hotel RIU,
me ha servido para salir del atolladero. Brillante mi cena y dormida
en el jardín del Hotel Punta Negra. Aunque sin luna, no ha sido una
negra noche. Mañana se lo diré al segurata que tantas pegas me ha
puesto.
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